Foto: El Dia |
La ciudad de Santa Cruz de la Sierra (todavía
quedan algunos ingenuos viajeros del exterior que llegan muy abrigados creyendo
que es otra ciudad montañosa del “país del altiplano” y se desengañan viendo
palmeras y ni un cerro a la vista) es la segunda ciudad boliviana en extensión
y la mayor de la región oriental. Hoy, convertida en un polo de desarrollo
agroindustrial, es el principal destino de la migración interna. Una tierra de
promisión, de esperanza y futuro para miles de bolivianos. Como locomotora de
la economía boliviana, no sólo alimenta al país, sino que exporta toda suerte
de productos no tradicionales como la producción de modelos que la han convertido
en una pequeña Venezuela, una fábrica de reinas de belleza.
Pero la prosperidad económica acarrea también
su lado oscuro. El dinamismo del comercio y la industria mueve mucho dinero y,
por cierto, atrae las miradas de los hombres de negocios, incluyendo el hampa.
Así como las principales fábricas se han instalado en esa región, también lo ha
hecho la boyante industria del narcotráfico y sus actividades relacionadas. La
Santa Cruz plácida y segura, de hamaca y carretón se ha transformado súbitamente
en una ciudad de edificios, coches lujosos y calles descontroladas. Un tiempo
atrás, los asesinatos por encargo eran cosa rara y al amparo de la noche. Hoy,
los pistoletazos a plena luz del día son cada vez más frecuentes y los
criminales cada vez más avezados. Meter plomo a sangre fría antes era casi impensable,
ahora impera el “método colombiano”: un tipo que se baja de una motocicleta y
le vacía el cargador a un señalado, sin asco, a la vista de todos.
Eso fue lo que vimos hace una semana atrás (cámaras
de seguridad mediante), cuando un individuo huía desesperado, trastabillando
entre varios automóviles estacionados. Que una mujer le haya negado auxilio
cerrándole las puertas de su coche, me hizo recordar a la circunstancia de un
personaje de García Márquez a quien los vecinos le cerraban sus puertas cuando escapaba
de sus perseguidores. El hombre indefenso, un comerciante maderero de mediana
edad, presa del pánico ni siquiera podía correr ante lo que se acercaba como
una sombra, porque las cámaras no lo registraban todavía. Unos segundos
después, el sicario, un hombre alto y esbelto, aparece de espaldas como un
pistolero del viejo oeste con el arma empuñada. Se acerca tranquilamente a la
víctima que parece gatear en el suelo, quizás por alguna herida. El matón hace
el ademán de rematar a quemarropa pero parece que el arma se le traba, por lo
que a continuación se ensaña con la víctima propinándole unas patadas en el
estómago. Luego, el infortunado, a duras
penas logra atravesar la calle casi arrastrándose, llegando al bordillo de la
acera. Ahí mismo, de gatas, se desploma seco por un tiro de gracia en la
cabeza. El asesino tiene hasta la tranquilidad suficiente para regresar a
recoger un documento o panel que se le había caído metros más atrás. A continuación, se
va caminando como si nada.
Este hecho de sangre, a media mañana, muy
cerca del centro de la ciudad, conmovió hasta los cimientos de la sociedad
cruceña. “Fue por narcotráfico o ajuste de cuentas” señalaban las voces más
rápidas que un gatillo para anticiparse a las investigaciones. El ministro de Gobierno,
de inmediato se trasladó desde La Paz para encargarse personalmente del asunto,
encomendando a los policías que lo quería vivo o muerto al sicario. Menos de
tres días después, presentaron a un sospechoso de nacionalidad brasileña que había
estado preso por otro crimen. Entre agentes encapuchados, el individuo, muy
indignado, le espetó al ministro que él no había cometido el asesinato. Hechas
las comparaciones con el video respectivo, las autoridades, aparentemente se dieron
cuenta de que no coincidían los rasgos, aparte de que el brasileño era de menor
estatura que el sospechoso de la imagen. Tampoco los tres testigos oculares del
hecho reconocieron al capturado como el autor. Aún más, el abogado del acusado
defiende que éste estaba en un Juzgado firmando un documento de control (por
haber sido excarcelado en fecha reciente) a la misma hora que se cometió el
crimen. Por falta de pruebas
incriminatorias, una juez no tuvo otro remedio que declararlo libre. Pero,
curiosamente, al poco rato, lo volvieron a acusar de un supuesto delito para no
dejarlo salir. Todo parece que querían remediar una chapuza con otra chapuza.
Así suceden las cosas en este novelístico
país. Primero se detiene a los supuestos criminales, con mucha pompa y ruido
mediático, para luego investigarlos a fondo. Se criminaliza a todo el mundo
tomando como base la sospecha o indicios insuficientes, lo que habla mucho del
profesionalismo de nuestros policías, jueces y fiscales. Todo al revés, a
cualquier detenido le toca defender su inocencia, entre rejas, antes que le
hayan probado su culpabilidad, y eso que la legislación boliviana establece que
todos somos inocentes hasta que se nos pruebe lo contrario.
Entretanto, no se me borra de la mente el
golpe seco que no he oído de esa cabeza desplomándose de cara sobre el
pavimento.
Al parecer, la buena impresión inicial de presentar a un "culpable" es más poderosa y permanente que la posterior de la chapuza... O eso creen los poderosos. Ay... no nos reconocemos todos en el caso que cuentas?
ResponderEliminarApreciado José. Como la justicia y la información devinieron formas del espectáculo, exhibir "resultados" se volvió más importante que el cumplimiento mismo del concepto de justicia. De allí la inusitada y tantas veces arbitraria respuesta de las autoridades: al fin y al cabo actúan para las cámaras. No por azar llegan armadas con ellas a todas partes.
ResponderEliminarExactamente, amigo Lalo, nuestro ministro y sus "investigadores" de la Policia se llevaron el rídículo mas grande de los últimos tiempos al mostrarnos a un falso culpable. Recien, hoy miércoles de madrugada, afirmaron que capturaron al "verdadero supuesto asesino" de nacionalidad boliviana, tal como decian los testigos oculares del crimen que habían oido hablar al pistolero sin acento alguno, mucho menos en portugués. Un dato tan elemental que ignoraron los chapuceros que fungen de investigadores. O tal vez lo hicieron a propósito creyendo que la gente es idiota.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con su apreciación, estimado Gustavo. El gobierno de Evo Morales está desesperado por demostrar que combate al crimen organizado. Desgraciadamente, Santa Cruz se ha convertido en un paraíso para las mafias de narcotraficantes, incluso se sabe que carteles colombianos y brasileños operan a su antojo por la permisividad del Estado y por la escasa preparación (ingenuidad) de la policía. ¿Qué otra cosa se puede esperar si la DEA ha sido expulsada del país? Ahora, tienen hasta el descaro de asegurar que obtienen mejores resultados en el control del narcotráfico, cuando la realidad muestra contundentemente que hay pueblos y comunidades donde la policía no tiene pisada.
ResponderEliminarjosè carissimo, si vede che non vedi mai il telegiornale di Napoli....
ResponderEliminarfiore
Bernard Lavilliers & Abd Al Malik - Les mains d'or (Live @ Champs Elysées)
ResponderEliminarfa-vo-lo-so
fiore