Plaza Colón, un emblemático lugar al servicio de los mercaderes |
Que todos tienen derecho a ganarse la vida lo
sabemos. Pero no de cualquier manera. Al parecer no basta que a título de
estrenar el suculento rótulo de Capital Gastronómica de Bolivia, concedido como
“regalo a la región” por el ilustre Senado plurinacional nada menos, se haya
convertido a Cochabamba en la ciudad-comedor, con banquitos y ollas al paso,
que todos los días se instalan en varias plazas y céntricas avenidas. Los
memoriosos del hambre solo tienen que hacer el esfuerzo de agachar las
posaderas en algún bordillo de acera para saciar su glotonería, varios lo hacen
artísticamente, de pie. Ya no son solamente los puestos ambulantes de rellenos
de papa, empanadas y otros bocados ligeros de toda la vida, sino que platos enteros
se sirven desde media mañana en la Heroínas u otra gran avenida, al lado de
boutiques, farmacias, librerías o tiendas de artesanías. Los turistas
extranjeros prefieren llevarse una foto fresquita como recuerdo antes que
comprar las postales acostumbradas.
En las puertas de una tienda de “alta moda
masculina”, justo al mediodía se empieza a formar una larga cola de
desesperados clientes a la espera de la caserita que trae en taxi sus
gigantescas ollas de aluminio, además de platos y cucharas en saquillos de
yute, por decir que no olvida ni el perejil picado. Los clientes no son
ningunos muertos de hambre, precisamente; más bien son saludables secretarias,
oficinistas, amas de casa y dependientes de los negocios instalados en los
alrededores. Algunos por lo menos tienen la delicadeza de llevar sus vianderas.
Otros ejercitan la mandíbula ahí mismo, blandiendo algún muslo de pollo, en
medio del ruido y el humo de los automóviles. No faltan quienes no le hacen
ascos en llevarse la sopa en bolsas transparentes rumbo a su guarida. Todo tan
vomitivo como tener una boca de alcantarilla a pocos metros. Y devoran tan
gustosamente, ignorando las condiciones en que fue preparado su almuerzo en
cualquier infecta cocina a ras de suelo, y tal vez lo saben pero les vale
madre. Ojos que no ven.
Sucede lo mismo en la zona de los bancos, el
centro financiero: usted puede ir a pagar su factura de luz y al frente darse
un atracón de riñoncitos, ranga o sopa de panza. No es raro que los propios
empleados, con corbata y credencial disimulada en el bolsillo de la camisa
esperen su turno para ocupar un curul en la acera, al lado de las ollas y
baldes con platos sucios, disfrutando de lo lindo mientras van repasando
anécdotas de su ajetreado trabajo. Inverosímil pero cierto. No se salva ni la Plaza
de Armas, donde es muy normal que pululen los vendedores de helados, jugos y
gelatinas junto a negociantes de diversas baratijas que se han apoderado de los
corredores y de las banquetas donde antes los jubilados iban a matar el tiempo.
Han trasformado los sitios cívicos en vulgares merenderos a la vista de las
autoridades, como si nadie se enterara de que a una escasa cuadra existe un
mercado popular donde cualquiera puede ir a satisfacer sus ansias alimenticias
por unos precios asequibles. Pero no,
olvidaba decir que estamos en plena revolución gutural, cultural quise decir, escenario
de singulares prácticas que han relajado las costumbres hasta niveles
instintivos. Da lo mismo tragar cualquier cosa en el micro como en la
nauseabunda calle. Como si retornáramos de épocas de hambruna. Y encima,
presumimos que aquí se come mejor que en cualquier parte del país.
Para continuar con la idiocia, las autoridades
han establecido que las plazas son más útiles como ferias que lugares para ir a
pasear tranquilamente la prole. Como si no hubiera presupuesto para construir
pabellones adecuados con todas las comodidades. Al municipio le sobra dinero
como para malgastar más de cien mil dólares en cada aniversario regional, a la
par que el alcalde no duerme preocupado por traer al artista internacional que
se ajuste a sus gustos. Con ramplones conciertos homenajea a los cochabambinos
y no es capaz ni siquiera de mantener decentemente las jardineras de El Prado,
prácticamente el único sitio arbolado que queda en pleno centro. La avenida más
emblemática de la ciudad abandonada a su suerte, con baldosas levantadas y
rajaduras en el piso. Como si los madrileños contemplaran el Paseo de la
Castellana (cámbiele el tópico por el de su ciudad) en estado ruinoso. Así se
ve la otrora hermosa Alameda de
nuestros abuelos, con árboles secos tiempo ha cual gigantescos espantapájaros.
Sus cortas cuatro cuadras apenas exhiben unas maltrechas flores y el césped de las
jardineras luce descuidado con lagunas de tierra. No estamos pidiendo un jardín
holandés pero al menos hiciéramos honor al socorrido cartel de “ciudad de la
eterna primavera” que se corea hasta el hartazgo. Entretanto, que la
esquelética pérgola de madera en forma de glorieta siga esperando la visita
de una buganvilla u otra enredadera. Ni hablar de los basureros en pésimo
estado y de los monumentos pintarrajeados.
Para terminar de jodernos el ánimo, ahora
estorban hasta el paso, ya no puedo “pasear” libremente a mis anchas porque
cada cierto tiempo instalan carpas con plantines y macetas, desperdigados hasta
donde se les antoje a los expositores verdolagas. Antes se iba en busca de
plantas al mercado donde corresponde, hoy ¡viva la feria ecológica! en medio de
heladerías y cafeterías, con tierrita vegetal incluida. Cada mes la misma
estampa se apodera de la plaza Colón y de los metros iniciales de El Prado. No
hace mucho esa plaza era la más coqueta y romántica de la ciudad, infaltable
lugar de citas por su ubicación y por su puentecillo que en la noches cobraba
cierto brillo al lado de una fuente a todo chorro. Hoy hasta el sauce llorón
permanece lloroso por el abandono. Semanas que todo luce como un auténtico
campamento de refugiados. Que el transeúnte se las arregle para esquivar a las
casetas, los carritos de los jugueros, los puestos de periódico o los bancos de
los lustrabotas. Es curioso que en La Cancha (mercado más extenso de la urbe)
la alcaldía haya decidido ponerle rejas al perímetro de una plazuela y aquí en
la zona más céntrica les ceda a los comerciantes los pasillos de una plaza
histórica y por demás turística. Así se pretende promocionar la imagen de la
ciudad. Como un auténtico mercado de pulgas, donde lo mismo da vender
artesanías, cremas y productos milagrosos o instalar ferias ecologistas a todo
ruido con amplificaciones. Ya hasta me da pereza seguir con el lamento. Que las
imágenes hablen y luego me cuentan.
Plaza Colón: ¿es esto una ciudad jardín? |
El Prado: desinfectan con cal hasta árboles secos |
Creo que ya me volví pesado con el tópico : no es Bolivia, es América Latina o mejor dicho, es el tercer mundo , apreciado José. Nuestras ciudades surgieron como campamentos provisionales y así se quedaron: creciendo en medio del caos y la consiguiente ausencia de algunos parámetros mínimos de convivencia. Tanto que, en una perversa distorsión de las cosas, entre nosotros lo público no es el patrimonio común que debemos cuidar entre todos sino la tierra de nadie que podemos arrasar.
ResponderEliminarUsted lo precisa mejor, estimado Gustavo, es lamentable que paulatinamente hemos ido pisoteando esos parámetros mínimos de convivencia. A momentos nuestra ciudad tiene la misma estampa de una insalubre ciudad subsahariana. Ya no hay respeto por los espacios comunes, ni muestras mínimas de urbanidad. (algunos sitios apestan a orines como el pasillo de la Catedral y nadie dice nada). El todo vale impera como la constante basura en la calle a pesar de los basureros individuales que siempre están vacios. Hasta los pueblos mas rústicos cuidan mejor sus plazas y parques, los nuestros ni siquiera son limpiados periódicamente, los bancos todo el tiempo están cubiertos de excrementos de pájaros y a menudo con tablones rotos. Como usted apunta, todo se ha distorsionado, sirva como ejemplo que en gestiones pasadas se han retirado quioscos de algunas plazas donde uno podía sentarse y consumir una empanada, por supuestos motivos estéticos y dejado sin trabajo a sus dueños, para que ahora en los últimos años se asienten vivanderas en el suelo y ofrezcan platos a todo transeúnte y por supuesto la gente se pone a tragar en las mismas bancas, al lado de un viejito o de una pareja de enamorados. Espectáculo surreal de todos los días.
EliminarHas matado seguramente muchas ilusiones turísticas, José.. Chillarán el alcalde porcino y se mutilarán las tetas sus asnales concejalas q creen nos posibilitan vivir en un edén d privilegiados vergeles y ricos aromas en macetas y en puertas d pilcherías "prêt à porter"... Has apoyado el dedo en otro asqueroso absceso (d hecho, en este villorio d cerdos y micos autocelebrados, donde se lo apoye salta la pus a caudales). Nulo concepto d estética urbanística y menos aún paisajística por donde le mires a CBBA, pero el Chorango y otros imaginan vivir a la par de un primer mundo. Jardines holandeses! Ja! Habrá q esperar unos milenios para eso, si antes no nos desaparece alguna gracia divina, claro.
ResponderEliminarY los políticos presidenciables?? Bien gracias; ninguno ofrece un remedio ni plan serio acerca d todos esos pestilentes asuntos. Nadie tiene los cojones suficientes para hacer cumplir la ley, aunque ello signifique sangre. Los abracitos y besitos, hay q dejarlos a los maricas. Pa q veas q el asunto da para laaaaaaargo: A Tuto (q es el mas intelectualmente respetable) le oí marear la perdiz a su audiencia con el asunto d la coca excedentaria.. "gobierno acopiador y vendedor d coca", algo asi dijo. Ni mencionó la palabra erradicación forzosa. Político y calculador como todos, al fin d cuentas. Mercado persa, comedor gigante, alcantarilla a cielo abierto, aire con caca..Puta si es d lujo nuestra ciudad jardín! Cabalita para un turismo d pura adrenalina. Solo para crispines valientes rayando lo suicida. Venid puercos del mundo!! Venid!!
Abrazo, José.
EliminarYo, por nada del mundo invito a ningún conocido o amigo extranjero a que venga a visitarnos, me daría asco y vergüenza hacerles pasear por nuestra caotica ciudad, ni mucho menos hacerles probar las nauseabundas tripitas al paso de las noches vallunas. Justamente esta mañana he escuchado en un noticiero de la tv la increíble noticia de que Cochabamba salió en segundo lugar en un ranking (vía internet) de las “mejores ciudades latinoamericanas para vivir”, por encima de urbes como Curitiba, Recife, Medellín, Buenos Aires y alguna preciosa ciudad costera mexicana. Solo nos ganó Lima, hermanituy… ¡Qué orgullo para Cbba! dijo el crispín presentador autocomplacido. Por pura lógica pude deducir que como era una votación de los internautas, seguro que los llajatmasis votaron a granel todas las veces que pudieron, si en eso somos expertos patrioteros. Pero carajo, ninguno es capaz de preguntarse por qué somos la cuarta ciudad más contaminada del continente, solo por detrás de México DF, Sao Paulo y Santiago, por demás inmensas urbes superpobladas e industrializadas. ¿qué industrias tenemos aquí aparte de la chicha y las ladrilleras? No llegamos ni al millón y toda la hoyada esta convertida en un asqueroso paraíso del humo, caquita en polvo y demás contaminantes. “Bolivian Powder, for export”, deberíamos vender en tarrito como las latas de cierto artista conceptual.
Sobre los políticos, es decepcionante, ninguno tiene la suficiente valentía de proponer cambios radicales, Tuto se salva en algunos aspectos pero ya ves, según las encuestas la gente prefiere votar a un iletrado antes que a alguno mínimamente preparado. En este país hay que ser demagogo, bailarín, bufón rustico y machote coplero para ser presidente. Unas joyas los masistas y sus candidatos a senador por Cbba: de un cobarde golpeador de mujer han pasado a otro igual de rústico, justificando que hay que enseñar a las mujeres a comportarse para que no sean objeto de violencia y agresión sexual, encima se hace al ofendido y no pide una mínima disculpa. Esa gente nos va a legislar, ay, pobre paisito. A pesar de la ola de indignación, igual las madres y mamacitas le van a votar al cocalero y su pandilla de alegres pillastres. Saludos.
Es cierto, puras pajas le gusta al boliviano promedio. Muy cierto.
ResponderEliminarAhora el Felipillo, creo q ya se disculpó..o eso pretende con poner una cara d perro arrepentido.. juas! Sigo gozando al verlo tan servil a ese marica otrora arrogante catedratico. Ya ves lo necio q es, siguiendo fiel su costumbre d "elucubrar" puras huevadas cual loro genio.., pero como ahora es un faldero mas del cocalero, el muy tonto está y estará obligado a medir sus sesudos pensamientos y disparatadas afirmaciones d doctorcito. "No todos pensamos..como el Ciro.." , dijo d el el asno emperador.. ja! Mas chistosos q payasos los amsistas. Saludos, José.
No hay ciudad, o eso me parece, que no tenga ese tipo de comercio, a veces controlado por las autoridades municipales, otras veces explotado por inspectores venales. Por lo que cuentas, en Cbba los puestos callejeros y/o ambulantes proliferan hasta el abuso. Pero no ha sido siempre así? Y hasta qué punto esos puestos satisfacen una necesidad real? Supongo que estos son los interrogantes que aclararían la responsabilidad oficial en lo que percibes como un abuso.
ResponderEliminarEs cierto, siempre ha habido el comercio informal en las calles, no es culpa solamente de esta gestion, ya que alcaldes anteriores han repartido indiscriminadamente la ciudad a los gremiales y demas comerciantes en sendas alianzas para obtner votos. Solo que ahora no respetan ni los sitios considerados civicos, toda la ciudad es un mercado persa, como si no hubiera sitios adecuados,(de hecho hay un mercado centrico recien inagurado casi vacio poorque resulta que los vendedores prefieren salir a las aceras y la intendencia no hace respetar las normas). El publico tiene tambien responsabilidad porque quiere tener todo al alcance de la mano, incluyendo el comer un platito. Desgraciadmanete nadie tiene la suficentie valentia para reordenar la ciudad porque tendria un alto costo politico.
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