A medida que nos procuramos el alimento espiritual y el tiempo pesa sobre los hombros como una losa, algunos hemos tenido la suerte de tropezar con ciertas obras que indiscutiblemente han dejado su huella casi imborrable en la frágil memoria. Todavía recuerdo con estremecimiento y tristeza ajena el final de un cuento que leí en aquellos años felices de la secundaria, cuyo título si mal no recuerdo era “El duelo”, que finalizaba con la circunstancia de un pobre viejo, soportando con lágrimas estoicas la muerte de su hijo. No importa el hecho en sí, que es bastante común, sino la manera como lo narró el autor, que desafortunadamente no estoy seguro a quién pertenecía. No soy dado a sensibilizarme pero aquel relato me dejó trastocado y con mal sabor de boca hasta hoy.
Así, galopando por la vida, me he encontrado con muchos finales que de alguna manera han despertado diversos sentimientos en mí, a pesar de mi talante rocoso. Obviamente no he memorizado los pasajes, sino la impresión que me dejaron. He aquí, un decálogo de mis favoritos, al que no le guste o si tiene otros, nomás ladre fuerte:
1.- “-¿Usted no me cree? —balbuceó—. ¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia? Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme”.
Jorge Luis Borges, La forma de la espada
Decía Cortázar, recurriendo a la analogía del boxeo, que la novela gana por puntos y el cuento por knock out. Con esta muestra del argentino más universal, más claro, agua. Borges con ese dominio del meta-relato consigue transportarnos a mundos extraños y fascinantes, jugando con las pistas y la imaginación de los lectores, como el apoteósico final de este caso.
2.- “-Dime, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años –los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto--para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: Mierda”.
Gabriel García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba
Otro ejemplo del argumento cortazariano, a pesar de ser una novela, por su extensión y estructura está más cerca del cuento. Una obra sencilla y entrañable, un ejemplo memorable de la realidad latinoamericana, narrada con fervor nostálgico y cuyo final más cerca del realismo puro y duro, es simplemente estoico, doloroso y contundente como un puñetazo en el estómago hambriento. Nunca lo vulgar mejor dicho.
3.- “El espíritu se, arroga, un poco en todas partes, derechos que no tiene. La belleza, ni dinámica ni estática. El corazón humano, bello como un sismógrafo. Realeza del silencio... La belleza será CONVULSIVA o no será”.
André Bretón, NADJA
La literatura surrealista no es de mi predilección, especialmente la poética. A pesar de ello, esta singular novela del gran Breton tiene cierto inexplicable hechizo que cada cierto tiempo me obliga a releerla con renovado placer. No he hallado aún otro final tan lírico, agitadamente breve y sublime acerca de esa debilidad que uno tiene, de rendirse sin más al poderío de la belleza.
4.- “Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocedo ante nosotros. En ese entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos más aprisa extenderemos los brazos más lejos... hasta que, una buena mañana... De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado”.
Scott Fitzgerald, El gran Gatsby
Otra novela que tengo el placer de revisitar con devoción de melómano. La mejor descripción de una época dorada, narrada con un cariz tan nostálgico y apesadumbrado, que es inevitable no sentir lástima por el personaje central. A pesar de la atmósfera pesimista que enmarca la obra, sin embargo ello no impide despacharse al autor con un final sorprendentemente luminoso y alentador.
5.- “¡Adiós, Hans Castorp, hijo mimado de la vida! Tu historia ha terminado. Hemos acabado de contarla. No ha sido breve ni larga; es una historia hermética. La hemos narrado por ella misma, no por amor a ti, pues tú eras sencillo… De esta fiesta mundial de la muerte, de este temible ardor febril que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, ¿se elevará algún día el amor?”
Thomas Mann, La montaña mágica
¿Habéis encontrado mejor definición de la guerra como ésta?: “fiesta mundial de la muerte”. No quiero decir poética, porque la guerra nunca es poética. Aún así el final es maravilloso aunque notablemente escéptico o esperanzador, según se vea.
6.- “Déjame pudrirme en el esplendor mientras el sol estalla en tu matriz. Creo todas tus mentiras implícitamente. Te considero la personificación del mal, la destructora del alma, la maharaní de la noche. Clava tu matriz en mi pared para que pueda recordarte. Debemos irnos. Mañana, mañana...”
Henry Miller, Trópico de Capricornio
Argumento más rebelde y combativo ante la quietud de la vida, imposible. De los dos “Trópicos” de Miller, aunque el de Cáncer sea su obra más lograda, sin embargo el cierre de Capricornio tiene mayor poder de seducción, un final que describe bien la imposibilidad de saber lo que ha de venir.
7.- “La familia Glahn puede terminar cuando quiera sus vanas pesquisas. Me carga leer día tras día en los periódicos el estúpido anuncio que promete una recompensa a quien averigüe el paradero de un individuo que no existe ya... Los accidentes de caza ocurren en la India con gran frecuencia... La justicia escribió su nombre en un librote con esta mención sencillísima: "Muerto por accidente"; ni más ni menos”.
Knut Hamsun, PAN
Disfruté intensamente de un par de novelas de este noruego casi olvidado. En ésta concretamente, me desarma el desparpajo burlón del alegato final del protagonista, un ser impasible invadido por un aura de nihilismo semejante al de cierta obra de Camus. “Ni más ni menos”, terrible frase según sea empleada.
8.- “Las lágrimas corrieron de sus ojos y los sollozos sacudieron su cuerpo. Por vez primera en la isla se abandonó a ellos; eran espasmos violentos de pena que se apoderaban de todo su cuerpo. Su voz se alzó bajo el negro humo, ante las ruinas de la isla, y los otros muchachos, contagiados por los mismos sentimientos, comenzaron a sollozar también. Y en medio de ellos, con el cuerpo sucio, el pelo enmarañado y la nariz goteando, Ralph lloró por la pérdida de la inocencia, las tinieblas del corazón del hombre y la caída al vacío de aquel verdadero y sabio amigo llamado Piggy”.
William Goldin, El señor de las moscas
Hermoso y sobrecogedor relato acerca de la entrada abrupta al mundo de los adultos, dolorosamente acelerada por el instinto de supervivencia y la mezquindad latente en el alma humana que acaban por echar a tierra aquello conocido e inútilmente defendido como la “edad de la inocencia”.
9.- “Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita”.
Vladimir Nabokov, Lolita
Melancólico cierre para testimoniar la inasibilidad del amor imposible. Qué más se puede decir; poesía en estado puro.
10.- “Bueno parcero, aquí nos separamos, hasta aquí me acompaña usted. Muchas gracias por su compañía y tome usted, por su lado, su camino que yo me sigo en cualquiera de estos buses para donde vaya, para donde sea. Y que te vaya bien, que te pise un carro o que te estripe un tren”.
Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios
Incluso el lenguaje coloquial o regional, en este caso con acento antioqueño, puede bien ofrecer un cierre espléndido, como una invitación a la errancia, a la búsqueda del camino sin destino y matizado con un desplante de humor.
Hola, José. En esto de los finales literarios, tal como acontece con los finales de la vida, hay de todo. Algunos prefieren los símiles sexuales y piden que un final de cuento o novela sea como un buen polvo: prolijo al comienzo y fulgurante al final. Otros optan por los códigos de la tauromaquia: un matador puede prodigarse la tarde entera en chicuelinas, verónicas y molinetes, pero si no acierta con la estocada final lo echa todo a perderr.
ResponderEliminarEn mi caso, talvez por vivir en un país de muchas montañas, me inclino por la imagen de los escaladores: Durante el ascenso experimentan fatiga, vértigo y están siempre al borde de despeñarse por un abismo. Al llegar a la cima se encuentran con un panorama que en nada se parece a las imágenes alentadas durante el viaje.
De esa manera, sigo considerando perfecto el final de El coronel no tiene quien le escriba. Esa palabra inapelable resume toda la desazón, rabia y amargura acumuladas en el camino, en nada parecidas a las esperanzas alimentadas durante tanto tiempo. De allí la paradoja: nadie se la esperaba pero no podía ser de otra manera : Mierda.
Concuerdo plenamente con usted Gustavo, esa respuesta prosaica es uno de los finales mas rabiosos e impactantes finales de la literatura. Es la constatacion de que se ha perdido todo y que solo queda esperar dignamente la muerte. Comparando con el cine no se me ocurre otro final semejante, si acaso por aproximacion, aquel final mitico de "el planeta de los simios". Un saludo
ResponderEliminarjosè!vedo che anche tu ami quello splendido, poetico libro che è "Lolita".l'ho letto almeno 3 volte, perchè mi commuove sempre quel lurido Humbert-humbert e non Lolita che è la vittima???
ResponderEliminaril libro è stupendo come tutto ciò che scrive il Divino Nabokov.
i film fanno generalmente schifo.
ciao
fiore
Efectivamente, cara Fiore, Lolita es uno de los más bellos libros de la literatura. Y su personaje Humbert es conmovedor, digno de lástima. Da mucha pena el pobre hombre, devorado por su amor a la ragazza. Pienso igual que tú, los dos filmes que se hicieron son fallidos, defectuosos. El de Kubrick es muy conservador, falto de erotismo. Y el otro (Adrian Lyne) es peor aún, mal escogida la actriz para Lolita, solo se salva la actuación digna de Jeremy Irons. Saludos.
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