“¿Quiere ser feliz? Hágase sacerdote, bombero o fisioterapeuta”, rezaba el titular de una nota de acuerdo a un estudio realizado en EEUU y publicado en El País de España. Encabezaba el ranking de profesiones más felices, el de portador de la sotana. No me extraña, hace años sospechaba que ser cura era de lo mejor en la vida terrenal. Salvo algunos franciscanos, no es frecuente hallar párrocos de porte delgado. Privilegios como una buena mesa, vehículos a disposición para labores pastorales o la posibilidad de viajes a Roma o Tierra Santa, hacen sin duda una de las profesiones más envidiables, si no fuera por el asunto de la castidad, los seminarios estarían llenos de postulantes.
Y todo por un par de rezos. Como refleja el estudio, son felices porque “su tarea implica ayudar a la gente”, a pesar de la inexistente o baja remuneración. Con todo pagado, hasta yo tendría la obligación de ser feliz. Ahora entiendo eso de rezar tres padrenuestros y tres avemarías como penitencia para volver a empezar, tal como se nos enseñaba de niños. De paso el prestigio enorme de aconsejar a la gente y oír sus pecadillos. Y más importante todavía, acostarse todas las noches sin el fantasma del despido que atosiga al resto de los mortales. Por la gracia de Dios, trabajo para toda la vida.
Lo que me sorprende es que ningún deportista profesional salga entre los más felices. Que te paguen -y bien-por lo que más te guste hacer en la vida no tiene precio. Salvo Christian Vieri, quien declaró que si le pagasen lo mismo se hubiera dedicado al criquet, no conozco futbolista que se haya quejado de jugar por obligación. Todos en algún momento- por lo menos yo-hemos deseado ser futbolistas profesionales. Si el destino hubiera sido magnánimo dotándonos de talento, la felicidad quizás se reduciría a un par de pelotazos.
Entretanto, entusiastas como somos, si hay que pagar por un momento de felicidad como es corretear sesenta minutos o más tras un balón rodando sobre el césped, pues lo hacemos. Eso sí, jugar en una cancha de tierra, a mi edad ya no me motiva, ni aunque me paguen o a menos que vuelva a la infancia.
Así como estamos, así como nos trata la vida, para mí, felicidad se resume a efímeros caprichos como escuchar “Alice” de Tom Waits, con la sensación de que retorna el inefable Louis Armstrong. Sentir en el ambiente un ligero aroma a cilantro cuando el paladar se prepara para degustar tacos mexicanos. Sentir en la garganta un chorro de té helado después de un partido de fútbol a pleno sol, o alguna noche ver aparecer en escena a Rita Hayworth pronunciando su inmortal “¿quién, yo?” mientras sacude su larga cabellera.
Para algunos profetas del amor y ramas anexas, la felicidad se reduce a mantras o a diez pasos que hay que seguir como receta. La sabiduría popular la reduce a un simple consejo: “a vivir que son días”. Yo voto por reducirla a una canción como hace el infatigable Vinicius de Moraes: Tristeza năo tem fim/Felicidade sim/A felicidade é como uma pluma/Que o vento vai levando pelo ar/Voa tăo leve/Mas tem a vida breve/Precisa que haja vento sem parar.
Apreciado José. Basta con revisar los títulos de la llamada literatura de auto superación. Casi todos empiezan con la palabra como : Como ganar amigos, como ser feliz en pareja, como volverse millonario. Es decir, fórmulas para algo que, como la vida con su carácter impredecible, no tiene fórmula.
ResponderEliminarNo sé cuántos deportistas profesionales son felices, seguramente muchos, pero conviene detenerse en que esta gente tiene la obligación de ganar, de sobreponerse a la adversidad… algo que termina por consumir gran parte de la felicidad que supuestamente les da el hecho de hacer algo que les gusta y encima ganar dinero con ello. El caso del suicidio de Gary Speed, el exitoso y muy admirado ex futbolista, entrenador del seleccionado de Gales, viene a cuento. Pero, por supuesto, es más difícil todavía tener la obligación de hacer las cosas bien, de sobreponerse a la adversidad… y ganar muy poco o nada al mismo tiempo. Como bien dices, lúcido José, tristeza não tem fim/felicidade sim.
ResponderEliminarAmigo Gustavo, hoy, la literatura de cómo conseguir el exito y la felicidad esta tan plenamente aceptado, que nunca falta alguien (con buenas intenciones, claro) que nos obsequie algunas de estas fórmulas impresas. Alguna vez, me regalaron un librejo que titulaba algo asi como "chocolate caliente para el alma" que era una traduccion dulzona de un titulo original, creo que "chicken soup for the soul", que no era mas que un compendio de supuestas historias exitosas de gente mas o menos conocida. Mirando la contratapa, eran tan originales como para extender el exito, publicando otros titulos adicionales como "mas sopa caliente para el alma", etc. Despues de leer algunas partes y entender la intencion, aplicarles el fósforo me hacia muy feliz, y no es broma, jeje.
ResponderEliminarEstimado Lalo, ingenuo como soy a veces, caigo en la simplicidad de medir la felicidad con el exito remunerado. A veces olvidamos que los deportistas de elite, son presos de la fama, que independientemente de las grandes sumas que ganen, en el fondo son gente muy insegura y vulnerable, que a poco de perder vigencia o caer en su rendimiento pronto ya no valen nada para la opinion pública. En todo caso, no pretendia exigir felicidad a nadie, sino mas bien usar el ejemplo de los deportistas como un recurso retórico y aparentemente paradójico.
ResponderEliminarsi aveces los famosos no son tan felices que digamos, siempre estan al frente del cañon con la prensa, no tienen vida privada, y creo que eso es molesto para cualquiera, la felicidad no es el dinero, hay que tenerlo pero moderadamente, aunque la fama y la riqueza son dos cosas diferentes, pero la mayoria de los famosos tienen arta plata, pero no son felices, simplemente hay que buscar el equilibrio
ResponderEliminarla felicidad primero, una carrera puede darte la felicidad si consigues como explotarla, el trabajo es muy competido, pero si haces todo con amor y buen humos, todo te resulta.
ResponderEliminarEstimados Millonario y Plot, ese equilibrio del entre lo material y lo espiritual, es precisamente lo mas dificil de alcanzar, complejos y caprichosos como somos los humanos. La fama tiene su precio, es un efecto colateral,no les queda otra que sobrellevarlo.
ResponderEliminarfelicità: stare stesi su una barca di legno, in un lago circondato da foreste ( masury) sotto un sole delicato,
ResponderEliminar(con un libro accanto)