28 junio, 2016

4 Whatsappitis



Compacto, liviano y resistente, ¿qué más se puede pedir?

Creo que soy el único gil que anda con el celular, el reproductor mp3 y la cámara de fotos, por separado, a menudo cargando en la mochila. Mi teléfono viene acompañándome por lo menos ocho años, sin apenas rasguño habiendo soportado varias caídas. Mi mp3 es una reliquia que ya tiene diez años funcionando. Mi cámara parece un ladrillo pero sigue dando la batalla como el primer día. Todas estas funcionalidades me cabrían en un puño o en el bolsillo si fuera lo suficientemente listo para adecuarme a la tecnología, aducen mis críticos barbilampiños y otros colegas. ¿No tienes whatsapp?, me suena a burla conmiserativa, como si contemplasen a un matusalén. 

Hace pocas mañanas le escuché a un psicólogo hablar de una nueva patología social que afecta a la juventud actual, y a otros no tan jóvenes que han caído en la adicción de estar pendientes de su teléfono móvil. Ya no es novedad toparse con alguna joven madre descuidando a su crio mientras se engancha a la puñetera pantallita. Ya no hay reunión familiar o de amigos en la que algún miembro se desatiende de la mesa mientras se le enfría la cena. Quizá estemos gozando de jugosas anécdotas y no falta el bicho que se abstrae al son de ese cansino tonito que anuncia un nuevo mensaje. Dan ganas de retorcerle el pescuezo. 

A tal extremo ha llegado el fenómeno que ya genera comportamientos absurdos. Se sospecha de algún accidente aéreo que ha sido provocado por la distracción del piloto ya no con la azafata sino con el aparatito de marras. Ni hablar de la cantidad de automovilistas que se estampan o se van directo al despeñadero por lo mismo. Hay quienes que no se desprenden del artilugio ni cuando van al baño, la antigua y provechosa lectura de periódicos ha sido reemplazada por los videos virales o los chats. Alguien que yo conozco caga escuchando música de mierda que, por higiene mental, es mejor no evocar. Habrán visto la mar de pelotudos que se hacen atropellar o rozar el cuero por andar distraídos al cruzar una calle. Cuántas jovencitas habrán sido víctimas de asalto por caminar chateando en una calle desierta. Cuánta manía por actualizarse y la gente no aprende que el crimen anda también actualizado o, por lo menos, circulando sobre ruedas. 

Todos los días uno tiene que lidiar con este ejército de paranormales. Me invaden hasta el gimnasio cuando me los encuentro haciendo bulto en los estrechos vestuarios o quedándose una eternidad en un aparato específico mientras atienden a la pantalla. O tal vez soy el único paranormal que se resiste a comprarse el teléfono ‘inteligente’, tan indispensable hoy que la gente prefiere consultar en internet qué tiempo hará en la jornada en vez de echar un vistazo al cielo, antes de salir a la calle. Los smartphones parecen ser la gran paradoja de comienzos de siglo, pues más allá de sus innegables beneficios, su poder de distracción y embobamiento es tal que ha trastornado la vida cotidiana a niveles insospechados. Al paso que vamos, no sería raro que muchas parejas le hayan dado al botón del coitus interruptus, y no por razones anticonceptivas.

22 junio, 2016

2 Año Nuevo Andino Amazónico y… ¿marciano?


Llegaba con frio inusitado el Año Nuevo Andino Amazónico que, como los programas informáticos, acaba de actualizarse con el parche de “y Chaqueño”, según vi en algún titular de televisión, seguramente para embolsarlos a los matacos, tobas y otros pueblos tupi-guaraníes en la chacota festiva de apuntar los dedos al sol para recargar energías. No salía de mi asombro ante la noticia de que cada año van apareciendo más “lugares sagrados” (traspasado la veintena y el conteo sigue) que los del mismísimo Islam, para seguir atrapando turistas del Viejo Mundo y del vecindario sudamericano, amén de los citadinos perezosos, para quienes se habilitó la colina de La Coronilla en pleno centro cochabambino. Peregrinar (deporte boliviano por excelencia) ya sale barato, del catre al cerrito median dos pasos.

Eso sí, a correr se dijo para ser ungidos en la frente con la sangre de una llamita recién degollada para que nos traiga suerte, aseguran sus profetas. Y comer doce chuños y estrenar calzón pluricolor, la wiphatanga, se rumorea en el aire. Porque 5.524 años no son poca cosa, aunque no haya ni una muesca en las piedras ancestrales que señale tal conteo, y según le oí a una socióloga u otra estudiosa de ocios sociales, que el cálculo de tal data es más bien pesimista, pues otras “investigaciones” señalan que andamos por el año cuarenta mil y pico, más antiquísimo que la Atlántida y Tiwanacu juntos. Así que, mientras los antepasados de los europeos vivían en cuevas y luchaban con huesos, entre gruñidos; al otro lado del océano, las culturas americanas ya florecían, especialmente los aymaras, el pueblo predestinado, que ondeando la pureza de origen (el originalísimo barniz de llamarse “originarios”) pretende revivir viejas glorias de un pasado dudoso. Tan neblinoso que no aportaron al progreso humano ni un mísero clavo o rudimentos de escritura. Pero hete ahí, proclamando a los cuatro vientos su “sabiduría milenaria” dispuesta a trastocar conocimientos científicos.

Desde que hace una década se iniciaron los jolgorios como política de Estado, se esperaba que la plana mayor del reino plurinacional se trasladara a Tiwanacu, incluyendo mucamas, eunucos y otros cortesanos. Todos estos años, aquel escenario rebosaba de público variopinto, desde Ponchos Rojos a escuadras militares y cordones policiales. Delegaciones diplomáticas, embajadores, funcionarios extranjeros, eran conducidos en lujosas vagonetas a la gran ceremonia. Amautas, chamanes, adivinos, futurólogos y demás sacerdotes de nuevo cuño proliferaban por el lugar y se repartían los oficios. No faltaban ni los heraldos que cada cierto tiempo soplaban sus caracolas anunciando la llegada de los rayos solares. Y el extenso populacho, mezcla de turistas urbanos y gringos mochileros, se extasiaba con los sahumerios y demás ritos que adormecen los sentidos.
Hasta mi gimnasio saca partido de la ocasión.

Pero extrañamente en esta ocasión no hubo tal aquelarre, por lo menos no en la proporción que se esperaba. Supuso un alivio para las arcas del Estado, agotadas de tanto financiar grandilocuentes parafernalias que solo aportan al mundo su componente folclórico y exótico en desmedro de urgentes necesidades. No es que el régimen se haya conmovido de las privaciones del pueblo (los discapacitados llevan ya cuatro meses durmiendo sobre el pavimento sin torcer el brazo al Gobierno), sino que efectuar las celebraciones sin el caudillo no tiene chiste. Por ello redujeron la fiesta a una escueta ceremonia en la Casa Presidencial donde Su Excelencia tuvo que resignarse a salir en traje de paisano y apoyado en su muleta de fisioterapia. La maldición de los discapacitados había incapacitado la rodilla goleadora del Messi de Orinoca, suena el rumor en la calle.

Así pues, el feriado de pacotilla tuvo la virtud de malograr toda la semana. Brillante manera de sabotear la productividad de un país que necesita sacudirse de estas interrupciones, paros, huelgas, fiestas patronales y demás taras distractivas. A modo de augurio de buen año, el vicepresidente jugando al matemático, aseguró que entre 2025 y 2028 alcanzaremos a la economía chilena. Así no. Ni en mil años que piensa durar -en calidad de momia- el Insustituible, como hace poco lo calificó la inefable presidenta de la Cámara de Diputados. 
El Insustituible y sus adulones, a la espera de los rayos solares

16 junio, 2016

2 La ciudad de las cosas insólitas

Como no hay palabra que defina cosas no vistas, he de prestarme del diccionario algo que se le aproxime, aunque sea de oídas. Andariego, azotacalles, trajinante que me las gasto desde las suelas hasta más arriba de mis orejas, día a día me froto los ojos deseando que desaparezcan estos fantasmas de mi vista, como creyendo que son aberraciones ópticas y que en un pestañeo desaparecerán. Pero no, no se van por más que lo quiera. ¡Malhaya mi sed de querencia!, decía un poeta chapaco y no me queda otra que sonreír hasta reventar, porque ganas de putear ya no tengo. Chapuzas al por mayor, pequeños atentados estéticos y negligencias de toda índole adornan mi paisaje cotidiano cuando salgo a la calle. A eso hay que sumarle situaciones o circunstancias de lo más absurdas, cómicas y enrevesadas que parecen salidas de una mente maestra retorcida. ¿Sentido común?...puf, ¡que carajos será eso!

Medio año atrás salía un artículo de la BBC donde se preguntaba cómo nos veíamos los latinoamericanos unos a otros. Ustedes ya saben, los viejos estereotipos que circulan de país en país: era singularmente negativo para los bolivianos, a los cuales veían como “atrasados y con pocos estudios” que, dicho sin florituras equivale a rústicos, ignorantes, por poco medievales. En esa misma publicación le pedían a un ilustrador checo que pusiera una etiqueta a cada país en vez del nombre. Bolivia era sinónimo de “mundo perdido”. Y ciertamente pareciera que el tiempo se ha detenido en este rincón ignoto del mapa. Así es, caballeros; lo insólito, lo inaudito y otras extrañezas son moneda común a este lado del paraíso. A fe mía que hablo por mi ciudad, pero con seguridad que en el resto del territorio los ejemplos abundan. Pasen y vean esta muestra de singularidades, a modo de arte conceptual. Verán qué buenos performers somos los bolivianos.

El banquito del Diablo.- No sé a quién se le habrá ocurrido llenar algunos barrios de la ciudad con estas banquetas onda minimalista que son una auténtica ofensa a la vista, encima que no sirven gran cosa, porque ni protegen bien del sol y el viento ni mucho menos funcionan como paradas de transporte, ¿han visto algún cartel que indique aquello?. Lo único que tienen de positivo es que ni los vagabundos se ponen a dormitar en sus maderos, me explicó un vecino indignado con un gasto tan insulso. El de la foto, está situado a pocas calles de casa, a los genios de Urbanismo se les ocurrió instalarlo atravesado en diagonal en plena esquina, para que la gente apenas pueda pasar por detrás en fila india. Recorrerlo unos metros más allá no estaba en sus planes ni en sus planos.

¿Quién dijo tropezar?.- Pobres de aquellos que gustan caminar arrastrando las patas, peor para aquellos que no tienen el sentido de la vista. Toparse con cajitas sin tapa del medidor de agua es cosa de todos los días, hay que estar atentos a no pisar en falso y sufrir alguna contractura. Las aceras cochabambinas están llenas de huecos y obstáculos, desde baldosas y tapas de alcantarilla levantadas hasta escombros que duran meses sin que nadie ponga remedio. No es raro tampoco que instalaciones de gas permanezcan semanas sin tapar. Pero esto que vi recientemente en la vereda de una casa recién construida, con portones y marcos de aluminio para asombrar al barrio, se lleva la flor de la chapucería. ¿Cómo puede ser posible que los funcionarios de Semapa no hayan exigido que la caja metálica haya sido empotrada respetando el diseño de la acera y, para colmo, sobresaliendo al menos cinco centímetros del nivel del pavimento para impedir una circulación fluida de los peatones?

La plaza donde no pasea nadie.- Desde hace una década o más, la plazuela San Antonio es la más extraña del país, pues es un autentico remanso de paz y tranquilidad, dicen. Enclavada en el mercado más populoso de Cochabamba tiene el raro privilegio de estar continuamente impecable y rebosante de pajaritos y otras aves. Perros y personas hace mucho que fueron desterrados del lugar, pues resistentes rejas impiden el acceso en todo el cuadrilátero. Viéndolo de otra manera, suena mejor que permanezca así, cumpliendo su función de verde pulmón. De lo contrario, los comerciantes y visitantes lo hubieran convertido en otro muladar, mingitorio y sabe dios qué cosas más.

El muro de la vergüenza.- Parece una radiante exposición de equilibrismo, brutalismo o alguna variante moderna de arquitectura. Es muy normal que en cualquier barrio haya paredes o casas enteras con riesgo de derrumbe, las más de las veces sin barreras protectoras y otras salvaguardas. Pero esto rebasa el colmo de la negligencia, ya que este muro de muestra lleva por lo menos medio año a punto de desplomarse, prácticamente en las narices de las autoridades edilicias, pues justo al lado están las oficinas de la Subalcaldía de la Comuna Molle, cuyos personeros ni se molestan en notificar a los propietarios por el peligro latente. Tal vez están esperando que algún niño o adulto sea aplastado, con la mar de gente que acude a efectuar trámites al lugar. De ornato público ni hablar, y en plena avenida, además.

Jardines colgantes de Cochalonia.- Sibaritas y hedonistas sin oficio ni beneficio, los Khochalos no podemos dejar de presumir que vivimos en la “ciudad jardín” de Bolivia, demostrándolo aunque sea a las patadas o a golpe de inspiración chicha-renacentista con aires andaluces. A lo mejor algún valluno emigrado a España se habrá topado con patios andaluces donde reinan los geranios y otras bellezas en flor.  Para la ocasión nada mejor que acudir a los pajonales de la Maica y robarse los penachos a los matorrales para adornar el muro deslucido. Minimalismo y sobriedad a la máxima potencia. Nace una nueva profesión: Decoración de Exteriores.


Conducir como topos.- Ah, nuestros choferes o “maestros del volante”, como orgullosamente se autodenominan, son los más inspirados del continente. No hay quienes se midan con ellos en cuanto a sagacidad y bravura en las rutas traicioneras de Bolivia. Desde los micreros hasta los taxistas son unos ases de la conducción que imponen sus propias reglas. Ni los fabricantes de coches pueden con ellos, pues las normas de seguridad son puras pajas tecnológicas que sólo estorban el confort de nuestros esforzados pilotos de la calle. Pero qué cansinos los japoneses por diseñar parabrisas tan amplios que estropean la vista y nada más. Manejar por un boquete basta y sobra. Día a día soy testigo de cómo los transportistas conducen casi a ciegas, parapetados detrás de sus amplios carteles, bandas antisol desmesuradas, borlas y hasta peluches que suelen colgar de sus parabrisas. En algunas ocasiones tengo que sacar la cabeza por la ventanilla para orientarme y llegar a destino. Ya de noche, cualquier cosa puede suceder. Ni rastro de las autoridades. Pero que son rápidos y furiosos para invocar el 'artículo 20' o más, de eso no hay duda.




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P.S. Todavía no hemos visto ningún burro amarrado a la puerta del baile, pero algún dia será. 

09 junio, 2016

4 El paraíso de las aberraciones



Viaducto Melchor Pérez de Holguin, a inicios de marzo (foto AFP)
Esta mañana me desperté con la terrible noticia de que habían atropellado en la madrugada al grupo de discapacitados que se han apostado desde hace unos días debajo del viaducto que atraviesa la Blanco Galindo, la avenida más ancha y concurrida de Cochabamba. Vivo a escasos kilómetros de ese puente y prácticamente paso todos los días por el lugar, así que soy un testigo de primera fila de lo que viene ocurriendo en los últimos tiempos. Tres meses atrás vi cómo varios de estos desvalidos se crucificaban entre las barandas y otros colgaban en condiciones precarias, con cuerdas atadas a sus sillas de ruedas, semejando grotescas piñatas que bamboleaban peligrosamente sobre el asfalto mientras abajo circulaban miles de automovilistas ajenos a la tragedia.

Tragedia es que los ciegos, cojos, mancos, mutilados, tullidos y otros discapacitados se hayan convertido en los nuevos parias del país. De otra manera no puede explicarse por qué tanto tiempo al régimen imperante le importa un carajo la suerte de este sector tan vulnerable. Su delito de lesa majestad había sido pedir un bono mensual de 500 Bs. (unos 70 $us) para distraer al hambre y si acaso comprarse algunas medicinas. Porque hay preguntarse ¿quién da trabajo a estas personas ya de por sí en desventaja? Sólo hace falta salir a cualquier calle boliviana y toparse con infinidad de ellos pidiendo limosna, la mayor parte en condiciones deplorables. 

Aparte está el trato indolente, hosco y hasta inhumano que les dispensa la mayoría de la población. ¿Cuántos se fijan o dan una mano a los invidentes que están largo rato parados en una esquina a la espera de cruzar la calle?, en vez de ello muchos conductores les tocan bocina frenéticamente porque un carrito pedaleado a mano o una silla de ruedas les estorban el paso o no se mueven a toda prisa. Ni hablar del estado calamitoso de las aceras, donde hasta los peatones corrientes tropezamos con salientes y otros obstáculos a ras de piso o dejamos caer el pie en pequeños huecos, resultado de negligencias de toda índole. Ver micros y buses con rampas especiales o asientos reservados para ellos, únicamente se da en películas. Recién en el último lustro los bancos y demás financieras fueron los pioneros en adecuar sus puertas y accesos con escalinatas señalizadas. 

En una ocasión esperaba transporte en una esquina, se detuvo un taxi-trufi a pocos metros, desde sus estrechos asientos bajó una señora mayor y noté que jalonaba dificultosamente a un joven minusválido. El chofer permanecía impávido en su asiento, así como los demás pasajeros. Me acerqué y me ofrecí a ayudarla, agarré al muchacho por las piernas y lo senté cuidosamente en la silla ya desdoblada. Me sorprendió lo liviano que era, aparte de su incapacidad estaba claramente enflaquecido, casi desnutrido. Viendo las recientes imágenes de las movilizaciones y otras medidas desesperadas, recuerdo el rostro desprovisto de vida de aquel muchacho y siento inmensa bronca. Infelices majaderos que por exigir un bono miserable están “poniendo en riesgo la estabilidad del país”, según aseguran el gordo ministro de Economía y demás capitostes, esa misma estabilidad que el panchito José Mujica alabó en su reciente visita al Chapare (la capital del narcotráfico) mientras se hacía al opa cobardemente cuando le preguntaron sobre la reelección infinita que pretende Evo Morales. Del otro panchito que mora en el Vaticano no se oye ni un trino sobre el trato infame (con gas lacrimógeno y bastones policiales incluidos) que en cercanías de Palacio Quemado han dispensado a esta colectividad por exigir sus derechos. 

Cuarenta días con sus frías noches dura la vigilia de decenas de discapacitados en alrededores de plaza Murillo, a esto hay que sumarle las dos semanas previas de sufrida caminata (si se puede llamar así) por el inhóspito altiplano rumbo a La Paz. Ni el mismísimo Jesús pasó por semejante prueba en su travesía por el desierto. Pasarse más de un mes durmiendo a la intemperie en las heladas noches paceñas (aunque sea bajo el refugio de carpas) de la estación invernal, ha debilitado a muchos discapacitados (alguno murió por complicaciones respiratorias) mientras esperan que el Gobierno se conduela de su situación. Lejos de ofrecer soluciones reales, el régimen ha sobornado a algunos dirigentes para debilitar el movimiento. Luego ha saturado los medios con innumerables spots donde muestran a discapacitados viviendo en condiciones similares al paraíso (casas a estrenar, trabajos nuevos y sonrisas a granel) que evocan estampas doradas de los regímenes comunistas. El amado líder vigilando por la salud de sus gobernados, parece decir la efigie del caudillo mirando al infinito, con que cierran los anuncios.

Sin embargo, la realidad dice otra cosa, los discapacitados no se marchan a casa y ya no saben qué medidas tomar para hacerse oír. De ahí que hace unos días, un sector de Cochabamba haya resuelto volver al citado viaducto para interrumpir el tráfico y bloquear la vía. Un dirigente se enterró en medio de la jardinera, con algunos plásticos y cartones a modo de sombra. El resto acampó en medio del asfalto entre colchonetas y mantas para continuar con la vigilia, posteriormente llegó la Policía para acordonar el área con cinta amarilla y algunos turriles. Casualmente, a pocas cuadras del sitio, el presidente Morales fue operado de la rodilla este miércoles en la clínica más exclusiva de la ciudad. El Messi plurinacional se había roto los ligamentos en una de sus tardes futboleras. El equipo de especialistas dio una conferencia de prensa anunciando que la operación había salido exitosa pero que debía retirarse de las canchas por al menos ocho meses. El erario nacional respira algo aliviado -luego de haber sido saqueado una vez más para financiar su viaje hasta el odiado imperio por la inauguración de la Copa América-, porque durante ese lapso no se transmitirán más partidos en vivo del caudillo. 

Esta madrugada, mientras el dueño de la rodilla exquisita reposaba en la suite de la clínica, un automóvil manejado por una joven imprudente arrolló a varios discapacitados que dormitaban en la vía. De nada sirvió los improvisados conos y turriles que los policías habían colocado a modo de barrera. El alcohol y la oscuridad hicieron el resto. Los pocos agentes tampoco podían hacer mucho para resguardar el sitio. En contrapartida, a escasas tres cuadras, el sueño del amo del país no corría riesgos pues al menos cuarenta efectivos de élite, con patrullas y camionetas,  vigilaban las instalaciones hospitalarias.

Puedo apostar el pellejo a que los atropellados (dos muertos y varios heridos) no fueron trasladados a la clínica del mandatario, sino al colapsado y siempre lleno hospital general Viedma, donde es normal que los pacientes tengan que aguardar en la puerta por falta de espacio o camillas,  o tener a mujeres parturientas en los pasillos haciendo fila para dar a luz, a Dios rezando para que todo salga bien. 


Imagen tomada esta misma mañana


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