Mostrando la complicadísima ingeniería (Los Tiempos) |
Fiel a mi espíritu de niño, como buen cocha-bambino que soy,
preocupado exclusivamente de comer y buscar diversión como el común de mis llajtamasis, ya se me hacía agua la boca
o, mejor dicho, fiesta en los ojos cuando me enteré de que el alcalde interino
estaba trabajando a todo vapor –con sus máquinas excavadoras y luces en la
noche- en la construcción del Parque de Aguas Danzantes o “aguas inteligentes”
como gustan llamar alternativamente algunos paisajistas de rara inteligencia.
El alcalde suplente que, según recuerdo, entró de carambola
ya que fue posesionado luego volteado por otro concejal ambicioso y finalmente
repuesto en su sitio en una pueril guerra intestina que duró apenas dos días (parece
que alguien se lo tomó muy en serio aquello de que hay que “vivir que son dos días”),
recién estrenado el despacho municipal se propuso hacer en cinco meses lo que
en cinco años no había hecho su antecesor.
Lo primero que hizo –y esto es de agradecer- fue retirar las
gigantografías del ubicuo y bullanguero exalcalde Cholango que no
solamente parecía desbordar con su inmensa figura los carteles, sino que con
sus brazos de pulpo abarcaba la ciudad de canto a canto. O “de k’uchu a k’uchu”,
como él mismo diría, recordando sus populacheros spots que le auguraban la reelección
que al final quedó en mera intentona por las intrigas entre masistas.
Caído en desgracia el Cholango, su reemplazante prosiguió con
la limpieza en todas las reparticiones municipales despidiendo a funcionarios
de jerarquía porque quería “tener gente de su confianza”. Entérese el distraído
lector o el desganado escribano este que, el golpe de timón se lo hacía a unos
cuantos meses de terminar el mandato y con las elecciones a la vuelta de la
esquina. Comoquiera, aquí se le ha dado un nuevo significado a lo que vulgarmente
se conoce como periodo de transición: sacudirse todo el polvo dentro del mismo
partido gobernante y trabajar como si fuera borrón y cuenta nueva. ¡A meses de
irse a casa!, cuando todos empezaban a buscar cajas para llevarse sus bártulos.
Sólo se me ocurre una explicación: el interino quería
trascender a toda costa y tal vez hacerse un nombre ante el jefazo sentado en
el trono plurinacional, con miras a futuro. Y no le tembló el pulso para gastar
el dinero en cosas banales e intrascendentes como el diseño de nuevos eslogan y
logotipo, cuñas radiales y anuncios televisivos de su fugaz administración. Si
hasta mandó rediseñar la web oficial de la alcaldía para que no quedaran trazos
del compañero Cholango. Para rematar la faena, según he escuchado en la radio,
el último día de su labor, funcionarios ediles obsequiaban a cualquier transeúnte
una revista a todo lujo como supuesto resumen de su modélica gestión. De acuerdo
a un diario, el documento de 47 páginas apenas reunía texto y “el alcalde Vargas aparecía en 35 fotografías”
para que nadie se olvidara de que él era el alcalde.
Cinco meses corriendo contra el tiempo no le alcanzaron para
entregar cinco viaductos o pasos a desnivel que andaba publicitando como gran
logro a pesar de que había heredado del anterior alcalde. Ansiaba también entregar
cinco fuentes de agua para terminar de adornarse, otra vez inspiración del
esteta Cholango que a su vez se había inspirado en un viaje que emprendió a
Lima donde descubrió maravillado que el agua se movía artísticamente, al son de
la música con lucecitas de colores y otros efectos especiales. En su descargo,
el alcalde Vargas adujo que había recibido las obras civiles de las fuentes
danzantes con una ejecución que no llegaba ni al 10% y que gracias a Dios (a su
dedicación, quiso decir) ahora “ya están al 99, 9 %” y que por culpa de malos
funcionarios que le ponen trabas a los trabajos no pudo inaugurarlas, remarcó
bastante dolido. Siguió lamentándose
mientras leía su informe de gestión en un céntrico teatro, recalcando que se
iba frustrado por la acción de algunos vecinos y funcionarios (los resabios del
cholanguismo) que se oponían al progreso de la ciudad. Sin duda, envidiosos ciudadanos
que no comprendían su sacrificada entrega a la ciudad y sus afanes de
convertirla en la más envidiada de Sudamérica, con esto de las aguas bailarinas como ejemplo paradigmático.
El nuevo hito arquitectónico que, según sus proyectistas, será
la joya de toda Bolivia y del continente (ya que es única en su tecnología hidráulica,
dicen), promete traer turistas por oleadas a la adormilada metrópli del valle. Eso
sí, no dijeron de dónde iban a sacar las aguas para tener semejante alquimia de
chorros a presión, sonidos Zen y luces LED de última generación. Sepan los foráneos
que los dos problemas álgidos de la urbe cochabambina son la escasez de agua y
la recurrente pestilencia de la basura. ¿A cuántos barrios racionarán el
preciado elemento para satisfacer las ridículas extravagancias de las
autoridades? Sólo hay que darse un paseo por el centro de la ciudad y observar
que las piletas o fuentes tradicionales apenas funcionan de vez en cuando.
Así las cosas, estas rutilantes estaciones de aguas dinámicas ya
se han tragado aproximadamente cinco millones de dólares en su onerosa construcción.
Otro imbécil capricho dizque para promover el desarrollo regional. A quién
carajos le importa estar a la vanguardia de la industria del ocio y otras boberías
de la contemplación como suenan estas “tres cibernéticas visitables, una
cibernética ornamental y otra cibernética multimedia”, mientras hay demasiada gente
que recibe su agua en turriles de sospechosos carros cisternas porque no le
queda de otra.
" Apártense vacas, que la vida es corta", sentencia un personaje de Cien años de Soledad, apreciado José. Dudo que el burócrata boliviano citado por usted haya leído esa obra, pero si resulta claro que aplica la misma lógica al pie de la letra.
ResponderEliminarLa cita es más que oportuna, amigo Gustavo. Disparatado este continente que no solo alumbra bichos raros sino tambien personajes de lo mas estrafalarios que ya vienen en serie con una logica retorcida de ver las cosas o comprension del mundo. Ni la educación ayuda en estos casos.
ResponderEliminar"Traer gente de mi confianza" es una de las amenazas más terribles que puede proferir un dirigente público. Significa que echará a todos los que se interpongan en su camino, sean corruptos o más o menos decentes, para reemplazarlos con inescrupulosos aparatchiks de su facción política, capaces de cualquier vesania y bajeza con tal de forrarse los bolsillos.
ResponderEliminarDe hecho, es un modus operandi muy comun en cualquier repartición pública, un eufemismo barato que utiliza cualquier político para encontrar huecos de trabajo para sus allegados, y de paso despedir a otros aunque tengan valiosa experiencia o sean del mismo partido. Cada vez que hay un cambio de autoridad o transición de gobierno, en las inmediaciones aparecen individuos conocidos como "buscapegas", fácilmente reconocibles por los folders amarillos u otros portadocumentos. Las alcaldías junto a las aduanas son las más codiciadas fuentes de empleo en el país, porque lógicamente es una mina de oro para forrarse con sobornos.
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