Ya quisiera yo declarar un día especial para mí, así como si
nada. Y quedarme tan ancho. Y dejar de atender mis obligaciones. Empezando por
la obligación de asearme y prepararme el desayuno.
Desafortunadamente no tengo a quién afectar con mis
resoluciones. Ni un perro al cual decir: “mira, te buscas la comida hoy porque
no habrá atención de mi parte, ¿no sabes que es el Día del Trabajador sin Trabajo?”.
He decidido anticiparme a las insignes autoridades que ya
estarán desempolvando la banda para el desfile de las Fiestas Septembrinas que
llegan en dos semanas. Ni corto ni perezoso declaro el receso pepiano con
suspensión de actividades del blog durante una semana.
A la espera de qué hará el nuevo alcalde para homenajear a
su “amada Cochabamba” para diferenciarse del macarrónico Cholango que traía al
artista de sus gustos y sus gustos que se relamían con ferias de chancho a la
cruz y otras cosas de tragar.
Los paceños se han especializado en festejar sus Fiestas
Julianas con festivales de jazz y visitas gratis a sus innumerables museos. En
Cochabamba todavía no tenemos museos del sillpancho, del pique macho y del chicharrón.
Situación insólita para la capital gastronómica de Bolivia. Propongo que uno de
esos interminables antros que clausura la intendencia municipal sea declarado ipso facto como museo de la chicha, el
néctar del valle. Y tal vez un monumento a la tutuma en medio de la plaza Colón
para seguir descolonizándonos.
Qué coñazo que un aniversario caiga en san lunes. La gente
acostumbrándose de nuevo a la rutina laboral. Los amigos desparramados por
medio mundo y yo sintiéndome empequeñecido por estos 38 escalones recorriendo
la vida. Y no siento su huella salvo en los desgastes del cuerpo: un pelo menos
una mancha más. Mientras tanto, la memoria no olvida el tiempo perdido. Pero no
se puede desandar el camino y resetear
la existencia así sin más. Creo que me estoy haciendo viejo con estos
carraspeos del alma. Tú ya naciste viejo, corregiría un amigo. Y razón no le
faltaría.
Iba a pedir de almuerzo una sopa de maní con aromas de
perejil recién picado. De segundo plato unos rellenos de papa con ají colorado
y queso. Mi madre está ausente y no soy quién para importunar a una tía que me
prepare los manjares. Tampoco he conocido fémina que me haya conquistado por el
estómago. Las chicas querendonas de los fogones no abundan en estos tiempos
tumultuosos. Queda el autoservicio pero no tiene ni puta gracia, mucho menos en
un diachaku. ¿Ir a comer afuera? No hay nada más impersonal y obediente de la
receta del lugar común. Ni por un buen bife chorizo, oiga.
Por lo pronto, el día sábado ya me homenajearon
indirecta y anónimamente con una suculenta ch’anka
de pollo preparada según la tradición valluna. Unas dulzonas ocas cocidas para acompañar
el caldo a modo de pan marcaron la diferencia. Había una reunión mensual de una
rama de la familia y fui convocado a gozar del almuerzo. Y ciertamente fue así.
P.S. Lo de ‘fiestas’ es un decir, pues me declaro en huelga
de dedos caídos, con la intención de desenchufarme completamente de la Red y, si es posible, de los ruidos mundanales (los ensotanados llaman "retiro espiritual") por unos días, así que no esperen respuestas ni explicación alguna sobre la racanería de este post, pero agradezco los comentarios, si los hubiera. Vuelvo el siguiente lunes, si la flojera y los
santos me permiten.
De modo que ha decidido ser un rebelde en uso de buen retiro, apreciado José. Saludable decisión, sobre todo cuando uno se acerca peligrosamente al escalón cuarenta ( del otro lado solo se ven desfiladeros).
ResponderEliminarLe sugiero un buen vino tinto y alguna exquisita selección de blues que empiece por el mismísimo Robert Johnson tocando Crossroads.
Desde este rincón de la tierra apuraré un Ron viejo de Caldas a su salud.
Al principio tuve la idea de declararme en rebeldía (o simpatía contigo) y no entrar un comentario en este post, pero la travesura no tendría mucho sentido. De modo que a disfrutar de esos manjares y del descanso en tu retiro espiritual.
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