A raíz del último encuentro de la CELAC (otras
siglas más para añadir a la salsa de organismos regionales intrascendentes que
solo dan trabajo a burócratas) realizado en Santiago de Chile, el gobierno
aprovechó para efectuar su enésimo reclamo respecto a la mediterraneidad de Bolivia.
No cayó bien al presidente Piñera que, en su propia casa, los bolivianos le
recordaran el tema marítimo a través de su mandatario devenido en guerrero del
arcoíris. Y con invitados nada menos, que algunos pusieron cara de
circunstancia mientras pensaban en la cena que los anfitriones les tenían
preparada. Otros se armaban de paciencia para aguantar los discursos. Los demás
(pocos) se acomodaban como mejor podían en sus sillones mullidos para escuchar
con interés los alegatos de los contendientes, transformados en gallitos de
pelea, listos para intercambiar picotazos verbales.
Arrancó Evo con su exposición, haciendo
hincapié en el incumplimiento del Tratado de 1904 por parte de Chile, lo cual
es una verdad histórica más grande que el océano Pacífico, aunque el estado
chileno lo niegue todo el tiempo, independientemente de sus gobiernos de turno.
En mantener siempre una estrategia definida con respecto al tema, en el país
transandino son consecuentes y disciplinados. Aquí cada gobierno va dando
tumbos, empezando por cambiar a los diplomáticos por gente improvisada. Por
citar un ejemplo, en Bolivia de los más de 120 empleados diplomáticos, ni 30
son de carrera. Basta con ser pariente
de un ministro o un candidato perdedor de unas elecciones para encontrar hueco
o consuelo en una delegación del extranjero, aunque no se conozca ni una pizca
del idioma del país de acogida.
Apenas terminó nuestro mandatario su discurso
de manual, Piñera le respondió con el tono enérgico y prepotente que le
caracteriza -bien conocido por sus conciudadanos-, recalcando que los tratados
internacionales están para cumplirse y de que la integridad del territorio chileno
no se negocia. Vamos, la misma cantinela de siempre. Aunque posteriormente reconoció
que los tratados son “perfeccionables",
hecho que dio alas a la delegación boliviana, retornando luego al país con el
cuento de que habíamos triunfado por todo lo alto. A mí, me quedó la impresión
de que la declaración del presidente chileno fue una táctica para hurtar el
cuerpo o un lapsus a los que está acostumbrado, como natural es de nuestro
mandatario, quien antes de partir a la susodicha cumbre, pidió permiso para
“partir a Santiago, Perú”. Con una
popularidad por los suelos y ante la proximidad de elecciones nacionales,
Piñera hizo lo que cualquier gobernante haría para lavar su imagen: recurrir al
discurso patriotero.
Tanto es el aire de triunfo de Evo Morales
(hasta un expresidente zalamero alabó su retórica victimista) que ahora no me
explico por qué, en un reciente discurso, se despachó la buena
nueva de que no vamos a utilizar los puertos chilenos para exportar nuestros
productos. Viejo argumento demagógico que venimos soportando desde los tiempos
del abuelo de mi abuelo. Todos los años, cada 23 de marzo sacamos a desfilar a
nuestra muchachada, mientras entonamos himnos al mar y gritamos consignas
contra los usurpadores. “Ni una molécula de gas a Chile” fue el lema resonante
de un referéndum efectuado hace una década. Al contrario, los chilenos, felices
compran nuestro gas a través de Argentina, y a su vez, hacemos felices a los
argentinos que cobran por intermediar. No podíamos ser más incautos.
Así que, no nos vengan con milongas
patrióticas cada vez que se habla del mar y de la agresión chilena, mientras
impúdicamente seguimos consumiendo productos chilenos como las manzanas y uvas
que han colmado los mercados nacionales. Ropa, zapatos, conservas, vinos,
caramelos, material de escritorio, así hasta el infinito. ¿Y dónde queda el
“Muera Chile”, mientras cotidianamente les seguimos comprando todo lo que nos
metan por la frontera?
Decir que vamos a exportar por puertos
peruanos, y otra parte por el oriente, utilizando la salida por el rio Paraguay
rumbo al Atlántico, vengo escuchando desde que era un chaval. Quiero verlo.
Quiero ver a Evo Morales convencer a sus paisanos orureños -además de los
potosinos-, que ya no deben comerciar con los vecinos chilenos. Se cierran los
caminos recién asfaltados hacia la frontera. Ni un clavo por Chile. Entretanto,
embobados sigamos aplaudiendo a nuestro paladín de la dignidad repentina.
Discursos y más discursos no sacian el estómago. La realidad dice otra cosa,
expresa contundentemente que el árido departamento de Oruro, aparte del Carnaval y la minería, sólo tiene el comercio fronterizo para dar trabajo a sus
habitantes.
En la guinda del pastel demagógico, el
gobierno nos presentó a un nuevo héroe disparatado, un mapochino desubicado que
exigió la ciudadana boliviana, dizque indignado con el gobierno chileno. Y
nosotros dándole cobertura mediática como si fuera un guerrero del mar… ¿Por
qué no lo condecoramos también?
Apreciado José: vistas así las cosas, es bastante probable que los intermediarios argentinos en el negocio del gas estén bastante interesados en azuzar las diferencias seculares entre chilenos y bolivianos. Al fin y al cabo así han funcionado siempre los negocios. En esa idea se basaba la ética de Don Corleone, en la saga novelística de Mario Puzo.
ResponderEliminarEn el otro frente , recuerde usted que la bandera del nacionalismo ha sido siempre un recurso apetecido por los gobernantes con dificultades de popularidad y credibilidad. De modo que el plato está servido.
Es cierto que las diferencias con Chile parecen irreconciliables, estimado Gustavo, porque son de larga data. Sin embargo, las relaciones chilenas con los otros vecinos tampoco van bien. Dentro de poco se conocerá el fallo del tribunal de la Haya acerca de la disputa chileno-peruana por límites marítimos y todo parece que será favorable a Perú. Naturalmente el gobierno chileno se ha puesto a la defensiva y acaba de anunciar que si el fallo le es desfavorable, complicará más la posible salida de Bolivia al mar. Por otra parte, las relaciones con Argentina tampoco están muy saludables considerando el apoyo que dio el régimen chileno a Inglaterra durante la Guerra de las Malvinas. Para añadir más picante a la salsa, hace pocos días se publicó en Youtube un video de la armada chilena donde se escucha a cadetes cantando el estribillo de “argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré”. Naturalmente, en Bolivia la indignación subió como la espuma, oficialistas y opositores se pusieron de acuerdo para protestar enérgicamente, pidiendo explicaciones al gobierno chileno. Como usted dice, el plato está servido. Eso sí, las relaciones comerciales, siguen como si nada, no he oído decir a nadie “boicot a los productos chilenos”.
ResponderEliminarEste reclamo histórico de Bolivia siempre me ha parecido semejante al de Argentina en relación con las Malvinas. En ambos casos hay un pataleo que no significa mucho, porque tal como están las cosas Santiago y Londres seguirán durmiendo en paz, sabiendo que nada los puede perjudicar. Lo que realmente significaría un cambio, más allá de los pequeños pasos diplomáticos que se pueda dar en foros internacionales, es un desarrollo firme del potencial nacional, para que Chile y Gran Bretaña encuentren atractivo, en el futuro, el otorgamiento de concesiones a una Bolivia grande y a una Argentina poderosa. Las relaciones internacionales tienen que ver con el peso específico de los actores: si eres liviano, no te consideran; si pesas como una mole de ladrillos, te tienen en cuenta. Hay que trabajar, en vez de llorar.
ResponderEliminarCuánto sentido común refleja tu comentario, estimado Lalo. Si fueras boliviano y tuvieras una columna de opinión en cualquier diario nacional, al rato serías catalogado de antipatriota o de tener simpatías por Chile, al extremo de lloverte palos por supuesta traición. No hay periodistas o líderes de opinión con una posición crítica o autorreflexiva, todos incurren en la monolítica posición victimista. Casi nadie propone soluciones pragmáticas al asunto. Los gobiernos de turno, y sobre todo el de Evo Morales, insisten en lloriquear en todo foro internacional buscando la lástima de los otros países. ¡Y claro, aquí aplaudimos por lo firme que se muestra nuestro presidente! En esas estamos, como un niño que patalea exigiendo que le den su paleta. Ilusos somos cuando creemos que Chile nos va devolver las costas sin conceder nada a cambio, y aun así, nos concedería un enclave o una lengua delgada de territorio entre la frontera con Perú y ellos, porque está claro que bajo ninguna circunstancia dividirán su país en dos. Y de tener una playa en el Pacifico, sería una playa rocosa sin más valor que de tener un sitio para sacarse la foto. Como bien dices, hay que ponerse a trabajar, empezando por afectar al comercio bilateral, pues no es ningún secreto que tanto Arica como Iquique y en menor medida Antofagasta, son ciudades que viven casi enteramente del comercio boliviano. Si de verdad quieren dar un mensaje de peso a Chile, que nuestros exportadores desvíen sus envíos a puertos del sur peruano (en los años 90, Perú ya nos brindó una exclusividad en el puerto de Ilo y no lo aprovechamos) pero en serio, no en discurso que ya cansa.
ResponderEliminar