El Mundial de Brasil, que se ha convertido en
un cernidor para las selecciones europeas, mostrando a momentos la imagen de
estar disputándose una Copa América; sigue ofreciendo sorpresas, más allá de
los resultados. Verdaderas batallas épicas de domingo que ofrecen inolvidables
imágenes para la retina. A la selección brasileña le ha dado un infarto
futbolístico y avanza angustiada a ritmo de agradecimientos al cielo. Sus jugadores
celebran que un poste les haya salvado. Que sigan tocando madera.
La FIFA sigue ofreciendo cursos acelerados de
hipocresía. Sanciona un mordisco como si fuera un crimen y se hace de la vista
gorda ante codazos arteros o patadas rompetibias que han acelerado el retiro de
más de un prometedor futbolista. Es curioso que se muestre inflexible y
ejemplarizadora con algunos jugadores y no haga nada por castigar la corrupción
de varios de sus miembros alrededor del orbe. El fair play solo tiene vigencia encima del pasto, nunca para sus
oficinas alfombradas. Se pretende acabar con la moral de un futbolista al
prohibirle acercarse siquiera a un estadio pero no tienen inconveniente en
remarcar que su club puede transferir sus piernas al mejor postor. Que siga el
negocio. Para rematar, tiene un comité disciplinario conformado por países donde
juegan al fútbol con cocos. ¡Qué conveniente!
Cristiano Ronaldo, el narciso más rutilante (por
los litros de gel capilar que promociona) de las canchas, acaba de batir otro
record de los tantos que acumula: es ya el jugador que más peinados ha
estrenado por partido durante un Mundial. Que sepan todos que no iba irse a
casa con los números vacíos. Asimismo, no hace mucho fue condecorado por el
presidente de Portugal con la medalla de Gran Oficial de la Orden del Infante D.
Henrique de Portugal por "contribuir a la proyección internacional del
país”. Me pregunto si los millones de seguidores que atesora serán capaces de
situar el país del i-luso en un mapa.
La socióloga
chilena Marta Harnecker acaba de obtener el Premio Libertador al Pensamiento
Crítico, por una de sus quichicientas obras que ha pergeñado con disciplina
militante, y a quien no me ha dado la gana de leerle ni un solo párrafo,
convencido de que para conocer algo de marxismo, basta con acudir hasta la
misma fuente. Beber de las mismas barbas de Marx ha sido más que suficiente. Además
como todo socialista de escritorio, por mucho que se haya convertido en la guía
de millones de jóvenes marxistas, incluyendo Hugo Chávez que según parece fue
iluminado con sus lecturas; le tengo tirria a alguien que hable de igualdad,
lucha social y camaradería mientras llevó vida cómoda siendo la esposa del jefe
de los servicios de seguridad de los hermanos Castro y, posteriormente,
viviendo en un hotel de Caracas a la costilla de Chávez mientras se convertía
en uno de sus asesores de cabecera.
Ahora mismo sigue pontificando desde su calentito hogar canadiense.
Quisiera verla, como a todos los venezolanos, hacer fila por un rollo de papel
higiénico, o venir a Bolivia a besuquearse con gil y mil, incluyendo bocas
verdes, en nombre de la revolución.
Dicen que la respetable señora es muy autocrítica, así que supongo que
no le hace mucha gracia que Maduro y sus orates le hayan premiado. Como a mí
tampoco me hace ni puñetera gracia que una novia me diga que soy el mejor
hombre de su vida.
Dicen que Nicolás Maduro acaba de
inaugurar una segunda fase de su celebérrimo "Gobierno de Calle". Tan
eficaz habrá sido su método de gobernar que ni falta le hace empuñar el volante
de su autobús y conducir por las carreteras agujereadas de su amado país. Le
basta con mandar a sus moteros asesinos a defender la revolución, aterrorizando
las calles a balazos. Desde entonces reina un silencio sepulcral en los barrios
mientras los autonombrados guardianes del orden pasean sus rostros
encapuchados.
Así está el mundo, con la vida a
trompicones, como un viejo carromato de tumbo en tumbo. Al contrario, eso sí, yo
voy de tumbo en tumbo por la vida: cada vez que puedo mato mi sed y compruebo
que estoy vivo entregándome al placer de una bebida refrescante, mi favorita es
la del tumbo, ese menospreciado pariente de la granadilla y maracuyá. ¡Salud,
pues!
Salud, apreciado José. Esta entrada suya es todo un coctel : sobre Fifa ( disculpas a los manuales de redacción, pero no resisto la fealdad de las palabras escritas con mayúsculas) qué podemos decir : la frase " Vicios privados , virtudes públicas" puede resumirlo todo.
ResponderEliminar...y el pobre Ronaldo, solo y extraviado en esa menos que modesta selección portuguesa, no tenía otra salida que exhibir sus peinados para no pasar desapercibido en Brasil.
" La izquierda exquisita" bautizaron en Estados Unidos a esa franja de la burguesía intelectual, tan crítica ella y al mismo tiempo tan dispuesta a dejarse seducir por el sistema.
Mejor refresquémonos con el tumbo.
“La izquierda caviar” he leído por ahí como mote a esos progres que defienden rabiosamente a esos regímenes, pero siempre desde la comodidad de sus escritorios y a miles de kilómetros de distancia. Ja, gracias por recordarme eso de “coctel”, amigo Gustavo. Había olvidado que en nuestro país tenemos la costumbre de animar algunas fiestas con coctelitos, unos traguitos hechos a base de cualquier fruta con pisco o alcohol de caña. Por supuesto, el coctel de tumbo es uno de los más exquisitos y apropiados para calentar el cuerpo en las noches frías de invierno, como estos días de julio. Salud de nuevo, al estilo de un aguardientico.
EliminarHe notado que este mundial, que ha tenido atractivos, en juego, emociones y personajes, en contraste con la fealdad de ocasiones anteriores, esta atrayendo la atención de un público que normalmente lo repudia. Es la versión deportiva de ese fenómeno de esnobismo invertido al que apunta Martiniano cuando evoca la frase de Tom Wolfe, radical chic. Es una constante social, esta. La notoriedad te da prestigio social, aunque te la hayas ganado a punta de pistola... O precisamente por eso.
ResponderEliminarTanto interés ha suscitado el campeonato que hasta Obama se ha puesto ante un televisor como un hincha más, o tal vez era una pose demagógica para recuperar popularidad, nunca se sabe con los políticos. Concuerdo en que el certamen ha ganado en emoción, pero por los últimos encuentros en los que las potencias han sufrido lo indecible para seguir avanzando, llama mucho la atención, dando la impresión de que se han igualado las cosas o el juego se ha estancado. Francamente todos los equipos grandes han decepcionado, se esperaba más de ellos.
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