30 marzo, 2013

8 Por cristianos pecamos todos


Foto: opinion.com.bo
Me arruinaron el día, no hay a quien quejarse. A las puertas del cielo sería bueno clavar una hoja de reclamaciones, como en otros tiempos hizo Lutero en el palacio de Wittenberg. Un día, vale, pero ¿dos? Esto de los feriados religiosos es herencia colonial y el gobierno más descolonizador de la historia no hace nada por erradicarlos. Hasta se les ocurrió por establecer el día jueves (será porque es santo) como jornada de horario continuo. Para que los parroquianos puedan tener la tarde libre para efectuar sus compras. Dense una vuelta por los mercados centrales y verán cómo hierven de gentío. Bacalao seco, camarones, camaroncillos, como chuches inundan los pasillos. Y huevitos de pascua, llévese mi niño.

¿No es acaso la Pascua un periodo de reflexión y abstinencia? 

Tanta parafernalia, olor a incienso y gastronomía abruma, todo lo contrario de la frugalidad que predicaba Jesucristo. Los curas lo dicen con seriedad de santones: ha llegado el tiempo de recogimiento espiritual (detrás creo escuchar una banda sonora con cantos gregorianos). Entonces que me traduzcan en qué consiste ese “recogimiento” de visitar -la noche anterior al viernes santo- una docena de templos con aire de chacota como quien efectúa un tour o asiste a una kermesse: Sí, figúrense que los comerciantes toman por asalto las calles aledañas para instalar sus mesas y bancos ofreciendo mazamorra de maíz con buñuelos y empanadas. Más allá, algodón de azúcar y manzanas recubiertas de caramelo, y velas de todos los tamaños. 

Revientan las iglesias de gente joven. Si se les pregunta, extraoficialmente, dirán que van porque hay buen “chequeo”: en el recorrido podrían encontrar al amor de su vida. Si no es católico, ni se le ocurra circular en auto por el centro de la ciudad a esas horas. Pasará un verdadero vía crucis.

Hay gente que se toma muy en serio esto del recogimiento: se recogen a casa a departir con los amigos unos buenos tragos de pisco “San Pedro” y sanmateos (vodka y gaseosa de pomelo); total, al día siguiente no es jornada laborable. Si la santa sociedad de las buenas costumbres se molesta por ello, beber es tan pecaminoso como comer en exceso, doce platos nada menos, como manda la tradición en viernes santo: Carbonada de zapallo, ají de bacalao, queso macha, ají de papalisa, pescados a la parrilla, sopa de pan al horno, arroz con leche y otros preparados sin carne de res que no recuerdo. Irónicamente, la modernidad ha ido reduciendo la cantidad a unas cuantas recetas. 

Me consta que hay personas piadosas que de verdad ayunan, por lo menos hasta mediodía. Pero cada vez son menos. Lo auténtico se va con los viejos. Recogimiento, dicen…sin embargo, todo el mundo se larga a los parques y no precisamente a rezar. Los restaurantes y sitios turísticos hacen su agosto, cómo no, con platos de pescado de todos los colores. Mal día para ir a comer afuera, hay que tener paciencia de santos por la espera y una buena billetera. Los precios del pescado fresco van por las nubes, ni que fueran del lago de Galilea. A siete dólares cada pieza de sábalo mediano,  el pacú y la trucha son menos asequibles todavía. La libra de camarones se cotiza hasta en veinte dólares, algo menos si procede de China; pero con todo lo chino hay que tener cuidado, dicen. Todo lo sabroso cuesta en esta vida. Hasta lo desabrido como la carne de surubí vale más de lo normal. A rio de creencias, ganancia de pecadores. Los comerciantes especuladores son los que se quedan con el esfuerzo de los pescadores.

Por cristianos pecamos todos. Los católicos pecan de histrionismo de capirote y sendos rostros de arrepentimiento. Yo peco de pereza, los feriados tienen ese raro poder de acrecentar mi apatía. No tengo energía ni para prepararme una comida decente. Una lata de atún y espaguetis impiden que pase hambre, mi receta de manual en estas fechas. Hasta las televisiones trabajan en piloto automático: la enésima película bíblica, documentales sobre el enigma del Mar Rojo o de la sábana santa de Turín, reportajes sobre el busto del Cristo que llora sangre o del tronco de eucalipto con la imagen de la virgen. Hasta J.J. Benítez se cuela con su Planeta Encantado. Curiosa mezcla; religión y ufología, como las visiones del profeta Ezequiel, cortesía de History Channel. 

Si uno cree que lo ha visto todo, hay que restregarse los ojos porque aún faltan las procesiones. La ilustre cofradía de la Orden de los Caballeros del Santo Sepulcro alista sus mejores disfraces; terno lustroso, capuchón y crucifijo tamaño obispo. Hay que ser fornido mocetón para aguantar las dos toneladas que pesa la caja sagrada. Traca-traca, suenan las matracas en cada estación y llueven los pétalos de flores amarillas y blancas sobre la urna de cristal. En los noticieros se ha visto al alcalde fortachón poner el hombro al llegar a la catedral, con tanta devoción que, si pusiera el hombro a la ciudad con la misma entrega, florecerían las rosas sobre el asfalto. Visto así, sería puro milagro.

Menos mal que ya amanece mientras termino esta crónica. Llega el fin de semana. Vuelve el fútbol. Vuelve la vida.


25 marzo, 2013

12 Descubriendo a Cesária Évora


Fue por pura casualidad. Presa del aburrimiento, una de esas tardes de domingo, donde no dan ganas ni de ir al fútbol, porque resulta que uno se ha empachado toda la mañana con las Ligas europeas, así que la liga local ni por televisión abierta vale la pena. Hay que ser masoquista para seguir el insufrible fútbol nacional, una santa misa tiene más emoción. Sólo para redomados fanáticos e incondicionales que conciben el mundo con forma de un balón. Higiene visual ante todo. Los ojos necesitan descansar de la pantalla. Hete ahí, mientras incurría en el enésimo zapping -vicio al que, dicen los estudiosos de la vida ajena, que los varones somos más propensos- de la tarde, pillé en el canal universitario un concierto de esos que esporádicamente pasan entre horas y horas de películas y documentales. 

Para mi mala fortuna llegué tarde. Apenas un par de canciones pude deleitar: una era la clásica “Bésame mucho”, famosa desde la época de mi abuelita. La otra, en un portugués raro, inentendible, de esos que llaman criollo, por lo que deduje que la señora rolliza que la cantaba debía ser brasileña, ya que el video no mostraba los créditos. Yo estaba en la nebulosa, completamente extasiado por esa voz que a momentos me recordaba a Billie Holiday, Chavela Vargas y Edith Piaf. No sé mucho de música, pero hay ciertos patrones que se repiten en gente que ha sufrido mucho. Sólo esta gente sabe cantar su tristeza. El resto sólo vivimos para contarla.

Tal vez a algunos les suene extraño mi tardío conocimiento de esta excelsa cantante caboverdiana, sobradamente conocida en Europa y fundamentalmente en el mundo de habla portuguesa, como acabo de leer. Pero entiendan mi situación: treintañero, poco afecto a la bohemia y su círculo de atletas del tabaco,  habitante de un país mediterráneo y recóndito,  donde las pavadas de un cacique-brujo-filósofo-guerrero- son dogmas de fe. Un país tan encerrado entre montañas, que ni los surazos de la Patagonia pueden atravesar, mucho menos los aires musicales de otras partes. (Digo bien, música, no esa bazofia ruidosa y/o sensiblera que  los mercachifles inundan el mercado global, o el reinado del canto a la tontería como denomina Alberto Salcedo Ramos). No tenemos ni una sola radioemisora que difunda la música de los otros, porque como buenos hijos del país del ombligo, nos atiborramos de música local, con la excusa de que hay que saber apreciar lo nuestro aunque parezca el sonido de una lata retumbando en el pavimento. Bendito sea el que haya inventado Internet, a quien gustoso le pondría un par de velas si es que ya se ha muerto. 

¡Oi Cabo Verde terra estimada!... al escuchar estos versos iniciales pienso en la tremenda añoranza que deben sentir aquellos estudiantes que han dejado sus islas, sus playas, sus arenas blancas, para venir a parar a este sitio tan lejos de Dios y tan cerca del precipicio que es Bolivia. Qué mueve a esta gente joven a proseguir una carrera universitaria en el país con los peores índices educativos de la región, me preguntaba en un primer momento, al comprobar que los esbeltos africanos se hacían parte de mi paisaje cuando antes eran una rareza manifestada por ocasionales corredores de maratón. La respuesta me apareció al primer atisbo de reflexión, no hacía falta consultar en hojas de coca: simplemente, ellos seguían la estela de sus primos brasileños.

Hubo una época, harán unos veinte años, que a Bolivia -y especialmente a la ciudad de Cochabamba-, llegaron oleadas de estudiantes brasileños que llenaron las aulas de universidades privadas recién creadas. Hijos de familias relativamente pobres que no podían costearse los estudios, especialmente de medicina y odontología, carreras que demandan un mayor presupuesto. Dado el menor costo de vida en territorio boliviano, es perfectamente natural que gente de Cabo Verde haya llegado de rebote, pasando por Brasil o, en algunos casos, directamente. Así, no es raro que tengamos universitarios chilenos y peruanos. Se dio incluso el insólito fenómeno de estudiantes surcoreanos en busca de un título de medicina, aún sin tener un español entendible.

Dejando las aguas turbias y procelosas del negocio de la educación, deseo volver al mar azul que cantaba Cesária Évora, la diva de los pies descalzos como la bautizaron por su costumbre de salir al escenario a flor de pies desnudos. Jodido debe de ser para un país obligar a sus hijos a buscarse la vida en otras partes, y hacer de la nostalgia una enfermedad incurable. Doloroso invocar una tierra verde cuando la realidad dice otra cosa,  a consecuencia de siglos de sobreexplotación que han condenado al archipiélago caboverdiano a constantes sequías y desertización paulatina. Los humanos vivimos de mentiras y recuerdos, como sucede con el barrio cochabambino llamado Valle Hermoso donde apenas se divisa algún árbol en un bosque de casas apretujadas, rodeando una metálica y bruñida refinería de petróleo.

Quién mejor que ella para desgarrarnos el alma con su sodade o saudade, un sentimiento que va más allá de la tristeza, de la pérdida, del abandono, del desarraigo y otras sensaciones que desafortunadamente nuestra lengua, con todas sus variaciones, no puede encontrar equivalencia exacta. 

Escribir sobre música se hace ejercicio casi improbable y vano a la vez. No puedo describir que una canción me sabe a cierta textura terrosa, ferrosa o afrutada, con tonos silvestres o aire de otoño, como suelen describir los especialistas un buen vino o un bocado exquisito. La música es alimento para el alma y eso es imposible de describir. Cada quien la siente según su parecer. Según la vida que nos toca vivir.

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PS. He aquí algunas canciones notables, cortesía de Youtube:

19 marzo, 2013

9 La guerra por un letrerito


Imagen: Lapatriaenlinea.com
Qué pasará con este país que apenas se inaugura cualquier emprendimiento, los responsables (alcaldes, gobernadores, asambleístas, etc.) pareciera que entran en competencia por adular al presidente, bautizándolo con su nombre, como lameculos agradecidos por una dádiva, ignorando por completo que son recursos públicos y no desprendimientos heroicos de Su Excelencia. Nadie objeta que una promoción de bachilleres decida homenajearlo denominándose “Evo Morales”, para ganarse su simpatía, una visita y tal vez una donación de camisetas a costa de su bolsillo. 

Sin embargo, mucho mérito debe de ser visitar a sus subordinados políticos y administrativos, mostrar un cheque tamaño cartulina y regañarlos entre broma y broma para que se pongan a trabajar por la comunidad.  Resultado: toda la república está regada de obras con su nombre. Ya resulta aburrido para cualquier ciudadano tropezarse con una calle, un mercado, una plaza, un puente, una cancha de césped artificial y gigantografías en edificios altos que nos obligue a recordarlo. A tal punto, que un diputado opositor ha sugerido que se saque una ley que diga textualmente: “se instruye al Órgano Ejecutivo de turno que esté en el Gobierno poner el nombre de su presidente a todas las obras que se inauguren dentro ese periodo constitucional”. (Regístrese, si es necesario en piedra, archívese y cúmplase).

Pero tal parece que el paladín de la humildad nunca está satisfecho. Por lo menos eso deja translucir entre sus conmilitones, como a la Asamblea Departamental de Oruro, que en un gesto de sacrificada labor y generosa reflexión con trasnochada decidió honrar con su nombre el aeropuerto internacional de Oruro. Sólo que, como buenos alumnos del maestro, optaron por pisotear la tradición y la institucionalidad: El aeropuerto ya tenía nombre, desde mucho antes, el de Juan Mendoza, orureño y primer aviador en la historia nacional, y con una destacada participación en la Guerra del Chaco. El único mérito de la administración de Morales es haber ampliado y asfaltado la pista, además de construir la consiguiente terminal aeroportuaria para tener la etiqueta de “internacional”. Y con eso, los asambleístas creyeron que podían borrar de un plumazo páginas de historia, superponiendo el nombre del presidente mediante una ley departamental. Lo que era una obligación natural del mandatario -y más por ser orureño-, se había convertido, en un santiamén, en un milagro concedido a sus paisanos. 

Como los orureños, encabezados por el comité cívico, objetaron el abuso de autoridad, pronto fueron tildados de oportunistas políticos que querían perjudicar al desarrollo de la región y sobre todo desprestigiar al mandatario. Los asambleístas, lejos de reconsiderar su decisión, se empecinaron más bien en echar lodo a la reputación del aviador distinguido, inventando toda suerte de excusas y acusaciones como el de haber pertenecido a la oligarquía, o que él era un explotador de indígenas por pertenecer a una familia tradicional. Incluso pretendieron menoscabar su papel en el desarrollo de la aviación. El destacado historiador y periodista Carlos Mesa, aportó su conocimiento para despejar dudas, recordando que “el orureño Mendoza hizo el primer raid aéreo de La Paz a Buenos Aires. En noviembre de 1921, voló en un avión FIAT R.2. de 180 caballos de fuerza. Gracias a él fue en buena medida, creada la Escuela Militar de Aviación en 1923. Fue clave en la Guerra del Chaco”.

Foto: APG
Ante la ausencia de voluntad política, en Oruro decidieron tomar actitudes radicales para hacer respetar sus derechos. Desde hace más de un mes que se vienen efectuando medidas de presión. Del rechazo verbal pasaron a la acción: innumerables marchas de protesta no conmueven a los legisladores, ni crucifixiones simbólicas en el centro de la ciudad, ni la recolección de cinco mil firmas. Ni mucho menos la huelga de hambre que empezaron hace tres semanas varios dirigentes cívicos. “Los que están manejando este problema en Oruro están destilando veneno. Es sólo un letrerito (…) Nadie arriesga su salud, su vida, en una huelga de hambre por un letrero, es un letrero que le van a colgar al aeropuerto, porque la obra ya está” declaró un diputado orureño oficialista, que, lejos de apaciguar los ánimos, ha incrementado el malestar general, a tal punto, que tuvo que huir a la desesperada rodeado de policías cuando intervino en la asamblea departamental. Los asambleístas cuestionados tampoco tienen pisada en las cercanías. El clima de beligerancia es tal, que se han visto obligados a esconderse. 

Entretanto, a Su Excelencia, no parece quitarle el sueño que toda una ciudad se debata en la permanente zozobra, con las actividades estudiantiles y comerciales paralizadas. Como buen Pilatos, levanta las manos, desentendiéndose del problema, con lo fácil que le resultaría dar la orden a sus correligionarios. Caramba, qué difícil resulta dar una señal de magnanimidad en estos tiempos revolucionarios. Al contrario, se siente hasta herido e incomprendido, que se hace demasiado esfuerzo creer en su falsa modestia cuando declara que yo no entiendo ese problema de Oruro, pero jamás voy a insinuar que nombren algún edificio, algún proyecto como Evo Morales, yo alguna vez me molesté por algunas calles o avenidas, ese problema qué fines tendrá, tal vez es una cuestión política, ellos decidirán, a mí no me metan, es un problema de autoridades”. Para quien pueda dudar, los flamantes letreros y pancartas le desmienten.

Para echar más leña al fuego, un senador, tristemente célebre por haber degollado perros indefensos en público, tildó a los cívicos orureños de “malagradecidos”. Demasiado pedir había sido para un departamento permanentemente olvidado por los gobiernos de turno, cuando en otros tiempos fue uno de los sostenes principales de la economía nacional. Demás, está decir que hay una ley vigente que prohíbe expresamente denominar a cualquier monumento, obra o proyecto con los nombres de personas vivas. Como es de 1941, y  los otros gobiernos tampoco la respetaron, sacarla a relucir se convierte en un argumento falaz por el uso político que se le da, afirmó muy convencido un burócrata del gobierno. 

Con el creciente desabastecimiento y sensación de conflicto sin solución, hay riesgo de enfrentamiento en Oruro, porque sectores afines al oficialismo están convocando a movilizaciones de organizaciones campesinas en defensa del “hermano presidente”. Del otro lado, vecinos, comerciantes y los siempre combativos mineros. Y entonces podría desatarse una guerra de verdad.


14 marzo, 2013

6 El mundo y sus obscenidades


Imagen: www.larepublica.pe
“Ser rico es malo, es inhumano así lo digo”. El comandante de la revolución tenía razón: tan inhumano él, tan infalible, tan omnipotente y ahora tan inmortal. Ser rico no es cosa de simples mortales, como los empresarios de Venezuela, a quienes en una reunión en 2005, les soltó la frase categórica: “A quienes su trabajo ya les haya producido grandes riquezas deberían donar todo eso (...) hacer obras benéficas”.  

Todavía me causa urticaria y espanto al conocer los detalles chirriantes y vulgares de la forma cómo la familia real de Venezuela se entregaba a los placeres de la vida mientras el “redentor de los pobres” proclamaba que el capitalismo era más malo que la cicuta. De acuerdo a diversas publicaciones, en estos catorce años de expolio ininterrumpido, el clan de los Chávez amasó una fortuna no menor a 500 millones de dólares y, según otras, ronda los 2.000 millones. Carajo, no me entra en la cabeza tanta millonada de plata. ¿Cómo es posible que una sola familia pueda poseer un patrimonio que equivale, casi a una décima parte de todo el PIB de Bolivia? Con seguridad, que la empresa más grande del país no vale ni quinientos millones, y eso en nuestro país es monstruo de empresa, con muchos puestos de trabajo. 

Y aunque digan que todo es una campaña de odio y calumnia contra la revolución y su amado líder, no se puede tapar el sol con un dedo, lo dice el refranero. La veintena de fincas, la flotilla de vehículos Hammer, las canchas, las piscinas, las joyas que lucen las mujeres de la familia (especialmente la matriarca), las cirugías plásticas, ciertamente no son invisibles. Ni los numerosos viajes de placer de toda la prole alrededor del mundo son campañas orquestadas por los medios de comunicación. Y quien crea que la familia no tiene cuantiosas cuentas bancarias en el exterior es un idiota o no es de este mundo.

Y con todo esto, uno se pregunta, cómo a pesar de tantas muestras de despilfarro y lujo descarado, los socialistas del siglo 21 puedan tener millones de seguidores fanatizados. Será nomás que, como algunos malpensantes opinan, que si a los más pobres les regalas televisor y nevera, y los mantienes a base de prebendas, te seguirán hasta la muerte. Como en Venezuela, donde un muerto sigue mandando y quizá lo siga haciendo durante un lustro.

Y, yo criticando agriamente a nuestro presidente Evo por sus lujitos, lo que gasta en gasolina para su avión personal no es nada. Lo que gasta en trajes estilo Mao es una bicoca comparada con lo que gastaba su extinto mentor caribeño. Menos mal que Bolivia no está nadando en petróleo. Dicho sea de paso, hay que reconocer que Evo se cuida mucho de no involucrar a su familia en el negocio de la política. Aunque amnésico como le gusta ser, se le había olvidado declarar ante la Contraloría General del Estado que había sido propietario de una camioneta último modelo.

Bochornoso es también que la viuda de Kirchner, se haya transformado en la nueva Imelda Marcos, revoloteando en las tiendas de París en busca de vestidos y zapatos de lujo(cien mil dólares sólo en zapatos), para revolucionar su armario de “estilo colorinche” (le he plagiado el adjetivo a Beatriz Sarlo). Será su dinero o no, pero que no nos venga con más discursos de que hay que apretarse el cinturón, puesto que en Argentina todavía resuenan los ecos de los “cacerolazos”.

Y a pocos días antes de elegirse al nuevo Papa, me he enterado de que la Iglesia católica de Estados Unidos ha destinado más de 2.500 millones de dólares en indemnizar a las casi 17.000 víctimas que han denunciado abusos sexuales de sacerdotes desde 1950, según una publicación de USA Today. Y más repulsivo todavía que, cardenales acusados de encubrir a los pederastas, hayan viajado a Roma para participar del cónclave. 

Y con todo esto, uno se pregunta, cómo a pesar de tantas muestras de curas sátiros como el ex obispo Lugo de Paraguay, las miles de denuncias de abusos sexuales a menores, y los constantes escándalos financieros de la banca vaticana; todavía, la fe de millones de creyentes parece inquebrantable. ¿Acaso no parece vergonzoso que el máximo representante de la Iglesia sea ungido como un rey, ataviado con sotana, anillo y zapatos valuados en miles de dólares, cuando Jesucristo predicaba todo lo contrario?

Lo que hay que leer, ver y oír en esta vida. Obsceno por donde se lo vea.          
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