17 agosto, 2012

7 Urkupiña y las piedras milagrosas

Foto:  Los Tiempos
Dicen que la fe mueve montañas. Esto es cierto para la municipalidad de Quillacollo que desde hace algunos años ve con preocupación que el cerro de Cota se va aplanando, por el afán desmedido de los peregrinos de llevarse las piedras, motivados por la creencia de que les traerá prosperidad. La culpa la tiene María, que un día se le ocurrió pasear por esa colina.  
                 
Eso de que la virgen María siempre se manifiesta ante cándidos pastorcillos es sintomático. Un enigma que mantiene atareados a los profundos estudiosos de la Iglesia. Por uno de esos misterios insondables-la cita es de El alquimista de Coelho- es llamativa la coincidencia de este fenómeno local con la aparición de la virgen de Fátima, en Portugal. Es curioso que los santos se aparezcan en aldeas remotas del mundo (otro misterio insondable). De acuerdo a los confusos cronistas locales, todo empezó en la época colonial cuando una niña campesina fue abordada por una imagen de María en el cerro de marras. Se dice que los pobladores que tuvieron la suerte de presenciar tal acontecimiento exclamaban estupefactos “orq’opiña, orq’opiña” que en quechua quiere decir “ya está en el cerro”. Pero la festividad en  sí, recién surgió en los años cincuenta  y con el tiempo, los feligreses se multiplicaron en tal cantidad que, vistos de lejos semejan hormigas trepando colina arriba, rumbo al santuario que se mandó construir expresamente cerca de su cima.

Ninguna peregrinación, por muy santa que sea, queda completa sin jolgorio, sin baile, sin bebidas espirituosas. En otras partes del mundo, los peregrinos ayunan o caminan sencillamente sin meter ruido, en búsqueda de paz interior o lo que se le parezca.  Aquí todo lo contrario, mucha pompa y algazara. A nosotros nos gusta diferenciarnos, ser más creativos, más entusiastas, hacer honor a eso que se conoce como color local. Ingeniosa fue la iniciativa de los primeros organizadores de entonces de traerse un pedazo del Carnaval de Oruro, a cuya fiesta popular nadie puede negarle su antigüedad y autenticidad. Sin entrar en disquisiciones sociológicas, la entrada folclórica de Oruro es un mosaico de danzas a todo color que recorren las principales calles de la ciudad, culminando en un templo, adonde los bailarines entran de rodillas en señal de veneración a la Virgen del Socavón.  Andando el tiempo, otros pueblos y ciudades replicaron a cabalidad la fiesta orureña. El primer requisito es hacerse de un santo patrono.

Los patricios quillacolleños, siguiendo la receta, apostaron por la Virgen de la Asunción, cuya advocación se celebra a mediados de agosto y -oh venerable casualidad- coincidía con las fechas de la milagrosa aparición. De la generación espontánea surgió el culto a la Virgen de Urkupiña. Que yo recuerde, los mexicanos tienen una sola patrona nacional. A nosotros, como buenos plurinacionales, nos gusta tener un santo en cada barrio o en cada gremio. Se cuenta que lo de Urkupiña, en sus inicios se reducía a una humilde peregrinación de unos pocos convencidos creyentes. Como el asunto era poca cosa (no generaba suficiente turismo), decidieron adornarla con su propia entrada folclórica, copiando burdamente la fiesta orureña. Al día de hoy es casi tan grande como aquella, además de “fastuosa”, que nunca me ha quedado claro del todo, salvo el impresionante hormigueo de gente que se aposta en la vía estorbando el paso de los bailarines. Fastuosos son los largos baches, a la espera de que las fraternidades hagan su paso por el recorrido, a veces con desgano. Fastuosa es también la venta de alcohol que corre como el agua, de garganta en garganta entre el graderío. Con tanta devoción no era raro divisar bailarines borrachos, desentonando en medio de sus comparsas, aunque ahora dicen que controlan. Al público endiablado no hay quien lo controle. A pesar de los operativos, los vendedores ambulantes siempre se las ingenian. Eso del “beber constructivo”-según una antropóloga que trata de justificar el rito de alcoholizar la cultura- aquí no cuela, mucho menos durante una celebración masiva.

Para quien no pueda acudir en persona a la entrada, está la televisión que por más de media jornada, nos ofrece un curso acelerado de folclorismo más rápido que un curso de computación. Llueven los clichés en boca de sus improvisados comentaristas, que un día son presentadores de noticias y al otro son comedidos folcloristas de rara enjundia, como si no hubieran destacados estudiosos del folclore. Tópicos a la orden  y retahílas de frases socorridas conforman el menú para que yo sonría de oreja a oreja. Hastiado de folclore hasta en la sopa, ni las bailarinas en minifalda me llaman la atención. Aguzo el oído. Pronto soy recompensado, entrevista mediante, me desternillo cuando oigo las empalagosas frasecillas: “bailo por devoción a la Mamita”, “ya es el quinto año que bailo, me sacrifico por la Virgencita”, “no hay cansancio que valga, cuando la fe en la Mamita milagrosa es muy grande”, siempre así, en diminutivo, como buenos hijitos de la fe. Y los comentaristas siguen el mismo tenor, con un aire de religiosidad que no se lo creen ni ellos mismos y a continuación se deshacen en elogios acerca de la sensualidad de la mujer boliviana, y eso que las imágenes son suficientemente expresivas. Algunas danzas se han reducido a una simple exhibición coreografiada de piernas, los trajes pasan a segundo plano. Las malas lenguas dicen que cada año, las polleritas de las bailarinas se reducen, que ya no ocultan nada.

Pero salgamos de las pecaminosas rutas del paganismo, para volver a los senderos tenues del sincretismo religioso. Dos días después del sacudón dancístico, la gente cambia el semblante fiestero por una repentina cara de remordimiento. Se guardan las botas de baile y se alistan las zapatillas tenis de caminante. Desde las cero horas del 16 de agosto, arranca la caminata de trece kilómetros rumbo al santuario de la virgen, conocido también como el Calvario. Como son miles los esforzados peregrinos, se paraliza un sentido de la principal autopista que sale de la ciudad de Cochabamba. Toda la madrugada hasta los primeros rayos del sol, la marea de gente no se detiene. Van grupos de amigos. Van familias enteras. Pero sobre todo jóvenes a quienes no les importa el sentido religioso, pero van de todas maneras, como en un picnic urbano. Por lo menos podrán presumir que lo han hecho a pie. Promesas son promesas, con la Milagrosa no se juega.

Llegados a Quillacollo, muchos toman un suculento desayuno, eligiendo entre api (mazamorra) de maíz con empanadas de queso, linaza caliente o café en las mesas instaladas de las calles aledañas. Otros prefieren el ayuno para resguardar su misticismo renacido. Desde que clarea el día, comienza el ascenso al cerro que no es tan empinado, a poco más de un kilómetro de distancia del centro. Se avanza a paso de tortuga porque el trayecto apenas da abasto a tantos arrepentidos pecadores. Los curas ya los esperan preparados, cada hora se celebra una misa a los pies del santuario. Y llueven las bendiciones y se agota el agua bendita en las cabezas de los más cercanos. Alrededor del templete, aguardan las canteras para que los visitantes den rienda suelta a su fe. No hace falta llevar ningún mazo para la faena, ahí mismo los alquilan y en algunos casos hasta con la roca preparada para quien quiera emular a un picapedrero. Es menester encomendarse a la Virgen para dar el mejor golpe de su vida. No es tan fácil arrancar un trozo a la roca granítica, pero cuando se obtiene uno de tamaño considerable es de buen augurio.  Ahí mismo se procede  a ch’allar (mojar ritualmente) el sitio con cerveza u otra bebida. Y los pedruscos se guardan como un botín para llevarlos a casa. La costumbre dicta que hay que devolverlos al año siguiente, so pena de la ira divina.

Las piedras son sólo el principio, a continuación, a la entrada del Calvario, se deben comprar miniaturas de casas, vehículos, títulos de propiedad, títulos profesionales, dólares, pasaportes y otros objetos que se desean obtener a futuro. Pero hay que hacerlo con plena convicción, o el milagro no obrará. No hay que ser demasiado ambicioso, cada deseo a la vez. Para que la cosa no falle, es mejor asegurarse que el pedido sea bendecido por los curitas. Y así, durante todo el día, el ritual prosigue sin pausa hasta la entrada del sol. Los miles de devotos, llegados incluso de sitios lejanos como la Argentina o EEUU vienen a recabar sus piedras bendecidas para que la virgencita les haga el milagro. Se dice que cierto año, un avión no pudo despegar del aeropuerto cochabambino por el exceso de peso. Efectuada la tarea de revisión, llamaba la atención que las maletas pesaran más de lo normal: casi todas incluían por lo menos una piedra en su interior. 

Como se dice popularmente, en estas fechas todos hacen su agosto. Desde la iglesia que recibe numerosos donativos hasta los amigos de lo ajeno que están a la pesca de incautos. Desde los hoteles lujosos hasta los más humildes puestos de comida apostados a la vera del camino. Precisamente en la entrada al santuario, el sitio es un verdadero mercadillo persa: pululan los vendedores de helados, los que venden refrescos en bolsitas, los que ofrecen estampitas, pegatinas y otros objetos con la imagen de la santa. Más allá, los adivinos de plomo derretido que compiten con los adivinos de coca.  Por ahí se divisan jaulas con pericos o monitos que sacan el papelito de la buena suerte. Y vendedoras de sándwiches de chola, empanadas y roscas dulces que pregonan maravillas de sus productos. Y hasta gallinas asadas, son exhibidas sin despiezar, con cabeza incluida. Toda esta oferta terrenal contradiciendo el espíritu ayunador de los feligreses. Metros más allá, uno puede adquirir si lo desea un cachorro de perro o  gato, con bendición incluida por si las dudas. Las voluntades confluyen, se reconocen, se apretujan, se estorban. En una sola avenida, que a pleno mediodía es un hormiguero humano. Una especie de infiernillo que sabe más a polvo y sudor que lágrimas. Al morir la tarde, el reguero de basura testimonia el poder de convocatoria de tanta religiosidad que uno no termina de entender.

7 comentarios :

  1. Mire usted por donde viene a dar vueltas el mundo, apreciado José : La fiesta popular le devolvió a la virgen María su condición original de mito pagano. Por lo demás, no me sorprenden esa cosas : Vivo en un país donde el número ganador de la lotería aparece en el lomo de los peces. Donde un presidente de la república utilizaba los helicópteros oficiales para visitar a una bruja que le adivinaba el porvenir, y donde otro- nacido en mi ciudad, además- tenía como consultor de cabecera no a un economista si no a...¡ Un astrólogo!.
    Para completar el cuadro, mi casa está ubicada a un costado de la vía que conduce al santuario de la virgen ubicado en un sector llamado El Jordán. La verdad no sé si las reminiscencias bíblicas del nombre son casualidad. Lo que no es casualidad es el incremento del número de peregrinos cuando arremete la crisis económica.

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  2. Mil perdones, estimado Gustavo, no revisé mi texto con suficiente fe, haber confundido "destornillante" con "desternillante" es peor pecado que no haber ido a la peregrinación de la que hablo, je je. Mire usted cómo me sorprende, con la revelación de esos detalles folclóricos de algunos presidentes de su país, a los que yo creí serios como el que sugiere, Cesar Gaviria (por lo menos esa imagen tenía cuando conducía la OEA) . Ni Evo y sus cortesanos son tan supersticiosos, creo yo. Siguiendo el tenor de sus circunstancias personales, yo también vivo cerca de la vía que lleva al santuario de Urkupiña. Imagínese que por tres días me trastocaron la rutina, impidiéndome de transportarme normalmente desde el centro de la ciudad, cuando todos los micros y busetas andaban colmados de visitantes rumbo a la festividad. Y tal como usted certeramente apunta, aquí también batimos el record de asistencia de peregrinos por el estancamiento económico en el que vivimos. La gente busca fórmulas mágicas o los favores divinos para salir del atolladero.

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  3. nel deserto mongolo, ex URSS si prega davanti ad alcune pietre.
    il deserto è il nulla e quando si incontrano queste pietre-poche- per i poveri abitanti di quella regione sono sacre.
    trotski, quando fu prigioniero ne diede conferma

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  4. Fascinante lo que cuentas, José. Por mi parte, siempre me ha llamado la atención el arraigo de la Virgen María en la fe popular, a través de sus numerosos manifestaciones, algo que no ocurre con Jesús, por ejemplo, que siempre (creo) es el mismo en todas partes. Supongo que lo de la Virgen tiene que ver con el hecho de que se la puede presentar como una interlocutora más accesible que Jesús, que siempre ha parecido muy serio y distante, ¿no? Lo cierto es que la gente sencilla tiene más contacto con la Virgen; en cambio Dios, en este sentido, tiene el handicap de que si pecas te fulmina: a cierto nivel popular, es como el patrón de la ciudad, que te pide cuentas. Pero mejor me callo, porque si sigo así no me van a beatificar.

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  5. Según la leyenda, estimada Fiore, la virgen Maria dijo a la niña pastorcita que se llevara algunas piedras a su casa. Cuando llegó al hogar se produjo el milagro, la piedra se habia transformado en plata (metal) y con eso pudo ayudar a su familia, según cuentan. Por esa razón, la gente va a extraer piedras del cerro, con la esperanza de que tendrán riqueza en el futuro. Por otro lado, ahora que está de moda el pachamismo, todo es sagrado en Bolivia, desde las hormigas hasta las piedras. Y tal como tú nos cuentas, nuestros ritos no son tan originales, en otras partes del mundo existen tambien piedras sagradas.

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  6. Comparto plenamente tu apreciacion, estimado Lalo, la virgen es mas popular que la figura de Jesucristo, por aquello de la gente la siente mas cercana, mas sencilla, mas terrenal de alguna manera, porque al fin y al cabo, su papel en la historia se redujo a ser la madre del redentor. Si supieras la cantidad de advocaciones de toda denominación que tenemos en Bolivia, como ejemplo de lo más raro tenemos, en un pueblo cochabambino, el culto a la Virgen de la Siq’imira(en quechua, hormiga) que es una imagen en miniatura, casi milimétrica podria decirse. En cambio, el mistico Jesus tiene pocas celebraciones popùlares en su honor, porque siempre fue mas dificil de entender. Tambien me callo, creo que ya somos dos las ovejas negras que no entraremos al Cielo.

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  7. Qué poca personalidad.

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