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Decíamos en artículos anteriores que los bolivianos vivimos en una joda permanente, aunque se caiga el cielo o el infortunio se cebe con otros sectores. Eso de que somos un país de pobres, es una verdad a medias.
Es perfectamente normal -egoístas y mezquinos como somos- que mientras la desgracia ajena no nos toque de cerca, continuemos con nuestras actividades planeadas, incluida el jolgorio. Todo el mundo tiene derecho a divertirse, dirán. Cierto, aunque a veces el sentido común puede ser un grave defecto por estos lares.
Como parte de las manifestaciones culturales de amplios sectores de la población (especialmente comerciantes y transportistas), la tradición dicta conformar fraternidades folclóricas. Apadrinar una fiesta masiva puede ser el más alto reconocimiento social para algunos individuos o puede ser la escalera para trepar a las altas esferas del poder (ser elegido máximo dirigente o diputado por ejemplo).
En esos correteos estaba, el domingo pasado, una asociación de transportistas pesados (por sus camiones, claro), dividida en dos bandos que rivalizaban por generar el mayor ruido posible con sus bandas de música y cohetes. Quien meta también más cajas de cerveza a la fiesta es de un prestigio enorme (Es costumbre igualmente, que en muchas bodas se regalen fardos y fardos de la bebida espumosa, que al final rebasan las ansias alcohólicas de los invitados y días después, los flamantes esposos hacen el primer “negocito” de su vida marital).
Corría la cerveza, subían los decibeles, tronaban los petardos, la noche se avecinaba en un barrio fabril de La Paz. Ahí, a decenas de metros del acontecimiento se iniciaba un incendio en unos grandes almacenes. A pesar del humo y el fuego que empezaba a crecer, la fiesta continuó contra todo pronóstico (los videos aficionados filmados desde una colina cercana son muy evidentes). No les importó a los parroquianos moverse en lo absoluto para acudir en auxilio, y eso que eran las mismas instalaciones: una ex fábrica textil, a cuya administración no se le ocurrió otra cosa que alquilar los enormes tinglados para el depósito de mercaderías, entre tanto en la parte delantera alquilaba espacios para grandes festejos los fines de semana, y por supuesto, sin reunir las condiciones de seguridad mínimas. Hoy después del siniestro, las autoridades (in)competentes asoman frescos ante las cámaras de televisión, diciendo que se está investigando y revisando la documentación.
Las diversas hipótesis que se barajan como causantes del incendio, dan casi por seguro que no se debió a un corto circuito, lo apoya el hecho de que los depósitos no tenían instalaciones eléctricas (los comerciantes sólo podían acudir a los almacenes en horas diurnas) y crece la sospecha de que fue provocado por uno de los petardos de la fiesta. Pocas horas después, el fuego lo consumió todo, a pesar de los inútiles esfuerzos de los bomberos. Mira que es grande la mezquindad humana, esa misma gente embrutecida por el alcohol se mostró hostil a la policía, obstaculizando en todo momento la labor de rescate con la negativa de abandonar el sitio y estorbando con sus vehículos las entradas para la llegada de camiones cisterna.
Fue penoso y vergonzante ver a los rescatistas operando con un pequeño camión de agua antidisturbios, y a los bomberos mal equipados, operar con mangueras en pésimo estado. Toda una ciudad de más de un millón de habitantes no tiene un cuerpo de bomberos digno. Para más desesperación de los comerciantes afectados, el fuego recrudeció por la quema de fuegos pirotécnicos almacenados en uno de los depósitos. Computadoras, electrodomésticos, plásticos, textiles, etc., fueron pasto de las llamas, incluyendo cinco vehículos carbonizados.
Cientos de comerciantes damnificados y más de diez millones de dólares en pérdidas, hoy, todos se preguntan quién tiene la responsabilidad. Una cosa es segura, como todo en este país se hace a la ligera, nadie contrató ningún seguro, salvo la antigua corte electoral que perdió equipo del padrón biométrico. ¡Cómo pues, le metemos nomás! ¿seguros?, ¡eso es tirar la plata!
Mi estimado José.Desde hace años se realizan en Colombia- supongo que copiadas de otras partes- unas curiosas encuestas en las que se mide el grado de felicidad de la gente. No tengo idea sobre los aparatos de medición utilizados y menos sobre los criterios a tener en cuenta. Lo único cierto es que, invariablemente, los colombianos resultamos ser "el pueblo más feliz de la tierra". Dado el panorama que nos rodea y de los informes que nos ubican como el tercer país más inequitativo del planeta, superado solo por Haití y por un hambriento territorio africano, me asalta la sospecha de que reeplazando el vocablo felicidad por el más certero de alienación, podríamos acercarnos a la comprensión del asunto.
ResponderEliminarCito el caso porque se parece mucho al abordado por usted. Debe ser por eso que la retórica al uso nos llama " países hermanos".
Mi apreciado Jose, por lo menos en el caso que describes los bomberos y la policia trataron de cumplir con su deber. Si te sirve de consuelo, te cuento un caso reciente en Gran Bretana: una mujer se cae en un hoyo (no se exactamente de que tipo, pero estaba a varios metros de la superficie)y espera confiada el auxilio porque la situacion no parece desesperada. Los abnegados servidores publicos arriban y constatan que con relativa facilidad podran rescatar a la accidentada, pero interviene un superior, que invoca los reglamentos de seguridad, ya que falta no se que equipo obligatorio, o recomendable (vaya uno a saber), y les prohibe iniciar el rescate. El asunto se extiende por horas, y cuando finalmente la mujer llega a la superficie, esta muerta. Asi que se cumplio con las normas de seguridad, pero se perdio a la accidentada. ?Cual es el caso mas grotesco, el tuyo o el mio?
ResponderEliminarCiertamente, amigo Gustavo, aqui somos tan "felices" como los colombianos, y mucho mas cuando el presidente Morales anunció recientemente que en Bolivia, existe un millon menos de pobres desde que él subió al poder. Pero cada vez que se elabora un nuevo estudio internacional sobre el desarrollo humano, social, o economico, siempre salimos en los ultimos lugares de America, por arriba de Haiti, y cómo no, ¡eso siempre nos consuela!.
ResponderEliminarLo que me cuentas estimado Lalo, lo he oido alguna vez, con otros casos chocantes que se producen en el primer mundo, con ese celo excesivo de las autoridades a los reglamentos y procedimientos, ahi estan algunas leyes absurdas que todavian siguen vigentes en muchos estados de USA. Como bien apuntas, aca los bomberos son la gente mas respetada de la policia (no tenemos bomberos voluntarios) que una y otra vez se las apañan con sus equpamientos insuficientes y jugandose la vida en todo momento. Pero a diferencia de otras partes, lo grotesco es frecuente y parte consustancial de esa cultura "folclorica" que tanto nos caracteriza.
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