Ivirgarzama y su próspera feria del automóvil |
Es increíble cómo, paulatinamente, el
departamento de Cochabamba, se ha convertido en la segunda región con más
vehículos indocumentados, “chutos” en el lenguaje popular. Pero cómo ingresan miles de motorizados hasta
el mismo corazón del país es la madre de las incógnitas. Bolivia es el país de
las trancas, con innumerables retenes recaudadores para el supuesto
mantenimiento de las carreteras que más parecen sitios bombardeados por los
constantes huecos que se hallan en el asfalto. En esas trancas, al parecer la
policía caminera no hace bien su trabajo o sus efectivos se hacen a los opas
para dejar pasar estos autos chutos, que llegan desde la frontera chilena, no
precisamente en camiones transportadores sino conducidos por avezados pilotos
que conocen muy bien los caminos rurales para esquivar los controles.
Aun así, estas rutas del contrabando son de
sobra conocidas por lo que es inexplicable cuando algún jefe policial sale con
el cuento de que es complicadísimo interceptar estos vehículos. La excusa valdrá
para la extensa frontera altiplánica de Oruro y Potosí donde prácticamente se
hace camino al andar, como reza el poema. Pero Cochabamba es mayormente una
región montañosa, que se hace menester circular por rutas serpenteantes antes
de bajar a los valles. Yo mismo he visto, en ocasional viaje a provincia, cómo
durante la noche pasan caravanas de diez o más coches en fila india por esos
caminos poco transitados para llegar hasta la ciudad como si nada. Lo saben los
lugareños. Lo saben las autoridades. Todo el mundo sabe.
Es más, mientras los agentes duermen, los chuteros aprovechan las altas horas de la madrugada para
atravesar los retenes, según confesó uno de ellos ante un periodista camuflado
de comprador con cámara escondida. Pero lo insólito, para cualquier ciudadano
de un país civilizado, es que a plena luz del día en varios pueblos se efectúen
ferias de autos chutos, como si de una feria común de productos agrícolas se
tratase. Cada domingo, por ejemplo, a escasas cuadras de la oficina policial de
Ivirgarzama, un pueblo de diez mil habitantes enclavado en la ruta entre
Cochabamba y Santa Cruz, se ha vuelto normal desde hace algunos años la exposición
de vehículos japoneses, muchos todoterrenos lujosos, casi todos indocumentados.
Cientos de motorizados que posan todo el día a la vista de las autoridades, que
son transados en efectivo sin apenas regateo. No hace falta adivinar el origen
de ese dinero cuando estamos hablando del corazón del Chapare, feudo de los
cocaleros, tierra sin ley, al estilo del viejo oeste.
Por si fuera poco, a
pocos metros de la playa de autos confeccionan matrículas falsas de circulación
a pedido por escasos cien dólares. Hasta rosetas de inspección son falsificadas
para circular sin molestia por la región. A lo largo de más de doscientos
kilómetros, la circulación es totalmente libre, incluso para transportistas que
tienen minibuses y taxis ilegales operando en varios pueblos. La misma Aduana
ha denunciado que algunos de esos municipios otorgan salvaconductos, una
especie de legalización de facto, a título de recaudar impuestos a espaldas de
la ley. Hace pocos días el jefe policial de la región fue destituido por
denuncias de extorsión a los dueños de autos sin papeles. Toda la operación tenía
hasta un nombre sugestivo, los vehículos eran “vacunados”, otorgándoles un
número o seña para que en otros sitios no sean pasibles a una segunda
extorsión. Pingüe negocio. El Chapare no solo es paraíso terrenal con selvas y
ríos tropicales, sino también paraíso de narcotraficantes donde danzan los
dólares, y los contrabandistas de autos han hallado el suculento nicho de
mercado, además de refugio seguro para su mercancía. Hace algunas semanas, el
COA (control operativo aduanero) quiso decomisar vehículos en la zona, al poco
rato tuvo que retroceder ante la reacción violenta de los traficantes y demás
pobladores
En 2011, el gobierno
central aprobó un decreto de amnistía que legalizó de sopetón alrededor de cien
mil vehículos, una gran parte de ellos robados en países vecinos. Las mafias
internacionales roban incluso modelos de determinadas marcas, a pedido. En el
exterior saben que nuestro país es el principal basurero de automotores, por lo
que continúan llegando a puertos chilenos contenedores provenientes de Asia,
especialmente Japón, donde sus vehículos son sacados de circulación por
cuestiones ambientales. Que tengan el volante a la derecha es lo de menos, en
cualquier taller de Arica o en la frontera boliviana son rápidamente
reacondicionados. El país, en menos de una década se ha visto inundado de autos
“transformes” que han colapsado las carreteras y ciudades. Tener un coche con
volante original aumenta el precio y hasta da cierto prestigio a su poseedor.
Lo demás suena a pirateado, a objeto trucho, por muy bonito que parezca por
fuera.
Así, con los rumores
de una nueva amnistía circulando en el ambiente, los contrabandistas han
seguido internando mercancía a ritmo lento pero sostenido. El ejemplo de las
ferias ha cundido por todo el territorio. Ya es normal que en varios municipios
la gente compre con toda tranquilidad a pesar de saber que es ilegal, pues
tiene la seguridad de que las autoridades van a volver a torcer el brazo. Estos
días, nos sorprendimos con la llegada de dirigentes de una “Asociación de autos
indocumentados de la zona andina de Cochabamba” que vinieron a exigir una
inmediata legalización de sus “herramientas de trabajo” y amenazar
tranquilamente que no iban a permitir el ingreso de agentes del COA a su feria
dominical recientemente instalada a en plena carretera interdepartamental, a
noventa kilómetros de la ciudad.
Quién diría, que en
la región más empobrecida de Cochabamba, lugar inhóspito de frio extremo,
montañoso y poco favorable a la agricultura, floreciese un mercadillo de autos,
que a pesar de su ilegalidad no son ciertamente baratos, pues se cotizan en
dólares, de cinco mil para arriba. Y verlos en manos de esos campesinos pobres
de toda la vida es un sacudón al sentido común, una estampa surrealista por
poco. Uno los veía con cierta envidia, orgullosamente portando sus vestimentas
típicas, al volante de un sedán Toyota, a la puerta de sus casuchas de paja y
adobe. Cómo prosperaron de la noche a la mañana, se preguntaría cualquier
citadino de clase media. Decía uno, a modo de justificativo ante la televisión:
“por el cambio climático nuestros burros y llamitas se han muerto y no teníamos
en qué sacar nuestros productos, por eso nos hemos comprado estos autitos, de
buena fe”. Y a continuación mostraba
cómo cargaba su costal de papas en el casi lujoso interior de su coche de pasajeros. Aquella postal de los granjeros yanquis
con su destartalada camioneta Ford es lo más cercano a la miseria, por lo visto.
Bueno, apreciado José : en Colombia, en una localidad cercana a mi ciudad, entraron varias excavadoras gigantescas a una zona donde se practica la minería ilegal. Lo curioso es que nadie las vio pasar. La explicación más socorrida de las autoridades es que las llevaron desarmadas y las volvieron a montar en el lugar. La excusa conduce entonces a otra pregunta : ¿Por qué nadie controló el ingreso de las piezas, bastante grandes por lo demás? Justo en ese punto se pierde uno en un laberinto de contradicciones.
ResponderEliminarEso no es nada comparado con lo nuestro, estimado Gustavo. Nuestra aduana permitía todo tipo de irregularidades como el hecho de dejar ingresar camiones de bomberos y otros vehículos especiales, supuestamente de donaciones, con tasas rebajadisimas que luego eran reconvertidos en vehículos de carga o minibuses. Aun más, se seguía importando coches siniestrados de EEUU (camionetas, vagonetas y jeeps) que luego eran chapeados muy bien para venderlos a buen precio. Negocio redondo para los vivillos, con la anuencia y complicidad de los aduaneros. Recién por el escándalo mediático han afirmado que está prohibida la importación de automotores en mal estado, un saludo a la bandera, nada más. A pocas cuadras de mi casa, dos veces a la semana se instala una feria gigantesca de vehículos nacionalizados, donde la gran mayoría son coches suntuosos, nada que ver con la excusa inicial de que solo se permitiría el ingreso “de herramientas de trabajo para que sean accesibles a los pobres” como pregonaban las autoridades.
EliminarLa capacidad de mirar sin ver (sorry, nunca he entendido las sutiles o gruesas diferencias en relación con estas dos acciones supuestamente tan similares) es una virtud cardinal de nuestros funcionarios y protectores. No sabía que tu comarca fuera un mercado atractivo para estos aventureros. Incluso... por qué no sospechar que tu o alguno de tus amigos ha comprado, de buena fe, claro, el auto que me robaron el martes a 2000 km de allí? Me tranquiliza saber que un Citroen 2CV no estaría a la altura...
ResponderEliminarGran capacidad esa de mirar sin ver, mira tú, como ejemplo un alcalde del trópico negó tajantemente que en su pueblo se vendiesen coches ilegales, a pocas cuadras de la alcaldía, en sus narices prácticamente. Eso es norma en varios municipios alejados, y al contrario en las ciudades la policía hostiga todo el tiempo efectuando operativos de control en los que por cualquier minucia te retienen el automotor. Anoche conocí el dato de que solo en el departamento de Cochabamba existen alrededor de quince mil vehículos indocumentados que circulan con toda tranquilidad, y cargan combustible en cualquier gasolinera, a pesar del sistema electrónico de matrículas sin el cual no te pueden vender gasolina, si tu coche no aparece en la base de datos. Sobre lo segundo, puedes dormir tranquilo aquí no llegan coches ingleses, a menos que te hayan robado un Range Rover 4x4, jeje. Un Citroen de ese tipo aquí no hay ni en manos de coleccionistas, eso sí, he visto un descapotable MG, una marca rarísima por estas latitudes.
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