Senado boliviano-ABI |
El reciente protagonismo político de la remota y tranquila república de Paraguay me dio un motivo para salir de mi ignorancia: no es justificación alguna, pero tenemos tan pocas relaciones culturales y comerciales con nuestro vecino del sureste que hace que apenas sepamos que existe. Como aficionado a la geografía, confieso avergonzado, que es el país que más desconozco de Sudamérica. De Paraguay sólo he vivido de leyendas e historias de la Guerra del Chaco, a pesar de que mi abuelo y sus hermanos han participado en la más absurda de las guerras. Ni nos odiábamos, a tal punto, que he leído en los libros de historia, que apenas convenido el cese de hostilidades, tanto soldados bolivianos como paraguayos se dieron de abrazos espontáneamente, como si hubieran olvidado que hace poco se estaban matando mutuamente. Hasta hace algunos años celebrábamos ambas naciones, esa tregua definitiva mediante un torneo de fútbol, la Copa Paz del Chaco.
Todo lo que sabía sobre Paraguay tenía que ver con la guerra, con su destino marcado a dolor y sangre, con su suicidio heroico encabezado por el presidente Solano López en la Guerra de la Triple Alianza. Con su triste karma de ser gobernado por personajes siniestros como Rodríguez de Francia y Stroessner. Con su hermosa música al son del arpa. Con los relatos angustiosos de Roa Bastos. Y pare de contar.
Ahora descubro apesadumbrado que tenemos idénticos destinos, idénticas realidades; más hermanados de lo que parece: Poblaciones similares en número, economías casi paralelas, los dos únicos países alejados del mar. Y la misma politiquería, a nuestro pesar.
Por qué será que las naciones más pobres, ensimismadas y golpeadas por la historia, tienen sistemas políticos de lo más rancio, estrafalario y oneroso para el tesoro público. Una nación de apenas 6 millones de habitantes posee el vergonzoso lastre económico de sostener a 45 senadores, aparte de lo que significa costear a la otra casta de privilegiados representados por los diputados. Suena increíble que el país más pobre del cono sur, tenga casi la mitad del senado del país más rico y poderoso del mundo (EE.UU. posee 100 senadores). No es consuelo tonto, los bolivianos tenemos la misma estúpida realidad.
Desgraciadamente no estamos lejos de nuestros vecinos. Durante los gobiernos republicanos, el sistema parlamentario contemplaba un senado con 27 representantes: tres por cada departamento, dos por simple mayoría y uno al segundo partido más votado. Era un sistema más o menos razonable, porque implicaba el necesario equilibrio de fuerzas, dándole al Senado el poder de veto en decisiones controversiales. Ahora la Cámara Alta es un apéndice más del Poder Ejecutivo. Conscientes de los obstáculos para sus planes totalitarios, Evo Morales y sus congresistas, modificaron la Carta Magna a su antojo, con la complicidad de algunos parlamentarios de la oposición: el “cambio” significó el aumento abusivo del senado, a un total de 36 representantes, similar a la situación paraguaya. Pero lo peor de todo fue que modificaron el mecanismo de elección, dando al partido oficialista toda la ventaja, a tal punto que en algunos departamentos se quedó con los 4 senadores respectivos y ninguno para la oposición. Entonces no es de extrañar que tenga mayoría absoluta, aunque las votaciones reales no reflejen tal cosa.
Menos mal que el territorio tiene apenas 9 departamentos, qué distinto sería si tuviéramos una veintena. Aunque no es descabellado que en un futuro próximo, las 36 naciones artificialmente creadas por el Estado Plurinacional exijan también su cuota de senadores, es fácil cambiar la Constitución como papel de cocina.
Sin ser apologista de los gobiernos neoliberales, en aquel entonces, el Senado era una institución respetable con todos sus defectos. Siempre había algún intelectual reconocido, juristas experimentados, ciudadanos de larga trayectoria, etc., que le daban la suficiente autoridad moral y contrapeso a los excesos del Poder Ejecutivo. Ahora cualquier pelafustán se hace llamar “honorable” senador.
Basta con destacarse en las “luchas sociales", como políticamente le llaman ahora a la trayectoria de esta nueva casta de políticos que se han encaramado en el poder a base de huelgas, bloqueos de caminos, marchas de toda índole, sabotajes políticos, y un sinfín de actividades “revolucionarias”, en las cuales Evo Morales es el mejor graduado con creces.
A tal punto se ha devaluado el Senado que, ahora mismo, apenas conozco las actividades de dos senadores de mi departamento, los otros dos restantes seguramente entran en esa categoría insigne de levantamanos oficiales. O tienen tan poco que decir que no asoman la cabeza para no quedar en evidencia. Como reza el tango, la vida se ha vuelto cambalache. Ahora resulta que un degollador de perros, un escandaloso borrachín, y otros, sindicados en todo tipo de tráfico de influencias miran con altanería desde sus altos estrados y se hacen llamar padres de la patria. Qué le vamos a hacer, los detalles folclóricos del Proceso de Cambio, diría alguno. Y un asco de gente diría yo.
è un senatore il degollador de perros???????
ResponderEliminarè mostruoso!!!!!
è stato alcalde? ma chi vota questa orribile gente?
uno che ammazza i cani è solo uno psicopatico pericoloso
fiore
Mucho me temo que el razonamiento es al revés, apreciado José. No tenemos una casta política rancia por ser pobres : Lo somos , entre otras cosas por permitir y patrocinar la existencia de esas raleas.Para la muestra le cuento que hace dos semanas el Congreso de Colombia estuvo a punto de aprobar una reforma a la justicia que garantizaba su propia impunidad.
ResponderEliminarSu mención de La guerra del Chaco me llevó a recordar que Colombia y Paraguay son " Países hermanos" gracias al apoyo militar prestado por el nuestro a los guaraníes en esa absurda- y perdón por la redundancia- confrontación entre bolivianos y paraguayos.
En mi ciudad, Pereira, vive un escritor nacido en Asunción, hijo de César López Fretes, un prestigioso jugador de la selección paraguaya de fútbol y más tarde entrenador del Deportivo Pereira, el Atlético Nacional y la selección Colombia. Hablando con el escritor, he podido entender esa curiosa relación entre Bolivia y Paraguay, que bien podría definirse con el título de una película del alemán Wim Wenders: " Tan lejos, tan cerca".
Efectivamente, amiga Fiore, el senador en cuestión hace algunos años cuando era alcalde del pueblo de Achacachi, participó en una demostración pública de odio regionalista en la que degollaron a varios perros como mensaje de advertencia a los opositores políticos de Evo Morales, especialmente a los de la región oriental del país. Desafortunadamente ese político repulsivo fue elegido senador por una simple razón: por voto étnico y porque además pertenece al partido de Gobierno. Aquí no interesa la calidad moral de los candidatos, basta que tengan rasgos indígenas(el racismo también es de ambos lados)y posean poder e influencia sobre un grupo de gente y gozar del favor de Evo. Recientemente este senador fue denunciado por los mismos pobladores de Achacachi por mala administración de su gestión como alcalde donde una represa de riego se vino abajo por la pésima construcción, pero como es oficialista ningún juez lo ha procesado. Al contrario, a un senador opositor le han instaurado 22 juicios simultáneamente, algunos tan absurdos como el “atentado ecológico” por haber derribado un árbol en tierras de su propiedad. Y todos sabemos la enorme cantidad de hectáreas de bosque que los cocaleros de Evo derriban para sembrar la coca y a ellos nadie los enjuicia.
ResponderEliminarPor lo visto usted sabe más de Paraguay que nosotros los bolivianos, estimado Gustavo, el dato de que Colombia prestó ayuda militar a un bando no lo conocía, al contrario, estamos al tanto de la intromisión descarada del gobierno argentino de la época que incluso mandó aviones de combate con pilotos incluidos para enfrentarse con la débil fuerza aérea boliviana, amén de suministrar pertrechos bélicos, vituallas, asesoramiento militar, etc. Lamentablemente yo no conozco a ningún paraguayo con el que intercambiar opiniones acerca de la historia del conflicto. Su frase del “tan lejos, tan cerca” lo resume todo. A pesar de estar relativamente cerca, estamos muy lejos de su realidad, no tenemos ni una carretera decente para comunicarnos. No obstante todo eso, nos parecemos mucho: compartimos el ecosistema del chaco, varios rios nacen en Bolivia antes de pasar por sus tierras, incluso el acento de la lengua suena parecido al que tenemos en el oriente y me han dicho que Asunción se asemeja bastante a nuestra ciudad de Santa Cruz.
ResponderEliminarTienes razón, José, al sospechar que las nuevas instituciones, formales o informales, reclamarán una representación más “acorde” con su dignidad. Toda burocracia tiende no sólo a perpetuarse, sino a multiplicarse, para absorber a clientes y amigos y de paso fortalecer a sus figuras dominantes. Y tu diálogo con Gustavo me refresca algo que muchos solemos olvidar: que Bolivia no es puro cerro y piedra, que tiene llano, ríos, selva. El latinoamericano, como todo el mundo, tiende a pensar en estereotipos, y el boliviano es necesariamente un hombre de la montaña. Pero poco a poco nos conoceremos más.
ResponderEliminarEfectivamente estimado Lalo, los bolivianos estamos tan estereotipados con gente morena, vestida de poncho y banderas multicolores, que nos alimentamos con coca, papa, chuño, y que solamente cantamos nuestras penas al son de una flauta o un charango. Nuestro turismo tambien tiene mucha culpa en promocionarnos de esa manera.
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