Esta mañana desperté con la fulgurante noticia de que la
plaza principal de nuestra ciudad había sido por fin “revitalizada” luego de
cuatro meses de ser machacada por máquinas y cuadrillas de obreros que día y
noche removían cielo y tierra para recuperar el orgullo herido de los
cochabambinos. Los paceños andan presumiendo de sus teleféricos en el techo del
mundo y los cruceños se jactan de sus toboganes acuáticos y olas artificiales. Los
vallunos, para no quedar atrás, respondimos con las fuentes de las “aguas
danzantes” de última tecnología y, por si fuera poco, vamos a mostrar al resto
del país la plaza más coqueta, casi nueva de paquete, con todos los artilugios
modernos y con más espíritu Zen que un jardín japonés, que de seguro se convertirá
en modelo a seguir para todo estudiante de diseño y otros amantes del
paisajismo.
En verdad nos extrañó el sigilo con que efectuaron la remodelación
del cuadrilátero, con vallas altas a prueba de curiosos y cierres periódicos de
las calles adyacentes a título de seguridad industrial y otros pretextos, obstaculizando
incluso la libertad de movimientos de los transeúntes que nos veíamos obligados
a zigzaguear entre los corredores de las antiguas edificaciones y materiales de
construcción. Alguien denunció que se derribaron árboles para reducir los
espacios verdes y llenar de baldosas todo el conjunto con el afán de peatonalizar
ciertos trechos. Como sea, parece que pulieron hasta la punta del pico del cóndor
que corona el monumento central y le sacaron nuevo lustre a la fuente de las Tres
Gracias traída de Europa hace más de un siglo. Los paseantes nos tuvimos que
conformar, en ese lapso, con ver carteles esquemáticos y foto del alcalde con
casco con la leyenda: “disculpen las molestias, estamos trabajando por…”.
En la mañana, según vi en las imágenes de televisión estaban
dando los últimos retoques y removiendo escombros para la inauguración de esta
noche a todo bombo y platillo; estrenando, de paso, las farolas de inspiración colonial,
me imagino. El comité de festejos estuvo
trabajando desde muy temprano, poniendo en marcha el protocolo que se inició
con la iza de la tricolor en el nuevo mástil mientras sonaban las “sagradas
notas” del himno nacional y las autoridades acompañaban el acto con renombrado
civismo. Era como un ensayo reluciente. En la noche volverán a repetir el acto,
a fe mía, pero con muchedumbre rebosante y fuegos artificiales. El alcalde
revitalizador se anotará su primera obra estrella o “mega-obra”, y para darle
realce se espera la visita de otros alcaldes y gobernadores (todos opositores),
acorde a los usos y costumbres que se estilan hoy. Así le sacan provecho a la
partida de gastos de representación y demás ítems.
Empero, las cuestiones históricas o arquitectónicas pasaron
a segundo plano con la polémica que se desató por el reglamento de uso de la
plaza, convertida desde hace una década en otro mercadillo persa, circo de
activistas de toda pelambre y hasta dormidero de vagabundos y muchachos inhaladores de pegamento. Activistas afines al evismo fueron los primeros en apoderarse del
espacio público, que mediante megáfonos y carteles efectuaban mítines casi
todos los días, perturbando la tranquilidad general y terminando por espantar a
jubilados y pajaritos por igual. Luego como efecto contagio arribaron los
comerciantes ambulantes, charlatanes de feria y artistas callejeros; todo el
mundo se creyó que la plaza era de su propiedad, las banquetas su puesto de
trabajo y los árboles su meadero particular.
Como era de esperar, a horas de la reapertura al público,
los concejales del masismo pegaron el grito al cielo aduciendo que la ley
promulgada por el concejo municipal era atentatoria a las libertades civiles,
derechos humanos y otras cuestiones. Hicieron correr el rumor de que se desalojarían
hasta las palomas de los alrededores. Una concejal de profesión periodista y hoy
más evista que el propio Evo, argumentaba cínicamente que la nueva disposición violaba
la Constitución Política del Estado, como pretendiendo ignorar que a plaza
Murillo de La Paz está restringido el paso desde que el caudillo cocalero
gobierna, a menos que sea una manifestación a su favor.
Más allá de las buenas intenciones, de las protestas y de
los malentendidos; conociendo a nuestros paisanos, mucho me temo que la
limpieza y ornato de la plaza remodelada durarán un suspiro. Por muchos agentes
que pongan a vigilar el recorrido, por mucho que “socialicen” el reglamento de
uso, al poco rato se desatarán los instintos primarios y el ansia destructiva
de mucha gente. Ya veo venir por el horizonte a los movimientos sociales y sus
marchas como rabiosas hormigas marabunta.
En la obra de una administración opositora se ensañarán con mayor gusto. Sólo
hay que esperar.
Presidente del Concejo desmintiendo rumores |