31 agosto, 2015

2 Cerrado por fiestas josefinas



Ya quisiera yo declarar un día especial para mí, así como si nada. Y quedarme tan ancho. Y dejar de atender mis obligaciones. Empezando por la obligación de asearme y prepararme el desayuno.

Desafortunadamente no tengo a quién afectar con mis resoluciones. Ni un perro al cual decir: “mira, te buscas la comida hoy porque no habrá atención de mi parte, ¿no sabes que es el Día del Trabajador sin Trabajo?”.

He decidido anticiparme a las insignes autoridades que ya estarán desempolvando la banda para el desfile de las Fiestas Septembrinas que llegan en dos semanas. Ni corto ni perezoso declaro el receso pepiano con suspensión de actividades del blog durante una semana.

A la espera de qué hará el nuevo alcalde para homenajear a su “amada Cochabamba” para diferenciarse del macarrónico Cholango que traía al artista de sus gustos y sus gustos que se relamían con ferias de chancho a la cruz y otras cosas de tragar.

Los paceños se han especializado en festejar sus Fiestas Julianas con festivales de jazz y visitas gratis a sus innumerables museos. En Cochabamba todavía no tenemos museos del sillpancho, del pique macho y del chicharrón. Situación insólita para la capital gastronómica de Bolivia. Propongo que uno de esos interminables antros que clausura la intendencia municipal sea declarado ipso facto como museo de la chicha, el néctar del valle. Y tal vez un monumento a la tutuma en medio de la plaza Colón para seguir descolonizándonos.

Qué coñazo que un aniversario caiga en san lunes. La gente acostumbrándose de nuevo a la rutina laboral. Los amigos desparramados por medio mundo y yo sintiéndome empequeñecido por estos 38 escalones recorriendo la vida. Y no siento su huella salvo en los desgastes del cuerpo: un pelo menos una mancha más. Mientras tanto, la memoria no olvida el tiempo perdido. Pero no se puede desandar el camino y resetear la existencia así sin más. Creo que me estoy haciendo viejo con estos carraspeos del alma. Tú ya naciste viejo, corregiría un amigo. Y razón no le faltaría.

Iba a pedir de almuerzo una sopa de maní con aromas de perejil recién picado. De segundo plato unos rellenos de papa con ají colorado y queso. Mi madre está ausente y no soy quién para importunar a una tía que me prepare los manjares. Tampoco he conocido fémina que me haya conquistado por el estómago. Las chicas querendonas de los fogones no abundan en estos tiempos tumultuosos. Queda el autoservicio pero no tiene ni puta gracia, mucho menos en un diachaku. ¿Ir a comer afuera?  No hay nada más impersonal y obediente de la receta del lugar común. Ni por un buen bife chorizo, oiga.

Por lo pronto, el día sábado ya me homenajearon indirecta y anónimamente con una suculenta ch’anka de pollo preparada según la tradición valluna. Unas dulzonas ocas cocidas para acompañar el caldo a modo de pan marcaron la diferencia. Había una reunión mensual de una rama de la familia y fui convocado a gozar del almuerzo. Y ciertamente fue así.

Ch'anka de pollo, con cebollitas verdes y papas blancas




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P.S. Lo de ‘fiestas’ es un decir, pues me declaro en huelga de dedos caídos, con la intención de desenchufarme completamente de la Red y, si es posible, de los ruidos mundanales (los ensotanados llaman "retiro espiritual") por unos días, así que no esperen respuestas ni explicación alguna sobre la racanería de este post, pero agradezco los comentarios, si los hubiera. Vuelvo el siguiente lunes, si la flojera y los santos me permiten. 

26 agosto, 2015

6 Evo Morales y otro zapatazo a la historia

Fotos: tn.com.ar


Parece que Su Excelencia retornó de la isla caribeña más brioso que nunca, no se sabe si debido a un apolíneo bronceado o a instrucciones que recibió del viejito comandante. Al anoticiarse de las numerosas protestas públicas que vienen sucediendo últimamente en el vecino Brasil en contra del gobierno de Dilma Rousseff, mandó su poderoso mensaje de apoyo a través de las ondas del éter para que repercutan más allá de Plutón, el planeta recién visitado por la ciencia terrestre. 

Quiso la diosa fortuna que la amenaza la efectuara desde el pueblito de Tarata, cuna del inefable Mariano Melgarejo quien en el esplendor de su dictadura había declarado la guerra a Inglaterra en pleno reinado victoriano. Para no quedar muy lejos, S.E., aseguró que Bolivia no permitiría un golpe contra la inocente palomita que desgobierna Brasil, y en discurso televisado anunció su espaldarazo al ejército brasileño que aparentemente se tambaleaba como la misma presidenta. Seguramente pensando en el suculento chorizo tarateño que le iban a ofrecer de rigor, el Guerrero del Arcoíris en un gesto por demás serio y rebosante de dignidad finalmente pronunció las palabras salvadoras: “Hermanos comandantes, oficiales de las Fuerzas Armadas de Brasil, díganle a mi nombre a su comandante, no vamos a permitir un golpe de Estado en Brasil”. 

Casualidad o no, en pocos días los grupos movilizados opositores al régimen fueron replegándose hasta nuevo aviso. Aunque puede que el calor sobre el asfalto haya disuelto a los manifestantes, aburridos de tanta marcha y batucada aprendida del fútbol. Por el contrario, movimientos sociales afines al Partido de los Trabajadores se sintieron envalentonados para salir este fin de semana en defensa de la compañera Rousseff y de toda la corruptela que ha envuelto a Petrobras y otras instituciones públicas. Mientras tanto, en Bolivia algunos nos preguntábamos si S.E. estaba alistando a sus gloriosas Fuerzas Armadas Antiimperialistas o a sus escuadras más selectas de cocaleros, Bartolinas y Ponchos Rojos para una posible invasión por tierra y aire a las playas de Copacabana, en la costa carioca; no muy diferente de sus acostumbrados viajes a cumbres internacionales donde suele llevar nutridas delegaciones de sus guerreros plurinacionales para asombrar al mundo con sus trajes típicos.

Se van calmando los ánimos en el vecino país y, en el nuestro, todavía parece flotar el aroma a vela e incienso de los peregrinos que regresan del santuario de Urkupiña. Con el país ensimismado en tradiciones soporíferas, S. E. sigue haciendo historia como mejor le place. En una de sus recientes correrías, se le deshizo el cordón del zapato cuando llegaba a una concentración. Automáticamente hizo un gesto con la cabeza a un agente de seguridad que tenía enfrente. El servidor público (miembro del ejército), cual siervo feudal se agacha como un resorte, sumisamente a atarle el zapato, mientras el caudillo conversa indiferente con un interlocutor ocasional. El humilde líder de los humildes, por el que cantan con tanto ahínco los trovadores del régimen dio una orden con la mirada como el más endiosado emperador de siglos pasados. En Corea del Norte, jefes militares y otros capos tiene que sonreír o aplaudir al obeso tirano so pena de fusilamiento. Aquí vamos paulatinamente por la misma senda. Si se negaba el pobre diablo ese, ya estaría desterrado de sus funciones por desacato, o mínimamente acusado de racismo, discriminación o actitud colonialista contra el “hermano presidente indígena”.  

Paradójico que los corifeos del poder vociferen que Evo Morales le ha devuelto la dignidad a todo el país, cuando no hace otra cosa que mellar permanentemente la dignidad de todos sus ayudantes y allegados, como bien saben los empleados de Palacio Quemado y otras reparticiones. Que los involucrados se dejen humillar sin rechistar ya es otro cantar. Habría que escarbar en siglos de explotación y servidumbre.
El caudillo asegura que "lo visten por cariño y voluntariamente"


20 agosto, 2015

6 Miscelánea semanal


Contralor (centro) premiado por no hacer su trabajo (foto Erbol)

Gracias a dios que el Urkupiñazo pasó volando, pues esta vez ni lo sentí ni afectó mis actividades normales porque por ventura del calendario cayó en fin de semana. Las autoridades se dieron cuenta, inspirados por ‘La Mamita’ probablemente, que como el día de la peregrinación cayó en domingo no había necesidad de declarar el feriado departamental. Como religiosamente me he acostumbrado a no ver televisión bien que me he librado de horas y horas que varios canales locales dedican a la “majestuosa entrada folclórica” de todos los años: un auténtico aquelarre de miles de vendedores ambulantes entremezclados con multitudes de mirones de ojos vidriosos que sí que saben apreciar la belleza de las innumerables polleritas girando como mareantes trompos. 

Esa semana, áreas extensas de Argentina y Uruguay se anegaron, con la misma Buenos Aires desbordada por las aguas en la mayoría de sus barrios, circunstancia que no afectó a que cientos de turistas argentinos llegaran a Cochabamba, al parecer muy ajenos a los chaparrones del lejano sur, tal como vi a entusiastas delegaciones abordando microbuses en las puertas de un hotel céntrico por donde paso a menudo.  El temporal de frio también se dejó sentir en nuestro país con nevadas intensas en todo el occidente hasta las mismas cordilleras que rodean el valle cochabambino, lloviendo prácticamente todos los días y con una sensación térmica que no teníamos en años que me hizo sacar hasta las chamarras gruesas largamente guardadas. Tenía la esperanza de que la lluvia iba a aguar el ímpetu de los danzarines y borrachines al por mayor, pero inesperadamente justo el día de la fiesta principal se despejó el cielo y salió el sol a plenitud.  Se fue el temporal y el clima no ha hecho más que mejorar hasta la fecha, y a mí se me fueron las ganas de creer en la virgen por un instante. Bien milagrosa había sido para otros, nunca para mí. 

Estos días también, mientras el infatigable viajero de la Pachamama ayudaba a soplar las velitas al momificado comandante Fidel en su geriátrico caribeño; por fuerza su copiloto, el Vice, se robó el protagonismo de toda la actualidad farandulera plurinacional al amenazar a un puñado de ONG’s con la expulsión inminente si continuaban “haciendo política”, hecho por demás llamativo ya que casi la totalidad de esas instituciones es sospechosa de izquierdismo de toda la vida, incluso alguien comentó que una de ellas hacía campaña abierta por Evo Morales antes de que éste llegara al poder. Es más, varios de los ministros y otros cuadros importantes del partido gobernante, se nutrieron de los jugosos sueldos de esos organismos cuando eran unos silvestres desconocidos. El mismo Vice, se asegura que postuló anteriormente para director de una de las amenazadas y, hoy, infantilmente, parece querer cobrar revancha. En unos cuantos días, numerosos intelectuales progresistas del mundo, anonadados y cariacontecidos por la noticia publicaron una carta de protesta que hizo recular al Robespierre andino, limitándose a bajar la agresividad como mastín aporreado por su dueño. Grande había sido el delito de esas instituciones de desnudar tibiamente errores y embustes del gobierno o manifestar simpatía por los indígenas orientales que actualmente sufren asedio en sus tierras comunitarias por exploraciones petrolíferas que el régimen ha emprendido a toda máquina. 

Finalmente, una de estas mañanas me desayuné con el increíble notición de que el Contralor General del Estado había sido, por poco, condecorado por el Ministerio de Salud por, aparentemente, andar controlando que en su repartición las madres den de lactar a sus nenes o nenas - por si anda por aquí una mosca cojonera antimachista- actividad por demás digna de ejemplo que debería ser imitado en todas las oficinas públicas y privadas, según una importante responsable del citado ministerio. El por demás nutritivo titular “Contraloría es reconocida por fomentar la lactancia” me hizo casi regurgitar el yogur mañanero (menos mal que la tacita de leche tibia me la tomo antes de dormir), al enterarme de esta novedosa alta función de Estado. Con razón, el abnegado Contralor no tiene ojos para investigar los constantes escándalos de corrupción en YPFB (la última: camiones cisterna atrapados en Argentina transportando cocaína líquida en medio del cargamento), o el silencio súbito tras destaparse hace meses el enorme saqueo al Fondo Indígena; pero sí que los tiene bien puestos para vigilar que en sus oficinas las guarderías tengan hasta sillitas de colores y que las mamás den el pecho a sus peques como la naturaleza manda. Y donde la naturaleza manda, no hay nada que hacer.


14 agosto, 2015

6 El verdadero cáncer




Mientras el caudillo anuncia –como una especie de regalo, según nos tiene acostumbrados- que La Paz será el “centro del desarrollo de energía nuclear con fines pacíficos”; en contrapartida, en esa misma ciudad miles de pacientes con cáncer claman atención a sus demandas, entre ellas la compra urgente e instalación de un acelerador lineal para la Unidad de Radioterapia del hospital Oncológico, que hace años, afirman, “agoniza” por falta de personal especializado y equipos. Es un insulto al sentido común que en esta época de grandes avances científicos y tecnológicos la sanidad pública apenas cuente con una máquina de bomba de cobalto instalada hace por lo menos medio siglo y que, por el constante uso, a menudo requiere de reparaciones con interrupciones largas por falta de repuestos que ocasionan retrasos hasta de meses. Según las denuncias, aun en pleno funcionamiento a tres turnos, los pacientes deben esperar mucho tiempo para una nueva sesión, hecho que repercute negativamente en la salud de los afectados.

Parece que al gobierno central, a través del Ministerio de Salud, no le afecta en lo más mínimo que sólo en La Paz fallezcan en promedio cincuenta personas al mes aquejadas de cáncer. ¿Qué será del resto del país, si la misma sede de gobierno yace descuidada en este tema? En Cochabamba, la situación es lastimera: ni siquiera hay instalaciones apropiadas para la unidad oncológica que al momento viene funcionado en una vieja casa común, y de equipos mínimos ni hablemos. Aparte del estigma social –¿quién no pone los pelos de punta cuando oye que un familiar o conocido ha sido diagnosticado con el mal?- que prácticamente obliga a las familias a ocultar el hecho y a la sociedad  mantener una suerte de tácito silencio, como si la enfermedad fuera una maldición o sentencia de muerte en el mediano plazo; es preocupante la carencia de médicos especializados en la materia, los pocos oncólogos se ven a menudo frustrados por el escaso presupuesto y por las condiciones precarias de trabajo. 

Las familias pudientes se las arreglan viajando a clínicas de Chile, Brasil o EEUU. Al resto nos toca rezar o encomendar a la suerte para que no nos toque la infausta lotería. Yo mismo perdí a un amigo de universidad, fallecido antes de los treinta años. Ni hace medio año que murió el presidente de la estatal petrolera, y eso que fue sometido a tratamiento en una clínica chilena; ni con funerales de Estado y auténticas lágrimas de dolor el problema parece haber hecho mella en la conciencia de la cúpula gubernamental. Aquí estamos, firmes con los proyectos atómicos y demás planes siderales. Como borrón y cuenta nueva, el caudillo viajó a la Argentina a inaugurar estatuas y, de paso, visitar una central nuclear para encargar una parecida acorde a sus afanes megalómanos de convertir a Bolivia en la Qatar latinoamericana, según he leído por ahí. 

Entretanto, Evo Morales prosigue con sus viajes incansables fuera del país, tan frecuentes que hasta le hemos perdido la pista últimamente. Por cosas del destino o extraordinaria eficiencia de su aparato de inteligencia, los reclamos y otros conflictos sociales siempre brotan o se hacen patentes durante su ausencia. Esta misma semana, decenas de enfermos de cáncer sacaron fuerzas de flaqueza para manifestarse públicamente exigiendo a las autoridades que atiendan sus necesidades. Hay que ver cómo se pasan la pelota entre la gobernación paceña y el gobierno central, discutiendo acerca de sus competencias y, como es de rigor en todos los burócratas, asegurando que están conformando comisiones para el estudio del problema, como si el mal hubiera llegado ayer mismo, como una súbita epidemia. 

Como siempre, sacan a relucir el costo elevado de los aceleradores lineales y otros equipos de última generación,  aparte de las instalaciones especiales que suponen estas tecnologías médicas. Se sigue perdiendo el tiempo en discusiones presupuestarias, retaceando miserablemente los fondos para máquinas que cuestan entre dos y seis millones de dólares, como si fuera una carga onerosa para el Estado. Pero cuando el caudillo despilfarra dinero público, por decenas o centenas de millones, en cumbres intrascendentes, coliseos, palacios, estadios, monumentos, rallies y otras distracciones de dudoso beneficio nadie eleva el grito al cielo. Así estamos, viendo con bochorno cómo unos cuantos cancerosos se tapian a la desesperada, ante la inopia de una sociedad que recibe con orgullo obras faraónicas pero que no es capaz de interrogarse a sí misma sobre sus necesidades más apremiantes, o manifestar algo de empatía por aquellos que sufren, que podría ser uno de su propia familia. Habría que preguntarse dónde radica el verdadero cáncer.



07 agosto, 2015

7 Desfilar… ¿hasta cuándo?



Hoy, viernes, hemos retornado a la normalidad como si fuera un lunes, con toda la pesadez que ello significa. El ambiente es de resaca, con toda seguridad, el absentismo laboral será la norma en las instituciones públicas y no pocas privadas. No es para menos, después de otras intensas ‘Fiestas Patrias’, que aun no terminan para las siempre derrotadas pero gloriosas Fuerzas Armadas, hoy es su día, y lo celebran desempolvando sus casacas y sacando lustre a sus botas para rendir honores a la población que sale a verlas como si fuera el Desfile de las Rosas californiana pero con condimentos locales. Dicen que este año toca en Trinidad, allá lejos en la tierra amazónica, la estrambótica Parada Militar con ruido de cascos, sables, trompetas, tambores y tanquetas que a modo de comparsas carnavaleras muestran alegremente el nuevo poderío de este país fabuloso. Por iniciativa de Su Excelencia, desde luego, que también ha dignificado a las fuerzas castrenses disponiéndolas “al servicio del pueblo”. Como atracciones de feria, más claro, clarinete.

Así pues, otro enfermizo feriado del que vanagloriarnos. Otro aniversario más de la patria que de tanto repetirlo hasta la bandera ya suena a folclore como las fiestas paganas y religiosas. Me recalcan que celebramos ciento noventa años de independencia. Si me prometieran que en el Aniversario 200 vamos a parar la locura, me aguantaría religiosamente la espera. Pero me temo que traspasados los dos siglos continuaremos con más ahínco prolongando el esperpento. Pero si hace doscientos años que los europeos se embarcaron para su continente, ¿qué sentido tiene seguir con el festejo pomposo y patriotero bordeando el fanatismo? ¿Hasta cuándo seguiremos con la pulsión absurda de resucitar antiguos enemigos, evocando con orgullo infantil glorias pasadas? El pasado, sin olvidarlo por supuesto, ya debería ser cuestión superada y mucho más cuando hablamos de tanto tiempo.

Ver dos o tres veces al año a los escolares y a las tropas ciudadanas de todos los gremios saliendo a marchar, cargados y recargados de civismo como las pilas ecológicas es un auténtico disparate, una soberana pérdida de tiempo que debería ser aprovechado en actividades más productivas. Los jóvenes a estudiar y los adultos a poner el hombro por el país, esa debiera ser la consigna. Quién sabe cuánto tiempo desperdician los muchachos de una banda de guerra colegial en horarios de clase y con el añadido de que se apoderan de calles para practicar sus coreografías días antes de estrenarse en los desfiles. Verlos así, con su santa gana, en horario pico es un auténtico calvario si uno está en coche. Ya, me dicen que es por puro amor a la patria y otros lemas que vemos impresos en cancioneros patrióticos. Si en eso los bolivianos somos muy productivos, tenemos himnos para todos los gustos y para todas las ocasiones. Tanto me han machacado con ensayos y horas cívicas que por fuerza aún recuerdo con claridad la letra de varios cánticos y hasta himnos a la amistad. Pero no recuerdo que me hayan machacado con normas de urbanidad, respeto y apego a las leyes, principios morales y éticos y otros preceptos de mínima educación.

Así que no me vengan con frases y actitudes patrióticas de último momento. Había que ver cómo los políticos se esmeraban por demostrarnos lo mucho que adoraban a su país, comenzando por las autoridades, bien identificadas a partir de sus bandoleras encabezando los desfiles y agitando el brazo a diestra y siniestra ante algunos aplausos. Los ciudadanos comunes tampoco se diferencian tanto, desde el presentador de noticias que luce su escarapela en la solapa hasta el vecino que adorna su auto con cintas de la tricolor. Cívicos y patriotas hasta la médula abundan estos días por toneladas como la basura depositada en las calles. Si ese supuesto civismo y amor por su país se tradujera cada día con actitudes tan simples y normales que conllevan a una sana convivencia social, el respeto y consideración por el prójimo, la observancia por el ornato urbano y el espacio público, y otras consideraciones de conciencia ciudadana sería distinto. Mientras tanto toca joderse, como a mí me tocó joderme sin poder circular libremente durante estos días a causa de los desfiles -precisamente por el centro de la ciudad-, así como la misma noche del 5 de agosto soportando los petardos que algunos imbéciles soltaron en la vecindad, y coronada, ¡cómo no!, por una fiesta a todo volumen que una familia hizo a su Virgencita particular por la cual bailaron y farrearon hasta medianoche. Hubiera querido llamar a la patriótica policía pero seguramente estaba ocupada resguardando el patriótico desfile de teas.

Un desfile napoleónico en pleno siglo 21 (Ensor estaría encantado)

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