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El fútbol está íntimamente ligado a la idiosincrasia de cada país, se lo dimensiona como se vive, como se lo palpa con el ser, como se lo lleva en la intimidad del alma. Las gestas de los modernos héroes se narran a lo largo de noventa minutos y tales contiendas necesitan de hábiles transmisores para cautivar a las audiencias. Entra en juego ese artista de la voz, el relator o narrador, un equilibrista que se mueve entre la fantasía y la objetividad del libreto, entre la improvisación y el conocimiento del oficio. Dicho sea así de paso, hay relatores que pueden poner a llorar de emoción a un país entero o aburrir hasta a las butacas de un estadio. Según su manera de relatar, pueden asemejarse a corresponsales de guerra o presentadores de noticias, cantores de área o anunciadores de feria.
El narrador va siempre acompañado de su escudero, el comentarista, el lector retrospectivo del match mientras aquel toma aire. Mientras éste “pone el juego en el suelo para destriparlo”, aquel “desparrama su balón de ideas por los aires”.
En América se relata con más fuerza y rapidez (aunque paradójicamente se juega más lento) porque se vive el fútbol como la vida misma; con intensidad, con inmediatez y sensación de hambre permanente, buscando en él una suerte de placebo a nuestros males sociales.
En Europa, exceptuando algunos países, más bien se lo percibe como un pasatiempo más, sin demasiados apegos o fanatismos, con mayor o menor pausa y objetividad, de acuerdo a las características étnicas y culturales que se traspasan indudablemente a sus cronistas deportivos.
He aquí mis impresiones acerca de los distintos estilos narrativos que he podido distinguir. Se me perdonará mi corta experiencia y subjetividad a la hora de conceptualizar este maravilloso deporte:
Empecemos por la potencia mundial, Brasil: A momentos, relatos fantasiosos como su “jogo bonito” .Tuve la oportunidad de seguir todo el Mundial de Corea- Japón mediante locutores brasileños, y es de lejos, la forma más vistosa y entrañable de narración (aprender portugués ni falta que hace para poder disfrutarlo).
Relatos argentinos, en general aceptables, aunque a veces molesto por ese recargado acento localista y ese tufillo antibrasileño exacerbado por la rivalidad deportiva que al resto de latinoamericanos nos cansa (los argentinos son impecables trabajando para medios fuera de Argentina).
Relato colombiano, ágil y colorido, algunas veces sabroso y exportable como un buen café.
Relato mexicano, narrado con fervor religioso, ocurrente y original como los tótems zoomorfos de sus clubes (las Águilas, las Chivas, los Pumas, etc.), pero lamentablemente contagiado por su acento del vecino “futból”.
Relatos con acento neutro como los de ESPN, de lo mejor en Latinoamérica, sin importar la procedencia de sus locutores.
Atravesando el charco, el relato español, con alguna excepción, peca de rigurosa objetividad y falta de calidez, irónicamente contrario a la pasión y efervescencia del pueblo español. Aclarando que sus programas de análisis pospartido y tertulias deportivas, de lo mejor que he oído en lengua castellana.
Relato italiano, seguido a través de la cadena de televisión RAI, deja mucho que desear: carente de emoción, soso y lento, calculado y gris como su catenaccio local. A pesar de la dulzura de la lengua italiana.
Relatos en lengua alemana: reposados, limpios y fríos como un lago finlandés. Inevitablemente durante mi permanencia en España tuve que seguir la Eurocopa 2008 mediante un canal satelital alemán, a pesar de que sólo podía entender los nombres de los jugadores, me quedó claro el estilo con una frase antológica como “Deustchland, ja,ja” (grito del locutor al marcar gol Alemania).
Relato inglés, la poca fortuna de haberlo oírlo poco, como para tener una idea cabal. He seguido narraciones de algunos goles de los mundiales como ráfagas de aire fresco sobre el Támesis. Aceptables, mientras no sean inexpresivos como su majestad imperial.
Finalmente, el caso boliviano, el mejor estilo viene dado por los relatos radiales, más no en la televisión. La narración nacional peca de medianía y desconocimiento de conceptos deportivos, como la exageración de llamar “Clásico del Sur” a un encuentro entre Real Potosí (la moda real del Madrid) y Universitario de Sucre (un equipo ascendido hace pocos años a primera división), o la mala costumbre de llamar “Derby español” al encuentro Barça-Madrid. Como corolario, mala suerte por doble partida en el último Mundial, a pesar de las bellas imágenes, no sé qué era más molesto; oír las vuvuzelas o tragarnos el mal sabor de un relato a momentos soporífero y mal pronunciado, sazonado por los conceptos pintorescos de algún comentarista enfermin.
No he oído relatos en sueco, chino, ruso o esperanto.
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