Definitivamente, la familia como núcleo de la
sociedad va camino a la extinción o por lo menos atraviesa una crisis crónica.
Demasiadas señales que oscurecen el panorama, demasiados datos estadísticos que
amenazan derrumbar esta, cada vez más frágil, institución. Pasmado me quedo cada día al saber que algún
joven matrimonio se acaba de desintegrar, hasta en parejas novios de toda la
vida, curiosamente. Y hablo de gente que conozco. Cada vez que me topo con
alguien después de bastante tiempo, si pregunto qué ha sido de su mujer o
marido, según el caso, tengo la
sensación de estar cometiendo una impertinencia, como si fuera una obligación
estar al tanto del estado civil de las personas. Tal parece que mentar el nombre
de su pareja molesta a veces a los interlocutores. Por no estar actualizado,
con frecuencia prefiero callarme y eludir el espinoso asunto.
Los divorcios están a la orden del día, saturando
los Juzgados de Familia. Una epidemia generalizada que no la para nadie. Una de
las consecuencias desagradables de la vida moderna, se repite hasta el hartazgo
en cualquier foro. Un estudio reciente de organismos pertinentes reveló que en
Bolivia se registra un promedio de 16 divorcios cada día. Sólo en el departamento
de Cochabamba, por cada 100 bodas que se celebran, se presentan 80 solicitudes
de divorcio en el mismo lapso, de acuerdo a datos del Servicio de Registro Cívico.
Prácticamente, el 50 % de los casamientos termina en divorcio en pocos años. Serán
innumerables los motivos que por sí solos alimentarían páginas y páginas de
estudios sociológicos. Entre tanta paja, a mí sólo me preocupa la suerte de la
prole. Los niños pequeños son los grandes perjudicados de toda esta vorágine de
matrimonios malogrados.
Provoca pena la superficialidad, por no decir
frivolidad, con que los jóvenes de hoy asumen el matrimonio. Al menor conflicto
o desencuentro ya están solicitando la separación antes que la conciliación. Como si el cónyuge fuera un
producto desechable. Es notorio cómo han aumentado los anuncios de abogados
especializados en la materia, que prometen procesos más sencillos que sacarse
el carnet de conducir. La problemática se ha convertido en un suculento
producto de marketing legal, que a la manera de los combos de comida chatarra
se oferta un “divorcio fácil”, sin tener que pisar ni un día el juzgado ni
verle la cara al otro cónyuge y, entre otras ventajas adicionales, “seguir el proceso desde la comodidad de su
oficina u hogar”, según se promociona un bufete de abogados local vía internet.
En los periódicos se observa la misma tónica. Hasta los grupos de música mariachi
y tropical se han adaptado a las circunstancias ofreciendo amenizar bodas,
cumpleaños y divorcios. Y no es broma: es lamentable, pero estrenar la faceta
de reciente divorciado se ha convertido en motivo de celebración, con farra
incluida.
Los tiempos en que un rompimiento conyugal era
motivo de dolor, reflexión y drama familiar ya son historia. Da lo mismo que
los hijos tengan que peregrinar por riguroso turno entre los domicilios de
ambos padres. A nadie parece importarle el futuro posiblemente traumático de la descendencia. Así las cosas, casarse, separarse y encontrar
otra pareja a la vuelta de la esquina resulta como cambiarse de traje. Como si
nada. Aquello de jurarse amor eterno en el altar suena a lema obsoleto, a un
chiste de mal gusto. Allá por aquellos años cuando cursaba la universidad se me
ocurrió definir el amor como un “proceso de intercambio de servicios, que
rápidamente de un intercambio de fluidos pasa a un canje de insultos y
reproches mutuos” y además añadía como corolario algo irónico que “puede
castigarse con pena de años de matrimonio”. Ahora ya no estoy seguro con
respecto a lo segundo.
Ante la avalancha de separaciones, el gobierno ha promulgado
recientemente una ley que faculta a los notarios la disolución del matrimonio
por vía rápida, sin tener que acudir al juez y todo su engorroso trámite. Ahora
basta con un consentimiento mutuo y siempre y cuando no existan hijos nacidos
durante el matrimonio, amén de otros requisitos menores. Por un lado puede que
sea una medida efectiva pero por el otro fomenta seguir incurriendo en esa
cultura de la frivolidad y fecha de caducidad de las uniones conyugales. No
faltará alguna persona que quiera divorciarse hasta por una simple
discusión.
Como seguimos viviendo en una sociedad
patriarcal, es frecuente que en alguna
reunión familiar los primos mayores o tíos insistan con las bromitas acerca de
la larga soltería de algunos de los sobrinos, entre los cuales me incluyo. Ya
has pasado de los treinta y te miran con cara de preocupación, hasta con cierta
condescendencia. Si no te has casado todavía hueles a fracasado. Si lo has
hecho, has dado un paso vital, has madurado y has quedado bien con la familia, aunque
en un par de años tu matrimonio haya fracasado. Al menos tres de mis primos,
menores que yo, se han divorciado al poco tiempo. Varios de mis amigos han
pasado por lo mismo. Con tantos ejemplos aleccionadores no vale la pena apostar
por esta ruleta rusa. Si al menos existiera algún seguro contra divorcios,
porque, a ver: ¿quién me devuelve el tiempo perdido en los ensayos del vals…y sobre todo, los ahorros
invertidos en una fiesta, que encima la disfrutan a cabalidad los amigos y uno
apenas se entera, más preocupado por la luna de miel que otra cosa? Casarse o
no casarse, he ahí el dilema. Para tener hijos rebotando como pelotas, mejor
quedarse solo y hacerle un favor al mundo, al no seguir irresponsablemente
llenándolo.
Apreciado José: en la religión del consumo y el derroche resulta ineludible que las relaciones entre las personas también se vuelvan desechables.
ResponderEliminarLo asombroso es que la gente se tome la molestia de afrontar tantos trámites molestos y costosos, si en el fondo sabe que tomará las de Villadiego ante la menor dificultad.
Pero tómeselo con calma : según he leído se trata de un fenómeno mundial.
Mil perdones por la tardanza en responder. Gran verdad, ha dado en el clavo, amigo Gustavo. Es hasta casi heroico el esfuerzo que significa la organización de un matrimonio, amén del montón de plata que se ha de gastar para que luego al año, o menos, todo se derrumbe como un castillo de naipes. Por eso es más recomendable la libre convivencia, aunque para muchos signifique vivir en pecado, claro.
EliminarNietzsche, que era bastante inteligente, dijo que si te querías casar debías preguntarte si eras capaz de conversar con la mujer elegida hasta la vejez. Todo lo demás, señalaba, era transitorio. El problema, para N, fue que las mujeres estaban dispuestas a conversar largo y tendido con él... pero corrían mil metros cuando les proponía casamiento.
ResponderEliminarExcelente acotación, estimado Lalo, la oportunidad no podía ser mejor para evocar al siempre lúcido Nietzsche, a pesar de que le acusaban de neurótico y misoginia, veo que su pensamiento no ha perdido ni un ápice de frescura. Aunque visto de otra manera, yo partiría por el principio: si no eres capaz de conversar (un intercambio interesante, quiero decir) con una mujer en la primera cita, no vale la pena seguir intentándolo.
EliminarHoy voy a ser algo más odiosillo. Y es q es bastante revelador tu texto, estimado José. Saltan a la vista -en esencia- dos cosas: uno, en cuanto a afectos y principios, eres evidentemente un muy conservador Caballero d la vieja ola.. Y dos, aunque sabiamente no la practicas, tienes sin embargo, un muy elevado concepto del matrimonio como "institución" cohesiva, o al menos así la idealizas.. (ya me dirás tú, luego, si mi lectura comprensiva es tan profunda como la d un cocalero..ja!)
ResponderEliminarYo no creo en el matrimonio, y ni por si acaso le veo una cualidad milagrosa q "milagrosamente" haga más feliz a una pareja o más unida a una familia. D entre todas las convenciones sociales en las q se auto-arrea gozosa la gente, es ésta, la del matrimonio, q me parece la más insensata e hipócrita. Ni hablemos d su versión religiosa (he visto amigos, he perdido así a muchos d mis amigos, otrora verdaderos blasfemos y d los buenos, arrodillarse como apóstoles contritos ante esos altares inmundos y solo por, a ver.. complacer los más ridículos sueñitos rosa d una ñoña fulana!) Si eso no es ponerse solito la soga al cuello, q resucite mi abuela.
Mis más tiernas relaciones d pareja, lo fueron hasta q a la respectiva fulana se le venían ganitas d pomposo altar o bien le afloraban desatados esos infaltables maternales instintos q toditas llevan dentro. Al final, y lógicamente, huían ellas o desaparecía yo como un mago. Bien dicho, ya sobra gente en este mundo.
E innegable: abogados y lucrativas mamacitas (caso del link adjunto, >4 millardos d $US extraídos del lomo d un reverendo gilazo!) hacen verdadero festín d los divorcios. Si es cosa d locos..! Pero bueno, cierto es q hay niños víctimas d una "orfandad" deliberada, y es quizá ese punto como lo expones en tu texto, el más -socialmente- dañino. Changuitos, víctimas d la estulticia ajena, crecerán en su mayoría, sin afecto ni principios ni horizontes morales (perfectos futuros maleantes), solo porque un par d idiotas se casaron y se multiplicaron alegre e irresponsablemente, porque así lo dictan las "normas" y así hace la gente "normal" (¿?)
El epílogo d tu texto es jocosamente cierto, "soltero maduro, maricón seguro", repiten tb como cotorras en Bolivia los orondos casados. Y es q a esos "realizados" crispines no les basta con ponerse la soga al cuello, pal colmo lo -todavía- presumen! (clásico ejemplo d "pelotudo presumido", en la soberbia clasificación enciclopédica d los distintos pelotudos d las viñas del señor.. "Oh. sí, seguro.. Y mejor cuidate, q una d éstas noches, t doy por culo (y se les agarra el culo)", bastó para callar a muchos conocidos q quisieron pasar d ingeniosos ante Hyde. La mayoría fruncen naturalmente ipso facto el hocico y culo, pero a otros hasta se les sale el verdadero marica q llevan dentro. Ayuda claro, para matar las ilusiones en cualquier caso, ser más alto y robusto q la media d enclenques enanos.
Un abrazo, José. Y claro q es mejor ir d oveja negra, porque a los genes se los domina y no al revés: como vulgar borrego, uno más corriendo en masa enceguecida.
Ja, ja, siempre incorregible el señor Hyde que llevas dentro, ya que hablas de los “maternales instintos” que parece impulsar a algunas féminas a ejercer presión para ponerte la soga al cuello, te has olvidado que también se da el caso de muchos varones que se “mueren” por ser padres a toda costa, si no tienen un hijo no se sienten realizados, conozco algunos casos de conocidos míos, francamente a veces me produce risa esa llamada de los genes que dicen tener. Ahora, aunque te parezca yo algo conservador, por lo visto no es suficiente haberme desgañitado al rajar contra todo y todos, incluidas las hipocresías de los convencionalismos sociales. No te voy a negar que en algunos aspectos soy un “caballero de la vieja ola” (ja, bien poética te ha salido la definición): cosas como no involucrarme con mujeres casadas ni en chiste, y sobre todo, esposas, novias o ex novias de mis amigos o mis parientes, son asuntos sagrados, incluyendo el ser fiel a mi pareja de turno. Yo jamás pagaría con la misma moneda una infidelidad, no es mi estilo, aunque a algunos eso les parezca anticuado, ingenuo o una tontería. Sin embargo, lejos estoy de considerar el matrimonio como una institución sagrada que hay que cumplir en la vida. Me da lo mismo. Aunque no me haría problema de cometer “matricidio” si considerara que vale la pena. Eso sí, con toda sencillez, acudir al notario civil y punto. Nada de acudir a la parroquia y someterse a esos cursillos de parejas y otras huevadas religiosas. Además como soy agnóstico, no estoy dispuesto a abrazar la fe cristiana, ni por unas horas. Tal vez no me he expresado bien en el post, no estaba tomando partido, solo quería remarcar que los divorcios se han convertido en un fenómeno social preocupante: me da pena ver a algún sobrinito o hijo de algún amigo “repartido” él y su tiempo entre sus progenitores como si fuese un objeto inanimado, o en el peor de los casos, abandonado u olvidado por alguno de los padres. Finalmente, a lo que quería llegar es para qué casarse, si luego al poco tiempo, estas arrepentido y te comportas irresponsablemente, queriendo volver a las andadas de soltería, en las que incurre también la mujer con tal de dar la contra. El resultado frecuente, como bien señalas, es toda esa prole que crece sin un horizonte claro, carente de solidos valores, personalidad débil y muy proclive a los vicios y actos delincuenciales. Gracias por las parrafadas, todo un lujo tus argumentos. Un abrazo.
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