Hace unos días, el Supremo Creador de las 36
naciones, Reserva Moral de la Humanidad y Azote de los Imperios (incluyendo el
Romano, a través de sus ancestros), llegaba a la aldea cocalera para celebrar
junto a sus pitufos verdilocuentes, otro resonante triunfo contra la oposición luego
de la épica batalla de ocho horas, en la que, voto por voto, fue ungido por
enésima vez para regir los destinos del “Estado Plurinominal”, tal como rezaba
en la papeleta de votación, para que sepa el mundo entero que aquí no nos
andamos con gaitas, que somos un país dispuesto a reinventarse todos los días.
Coincidieron los tiempos, o los chambelanes de
la extinta Corte Nacional Electoral organizaron la pachanga eleccionaria para
que la celebración sea doble, ya que con la resaca todavía humeante entre las huestes
oficialistas; el caudillo asistía a otro fiestón en conmemoración de su medio
siglo y fracción de existencia, donde no faltó el consabido y gigantesco pastel
de cumpleaños, elaborado con harina de coca pura de origen, que según dicen
algunos sibaritas, tiene el don de hacer volar la imaginación y provocar una
cálida sensación de euforia. Tan eufórico estaba el caudillo que manifestó con
su orgullo característico que “de un sopapo hemos logrados los dos tercios”,
como aludiendo a las triquiñuelas y ajustes de último momento que el tribunal electoral
efectuó con el escrutinio de la votación para concederle el caro anhelo. Como guinda
al pastel, manifestó su deseo ferviente de que iba a morir antiimperialista.
Otra lección histórica de dignidad.
Mientras tanto, el planeta se estaba
desmoronando, pálida y febrilmente, ante una nueva amenaza contra la humanidad.
Los pobres y excluidos del mundo otra vez solicitaban su urgente presencia para
que el Zeus andino haga resonar su chicote cósmico en contra del mal. El
“omnímodo y omnipresente estadista”, a decir de un verborreico profesor
universitario, no se hizo de rogar y en un santiamén alistó las pilchas de fina
alpaca para tomar vuelo rumbo a La Habana. Ya le esperaba un coqueto salón con
aire acondicionado, y dadas las últimas noticias de que en África los muertos
iban por millares y con el brote repentino de algunos zombis; los magníficos representantes
de las repúblicas platanarias decidieron declarar la guerra a muerte contra el
virus del ébola, tal vez inspirándose en el decreto sumario de Bolívar contra
los chapetones. No era poca cosa el ALBA, tenía que hacer honor a su nombre,
ofreciendo una alternativa de cómo vencer en mesa al malévolo virus.
Ni bien había retornado al país el incansable
paladín de las luchas sociales, cuando otra vez haciendo uso de su alfombra
mágica, apareció repentinamente en el enigmático reino a orillas del Tíber. El
líder terrenal de los desposeídos visitaba al líder espiritual de los
desposeídos, en plan amigos de toda la vida, saltándose incluso todas las
solemnes etiquetas que se acostumbran en tierras vaticanas, como el famoso uso
de bombachas de sus guardianes suizos. Tan bonachón estaba el pastor de la
cristiandad que invitó cordialmente a compartir una cena austera al visitante.
Evo el Austero, dicen que se sorprendió por la austeridad en mesa del papa
Francisco, que no por casualidad había escogido ese nombre a tiempo de ser
proclamado como pontífice.
Se supone que el caudillo no voló en el avión
presidencial, porque su viaje, según
aseguran sus cortesanos, no fue como representante de Estado, sino en su
condición de líder indígena intergaláctico que fue a participar del Encuentro
Mundial de los Movimientos Populares, organizado casualmente por el mismo
Vaticano, al parecer ya aburrido de las Jornadas Mundiales de la Juventud que
se celebran periódicamente alrededor del orbe. Por lo visto, el papa llegó
dispuesto a dejar su impronta peronista, empezando por afirmar que había que “servir
al pueblo sin miedo”, declaración celestial que había conmovido al líder pachamámico,
ferozmente enfrentado a los obispos bolivianos y a quienes tildó de ser sus
primeros enemigos. Sin embargo, ahí lo tienen, manso a los pies de Panchito,
poco menos que besándole la sotana. Para cuando se gaste esta sotana, Evo le
obsequió otra, confeccionada por devotos artesanos bolivianos.
A modo de conclusión, en otro hecho histórico
sin precedentes, Evo el Austero, a tiempo de discursear pidió a los
participantes reunidos a
“acabar con el consumismo, el derroche y
el lujo”, olvidando repentinamente que hace pocas semanas él y sus ayudantes
hicieron uso y abuso del avión presidencial para la campaña política. ¿O en qué
fueron a Roma, si no estaban en misión oficial, junto a una nutrida delegación
que incluía al canciller y varios edecanes militares a quienes presentó
personalmente ante Su Santidad? ¿De dónde salió todo ese dispendioso gasto? Curiosamente,
hace un par de días trascendió que el embajador ante Brasil desistió de enjuiciar
a la revista Veja (por su publicación de República de la Cocaína), quejándose
amargamente de que era muy caro, ya que un consorcio de abogados le había
pedido quinientos mil dólares como honorarios. ¿No que estaba en juego la
reputación de todo el país?
Así que les sigue pareciendo poco, ¿no? Figúrense
que entretanto el caudillo hacía un inspirado llamamiento a la austeridad en
Roma, paralelamente en EEUU. -el odiado imperio, nada menos- salía una separata
de cuatro páginas publicada por el todopoderoso New York Times, a cargo de una consultora especializada en estos
menesteres, que envió a varios corresponsales suyos hasta La Paz para
entretejer un sendo articulo apologista sobre el régimen evista. Una vez más,
¿cuánto se pagó y de donde salieron los fondos? Seguramente será el liderazgo
sin fronteras de Su Excelencia que mueve a desinteresados periodistas, porque
hechas las consultas en palacio de gobierno, nadie había sabido nada.