"Si estás en el área y no estás seguro de qué hacer con el balón, mételo en la portería y después discutiremos las opciones". (Bill Shankly)
Desde que he sentido entusiasmo por esto del fútbol, no sé si por cuestiones estéticas o por la magia de los goles, siempre he sentido debilidad por el fútbol echado para adelante, mejor si rápido, pródigo en jugadas y verticalista. Así, fue un deleite para mis ojos repasar una y otra vez las imágenes de aquel Brasil del 70 que ejecutaba un juego insultantemente superior y vistoso a la vez. Pero fue el nombre enigmático de la Naranja Mecánica el que me hechizó permanentemente y me picó el gusanillo para saberlo todo sobre esa generación legendaria. Desde entonces la filosofía del “fútbol total” forma parte de mi ideario y naturalmente mi selección favorita es la holandesa. Equipo que tuviera holandeses en sus filas gozaba de mi simpatía, lógicamente el Ájax era uno de mis predilectos, incluso me agradaba aquel Milán de Gullit, Van Basten y Rijkaard, escuadra deslumbrante que tenia de italiano sólo el nombre. Detesto la filosofía del catenaccio. Por aquel entonces no tenía un equipo de cabecera, nunca he sido un auténtico fanático, ninguna bandera o bufanda adornaba mi habitación. Pero algún día tendría que elegir.
Desde que he sentido entusiasmo por esto del fútbol, no sé si por cuestiones estéticas o por la magia de los goles, siempre he sentido debilidad por el fútbol echado para adelante, mejor si rápido, pródigo en jugadas y verticalista. Así, fue un deleite para mis ojos repasar una y otra vez las imágenes de aquel Brasil del 70 que ejecutaba un juego insultantemente superior y vistoso a la vez. Pero fue el nombre enigmático de la Naranja Mecánica el que me hechizó permanentemente y me picó el gusanillo para saberlo todo sobre esa generación legendaria. Desde entonces la filosofía del “fútbol total” forma parte de mi ideario y naturalmente mi selección favorita es la holandesa. Equipo que tuviera holandeses en sus filas gozaba de mi simpatía, lógicamente el Ájax era uno de mis predilectos, incluso me agradaba aquel Milán de Gullit, Van Basten y Rijkaard, escuadra deslumbrante que tenia de italiano sólo el nombre. Detesto la filosofía del catenaccio. Por aquel entonces no tenía un equipo de cabecera, nunca he sido un auténtico fanático, ninguna bandera o bufanda adornaba mi habitación. Pero algún día tendría que elegir.
No simpatizaba con los equipos españoles, cualquier equipo que ganase al antipático Madrid, era mi equipo, pero la llegada de Cruyff a tierras catalanas y su monumental papel en aquella goleada de 5 a 0 a domicilio contra el equipo merengue, definitivamente inclinaron la balanza en mi creciente admiración por el Barça. Con el primer título de Champions League del 92, nunca más tuve dudas.
Hoy, muchos años después, el conjunto azulgrana ha sabido asimilar el orden y despliegue total de la escuela holandesa y la vistosidad y alegría de la escuela brasileña. A resultas, su estilo ecléctico no tiene parangón alguno y se ha visto recompensado por la obtención de 3 títulos de Liga de Campeones en apenas seis años, amén de muchos títulos domésticos e internacionales batiendo muchos récords y suscitando la admiración y envidia en el resto del mundo. Me siento muy afortunado de poder disfrutar del juego maravilloso del mejor Barcelona de la historia, algún día podré contar a mis nietos que fui testigo de esta prodigiosa era. En estos tiempos donde se ha impuesto el poder del músculo y la táctica en los gramados, su filosofía de juego no tiene precio.
Pero, por una vez los detractores del prolijo recital del conjunto blaugrana, tienen razón.
Hay momentos en que el juego de toque, a ras del suelo y de posesión total del balón, cansa y aburre. No sé si es la resaca de los títulos, el mareo de los elogios o la soberbia de saberse invencibles, pero el equipo de Guardiola empieza a caer en la tentación de la autocomplacencia, el uso desmedido del mismo libreto y la indolencia y falta de concentración de algunos jugadores.
Porque volcarse en ataque y rondar el área rival sin culminar las jugadas no sirve de nada. Apoderarse del balón y jugar al rondo está bien, pero insistir con la misma táctica los noventa minutos sin apenas cambiar de ritmo, en verdad me crispa los nervios, especialmente cuando se está tan cerca de la portería enemiga y ninguno de los jugadores opte por la variante del remate directo, como si tuviera el temor de fallar a las instrucciones del D.T. Este Barça quizá sea el mejor exponente histórico de ese fútbol asociado y de esa rara virtud de defenderse ordenadamente con la posesión de la pelota. Sin embargo no pocas veces, la excesiva confianza provoca que la virtud juegue en contra.
Se puede aceptar con algo de humor y paciencia que perdamos contra equipos exóticos como el Rubin Kazán o el Hércules, porque es interesante ver cómo sus hombres se prodigan al máximo como si fuera la última batalla de sus vidas, el espíritu futbolero reconoce su esfuerzo y les aplaude si viene el caso. Pero jugar con displicencia contra los rivales grandes o históricos es irresponsable, aunque estos atraviesen horas bajas. Mucho peor es pretender vivir de la renta de un gol de diferencia cuando no se tiene la garantía de la defensa por la ausencia de los zagueros titulares. Los recientes casos de los enfrentamientos contra la Real Sociedad y el Milán desnudaron esa actitud de conformarse y apoltronarse antes de finalizar los partidos. Me hubiera encantado que humillásemos al conjunto milanista, porque hasta ahora no consigo digerir esa terrible derrota de la final europea de 1994. Si bien las circunstancias no son las mismas, pero ¿por qué no jugar con la misma energía y concentración de los duelos contra el Madrid?, ahora es el momento de hacer saber, contundentemente a los otros grandes quién manda en el universo futbolístico. Aunque no nos guste admitirlo ese fútbol rácano de la escuela italiana también es posible y válido al fin y al cabo.
Sí, sabemos que la temporada apenas comienza, pero es menester recuperar la humildad. No podemos perder pisada a la estela luminosa del transatlántico blanco, hambrientos de títulos como están ellos, calentarán motores al máximo para querer aguarnos la fiesta y recurrirán a todos los métodos posibles (incluido su creciente y mejorado juego ofensivo) para lograrlo. Porque definitivamente se me haría insoportable la idea de ver al indeseable de Mourinho celebrando la décima Champions o la Liga. Con su megalomanía de la escasamente valiosa Copa del Rey ya tuvimos más que suficiente.
Ese es el gran problema de acercarse a la perfección, amigo José : que nos aleja peligrosamente del fracaso que nos hace humanos. Ya muchos lo han dicho, pero es saludable repetirlo : el éxito desmedido tiene añgo de impostura, de inautenticidad. Al contrario, la derrota nos devuelve a lo más cierto e inapelable de nuestra condición.
ResponderEliminarLo que usted dice me suena desesperanzador amigo Gustavo. Espero que no tenga razon. Segun lo que ilustra la historia, una vez alcanzada la perfeccion, solo nos queda esperar cuánto durará este recital de futbol que nos ofrece el FC Barcelona. Pero despues de todo estas derrotas tempraneras, tal vez sean saludables para remozar el ensimismamiento del equipò y optar por otras tacticas de juego, sin renunciar a su filosofia.
ResponderEliminarEstimado José, esta es una gira virtual por los grandes equipos de la historia, o una gira por los recuerdos de esos grandes equipos, que no siempre es lo mismo. (Siempre he dicho que nuestra imaginación es más rica y fértil que la misma realidad; es por eso que lo que escuchábamos por radio era tan atractivo.) Sobre la evolución del fútbol brasileño, Tim Vickery (a mi juicio el mejor corresponsal inglés en el fútbol latinoamericano) contó hace unos años que los técnicos más avanzados de Latinoamérica, en particular los brasileños, habían renunciado, por antiguo, al fútbol de Pelé y sus alegres camaradas: el fútbol moderno, decían, obligaba a una rápida transición entre defensa y ataque, en el montaje de un resorte de efecto instantáneo a partir de la recuperación del balón, que debería terminar en un remate al arco a los pocos segundos. Eso es lo que ha intentado el fútbol brasileño en los últimos años… con resultados mediocres, no hace falta decirlo. Es un poco lo que hace José Mourinho, con una disciplina militar. Guardiola, en cambio, que bebe en otras fuentes, ha rehabilitado un fútbol de elaboración y conservación de la pelota. Permíteme poner en duda tu afirmación inicial… ¿realmente te aburre el juego del Barça, o lo dices como un recurso retórico? Cordial saludo…
ResponderEliminarGracias por ilustrarme tanto estimado Lalo. Siempre es aleccionador aprender de tu experiencia.Tal vez no me expresé bien, soy de los primeros en agradecer que el Barça sea fiel a su estilo y Guadiola apueste por el juego vistoso, aun contra los grandes rivales. Pero el reciente choque contra el Milan me dejó insatisfecho por insistir machacosamente con jugar al estilo futsal sin optar por el remate desde afuera cuando el area esta demasiado poblada. Si se ganó la final contra el United, fue precisamente por los remates de media distancia. Tal vez me traicione mi sentimeinto de hincha, pero sí, a veces me cansa literalmente ese tiki taka intranscendente, a momentos es saludable y necesario cambiar de ritmo. Tal vez si no hubiera existido ese Brasil de Pelé no sería tan exigente. Manias mías simplemente.Saludos cordiales.
ResponderEliminarEl problema con el estilo del Barça es que si no hacen tres o cuatro goles nos sentimos un poquitín defraudados. Y si el rival, que también juega, aprovecha la baja tensión para reponerse y marcar un par de goles… entonces tenemos el fastidio que le vimos a Guardiola cuando habló de “panza llena” (aunque negándola, un recurso que los periodistas detectan a mil metros: niegas algo para sugerir que en realidad te molesta). Coincido contigo en que el sistema del Barça es irrepetible, porque necesitas a esos monstruos para que sea atractivo (¡si hasta en ellos puede resultar aburrido o ineficaz de vez en cuando!). En cambio el estilo vertical, como el de Mourinho, puede aprovechar a muchos equipos. En esto, los espectadores modernos somos afortunados, porque saboreamos las dos cosas. Abrazo. Lalo
ResponderEliminarSi a algunos seguidores nos cansa a veces la perfeccion, es perfectamente entendible la frustracion y crispacion de las otras aficiones que ven a sus equipos paseados como toros en una plaza. Sobre el estilo de Mourinho como bien apuntas, tambien es válido y a momentos interesante, si él no recurriera a argumentos antideportivos y teorias conspiranoicas para justificar sus errores,sería otro cantar, incluso no me importaria su megalomanía. Todo es aceptable mientras sea deportivamente.Por eso respeto el futbol inglés, por su verticalidad y caballerosidad. Saludos nuevamente.
ResponderEliminarsimplmenete el barza aburre con sus juegos al principio era bueno peor con el tiempo aburrio, me quedo con el futbol ingles, que es futbol total. saludos
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