Vehículos calcinados, al dia siguiente del accidente |
El folclore, como se sabe, es la memoria viva de una sociedad.
Conjunto de tradiciones culturales que se traspasan de generación en generación
constituyendo una suerte de legado o patrimonio valioso. Los pueblos, cada
cierto tiempo, necesitan sacudirse la fatiga de la inevitable rutina. Ante la
precariedad de la vida y el insoslayable horizonte de la muerte, el hombre,
como tal, ha sabido rodearse de actividades lúdicas desde la primera noche de
los tiempos, teniendo a la naturaleza misma como maestra a quien imitar. Así
nacieron las músicas y las danzas. Lo demás vino por añadidura.
Pero cuando el folclore traspasa ciertos límites de la
racionalidad, violando las leyes del sentido común, y avasalla los derechos de
los demás, ya no merece llamarse como tal. No pueden cobijarse bajo el manto de
expresión cultural, actitudes y comportamientos que rayan en el abuso y la
estupidez. Este es el único país del mundo donde las calles y carreteras se
destinan con prioridad a bailes masivos, las famosas “Entradas Folclóricas” que
incluso han traspasado fronteras, motivo de orgullo exportador. Los
automovilistas tienen que sufrir constantes bloqueos y desvíos sin previo
aviso, a lo largo del año según calendario santoral, en cualquier punto de la
geografía nacional. Primera estupidez.
Cómo está de arraigada la creencia de sentirse importante o
realizada de mucha gente que halla en el baile y el “presterío” una oportunidad
de ascenso social o de prestigio ante la comunidad. Cuanto más gasten los
danzantes o fraternos en el encargo del traje, la contratación de una banda
musical de renombre y las cuotas de asociación, mayor el orgullo de toda la
fraternidad. No es lo mismo contratar a una banda de pocos quilates que tener a
la 10 de Febrero Mundial (mundialista
por haber acompañado a la selección del 94 hasta EE.UU., de ahí el prestigio).
Aun más, el ser nombrado preste o padrino de una fraternidad es el mayor título
honorífico que puede haber sobre la faz de la Tierra. Al alcance de muy pocos,
porque significa un colosal presupuesto: comida, bebida, salón de fiestas,
amplificación y, muchas veces, orquestas tropicales, y por tres días continuos
como manda la tradición. De chico, en un pueblo, he visto a algún padrino
paseando su inmensa botella de Johnnie Walker e invitando en vasos miniatura a
quienes conocía mientras encabezaba la comitiva. Nada fuera eso, el que tiene
plata que la gaste como mejor le parezca, diría alguien. Pero sucede que, con
frecuencia, se dan casos de gente que costea una festividad, tirando los
ahorros de toda una vida o vendiendo su ganado, a la par que sus hijos andan
desnutridos y mal vestidos. He observado in
situ varias de estas aberraciones, con gente a la que conocía y por la cual
no daba un peso, por su apariencia y pobre modo de vida.
Como decíamos, la pulsión de mover el esqueleto es una herencia
atávica de los bolivianos. Sólo así se explica tanto sacrificio económico y
físico para acometer la dura tarea de aguantar diez horas o más bailando sin
apenas descanso, durante los kilométricos trayectos. Así haga frio, calor o llueva
destempladamente, los danzarines siempre ponen la mejor cara. A eso, añadámosle
el peso agobiante de algunos trajes y ya tenemos un suplicio
contradictoriamente asumido de buena gana. Total, la fe en el santo patrono es intransferible
e improrrogable como el más exigente cheque. De ahí que algunas entradas se tengan que poner
en marcha a media semana e, incluso al mediodía, cuando arrecia el calor, todo
por seguir el calendario.
O sucederá como un escritor apunta el dedo en otra dirección,
afirmando que somos un país que vive en el perpetuo infantilismo, capaz de
interrumpir una revolución para dar paso al baile colectivo. Ya en tiempos pretéritos
los gobernantes prefirieron ocultar el asunto de la invasión chilena a puertos
bolivianos con tal de no frenar las celebraciones carnavaleras de la época. Actualmente
poco o nada ha cambiado. Seguimos con los ímpetus desenfrenados y el poco
aprecio por el trabajo. Y en estos tiempos que se ha puesto de moda la herramienta
revolucionaria de los bloqueos y marchas para cualquier propósito, a veces
mezquino, es curioso el hecho de que nunca coinciden una marcha de protesta y
una festividad folclórica. O se baila o se marcha, siempre usando calles y
avenidas como mejor pretexto para no trabajar.
Como padecemos de folcloritis crónica, resulta imposible
calcular el monto de los daños y perjuicios que ocasiona a todo el aparato
productivo del país. Y lo más grave, ahora se ha dado el caso terrible de pérdidas humanas, tarde o temprano tenía
que suceder una tragedia a consecuencia de la irresponsabilidad con que se organizan
estas fiestas, sin que haya autoridad alguna que norme o reglamente y le ponga
coto a todos estos abusos en que incurren las fraternidades, comenzando con el
uso discrecional de calles y plazas en horas de la noche con motivo de los
ensayos y con los parlantes a todo volumen.
¡Mierda, qué insensible y desnaturalizada puede ser a veces el
alma humana! Uno puede estar ardiendo –literalmente-como en el infierno y el
prójimo a pocos metros seguir con su jolgorio como si nada pasara. El día viernes
21 de junio, feriado nacional, se celebraba la Festividad de San Juan Bautista
en la población de Huancollo, cerca a la frontera peruana y a unos 60 kilómetros
de La Paz. Como buenos folclóricos, no se les ocurrió otra idea mejor que
interrumpir la carretera internacional, nada menos, para que sus fraternidades
hagan sus demostraciones. “Sólo la estaban atravesando”, se defiende uno de los
organizadores, como excusa. Como sea, el hecho contundente es que ocasionaron
un tapón o cuello de botella, con vehículos de diverso tonelaje que se vieron obligados
a detenerse y esperar.
Promediaban las seis de la tarde, anochecía en ese paraje inhóspito
del frio altiplano. Como estamos en
plena estación invernal, es lógico que los eventuales pasajeros se quedaran
dentro de sus movilidades. De pronto, un camión cisterna no pudo frenar a
tiempo y se estrelló contra los vehículos rezagados que aguardaban en fila. Las
circunstancias son muy confusas, tal parece que inicialmente ocasionó grandes daños
materiales. Luego sobrevino la catástrofe: el camión llevaba alcohol puro con
destino al Perú. A consecuencia del impacto empezó a derramar su carga. Nadie
se percató del peligro inminente o no le quisieron dar importancia, ya que
muchos pasajeros permanecieron muy cerca.
Minutos después se desató el infierno, con una terrible explosión
que sacudió al cisterna y que incendió a los vehículos contiguos. El chofer
sobreviviente y con graves quemaduras, sostiene
que cayó un petardo de la fiesta, que por sí solo el alcohol no se incendia y
tiende a evaporarse rápidamente. Como el fuego fue tan voraz y veloz no dio
tiempo a salir a muchos viajeros de los vehículos. En la horrorosa escena
dantesca murieron al menos 10 personas, casi todas calcinadas y quedaron
heridas otras 20. Asimismo, una decena de motorizados fue pasto de las llamas.
Contra todo pronóstico, y aunque suene inverosímil, los integrantes
de una Morenada siguieron bailando, calles más adelante, a pesar de la conmoción
generalizada. “Los organizadores de la fiesta no podían perder su inversión así
por así” señaló un responsable a la red Erbol. “Entre el sábado y domingo, la
fiesta se prolongó con la presentación de grupos folclóricos y orquestas de
prestigio” señala otra publicación. Para añadir más leña al fuego y mayor dolor
a las familias de los muertos y heridos, el Seguro Obligatorio contra
Accidentes (SOAT) puso todo tipo de reparos a los familiares. Alguna clínica se
negó a operar a una mujer herida porque esta fue incapaz de recordar la placa
del minibús en que viajaba, según denunció ella misma a un canal de televisión.
¿En qué remedo de país vivimos? ¿Quién nos salva de esta insania colectiva?
Apreciado José: en el folclor puede alentar lo más esencial de una comunidad. Pero cuando es vaciado de contenido para utilizarlo con fines demagógicos deviene a veces caricatura y en otras- las más peligrosas- como instrumento de alienación capaz de reducir el complejo legado cultural de una sociedad a símbolo de fundamentalismos y caudillismos a ultranza. Pienso, por ejemplo, en las tradiciones flamencas convertidas en pastiche por el franquismo.O, aquí más cerca, el loro " Carioca" diseñado y promocionado por Hollywood como resumen de la rica diversidad brasileña.
ResponderEliminarToda la razón, amigo Gustavo. En pura caricatura se ha transformado el folclore boliviano, de repetirlo hasta la saciedad. Como si no bastaran las festividades, las danzas se repiten hasta en las horas cívicas de los colegios. Hasta en los sets de televisión hacen demostraciones como la gran cosa. Peor aún, últimamente está de moda organizar hasta “entradas infantiles” con padres irresponsables que llevan a sus hijos, a veces muy chicos, a tales eventos masivos, poniéndolos en situación de riesgo por la gran cantidad de gente que se pone a beber.
Eliminartirando los ahorros de toda una vida o vendiendo su ganado, a la par que sus hijos andan desnutridos y mal vestidos..
ResponderEliminarpossibile?
e quei pazzi (locos) che provocano incendi e terrore?
caro josè, adesso non è più solo rumore, fastidio e soldi spesi , adesso è orrore e miseria.
ciao
fiore
ps. capisci tutto quello che scrivo?
Efectivamente, amiga Fiore, aunque te cueste creer, yo he visto con estos ojos, jeje, todos estos casos absurdos de aparente pobreza pero el suficiente dinero para gastar en actividades festivas. Sobre el caso de estos locos y estúpidos que siguieron bailando a pesar de la desgracia infernal, te puedo asegurar que no los van a sancionar porque es difícil establecer responsabilidades a tanta gente. Lo único que se empieza a discutir es un posible reglamento.
EliminarNo pueden interrumpir la conga, porque han hecho una inversion. Gran linea, Jose, que refleja una realidad grotesca. Siempre tenemos la esperanza de que la solidaridad en momentos de crisis redime muchas de nuestras lacras... Pero ya ves.
ResponderEliminar“perder su inversión así por así” es de una desmesura tal, y el colmo de cínica por la situación que no podía dejar pasar, amigo Lalo. Tienes razón, sobrepasa hasta cualquier elucubración jarryana. Si no fuera porque se trata de una terrible desgracia, me hubiese puesto a reír. Bien dicho, el folclore a veces se convierte en una lacra, estoy convencido de ello, en sus consecuencias hallo algunas de las causas de nuestro retraso como país. Somos folclóricos hasta la nausea. Hace poco vi un documental de cómo los argentinos ven a nuestros compatriotas borrachos en esa fiestas masivas que organizan en algún barrio de Buenos Aires.
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