29 noviembre, 2014

4 Una tarde aurorista y un ají de campeonato



Uchu palqueño, un auténtico "levantamuertos".




El sábado pasado me invitaron al cumpleaños de un sobrino que alcanzaba la cota de catorce pepinos y casi la altura de su padre. Con los gallos aflorando en su voz había pedido un plato muy especial para su diachaku. De sopetón, ya quería ser adulto el muy fresco: a cucharadas. La expectativa de un suculento uchu me había hecho salivar días antes, por ningún motivo iba a faltar a la cita. Hay promesas que hacen que se sienta la vida.


Nada había sido casual. Un patio trasero todavía oliendo a pasto recortado. Un horno de barro en una esquina y adjunto un fogón de leña. Esa vista: unas ráfagas de memoria y retorno a la niñez, a los ñaupa tiempos. Toldo y mesas de alquiler con manteles blancos y sobremanteles celestes: el homenajeado había sido raro como su tío, otro perdedor aurorista en medio de una familia de bolivaristas que lo ganan todo y wilstermanistas rayados los menos. Una torta decorada con crema celeste y el escudo del equipo fue el colofón para despedir a los críos. En la familia, los simpatizantes del Aurora cabemos en una mano. Mejor. 


A lo que íbamos. Con estómago rugiente asomé las narices por ahí. Un chuflay (pisco nacional, hielo, Sprite y rodaja de limón) como aperitivo a modo de espera. Hasta el clima acompañaba con cielo bastante nublado pero sensatamente tibio. Al poco rato sirvieron los platos humeantes del divino uchu, la sopa de dios por el regusto y la del demonio por su laboriosa preparación. En la antigua Palca (la comarca de los antepasados), hoy Independencia, era costumbre y todavía sigue siendo, preparar en la festividad religiosa de Todos Santos dos platos específicos: uchu y sopa de maní, que los familiares de un difunto solían enviar a sus amistades en esos portaviandas de fierro enlozado, a la hora del almuerzo. El otro día vi uno de esos trastos antiguos que todavía conservaba en la base unas letras borrosas con la leyenda “Made in Czechoslovakia”, y casi lagrimeo de emoción, pues de chico se me hacía agua la boca con sólo ver a cualquier paisano llevando sus viandas a alguna parte. Creo que hasta adivinaba qué comida llevaban escondida. Antes de que los dichosos tuppers chinos de plástico lo inundaran todo. 


Los palqueños (nadie sabe si habrá que llamar “independentinos” o “independencieros”, ni a nadie le preocupa) han extendido la costumbre de cocinar el citado picante al tiempo que se manda celebrar la misa de cabo de año del difunto, invitando a los participantes a un almuerzo a modo de despedir el duelo. Curiosamente, por extraña razón, algunos vivos se festejan el onomástico con este manjar destinado a la memoria de los muertitos. De ahí que sorprendía doblemente el singular antojo del sobrino: el uchu palqueño es sumamente picante, que prácticamente sólo los adultos lo degustan y además en caliente, para mayor suplicio y copiosas sudoraciones de no pocos. En frio es desagradable como cualquier otra sopa. 


En los pueblos de Aiquile y Totora tienen un preparado similar llamado Uchuku, servido con guarnición de papas, arroz y chuño, podría decirse que se parece bastante al picante de gallina. El uchu de Independencia es único, no admite otros ingredientes secos. Es una roja y copiosa sopa servida con papas blancas y bocadillos fritos de cebolla verde, zanahoria u otra hortaliza. Antes se preparaba los rebozados con flor de ceibo, pero como este magnífico árbol ha ido desapareciendo de los valles ya es cosa rarísima. Se imaginarán lo moroso que era recoger del suelo cada florcilla, arrancar los pétalos y los estambres y cocer en agua una y otra vez sus capas internas para quitarle el amargor antes de rebozarlas en harina.


La preparación del ají es lo más tedioso del asunto, pues comienza con el remojo de las vainas secas de ají colorado y posterior molienda en batán hasta formar una pasta uniforme. Luego se procede a añadir agua y caldo de vaca, y se hace hervir la mezcla por varias horas porque de lo contrario sería muy dañino para la barriga,  aseguran los que saben. A intervalos se añade la phala (un preparado de harina negra de trigo) -y he ahí el secreto artístico del cocinero, incluyendo otras especias-, poco a poco para evitar que se formen grumos. Desde ya resulta agotador remover con el cucharón a ratos para que el fondo no se pegue o queme. Para darle cierta consistencia se le aumenta puñados de pan molido hasta dar con el espesor requerido. Aparte se hace cocer la carne de res, chancho o pollo, según el gusto. Se sirve con arvejas, papas blancas, perejil picado y el bocadillo frito de rigor bien sumergido. A la mesa y a disfrutar. Yo me zampé dos sendos platazos; el segundo recalentado al anochecer después de que la tarde se esfumó entre chuflays y evocación de jugosas anécdotas palqueñas, en quechua; tal vez ya no lo hablo tan fluidamente pero, ¡carajo!, cómo disfruto ese aire socarrón que tiene su fonética (sigo pensando que el más sabroso legado de los incas es su lengua). Total, pecar de glotón una vez al año no hace daño. 

24 noviembre, 2014

6 El Ekeko redivivo


El dios Ekeko, tal como hoy se lo representa, cargado de dones y regalos

Gracias al inconfundible liderazgo cósmico de Su Excelencia, que logró ablandar los corazones glaciales de los suizos, hace una semana fue traída de vuelta la illa del Ekeko, una estatuilla de piedra hallada hace siglo y medio en la ruinas preincaicas de Tiahuanaco y que representa al dios de la abundancia de acuerdo a la mitología andina de la región. Según los historiadores y otros ociólogos locales, fue robada entonces por un diplomático suizo en su periplo por Sudamérica, quien habiéndose prendado de la figura, engañó a los incautos indígenas,  emborrachándolos con un extraño elixir conocido como cognac. Muy maléfico habrá sido el licor como para poner a dormir a toda una comunidad y que el saqueador cultural huyera con el botín con toda la tranquilidad del mundo. Por lo visto, los antiguos comunarios eran alérgicos al color del dinero y tuvieron que ser vilmente engañados por un chamán europeo y sus brebajes.

Según rezan las crónicas, ya se daba por perdida la preciada estatuilla hasta que finalmente apareció en un museo de Berna, luego de que los descendientes del intrépido aventurero, como vieron que solo era una menuda y exótica piedra tallada, decidieron donarla a las autoridades no vaya a ser que les trajera maldiciones. Así permaneció en las vidrieras de un rincón olvidado durante décadas, sin que nadie se diera cuenta del asunto.

Al ver este titular me convencí de que el Ekeko habia reencarnado

Tan terrible fue la ausencia de la figura que “desde que ella no estaba, se había roto el equilibrio y Bolivia no podía alcanzar la paz” según las sapientísimas deducciones de los yatiris aymaras. Menos mal que hace unos meses, una “delegación boliviana de alto nivel “ (sic) conformada por el vicecanciller del Estado, el viceministro de Descolonización, la embajadora en Suiza y Alemania, y dos guías espirituales escogidos llegaron hasta la capital suiza para reclamar la devolución inmediata del objeto so pena de encender la ira de Su Excelencia que, según un funcionario, era una prioridad del señor presidente, que no había escatimado en gastos para mandar a tan altos representantes en sagrada misión de recuperar la joya perdida. 

Así las cosas, finalmente estos días de noviembre, fue anunciado a los cuatro vientos otro enorme y resonante triunfo de la diplomacia boliviana, ante los maestros de la diplomacia internacional nada menos. Con todos los honores de estado y con importantes autoridades presentes, Su Excelencia mostró orgullosamente al diosecillo objeto de todos sus desvelos, ya que las imágenes sugieren que parece identificarse plenamente con sus poderes y enigmáticos encantos. Coincidencias o no, desde que este país está bajo su mágico y bienaventurado reinado, soplan nuevos tiempos de prosperidad y felicidad nunca vistos. 

Aunque ya no abunden las papas y frutas como antes, sin embargo, abundan tanto la dignidad y soberanía que se está pensando en hallar la forma de exportarlas. Hay tanta abundancia de bolivianos que se sienten orgullosos de serlo que posiblemente se los mande de asesores motivacionales a otros países tercermundistas. Se habla y se habla del “milagro boliviano” que abundan los estudiosos que quieren venir al país para desentrañar la receta, si hasta en los diarios del pérfido imperio se disputan los plumíferos por una cita a solas con el caudillo. Por si fuera poco, abundan tanto nuestras reservas internacionales, que según relamida confesión de Su Excelencia varios gobiernos vecinos le han pedido que les preste plata. ¡De país mendigo a país prestamista en menos de una década! ¿Dónde se ha visto tamaño milagro? ¿Dónde más?, sólo en la Bolivia de Evo, el nuevo dios de la abbondanza.
 
 Ceremonia de sanación para que el objeto nunca más sea robado

17 noviembre, 2014

6 ¿Qué fue del sentido común?




Cochabamba es el único lugar del mundo donde la comida busca al hambriento y no al revés. Prácticamente no hay sitio en esta “ciudad de la presencia de Dios” que no haya sido colonizado por los puestos de comida callejera. Con seguridad, se puede afirmar que aproximadamente en cada cuadra del centro existe un snack o cualquier otro merendero al paso, más o menos organizado. Demás está decir que obviamente los numerosos mercados cuentan con su sector de comidas donde se puede calmar el ardor del estómago por precios módicos. 


Sin embargo, a pesar de la variada oferta de estos sitios fijos, las aceras se ven invadidas desde hace algunos años por toda suerte de comerciantes ambulantes de alimentos, que no tienen mejor ocurrencia que estorbar el movimiento de peatones, apostándose en cualquier lugar, especialmente en las esquinas. Si en las calles pululan puestos o carritos de hamburguesas, rellenos de papa, empanadas, sándwiches de todo tipo, anticuchos a la brasa, o las apestosas tripitas retostadas de noches quietas, es consecuencia de que el ciudadano común siempre está predispuesto para llevarse a la boca cualquier cosa en todo momento. Las condiciones de manipuleo, higiene y comodidad son lo de menos. Es que aquí no se come, se traga como si no existiera mañana. Da lo mismo hacerlo a pasos de una rejilla de alcantarilla o arremolinados en torno del vendedor como una auténtica piara. Cualquier calle importante ofrece estos insólitos espectáculos de gente moviendo la mandíbula grotescamente, de pie o sentados sobre banquitos casi al ras del piso.


No se salvan ni las plazas, pasajes urbanos, veredas de tiendas elegantes, puertas de instituciones públicas, colegios e institutos y otros sitios de gran afluencia que se han convertido paulatinamente en improvisados engullímetros, a la vista y paciencia de las autoridades. Hacer fila al mediodía detrás de unas ollas humeantes, así disciplinada y educadamente, es lo que la distingue de una tropa de miserables en épocas de hambruna. Habrase visto algo tan surreal como visitar una galería de arte y, justo en la puerta, toparse con un vulgar comedor callejero a media mañana… ¿una performance de arte conceptual, quizás?


Pensábamos, siguiendo la lógica o respetando un mínimo sentido común, que había por lo menos alguna excepción al fenómeno. Observar que gran parte de la acera del hospital público Viedma haya sido invadida por varios puestos de comidas (en una ocasión vi humeantes chorizos como en feria de barrio) es el culmen del despropósito y, encima, dificultando la entrada a uno de los accesos principales (foto superior). He visto que sólo la entrada de emergencias estaba despejada, el resto copado por vendedores de tarjetas telefónicas, refresqueras, pastilleras, etc., un día de estos van a montar un puestito de devedés piratas ofreciendo la colección del Dr. House. 


Como sea, no sé si en algunos países vecinos se ofrece esta singular invitación a los parientes de los enfermos a darse un atracón de comida (con toda seguridad contaminada) y, de paso, aprovechar la coyuntura para internarse de una vez. No me extrañaría que los propios médicos y enfermeros se aproximen alguna vez para saciar sus antojos. Estamos hablando del complejo hospitalario más concurrido de la ciudad, catalogado como el nosocomio de referencia por las autoridades sanitarias. Y ya vemos que en sus mismas resfriadas narices se permiten estas prácticas insalubres y atentatorias a la inteligencia humana. ¿Y dónde están el Colegio Departamental de Médicos y otros gremios relacionados que cierran los ojos ante estas aberraciones? Con estas estampas queremos luego equipararnos al primer mundo, jurando y rejurando que no tenemos nada que envidiar. Parece que a nadie le afecta que cuando salen reportajes de la televisión europea sobre las condiciones de nuestros hospitales nos vean con ese tono de que acaban de visitar un país enclavado en África.


Entretanto, se dice que en Silicon Valley empiezan a temblar ante el nuevo sueño de Su Excelencia, que pronto será una palpitante realidad: con el auspicio de los espíritus tutelares, de entre el polvo y los tocones de eucalipto, brotará la fábrica de conocimientos y tecnología sureña jamás vista (ni en filmes tan emblemáticos como Terminator), que producirá avances revolucionarios para beneficio de la humanidad entera y más allá. Ni el MIT norteamericano, ni mucho menos el Tecnológico de Monterrey habían sido tan ambiciosos. Bienvenidos a Chicharron Valley.


11 noviembre, 2014

4 El alcalde Cochabamba


La pregunta del millón: ¿Cochabamba es un personaje o un lugar?

Anoche se conocía el dato de que la ejecución presupuestaria del municipio apenas bordeaba el 43 %,  prácticamente a un mes de finalizar la actual gestión. Decía el especialista entrevistado en un programa de opinión que, si se le restaba las partidas asignadas a sueldos y salarios -que son muy cuantiosas y su pago muy eficiente, por cierto-, la ejecución física y real de lo presupuestado apenas sobrepasaría el 20 %. Lo lamentable del asunto era que había mucha plata disponible para gastarla y gastarla bien. Sin embargo, en estos cinco años de gestión de la actual administración, los recursos se revirtieron al TGN por falta de uso: por lo menos 350 millones de dólares que hubieran servido para construir 10 hospitales Viedma (el más grande y de referencia en la ciudad), o para 100 escuelas totalmente equipadas, o para cambiar todo el sistema de alcantarillado de la urbe que tiene una antigüedad de más cuarenta años, en fin para un cúmulo de obras de verdadero calado social. 

No, el alcalde no se llama Rojas Mejía

Entretanto, la ciudad yace a su suerte con evidente descuido y abandono, con la basura adornando el paisaje cotidianamente. Hace una semana, visitaba a una familiar internada en una clínica céntrica y veía con azoro cómo a media cuadra rebosaban los contenedores con desperdicios acumulados de varios días, en plena vereda de una plazoleta con los plásticos y otros restos desperdigados por doquier que hacían imposible siquiera sentarse en los bancos, y con el hedor pululando en el ambiente que invitaba a la náusea permanente. Y qué dirían los franceses de la Alianza Francesa que tenían su sede ahí mismo, enfrente. Qué lejanos parecen ya aquellos tiempos cuando Cochabamba era considerada un modelo para el resto del país en lo que a políticas municipales se refiere. Hoy no somos ni la quinta rueda del carro. De la desastrosa y esquelética administración del alcalde “Chaly” hemos derivado a la rolliza y festivalera gestión del alcalde “Cholango”. Los parques y plazas convertidos en comederos masivos, a toda mandíbula, cada fin de semana. Con la chicha y chicharrón encabezando la procesión.

Si empezara por Cumplir con la refacción decorosa de una fachada municipal (detalle del techo)

Nunca habíamos tenido un alcalde con el folclore en las venas, cuya fama de guitarrista zurdo de Los Kjarkas le había permitido saltar de las tablas del espectáculo a las de la política, creyéndose que con organizar conciertos con artistas septuagenarios como Dyango le estaba haciendo un enorme favor a la ciudadanía. Ya de por sí fácilmente reconocible por cualquier transeúnte, no escamita esfuerzos ni recursos para seguir desbordando su inmensa figura en cualquier cartel o pancarta que lleve el sello de la alcaldía. Pierde más tiempo en acicalarse para la foto que en preocuparse sobre las necesidades de los llajtamasis. He visto cómo su estación policial “Mega EPI del Norte” ya tenía goteras a dos semanas de la inauguración y ni siquiera había llovido gran cosa. Ahora mismo esas instalaciones están “mega-vacías” por falta de equipamiento. En fin, que da pereza seguir hablando sobre nuestro alcalde, prefiero abandonarme a las imágenes (las que he visto en mis caminatas por el centro de la ciudad) donde parece que sólo él y su saludable figura encarnan lo más granado de estos valles. Por si fuera poco y si alguien no se convence, hasta se permite publicar su semblanza oficial, cuyos inspirados plumazos lo retratan fielmente. Ah, eso de “haber crecido entretejido al paisaje urbano y a la campiña de cielo..." no se le hubiera ocurrido ni a Walt Whitman.

Si alguien es capaz de leer la letra chica del "programa de actividades", me avisa


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