Hace mucho que los británicos no nos obsequiaban comedias de alto vuelo, acostumbrados a las edulcoradas y a veces sosas comedias de Hugh Grant y compañía, nos habíamos hecho una gris idea acerca del humorismo británico. Aunque cintas divertidísimas como ‘Snatch’, ‘Trainspotting’ o ‘Full Monty’, desmontaron con creces esa percepción de que el cine británico era tan aburrido como su climatología. Pero desgraciadamente, el humor del bueno es tan escaso como la salida del sol en Inglaterra.
“In the Loop”, es una ácida crítica de la política de nuestros tiempos, un retrato ferozmente sarcástico de cómo se usa a los organismos internacionales para fines mezquinos.Variopintos personajes, inmersos en una vorágine de acontecimientos caóticos y absurdos le imprimen frescura y desfachatez burlándose de los tópicos políticos.
Humor inteligente quizá demasiado, porque no da tregua ni para ir al excusado o para revisar los apuntes que uno tiene acerca de política, cine, música o historia contemporánea. Como deja entrever el título, hay que “estar al corriente” de todo para entenderla y disfrutarla plenamente, de lo contrario puede tornarse a ratos incomprensible, pero en ningún momento aburrida.
Llama la atención toda la mala leche que ponen los realizadores a la hora de construir los personajes: Improperios a granel brotan de la lengua bífida de los modernos cortesanos que se mueven entre bambalinas a un ritmo maratónico entre Londres, Washintong y Nueva York, teatros de operaciones donde se decide el destino del mundo. Un ministro británico, (Simon Foster) buen tipo pero enano, se rodea de asesores larguiruchos y hasta cuya secretaria es más alta que él. Aunque se lleva el protagonismo un secundario como el responsable de comunicaciones del gobierno británico que hace la guerra a todo funcionario que le estorbe a punta de dardos verbales que harían palidecer o indignar a muchos.
Por otro lado, tampoco los funcionarios norteamericanos salen bien parados: La Casa Blanca parece una guardería porque esta invadida de niñatos graduados de Harvard con ínfulas de poder. Pero destaca la breve aparición de James Gandolfini- el capo de los Soprano-, en el papel de jefe militar que está en contra de la guerra, pero que al final la apoyará porque está en juego su carrera y porque es un “soldado”, aunque no haya disparado un tiro en quince años.
Situaciones tan cruelmente 'negras', como tratar el espinoso tema de la guerra en el dormitorio de una niña, utilizando su calculadora de juguete para estimar las cifras de los soldados que van a morir como si de una repartija de chuches se tratara, llevan al paroxismo o a la sonrisa desencajada, según se vea.
Lo del título, es a juicio personal de lo más hilarante de las historias, donde dos personajes jóvenes, conocidos de universidad intercambian no sólo fluidos, también información muy sensible acerca de las ventajas y contras de la guerra, y que luego es filtrada a la prensa por uno de ellos con el ingenuo afán de detener el inicio del conflicto bélico, pero que a la postre, solo afectará a sus carreras y cómo no, ser el hazmerreir de los colegas.
Poco recomendable para sensibles a la violencia verbal, cinéfilos despistados o fanáticos de las palomitas de maíz.
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