Dijeron que Bolivia se iba a convertir en
el centro energético del continente. A la espera de las usinas nucleares
permanecemos, entretanto estamos quemando nuestras reservas a todo gas o rogando
al viento que se digne soplar sobre las aspas de una pampa valluna para
alumbrar un pequeño villorrio. Dijeron que el país ya no era el atrasado de
antes sino el nuevo eje aglutinador de interesantes tecnologías. Houston tiene
un problema, se dice, por los enanos que le están creciendo en remotas partes
del mundo, con Bolivia y su flamante Agencia Boliviana Espacial a la cabeza,
entrenada en China nada menos.
Dijeron que seríamos el centro integrador
del continente, comenzando por irradiar nuevo pensamiento, know how a la boliviana. Ni siquiera hacía falta que emisarios
llevasen las brasas del sagrado fuego de la revolución. De todas partes vienen
a estudiar el fenómeno boliviano, para saber cuál es nuestro secreto, afirmaban
una y otra vez los profetas y amanuenses del gobierno. Así pues, los recibiríamos
con los brazos abiertos, tendiendo puentes y mostrándoles el camino.
Hace unos meses, desde instancias
gubernamentales se anunciaba orgullosamente que en cinco años Bolivia se iba a
convertir en el nudo de comunicaciones del cono sur. Nada nuevo en este caso,
dada nuestra posición geográfica, hace un siglo que se acumulaban polvorientos
proyectos de corredores entre el Pacífico y el Atlántico, ya sea mediante
carretera o ferrocarril. De pronto aparecieron varios consorcios europeos,
alemanes, franceses y suizos para mayores señas, dispuestos no solo a construir
las vías, locomotoras y vagones sino también a financiar parte del proyecto con
el espaldarazo de sus pulcros y confiables bancos. La imagen de nuestro país valía
por sí sola, según los inversionistas nos habíamos convertido en uno muy
atractivo por su estabilidad económica, política y social, aseguraba entusiasmado el ministro de Obras Públicas.
El tren transoceánico parecía muy encarrilado. Solo hacía falta convencer a los
“hermanos” brasileños y peruanos para que se sumen al proyecto. Crecidas iban
las ínfulas, creyendo que llevábamos la voz cantante.
Coincidentemente estos días, Dilma
Rousseff y el primer ministro chino firmaban en Brasil un acuerdo a mediano
plazo por un volumen de inversiones que casi doblaba todo el PIB boliviano. Así
de gigantesco constituía el negocio entre las dos potencias, en varias áreas de
interés común. El anuncio de la construcción de la ferrovía interoceánica, justo
dando un rodeo a nuestro territorio fue el puntillazo que no esperaba el gobierno
nacional. La diplomacia del poncho se había dormido en sus afanes esotéricos tanto
como las durmientes del abandonado ferrocarril entre Cochabamba y Oruro. Brasil
y Perú habían consolidado su alianza discretamente, ignorando a Bolivia por
todo lo alto. Dilma saludaba por televisión a su colega Humala en presencia del
ministro chino y del líder a escala planetaria no recordó ni su glorioso nombre.
En asuntos por demás serios no hay hermandades ficticias que valgan. Brasil no
iba a confiar una significativa parte –volúmenes que escapan a nuestra concepción-de
sus exportaciones a los vaivenes del carácter pachanguero y conflictivo de los
bolivianos.
Resulta por demás obvio que el trayecto
por Bolivia es más factible en términos técnicos, económicos y medioambientales.
Al gobierno brasileño le resultaría complicado abrir brecha a través de la
selva amazónica y batallar contra comunidades indígenas y organismos
ecologistas. Al contrario, en Bolivia ya existe un tramo considerable funcionando
y solo haría falta construir un nuevo trazado de alrededor de 600 kilómetros
para el empalme de oriente a occidente. Por la Amazonía significaría miles de kilómetros
adicionales. Visto así, el proyecto chino-brasileño suena incosteable e
irrealizable. Pero a los chinos parece que nada los detiene, y lo demostraron
diseñando y poniendo en marcha el inmenso ferrocarril entre Lhasa y Pekín,
salvando dificultades tan complicadas como las altas cumbres del Tíbet y la
inestabilidad del permafrost que siempre dio quebraderos de cabeza a rusos y
canadienses.
Pero el asunto no queda ahí. Que hayamos
quedado, aparentemente, fuera del negocio es una dura lección a nuestras falsas
expectativas y excesiva importancia. Por cuestiones estratégicas, Brasil y sus
socios no pueden darse el lujo de confiar tamaño flujo comercial a la poca
seriedad de la sociedad boliviana y de su clase política. Mañana, el caudillo o
su sucesor puede levantarse con el ánimo cambiado y decretar una expropiación a
capricho. Mañana, un grupo de vecinos o una multitud alcoholizada podría bloquear
los rieles por cualquier excusa. De eso puede dar fe cualquier camionero. ¿Quién
garantiza que no vaya a suceder lo mismo con los trenes?
En esferas gubernamentales y gran parte
de la opinión pública se habla de una supuesta traición de los países involucrados.
Una vez más echando la culpa a los foráneos de nuestras limitaciones. Comoquiera, somos un remedo de país; ya lo dijo alguien: todo
lo contrario de lo que puede considerarse un país. Y los vecinos han tomado
nota hace tiempo. Por ironías del destino, un tren todavía fantasmal, a marchas
forzadas, ha puesto en evidencia nuestro retrasado tren de vida. Y la desnudez
del emperador y todos sus gobernados. Todos estamos en el mismo tren.
Apreciado José : en el lenguaje del fútbol, tan bien conocido por los gobernates bolivianos, le dicen orsai a eso. Como si fuera poco , y si uno se atiene a las constantes denuncias en su blog, estamos ante un país sometido a una constante pena máxima. Como para ponerse a cantar " Ay ya se va/ sobre los rieles con su vaiven / llevándose mi alegría/ a tierras lejanas/ maldito tren."
ResponderEliminarCertera analogía, inmejorable, amigo Gustavo. Hemos quedado, como país, en completo fuera de juego o por lo menos eso es lo que vislumbra el tenor de las negociaciones discretas entre China, Brasil y Perú. Y eso que las relaciones del régimen evista con el gobierno de Pekín son supuestamente idílicas (satélite, helicópteros, aviones militares, coches baratos que les compramos), debió doler mucho al gobierno que no se lo tomase en cuenta para nada. Los chinos como comerciantes milenarios que son, solo velan por sus intereses y les tendrá sin cuidado las simpatías o ideologías. (y qué mezquindad suya de no compartir la autoria de esos versos, menos mal que existe Google, jeje).
EliminarNotable crónica sobre el asunto bioceánico, José. Y del tema, ya don Wiston Estremadoiro se hizo una suerte d lúcido, exquisito impulsor a traves d sus textos. Pero como al masismo no le interesa contar cn expertos en ninguna d las esferas estratégicas, hoy tamos como tamos. Tngo la retorcida esperanza q entre tanta fiebre d autoelogios y orgía pachamamesca, nuestras "lumbreras" hayan recibido este notición como una soberbia patada en el culo.
ResponderEliminarEl castillo (su modelo d "socialismo" singular) d naipes ya está en franco derrumbe. Y todas las pajeras historietas d estos aparecidos profetas acaban nomás estrellándose contra la dura realidad. Oremus, antes d cantar -nuevamente- un réquiem más para Bolivia. Saludos.
Y ahora parece que en Palacio Quemado están todos callados o por lo menos están ocupados con el asunto del mar, echando cortinas de humo para minimizar esta contundente paliza diplomática al régimen masista. El canciller papalisa prácticamente desaparecido, tal vez sigue ofreciendo sahumerios en la corte holandesa. El resultado del acuerdo del corredor ferroviario era de esperar cuando se tiene a gente improvisada de embajadores y demás temas internacionales. La diplomacia del poncho que anda promocionando danzas y trajes típicos antes que negocios relevantes para el país. Esto de estar encajados en el corazón del continente es casi una maldición en vez de constituir una ventaja estratégica. Abrazos.
EliminarQuién no ha escuchado eso de "la política es el arte de lo posible"? Este es un caso de libro. No importa cuál es el proyecto más sensato, no importan los compromisos previos (que fueron anudados para resolver situaciones de "entonces", no de "ahora"), no importa lo que quieres, sino lo que puedes. Y es obvio que Bolivia, a pesar de todos sus méritos, tendrá que atravesar frustraciones que países vecinos también han experimentado. Lo que dices del destrozo en la Amazonia por este proyecto imperial de Brasil hace hervir la sangre, pero así son las cosas. Qué pena y que desperdicio.
ResponderEliminarPedirles sensatez a los políticos es casi una contradicción, un ejercicio inútil. Primero están sus réditos electorales, su demostración de fuerza, sus ansias de notoriedad antes que el bienestar de la colectividad. Esto de la alianza chino-brasileña suena, mas allá del comercio de materias primas y otros artículos, a un desafío al imperio norteamericano, en una suerte de disputa geopolitica por la influencia en la región. En este tablero de poder, paisitos como Bolivia son meras piezas desechables. Y si hay que remover tierra y cargarse el pulmón verde del continente lo harán o lo intentarán.
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