Hace una semana atrás, el Wall Street Journal publicaba sobre la posibilidad de que Bolivia se convierta en un nuevo Afganistán, al sostener que “es un centro para el crimen organizado y un refugio para los terroristas”. A pesar de que nuestro país está lejos de tal extremo, pues no reúne las condiciones geográficas, sociales, religiosas y políticas para merecer tal comparación, sin embargo, el evidente desmantelamiento del estado de derecho, el sometimiento de los otros poderes del Estado al gobierno central, el constante atropello a los derechos humanos, la persecución judicial a opositores, y la inercia –y no pocas veces complicidad-- de las autoridades con respecto al narcotráfico, contrabando, extorsión y otras actividades al margen de la ley son claras señales de que el país va en retroceso, alimentando la idea de que Bolivia se está convirtiendo en un estado fallido, como temen muchos, especialmente desde el exterior.
En cualquier caso, la periodista responsable de la nota, a pesar de sus exageraciones e imprecisiones, como el hecho de que traficantes o terroristas africanos estuviesen operando en la región, tiene mucha razón en señalar varios aspectos que son reales y contrastados. Sabemos que ciudadanos iraníes, a título de hombres de negocios llegan frecuentemente aprovechando la amistad entre Morales y el gobierno de Teherán. No sería extraño que entre sus mercaderías, se cuelen asesoramiento y otros conocimientos “estratégicos”. Por el contrario, sin señores de la guerra y sin guerras santas que librar, ocurre más bien un fenómeno que caracteriza a muchos países africanos, esto es, el ejercicio autoritario y grotesco del poder, con una casta que se beneficia a costa del erario nacional, la celebración constante de ceremonias fastuosas y otros ritos supuestamente ancestrales, la intención de perpetuarse en el mando como si fuera un trono, el afán de divinizar al líder con una aureola de predestinación, la convocatoria a fuerzas de choque para acallar críticas o arremeter contra movimientos opositores y otros actos de índole totalitaria.
Podría ser Zimbabue, Uganda, Libia o cualquier país visto como un enclave personal, a merced de un caudillo plenipotenciario, con tintes de amo, dueño de los sueños y aspiraciones de sus gobernados. Rumbo a uno de esos regímenes despóticos nos encaminamos. Lamentablemente somos el juguete, el experimento irresponsable, el proyecto maquiavélico de organismos fundamentalmente europeos que buscan a todas luces implantar una especie de reino africano en el corazón de América, con toda la épica y parafernalia folclórica que ello conlleva. Pueblo de indios debe estar al mando de un indio, era la idea central que bullía en la mente de los estudiosos sociales que desde la comodidad de sus oficinas europeas trazaban planes de su utopía retrógrada. Vuelta a los orígenes, a los tiempos de armonía con la naturaleza, a la vida en comunidad, como sostienen los pachamámicos, indianistas y otras facciones que cobijan a una serie de intelectuales, rebosantes dizque de un espíritu descolonizador. El nuevo puchero se ha cocinado afuera, no ha brotado en estas tierras por impulso natural como la paja brava. El afán paternalista sigue más vivo que nunca, es preciso intervenir, ya sea mediante financiamiento o el concurso de antropólogos dispuestos a hacer volar su imaginación, para que esta miserable nación sumida en un infantilismo perpetuo, tome un rumbo, un horizonte definido o tal vez ninguno.
El estado plurinacional es un invento europeo, pergeñado en la mesa, partiendo de la premisa de que los indígenas se han mantenido incontaminados y estáticos, evidenciando un pobre conocimiento de la realidad boliviana, mayoritariamente mestiza como ha evidenciado el último censo de población. 36 naciones creadas prácticamente en el aire, sin límites definidos o confusos, lo que ya ha generado conflictos por tierras, yacimientos y otros recursos naturales. Pequeños reinos con caciques que solo tienen un poder nominal, pues todos están férreamente atados al poder central. Que les hayan concedido títulos comunitarios y demás reconocimientos solo queda en el papel, a efectos propagandísticos y electorales. Total, en la realidad, el cacique mayor le mete nomás cuando conviene a sus planes y a sus relaciones clientelares, atropellando el sentir de esas teóricas naciones. Se gobierna a nombre de ellos, pero sin ellos. El pluralismo que a menudo esgrimen es verso color viento. Las autonomías que tanto proclaman nunca se cumplen o se las condiciona severamente. Impera el rodillo del eufemístico “centralismo democrático”. Verticalismo puro. Obediencia ciega al amo y punto. ¡Ay de los díscolos o libre pensantes!
Así las cosas, se sigue trabajando para que el proceso de cambio se consolide, el cambio de una oligarquía por otra, desde luego. Se ha barrido a la antigua burocracia para colocar a la suya, más numerosa y hambrienta. Se ha corrido a todos los jueces y fiscales que no se mostraban serviciales o comprometidos con la causa. Se han posesionado magistrados previamente seleccionados a dedo, armando una farsa eleccionaria para dar una fachada democrática. El tiempo corroboró lo que se temía: esos magistrados agradecidos dieron luz verde a la re-reelección del binomio presidencial, vulnerando la Constitución. No estamos de paso, hemos llegado para quedarnos, proclaman con abierto cinismo, mientras se ultiman preparativos para un nuevo mandato. Seguros de su victoria, pues siguen repartiendo prebendas y distrayendo a la gente con espectáculos populistas. Dueños del circo sueñan con poderes ilimitados. Se han creído que se han comprado el país, o mejor, que les pertenece por designio natural. Entretanto, viene bien seguir alimentando la mitología en torno al amado líder, llenando de gigantografías los muros y carreteras con su imagen. Gracias a él somos un pueblo digno, dicen. El mundo nos respeta y nos toma como ejemplo, remarcan sus profetas. Desgraciadamente muchos se tragan el cuento. Fácil es vender humo en este país. Desde siempre.
Apreciado José: la idea viene , por lo menos, desde los tiempos de Rousseau y su teoría de el buen salvaje, una especie de comunidad ideal, a salvo de la corrupción inherente a la civilización. Siglos después, el concepto se vio reforzado por una legión entera de sociólogos y antropólogos consagrados a reforzar el mito. Los resultados no podían ser más desastrosos. El caso boliviano es solo un ejemplo entre muchos. Al fin y al cabo sobran espíritus candorosos , convencidos de una improbable " pureza" aborigen, como si estos pueblos vivieran por fuera de la esfera humana.
ResponderEliminarNo podía estar más de acuerdo con usted, apreciado Gustavo. Existe un afán sistemático de desenterrar los postulados de Rousseau y demás discípulos. Sin embargo, es pura cháchara, discurso verde (no por ecológico), verso grandilocuente para dar sustento filosófico a esta revolución de los nuevos oligarcas disfrazados de indígenas. En el fondo persisten los viejos hábitos, y aun peor, de beneficiarse del poder y, de paso, invitan a algunos campesinos e indígenas al ágape lujoso para que parezca inclusivo. Ay, si supiera la cantidad de nuevos ricos que pululan por el trópico cocalero, los autos lujosos son la mejor muestra.
Eliminarcaro josè, sono convinta che evo rimarrà presidente finchè i narco ne avranno bisogno.
ResponderEliminarquestione di pecunia, d'argent, di plata ( tanta).
martiniano mi ha preceduto nella citazione di Rosseau. ( quello è razzismo!)
da quello che descrivi credo che i tempi peggiori debbano ancora arrivare.
già negli aereoporti controllano particolarmente chi viene dal perù, dalla colombia e dalla bolivia.
com'era la situazione prima di evo??
ciao ciao Fiore d'autunno
Estoy de acuerdo, el gobierno de Evo favorece a los grandes carteles internacionales del narcotráfico, que es la expresión del capitalismo salvaje por antonomasia, hecho que contradice el discurso “anticapitalismo” de su gobierno, ¡que ironía! Al no tener una política clara con respecto a la droga, la situación se está descontrolando: secuestros y ajustes de cuentas, descubrimiento-todos los días- de pequeñas factorías de cocaína en todo el territorio, invasión de narcos extranjeros, lavado de dinero, extorsión, etc. Y lo peor de todo es que muchos funcionarios están envueltos en el negocio y muy pocos en la cárcel. Son tantos los escándalos que ya el mundo nos conoce como sinónimo de COCAINA, esa es la diferencia con los gobiernos anteriores a Evo. Un dato como ejemplo: el 95% de los bolivianos encarcelados en Chile es por narcotráfico, la mayoría de ellos porque transportaban droga en sus estómagos, las famosas “mulas”, sucede algo similar en los países vecinos. Antes había más control, políticas más serias para luchar contra este mal, teníamos apoyo y financiamiento de la DEA y ahora se la ha expulsado. Tan bien nos conocen en el exterior que ahora se burlan de nosotros, por supuesto con el tema de la droga. Observa este video de NBC, da vergüenza la imagen que proyectamos al mundo.
Eliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=axNuq8r5--A&feature=player_embedded
Apasionante, el caso boliviano y su transformación reciente, José. Para un extranjero es mucho más instructivo que el venezolano, que ha llamado mucho mas la atención. Creo que tu blog es una de las fuentes mas útiles y recomendables para quienes estudien la realidad política y social de tu país.
ResponderEliminarTienes razón, estimado Lalo, el caso venezolano es más esperpéntico, trágico y cómico a la vez, que concita mayor interés mediático. De lo contrario, nosotros seriamos el principal caso de estudio. Sobre lo segundo, simplemente dejo sentir mi visión particular, al ver que el caudillo tiene mucha prensa, siempre tendenciosa y apologista, especialmente desde los escritorios de gente que está lejos. Es indignante cómo se despilfarran los recursos públicos en nombre de los más necesitados y todavía tienen el descaro de proclamar su austeridad. Eso cabrea, por eso no me callo, a diferencia de muchos periodistas y analistas que guardan silencio cómplice. Como decimos aquí, a mí nadie me la charla, pues yo vivo esta realidad, con los ojos y oídos bien despiertos.
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