Así, sin pensarlo dos veces me encaminé a la Feria, la
grandiosa feria que nos vuelve internacionales a los cochabambinos, dicen. Se
avecinaba otro tedioso fin de semana en el horizonte y había que ocupar la
mente de cualquier manera. Tan magno evento sobresale por dos motivos,
inequívocamente: por llenar la mitad de las instalaciones con ofertas de coches
nuevos y por reunir en pocos metros a las mayores bellezas locales.
Importándome un comino los autos (gran parte chinos para mayor estulticia), me
descolocó, no obstante, que uno podía reservar un modelo con sólo 100 pesitos,
los mismos que apenas alcanzan para dos entradas de cine y algún refresco. Muy
asombrado por tan puntero marketing valluno, rajé de allí a las risas, digo, a
las carreras.
Mi plan era ir a buscarla entre toda esa maraña de
expositores y muchedumbre visitante. Preso de mis fantasmas, necesitaba verla o
sacudírmela de la cabeza de una vez por todas. La imaginaba radiante y altiva.
Reconocería su silueta generosa y sus rasgos filosos de pómulos duros, a lo
Miriam Hernández. En alguno de esos stands me la encontraría, estimaba,
mientras dirigía la mirada a todas las azafatas que podía, creyendo que la iba
a hallar en uno de esos rostros artificiosos y maquillados. Viéndolas, era
inevitable pensar en el triste papel de muchachas tan lindas, forzadas a
sonreír a cada momento y soportar con estoicismo a todos los fanáticos de esa nueva plaga que son los selfies. Por todo lado pululaban tales
bastoncillos que daban ganas de pegarles en la cabeza a todos sus dueños. Visto
así, la belleza despojada de todo su glamur se asemeja más a una maldición.
Proseguía con mi cometido, me topaba con pasillos
laberínticos que ponían a prueba la paciencia de cualquiera. Y sin embargo, la
gente era feliz con la oferta de productos y servicios varios. Destacaban los
planes vacacionales hacia el nuevo edén que están erigiendo en los alrededores
de Santa Cruz, cargándose a la naturaleza de paso con esos gigantescos
proyectos habitacionales en medio de bosques, arroyos y lagunas; si hasta olas
artificiales anuncian que se han de imitar para todos los nostálgicos del mar.
A diestra y siniestra repartían los folletos informativos y llovían las
tentaciones con muestras minúsculas de todo comer y beber, con el consiguiente
gancho de “pruebe sin compromiso”. Yo mismo sucumbí a la tentación de probar
vasitos de todo tipo de vinos. Allí donde veía botellas y demás parafernalia
vitivinícola me detenía. Del resto, pasaba olímpicamente.
Tomé recaudos a la primera probada, casi todos ofrecían vino
dulce (oportos y rosados) de entrada, y no estaba dispuesto a contaminar el
paladar con empalagosos cebos. Al instante reaccioné, preguntando por los “ásperos”
o “varietales”. Y hete ahí, que de algún rincón sacaban una botella guardada
para dar a degustar a gente conocedora. Habré dado esa impresión al pronunciar
las palabras mágicas: malbec o cabernet-sauvignon. Fui tratado, entonces, con
presta amabilidad para encajarme una o dos botellas, presentadas incluso en
coquetos envases. Me maravillé de lo mucho que había mejorado, empezando por la
presentación, la irrisoria industria de los vinos de nuestro país. De todos los
valles habían llegado artesanos y pequeñas casas bodegueras dispuestos a
conquistar a los reacios cochabambinos, embebidos en su pálida chicha y, más
pálida aun, cerveza picantona y desabrida.
Entre charla y charla con esas simpáticas gentes venidas de
Tarija, de Camargo y de otras tierras del sur de Bolivia se fueron consumiendo
los minutos. Con el alma achispada y la cabeza calenturienta al enterarme de
que había vinos especializados para “compadres” y “comadres” y, más sugerente
todavía, algunos con propiedades “quitacalzones”, me despaché del lugar
pensando en la siempre ocurrente picardía chupaca, perdón, chapaca.
Salí al frescor de las calles entre los pabellones porque
mis orejas estaban que ardían. En mi pequeño bolso atesoraba tres cosas que
harían feliz a un hombre sin mayores vicios: un vino, unas sandalias de cuero y
un paquete de café puramente oloroso de los Yungas. Todo por unos módicos 200
pavos que alcanzaron hasta para la entrada. A la mina que buscaba, no la
encontré ni por asomo. Volviendo a casa me di cuenta de que estaba curado de
ella.
Tarjeta de presentación, por si alguien duda de mi resacoso testimonio. |
Ah, el regusto de los buenos vinos, apreciado José. Un poeta nuestro llamado Gullermo Constaín definió a los tintos como " Una mezcla de tierra y sangre de toro". Esa condición primordial es lo que le otorga al vino su enorme poder simbólico en todas las culturas.
ResponderEliminarAsí que me congratulo por su excursión... No importa que no haya encontrado a la mina de marras.
Exquisita definición, amigo Gustavo, gracias por compartirla. Es cierto, tan importante es el papel desempeñado por este brebaje de dioses en la historia humana que a su turno, todos los poetas le han dedicado sendos homenajes mientras se regocijan con sus extraños poderes y embrujos.
Eliminarja! Lo q uno hace por las minas, no? (será esa tu miriam hernandez la nueva reina d la feria?? No creo. Muy flaco el culo y muy cara d hombre esa. Vi otras suculencias desfilando en tv mejores carnitas y aceptables jetas) En fin, creí haberte leido antes en otro texto tuyo sobre la 'feria' internashonal nuestra, q nunca más ibas a pisar sus stands.. bueno, espero q sea solo una laguna d memoria mia y me equivoque. Yo ni pagado voy a ese lugar.
ResponderEliminarEsta claro y confirmado q eres un manguero pero d lides mayores.. Todo sea por libar buen vino pues. Y creo q t copiaré la estrategia esa d los 'varietales y ásperos' pa apresurar simpatias y copas. Mis respetos d nuevo, Master!
ps: triste lo q pasa en scz cn la deforestacion brutal e incesante pa hacer nuevos barrios con viles negocios. Es q tb tnata gente q se multiplica como ratas! Grave. Nadie habla d control poblacional, y ya debieran. La gente, prolíficamente arrecha, solo pide más y más areas urbanas y hospitales.. Si vieras mi amigo la atroz proporcion d paridera inmunda q existe en todos y cada uno de los centros d salud y hospitaluchos del pais!! Cosa asquerosa (como lo es per se todo parto). Nos vamos todos cogiendo y multiplicándonos como cucarachas a la misma mierda. Oremus in coitus infinitus!
che, tanto hablar d minas y descripciones d la huesuda esa q t arrastró enajenado a la feria, me trajo a la memoria a la flaca escurridiza esa del micro y q t dijo era casada la muy desgra.. Q es d ese cuerpecito?? La viste o la ves d nuevo? Cuenta, mi amigo. Cuenta.
Abrazo.
ah..y olvide escupir mis yapitas pal otro texto: fabuloso eso d las 'entrepierneurs..' ja! me hice caquita d risa. Como con las psicologas y gabinetes a reclutan RRHH esos: no se q putas traen con aferrarse a términos del inglés (coaching, outsourcing, outplacement, human value, etc.. Se imaginan más sofisticados o inteligenciados así, supongo. Yo mismo quisiera azotar a unos cuantos d mis ancestros por nombrarme gary y rematarme aun con un denis.. Pal delirio! Y hasta el zafio este q se elige un afrancesado achille sc, faltaba más!
ResponderEliminary esto tb olvide: tras ller tus penas d ver minas azafatas aguantando nauseas al posar junto a mil y gil mamertos, recordé un buen meme con texto q desafortunadamente le atribuyen al asno d coelho creo (sera pues lo mjor q hayase escrito ese pelotudo): "el dinero no t da felicidad, pero t puede comprar un yate lleno d putas.. Y nadie con un yate lleno d putas es infeliz.." Esa la magia de los biyuyos. Por eso tb las minas posan, aguantan a mil pelotudos y se cagan d frio en todas las noches q dura esa asquerosa feria. Otro abrazo, josé.
Certero es tu apunte, por una mina a veces uno tiene que hacer jodidos sacrificios, como el haber tenido que ir a la Feria de nuevo, no sabes con qué pereza tuve que lidiar para aparecerme por allí. Desde luego no me acerqué a algunos sitios donde había mucha gente pululando, ya sabes que padezco de fobia a la muchedumbre. De no ser por las constantes probadas de vino, hubiera salido puteando de allí. Creo que sus propiedades relajantes me templaron los ánimos, hasta el punto que me olvidé de la muchacha, presumo que este año no trabajó en tal sitio, hace un par de años que no sé nada de ella. Así que nada que ver con la reina de la feria, que me imagino que su elección fue otra pantomima, porque recuerdo haber visto muy lindas azafatas.
EliminarAh, la flaca esa del minibús cómo la recuerdo que si la viera de nuevo, no sabría dónde poner la cara, jeje. Debo confesar que desapareció de mi ruta de transporte, no la volví a ver más en ninguna parte. Tal vez sea mejor así para no tener que rumiar mi fracaso. Triste situación para este infeliz que solo vive de fugaces encuentros y amargos recuerdos. Creo que ademas padezco de crónica nostalgia, estimado doctor.
Y muchas gracias por el comentario extra, celebro que te hayas despanzurrado de risa con mis ocurrencias sobre esa jerga alienante de los nuevos intelectuales. Ya no saben qué carajos añadir a sus escritos para parecer más sesudos. Abrazos.