Recién llegado a España, como todo aficionado futbolero empecé a disfrutar de domingos de fútbol en la televisión, pero sentí que faltaba algo, esa dosis de amenidad y creatividad en los relatos deportivos de los periodistas locales. Relatos fríos, objetivos pero carentes de pasión, relatos sin entrañas, sin el “goooooolllllll” infinito que trepa desde la garganta de los relatores latinoamericanos. Echaba de menos ese delicioso estilo samba del relato brasileño, el “gol caracol” colombiano, el clásico estilo uruguayo (el mítico relato del gol de Maradona a Inglaterra lo atestigua) o el gol traducido en canto de cierto relator argentino de Fox Sports.
No podía entender la celebración escueta de un gol tipo “el balón ha entrado en puerta, gol de España”. Tanta emoción me dejaba estupefacto o mejor dicho; “anonadado, patidifuso y cariacontecido” en palabras de un viejo amigo.
Afortunadamente había un relator distinto a los demás, un tal Andrés Montes, con una pinta de duende pícaro que vestía de un modo curioso y anacrónico, similar al de los alumnos empollones de antes. Amén de su extraña apariencia, tenía un don peculiar para el relato, un cierto humor negro para narrar entre jugada y jugada, acompasado por un buen tono de voz (característica imprescindible de un relato agradable).
Suyas, frases antológicas tales como, “la vida es maravillosa, Salinas” (le acompañaba en los comentarios el ex jugador Julio Salinas) o el jugoso “bienvenidos a una tarde de ¡¡fútbol con fatatas!!” ,“Tiki taka, tiki taka, ¡el fútbol es sencillo Salinas!”...ni qué decir de los motes curiosos a los jugadores de la liga española: “Sweet Iniesta”, por su trato dulce al balón, el “decodificador” Deco, el sonoro “Tiburoon, tiburooon” a Puyol, “el señor de los anillos” (Raúl), “¡Ahí está Moto GP! " (Dani Alves). Aunque nunca entendí el “Humphrey Bogart” dado al gran Xavi.
Por azares de la vida no tuve la fortuna de seguir sus relatos del baloncesto de la NBA. De seguro me perdí mucho. El inapelable árbitro de la vida detuvo su existencia extrañamente en octubre de 2009. Cruel ironía para alguien que pregonaba que la vida es maravillosa, ésta le haya pagado con una “jugada” desagradable y definitiva.
No he encontrado relatos con tanta fuerza, humor y emoción en tierras españolas, quizá se asemeje el de Manolo Lama (en pasión, mas no de estilo, Montes era único en su especie). Demás está decir que también echo de menos, los domingos sin el Carrusel Deportivo y los entrañables cantos publicitarios de Pepe Domingo Castaño.
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