Luego, Mr. Hyde me dirá si mi desayuno es equilibrado y saludable |
Los domingos son un día especial para mí. ¿Acaso no dicen que es el Día del Señor?... pues eso, siempre procuro darme trato de gran señor, por lo menos empezando la jornada.
Es indispensable que salga el sol, que se ilumine
la mañana con las primeras llamaradas de su energía inagotable. A recargar
pilas es el mandamiento inapelable, luego de una noche quizá entregada a la
bohemia, a una sesión cinéfila hasta muy tarde (créanme, aguantar algunas
películas enrevesadas por su toque filosófico tiene su componente agotador) o,
como en mi caso, horas y horas pegado a la pantalla del computador porque
resulta que generalmente los sábados algún vecino imbécil estropea mis planes
de dormir con su fiestecita a todo volumen. Pasa en todas partes hasta en los
barrios más residenciales.
Mientras el domingo, casi todo el mundo duerme
la mona o sigue durmiendo por puro perezoso placer, yo me levanto esperanzado
con los primeros rayos. Esa tranquilidad que subyace en el ambiente es el mejor
aliciente para comenzar bien el día. No entiendo a la gente que sigue en el
dormitorio con las cortinas bien cerradas hasta bien entrada la mañana,
perdiéndose horas preciosas. Desayunar tarde para mí no tiene gracia ni ningún
componente placentero, a menos que la culpa de ese retraso se deba a la
compañía de una bella dama.
Como no abundan las bellas compañías, toca
nomás entregarse al placer de una buena mesa. Es indispensable comenzar el rito
por un buen aseo personal. Me enferma ver a una mujer con ruleros, con
redecilla en la cabeza o con las greñas desordenadas y la bata puesta
preparando un desayuno. El día que me case y vea a mi mujer con esta pinta le
pido el divorcio al instante, aunque luego me corra a sartenazos. El amor como
la comida me entra primero por los ojos. No estoy diciendo que me convertiré en
un solemne jefe de familia esperando que le sirvan. Manos tengo y nunca me hice
problema de ser autosuficiente. Además, siempre será un placer para mí preparar
el desayuno para una fémina que me quite el sueño, mientras ella reposa todavía
sus delicados huesos en el lecho, esperando que el olor del café destilando o
de unas tostadas me la despierte. Y si ella no supiese apreciar mínimamente el
detalle, ¡patadita en el culo y fuera de mi vida! La vida es una colección de
pequeños detalles que hacen la pena vivirla. Y sufrirla.
Con todo, estos pequeños placeres no son
gratis ni tan sencillos. Un desayuno como este me lleva por lo menos una hora,
desde exprimir las naranjas, preparar el café y los huevos fritos. Lo que más
jode es lavar los trastos. Pero el esfuerzo siempre es recompensado por un
cúmulo de sensaciones. Eso es impagable e indescriptible. Un momento así vale
más que cualquier posesión material. Procuro que todas mis jornadas empiecen de
esta manera, con más o menos los mismos ingredientes y según acompañe el
tiempo. Un desayuno regio - como reza el adagio- es de importancia capital para
mi desempeño y para lidiar con los conflictos cotidianos. De lo contrario, los
que me rodean pueden terminar pagando.
Mi
hermano sigue durmiendo mientras estoy a punto de hincarle el diente a estos
cubitos de aguacate y al revuelto de huevos humeante. El yogur y el zumo siempre dejo para el final a manera de postre. Ni pienso dejarle un poco después de comprobar que tiene
cajas de hojuelas de todos los colores y cargado el refrigerador de leches de
soya saborizadas para acompañarlas. Sería premiar a la holgazanería. Así no,
por muy hijo que sea de mi madre. Y ahora, permiso, que se me enfría el café.
Ay José : por favor tenga piedad con el prójimo hambriento. Son las cinco de la mañana, todavía no he probado bocado. Enciendo el computador, abro su blog y me encuentro con esta especie de apetitoso desafío que me obligó a cambiar el orden de mi rutina mañanera. Salgo ya a prepararme algo, aunque sea remotamente parecido.
ResponderEliminarJa, ja… quién le manda a estropear su sueño, estimado Gustavo, al menos que usted sea un insomne crónico o un madrugador disciplinado. Así que ya sabe, avisado queda. Voy a seguir con el vicio de publicar cosas apetitosas, a menos que usted me ruegue que pare la tortura. Un saludo.
EliminarPresumiendo manjares..! Y con lo cara q hoy está la palta..! Todo bien excepto ese jugo d anranja q parece tampico..ja! Un buen desayuno, juiciosamente hecho, sin duda, José. Y admirable tu disciplina para seguir la ceremoniosa preparación d tus alimentos. Tentado estaba Hyde por responder a tan insensata provocación (pie d foto) pero (para tu fortuna) se distrajo cavilando con eso muy incomprensible d "hacerle los desayunos a somnolientas señoritas.." Ese es d hábitos nocturnamente insanos, y sus aposentos -verdaderas pocilgas-: son oscuros como infames sótanos. Allí, en fines d semana, no se despierta sino hasta las 10 am y aun asi, nunca se abren las oscuras cortinas; el sol no es bienvenido en sus antros. Y se come lo q queda d bacanales recientes (pizzas, hamburguesas, vinos y alguna fruta regados por doquier) y si d casualidad permanece alguna mamacita a esas horas, ella le prepara el café y los sanguchos. Si no lo hace, pues adopta nomás la inmediata "posición d despegue" (patada en el culo).. No estamos pa malacrianzas. Méritos, nunca hay q dejar d exigir méritos. Zafio y d pocas pulgas, Hyde bien sabe d la franca inutilidad d esos "detallitos" para consentir féminas.. Solo aquella q aguantó las más duras condiciones, mereció tomar algún sorbo d la taza q Hyde preparó para sí mismo. Lo otro, son peligrosos condicionamentos d los q Pavlov nos advirtió oportunamente.
ResponderEliminarBueno, espero q no recibas resignado aquellos hipotéticos sartenazos, José.. Abrazos.
Así es amigo, presumir de ciertos placeres acostumbro de vez en cuando publicar cuando las musas me abandonan. En el apartado “Varios” de la cabecera podrás encontrar otros homenajes de aprendiz de sibarita que se me ocurren, jeje. Ja, ningún tampico, es puro zumo obtenido de la mezcla prodigiosa de naranja y mandarina (de ahí el color) para desterrar un poco el sabor acido. Ay, cierto, la palta es un manjar tan caro que solo de vez en cuando llega a mi mesa. Esta vez debo el milagro a mi madre que me trajo algunas desde la misma Capital de la palta, en el siguiente post voy a dar más detalles al respecto.
EliminarJe, je, menos mal que no estoy comiendo nada en este momento, muy insana tu descripción de los restos de una bacanal, con reminiscencias romanas que casi revuelven a mi estómago delicado. En qué antros se habrá paseado el siempre colmilludo Mr. Hyde que no repara en detalles para aguar la fiesta de cuanto fantoche se atraviese en su mira. Eso sí, no he recibido sartenazos o taconazos todavía, afortunadamente. Saludos.
Mi desayuno habitual tiene tostadas de pan integral, café, porridge, huevos, yogurt y una mandarina. Como ves, no se puede comparar con tu experiencia de sibarita. Leo tu entrada a las 4 de la tarde y me dan ganas de desayunar nuevamente
ResponderEliminarJa, no tengo idea de qué es el porridge. Tu desayuno suena bastante bien, mientras no se parezca al del inspector de policia de Frenesí de Hitchcock: huevos y unos chorizos raros que parecian morcilla, un monumento a la grasa, vamos. Anonadado quedé con aquel desayuno ingles, tipico supongo.
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