Dicen que las mujeres tienen personalidad, no cualquiera, sino una “personalidad claramente definida” de acuerdo a los nuevos y sustanciales avances en psicología, sociología y otros gabinetes del alma. Los hombres si tenemos personalidad no somos conscientes de ello, nos pueden meter en el mismo saco como a vulgares patatas. A las mujeres, que las consideren iguales les puede dar un patatús. Ay de aquella fémina que le copie el vestido a la vecina.
En el mundo de los negocios solo las empresas inteligentes sobreviven, me decía mi docente de inteligencia emocional y ramas anexas. Aquellas que van un paso por delante de las demás más que caer simpáticas a la sociedad -con el rollo de las relaciones públicas y eso-, deben ser ante todo empáticas, pensar incluso en el estrés o el dolor de cabeza de cada cliente. En la antigüedad, si un cliente demandaba un producto para el hambre o la sed, con un poco de vino y pan se cerraba la transacción. Hoy los clientes son demasiado exigentes, demasiado quisquillosos, demasiado diferenciados y hasta demasiado coloridos. Ahora resulta que hasta para saciar las necesidades básicas hay que tener estilo.
Está bien que cada quien quiera tener su
desodorante particular, aunque apestemos, para ser singularmente apestosos.
Apestar a perfume, aunque sea agradable en pequeñas dosis, es igualmente
desagradable. Un día tuve una experiencia mareante al sentarme a la mesa entre
dos lindas chicas cuyos perfumes me arruinaron la velada, no por malos sino por
muy cercanos y abundantes. Así, con la
vida en un torbellino, tenemos productos
y servicios que buscan supuestamente satisfacer nuestra individualidad: ropa, accesorios,
peinado, mascota, coche, distracciones, y demás ofertas al gusto de cada quien.
Pero esta segmentación ha llegado a límites insospechados. Ahora descubrimos
que los hombres no duermen igual que las mujeres (habrá algún visionario
fabricante que ofrezca anteojeras para cada sexo). Ni las mujeres tienen la
misma sed que los hombres, aparentemente.
El agua, el elemento vital para la vida, ya no
es más aquello. Hoy es más vital para el modo de vida: se cree que comprarla de
una determinada marca hace la diferencia, elevando automáticamente la
autoestima del comprador. De ahí que todos los días, expertos diseñadores se
rompan el coco en crear botellas actualizadas, modernas y que transmitan una
imagen de lozanía, juventud y pletórica armonía. Que transmitan movimiento y
pureza como el mismo elemento. Al estilo y exigencia de un envase de perfume
exclusivo, por poco. De ahí que a algunas embotelladoras de nuestro medio se
les ocurrió dar un mazazo en el estanque, sacando al mercado un producto sin
precedentes, “de acuerdo con las nuevas tendencias mundiales de las aguas”
(sic). Beber de una manera u otra es cuestión de moda según los expertos
acuáticos, poceros y otros aguateros.
He ahí una botellita rosa para mujeres modernas,
jóvenes, seguras de su feminidad y que aspiran estar a la moda. El agua también
transmite glamour, parecen decir. Beber de la botella azulada de siempre ya es
anticuado o sólo para hombres, desde ya anticuados de nacimiento. Aunque con
esto de la metrosexualidad, quién sabe. El día que me topé con una de estas coquetas
creaciones pensé que se trataba de un producto especial, con un PH distinto o
algo así, que tuviera la propiedad de ayudar a sobrellevar esos días difíciles,
exclusivos del bando femenino (no quiero parecer sexista pero la profusión de
artículos con características especiales hoy es más común que el resfriado. Siempre
me he preguntado para qué sirve el yogur con bifidus, por ejemplo). Pero no, se trataba de la vulgar sustancia
en su estado natural, casi como recogida del grifo, sofisticada, eso sí, por
medio de procesos de ozonización, esterilización y demás purificaciones de
manual.
Por lo pronto no he visto a mis amigas o
conocidas con el agua rosa en el bolso, ni mucho menos a chicas que frecuentan
el gimnasio. Como si no fuera suficiente que, desde que nacen, a las niñas se
les pinta la vida en rosa, desde el vestidito de sus muñecas hasta el vestido
de sus quinceaños. Y ahora esto, agua rosada para vender el cuento de una experiencia
con sabor a agua de rosas. Las mujeres tienen demasiada personalidad como para
dejarse caer en la trampa de obedecer a clichés. El agua será exclusiva o no será, parece el eslogan extraído de la
mente de un mercadólogo surrealista. ¿Qué será mañana,… alimentos para gatos y
para gatas?
Eso de las nuevas tendencias de las aguas es una obra maestra de humorismo involuntario, José. Los publicitarios se pasan la vida tratando de convencernos de que somos distintos y mejores que el perraje común, y que el producto que nos ofrecen reconoce y complementa esa superioridad. Agua en envase rosa, para las damas distinguidas... Ay, supongo que cambiaran de idea cuando nadie, pero nadie, quiera comprar ese adefesio... Hasta debe saber a falsa femineidad.
ResponderEliminarYa ves, mi estimado Lalo, no solo los gobernantes que tenemos son surrealistas, ahora también los industriales y publicistas, que se dicen son muy profesionales en estos asuntos. Todo el país es surrealista, ingenuamente mágico, diría yo. O será resultado del eterno provincianismo que nos caracteriza. De Bolivia para el mundo: productos revolucionarios, normas retorcidas e impracticables, conocimientos mágicos y singulares, sin parangón alguno; por lo menos no he oído o visto que en países normales saquen productos como estos. Caray, qué poco qué patriota que soy, el país dando ejemplo de innovación tecnológica y yo riéndome como un descosido. Sobre lo segundo te informo que, efectivamente, el agua rosa apenas tiene demanda y para darle un empujón, a los ejecutivos se les ocurrió lanzar una campaña para destinar el 5% de estas ventas a la lucha contra el cáncer de mama. La intención es buena, sería más loable que aporten de todos sus productos y así la contribución fuera realmente sustancial. Con tan pocas chicas rosas dispuestas a seguir la moda, es difícil que aumenten las ventas.
EliminarCuando se trata de convertir a los humanos en máquinas de consumir y derrochar no hay barrera que detenga a publicistas y mercaderes, apreciado José. Es bien sabido que los expertos en esas materias operan sobre la exacerbación de las pulsiones básicas del homo sapiens : miedo, deseo, dominio y necesidad de diferenciación, entre otras. En esa medida,creo que no existe una sola parte del organismo humano que no esté sometida a ese bombardeo. Y como en el fondo de todo subyace siempre la negativa a admitir que somos mortales y por lo tanto destinados a la podredumbre, al final resulta que todo vale... hasta las tinturas rosa para disfrazar la impagable bendición del agua eterna.
ResponderEliminarEs una lástima que este producto tan “revolucionario e innovador” no se hay producido en mis épocas de estudiante, hubiera sido un caso de estudio que a compañeros y docentes de marketing nos hubiera tenido atareados más tiempo que a expertos bizantinos, je je, amigo Gustavo. Como usted bien anota, las necesidades, temores y aspiraciones primordiales nunca cambian, siempre nos han acompañando, lo único que cambia son las formas de satisfacerlas. De ahí que es normal que los productos y servicios hayan evolucionado acorde al desarrollo de la misma sociedad. Pero esto trae aparejado también sus excesos: en ese afán de consumismo que nos caracteriza siempre habrán avispados “expertos” que se ponen a redescubrir la pólvora, al extremo de inventarse supuestas necesidades, como el que pongo de ejemplo.
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