Tanta es nuestra fama de glotones que desde el lejano sur vinieron a homenajearnos |
Son cerca de las doce de la noche cuando comienzo este texto. Por fin ha amainado el molesto tronar de los petardos y fuegos artificiales, esporádicamente se oyen todavía algunos a la distancia. Desde hace más de dos horas, el barrio en que vivo ha sido azotado por una seguidilla de explosiones a color, más estruendo que otra cosa, como todos los artificios chinos. Como acá cerca está una de las subalcaldías, sospeché que era cosa de ellos tal cual acostumbran en cada verbena popular que montan para seguir despilfarrando el dinero de los ciudadanos. Salí a la terraza para tener certeza de dónde se celebraban los acontecimientos: los fogonazos se sucedían en todas partes, cien o doscientos metros a la redonda, tal como evidenciaba la lluvia de estrellitas multicolores.
Es viernes y estamos a dos días de otro
aniversario departamental y, sin embargo, la fiesta ya ha comenzado por lo que
pude deducir, ya que no hay ninguna festividad religiosa a la vista. Mucha
razón tiene un paisano cuando afirma que Bolivia --por lo menos, podemos dar fe
de esta ciudad-- se ha convertido en una jungla de monos festivos y encima
abusivos. Prácticamente no hay fecha cívica,
religiosa, cultural, política, en que no falte la terrible algarabía de los
cohetes. Antes era solo asunto de celebraciones deportivas y sobre todo de
protestas sociales, mayormente de día. Hoy, hasta por los cumpleaños o fiestas
de amigos se hace retumbar el cielo, incluso a medianoche para mayor descaro.
No falta algún padre que celebra los quince años de su hija a ruido de
amplificaciones salpicado con fuegos artificiales para presumir ante la
vecindad que la nena acaba de hacerse mujer, pinche iluso que no se ha enterado
de que algún compañerito de clase quizá ya la ha desflorado. Con o sin motivo, siempre hay algún imbécil
que jode la tranquilidad de la noche, basta que uno encienda la mecha para que
otros tomen la posta como en un efecto dominó. Hay gente que guarda en casa
estos explosivos por pura afición a la espera de cualquier evento, incluso en
la noche de San Juan dejan que sus hijos pequeños sean los encargados de
encenderlos, luego ocurren accidentes con quemaduras o voladura de dedos. Y hay
que verlos lloriquear en la tele por ayuda de sus hijitos. El que con fuego
juega que se atenga a las consecuencias. Puto mundo de pirómanos y
fiestacohetillos.
Este es un retorcido país cuya mayor vocación
es dispararse continuamente al pie. Siempre peleado con la productividad,
cualquier aniversario es motivo de agasajo, fanfarria y desfile a todo trapo.
Desde ayer jueves, empezaron a trastornar la normalidad con la llegada de
bandas de guerra colegiales para el patriótico Concurso Nacional de Bandas que
se efectúa cada año en el estadio, y que como ensayo o preludio, no tienen otra
ocurrencia que apoderarse de alguna avenida para hacer alguna demostración de
su ociosidad artística. A su ritmo cansino, los automovilistas se suman al coro
pegando bocinazos, desatándose otra vez la selva. En eso andan nuestros
chavales, esmerándose por mostrar pierna las chicas y dando lata a todo pulmón
el resto. “Tenemos banda de guerra” anuncia la publicidad de algún colegio como
si fuera el pináculo del prestigio. Así nos gusta fomentar el patrioterismo de
nuestra juventud antes que inculcar amor por los estudios, la ciencia y las
artes. La excelencia académica es cosa de ñoños y ser integrante de la banda es
cool. Con todo orgullo imitamos lo más
frívolo de Yanquilandia pero de manera más burda. Hoy tuve que hacer peripecias
para llegar a casa, porque los colegios de la zona suspendieron sus actividades
y sacaron sus estandartes a la calle. El sábado se viene lo grueso del desfile
escolar con todo el centro de la ciudad paralizado como en una fiesta folclórica
pero con aire marcial. El domingo saldrán a marchar los empleados públicos, los
sindicatos, las asociaciones, los clubes y todo aquel que se sienta feliz de
ser cochabambino, presentando sus respetos al palco oficial donde seguramente
estarán el caudillo y toda su corte parasitaria de adulones. Se traslada el
feriado al día lunes según resolución del laborioso jefe departamental del
Trabajo, para que todos puedan descansar del tremendo sacrificio.
Hace unas horas, en una entrevista televisiva,
el gobernador, con esa candidez de pollito recién salido del cascarón que le
caracteriza, anunciaba pletórico los grandes “regalos para Cochabamba” con
motivo de las fiestas regionales. Aseguraba, entre otras cosas, la construcción
inminente de una fábrica de procesamiento de estevia, con una millonaria inversión. Como para bailar de cabeza, como si el mundo estuviese
urgido de reemplazar su azúcar de toda la vida, encima de que no existe ni
cultivo considerable de esa planta alternativa, si por lo menos prometieran que
es para sustituir las plantaciones de coca yo sería el primero en aplaudir. Nos
vienen con ingenuas industrializaciones como la cacareada exportación de chía,
miel de abeja y otras edulcoradas noticias. ¿Sabían que en Cochabamba se está terminando
de construir una costosísima escuela naval del ejército en una laguna que sólo
en temporada de lluvias llena su capacidad y a veces ni eso? Seguramente harán
sus prácticas a lo Baywatch en
simuladores computarizados, ya que el caudal solo da para practicar remo o para
usar lanchas minúsculas, olvídense de esquí acuático, mucho menos de simulacros
de batallas navales. Como si en el oriente no hubiera suficientes ríos
caudalosos.
Concluyó nuestro ilustre gobernador con la
promesa de ampliación a doble vía de la carretera al
Valle Alto, que no sería tan generosa para los habitantes de esas tierras sino
fuera porque a unos treinta kilómetros de la ciudad se está construyendo la
sede del Parlamento de la Unasur, una fulgurante mega-obra con adornos andinos
que seguramente será la envidia de la Bruselas europea. Otro proyecto megalomaníaco
que llenará su aforo en ocasión de las cumbres, charlas, seminarios y otros
viajes de turismo político a los que son muy afectos los gobernantes y sus
ejércitos de burócratas de la región sudamericana. Como siempre, nuestro país
corre con los gastos gruesos (por lo menos $us 64 millones) porque ni Dilma,
Cristina o el orate de Maduro estarán tan dispuestos a vaciar los bolsillos. Así
quieren que despegue la economía cochabambina después de conocerse que en menos
de diez años ha caído de un segundo lugar al quinto (del total de nueve
departamentos) en cuanto a crecimiento e inversión pública se refiere. Ya ven,
si es como para tirar cohetes.
Apreciado José: creo que, dadas las circunstancias, a usted le calarían muy bien los versos del poeta ruso : " Decidle a mis hermanas Edna y Ariadna/ que yo ya no tengo donde esconderme".
ResponderEliminarJa, hablando de esconderse, a momentos me siento como el perro (un magnífico braco alemán) de mi primo que cada vez que oía petardos en la vecindad solía correr a esconderse debajo de alguna cama u otro rincón, era tan asustadizo el noble animal que no entendíamos su trauma, considerando que era de raza cazadora.
EliminarDa fastidio la manía de ciertas autoridades de hacer ruido para festejar su propia importancia. Y ahora veo que en tu ciudad esto se ha extendido y contagia a la gente decente. Sólo cabe congratularte porque es mero ruido... Todavía no son impuestos!
ResponderEliminarComo bien presupones, antes el estruendo se daba solo en actos inaugurales, verbenas barriales, etc , para darle realce al evento. Con el tiempo se fue ampliando a las procesiones religiosas y fiestas folclóricas, donde no es raro que exista un padrino exclusivo que costee los petardos y fuegos artificiales (estos últimos no son baratos aunque sean chinos), en nombre de la devoción a la “mamita” o cualquier otro santo. Ahora cualquier bellaco se cree que haciendo tronar el cielo con su lluvia de colores y con su fiesta a todo volumen, el resto de la vecindad se estará muriendo de la envidia.
EliminarAlgo cruel la 1ra. foto, José. Pues canibalismo aparte, el cerdo a la cruz es un manjar d manjares q cultivé en mis años d petrolero.. Claro q a los pocos meses, estuve obligado a expiar los pecados en el gimnasio d la planta. Mas aquí (lejos d esos chefs verdaderamente chaqueños y normadamente limpios), las condiciones absolutamente insalubres en las q se dan estos "festivales", me salvan d aquella antigua tentación: Comer entre apestosas multitudes, a la intemperie y en platos d plástico es d lo mas indigno y asqueroso q puede haber. Hasta el comer es un acto d estética.
ResponderEliminarPor otro lado, es evidente en el tenor d tu texto cuan sonoros y "alegres" fueron los festejos d tu vecindario.. Se entienden a plenitud todos los putazos. Indigna no tener autoridad q norme toda esa contaminación acústica y peor aún: indigna sufrir las explosiones d esos fuegos q ya hasta suenan a verdaderas bombas. No hay autoridad real a quien acudir pa quejarse; d la policia ni hablemos. Lo dices clarísimo: con o sin motivo, siempre hay un imbécil q jode la calma y a la hora q se le venga en gana.. El país es sin dudas una jungla d abusivos como festivos primates dinamiteros, pirujitas quinceañeras y tb monitos escolares en banda. Pero mira: d entre todos los monos, brillan especialmente en mi vecindario los pazucos. Gente inmunda cuyos "sonados" festejos tngo q sufrir casi cada dos semanas, con estruendosa banda, con mini entrada, con bombazos y.. siempre, con una música del orto. Con crispines así, religiosamente alcohólicos y ruidosos, las ráfagas d alto calibre hasta las imagino redentoras. Eso sí q sería hacer gestión en Salud Pública. Mas devolver tan hermosas gentilezas, solo son sueños, lamentablemente.
Entre otras cosillas, pal colmo, vi en estos ultra-cochalas días al siempre generoso cocalero regalando -alegremente- más d nuestros dineros a ese infame club d aurora (lo siento José, sé bien q le traes simpatías a ese club), pero vamos..bien miradas las cosas, ni ese ni cualquier otro club d apestoso futbol boliviano o mundial, sirve en realidad pa un carajo q no sea aglutinar multitud d energúmenos, albergar a mafiosos negociados y volver dioses a simples monos, a vulgares analfabetos. Pero claro.. más pan y circo pa la chusma obsecuente tuvimos en alalay: Las ratas d los pavisic (q con el deporte lucran felices como gordas perdices), lamían tb ellos las nalgas al generoso cocalero.
Días del asco..No hay remedio para este pobre país.. Don Esteban Arce, ciertamente no pararía de retorcerse en su tumba si viera todo esto; si viera a los "notables" d hoy: la absoluta mierda por la q él -como otros- sacrificó esposa, familia y vida. Ni pizca d esa estirpe d corajudos rebeldes en los "notables" cochabambinos d hoy.
Se equivocaron d objetivos hace dos siglos esos valientes al repartir disparos y sablazos, pues se salvaron como siempre solo las ratas. Nos quedan los putazos, mi estimado amigo, y desconsolados por cierto. Abrazos.
Ja, lo de cruel lo dirás porque el cartel te provoca evocaciones pavlovianas, supongo. Comparto el gusto por el chanchito bien horneado (no he probado todavía a la cruz). Si ya con un costillar de vaca asado lentamente al sable que prepara el papá de un amigo me chupo hasta el hueso, me imagino que la del puerco será una delicia. Cuando veo a esos auténticos chaqueños, en la tele, preparando algún asado me muero de la envidia, ahí al aire libre entre árboles y mates, con chacareras, cuecas al son del violín, etc, es sumamente entrañable. Una manifestación cultural que se respeta. Pero, como bien apuntas, cuando vienen acá al valle, en tropa vienen a asentarse en cualquier parque, y con el polvo de ingrediente, se ponen asar decenas o cientos de bichos, sabedores de que los cochalas comen en cualquier parte con tal de que sea abundante. Puro negocio como la grasosa feria del pescado o cualquier otra comilona masiva.
EliminarHablando de sonados festejos, esta mañana vi en Bolivision una escena de lo más surrealista: ayer a media tarde, en plena plaza Garita de Lima de La Paz, unos fraternos o asociación de comerciantes se pusieron a bailar morenada (sin trajes), ahí con sus botellas de cerveza en la mano, al ritmo de su banda de músicos a todo pulmón. La escena no sería nada extraña, tal como estamos acostumbrados al festejo sin ton ni son. Pero carajo, la serenata la daban con las trompetas y tubas apuntando a un hospital público, frontalmente a unos 15 metros al otro lado de la calle. Ni asomo de policías o autoridad alguna. Al parecer, estos monos festivos estaban aplicando “musicoterapia” a los pobres enfermos. Para rematar, los del hospital estarán acostumbrados porque nadie salió a reclamar.
Ps. He visto el “ofrecimiento total, a su disposición” (o sea comprometer a todo el club por unos dolarachos) que el tal Pavisic le brindó al caudillo para que haga uso de las instalaciones del Aurora cuando se le antoje. Repulsivo asunto que bien mirado es hasta un delito porque se está desembolsado dinero público en un club privado. Los otros clubes también podrían reclamar su parte con todo derecho. Menos mal que no soy ningún fanático, le tengo cariño a los colores y nada más. Un abrazo.