Perfil "soñador", obvio |
Hace tres años que daba inicio a este muro de
lamentos particular. Entonces estaba a punto de cumplir los treinta y tres y
pensaba en lo paradigmático que tiene esta edad para todo hombre, a saber:
A los 33, Alejandro Magno había atravesado con
su ejército el inhóspito Hindu Kush para llegar hasta las puertas de la India y,
a la orilla de un rio, morir en la plenitud de su gloria. A los 33, Jesús el
nazareno había aparecido sorpresivamente en Jerusalén para cimentar lo que sería
después la religión más poderosa de la historia. A los 33, el mariscal Sucre
había derrotado al ejército español en la batalla de Ayacucho, sellando de esa
manera la independencia de Bolivia y, al poco tiempo, fue designado segundo presidente
de la naciente república, en apenas dos años de gestión hizo tanto por este país
que ahora la capital lleva su nombre con todo merecimiento (y sí, todavía me
causa pena que periodistas extranjeros digan o escriban que La Paz es la
capital boliviana, ¿acaso alguno osa decir que La Haya es capital holandesa
solo porque allí funciona la sede de gobierno?). A los 33, Martin Luther King
ya era un líder indiscutible de los derechos civiles y estaba a un año nada más
de pronunciar su célebre discurso en Washington, que dicho sea de paso, hace
unos días se recordó el cincuenta aniversario de esa memorable jornada; que en
un país racista se dé un feriado con su nombre, reconociendo su legado, no es
poca cosa.
Y así, podría citar otros casos, seguro de que
muchos no se han quedado simplemente a mirarse el ombligo, pero dejémoslo en lo
que mi memoria todavía guarda con nitidez, eso espero. Aunque esto tenga cierto
tufillo a jeremiada, no se equivoquen, no va por ahí la cosa. Simplemente
quería remarcar que formo parte de una generación indolente, cínica y perezosa,
que no pocas veces, le gusta ahogarse en un vaso de agua o hacer de cualquier
barullo una tormenta. Yo mismo, como conspicuo representante de una época
mediocre no he dado la talla suficiente para lo que se espera de nosotros.
Increíble, no recuerdo nada sustancial desde que ingresé a la mayoría de edad,
coincidiendo con los estudios universitarios. Paulatinamente, la universidad se
ha convertido en una fábrica de conformistas y sigue vomitando más desempleados.
¿O será que el estamento universitario es un fiel reflejo de la sociedad en que
vivimos?
Desde los 21 a los 33 me he perdido peor que
Jesucristo, en una espiral de indecisión que no tiene explicación. O quizá la
negra noche me envolvió en su manto, como cantaban los vates griegos. Esa
década pasó volando, sin que haya dejado huella en mi vida. No fui capaz de
enfrentar mi destino, ni de aportar nada al mundo, aunque fuera garabatear una
sola línea. ¿En qué carajos estaba pensando?
A estas alturas de la vida, siento que he
reaccionado tarde. Aunque ya tengo edad para ser presidente, Evo el Austero
puede dormir tranquilo, no formo parte de esa manada de envidiosos que ansían
su puesto. Preferiría sacarme los ojos antes que engañar a tanta gente y vivir
a sus expensas a cuerpo de rey. Ya, pero el poder enceguece, dicen algunos y no
les faltará razón.
Para recordar el tercer aniversario del blog,
he decidido hacerme crecer la barba, un suceso histórico para mis registros ya
que todo es histórico en este país mamarracho, aunque extrañamente no obra en
mí ninguna inspiración como se sospecha que influyó en Sócrates, Marx, Trotsky, Tolstói
y otros grandes cultivadores del pensamiento. Un semblante barbudo, siempre
tiene un pelín de soñador, me han comentado algunas lenguas. Eso sí, soy
enemigo acérrimo del bigote, siempre lo he asociado a grandes tiranos y
personajes sanguinarios, y si no, pregúntenle a Hitler, Stalin, Pinochet,
Videla, etc.
Lo que no puedo negar es que la barba tiene
sus pros y sus contras: por un lado es satisfactorio descubrir que en todos
lados te dan más importancia; “¿qué desea señor?” o “pase por acá señor” con un
tono de respeto que da gusto. Sin barba, todo era “espere joven” o “¿qué quiere
usted joven?” a secas, agriado. El lado malo es que las féminas veinteañeras te
consideran material de descarte, porque ya pareces un tipo cuarentón. Ah, la
vida y sus aristas.
Ya que estamos en una época blanda y de
corrección política, en la que celebramos cualquier ocurrencia por anodina que
parezca, ahí va la mía: propongo que cada 31 de agosto se recuerde el Día
Internacional de la Barba, y para promocionarla predico con el ejemplo, ni más
ni menos. Que también sea el día de mi cumpleaños es pura coincidencia. Ya está, pueden reírse en mis
barbas, si quieren. “To beard, or not to beard”:
that is the cuestion.
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P.S.: Agenda
del día
- Saludo al alba con 36 cañonazos, en este caso con igual número de petardazos para tomar revancha por todos los fines de semana que algunos vecinos pelotudos me han jodido la noche con sus ruidos (¿no les decía acaso que este es un país de acomplejados?).
- Desayuno ejecutivo a cargo de mí mismo (la gran desventaja de no estar casado).
- Almuerzo protocolar con sopa de maní y rellenos de papa con forma de pera, incluyendo su ramita de perejil en el plato (que es importante la presentación, oiga).
- A media tarde, luego de la obligatoria siesta, repaso de una película de Bergman (quizá descubra, por fin, la trascendencia de la vida).
- Por la noche, socialización de mi proyecto de ley ante mis amigos y conocer a una tal Norma (después de un par de tequilas, veremos qué es lo que pasa).