Foto: Los Tiempos |
Soy un convencido de que el verdadero progreso
de un país –aunque parezca simple o insuficiente-se mide por el estado de sus
escuelas y hospitales públicos…y también por su cara oscura, la de sus cárceles.
El otro día le oí decir al pluriacadémico
vicepresidente (que un día nos habla de teoremas matemáticos y al otro de
esoterismo andino), galante cultor de trajes italianos que jamás en su vida se
ha arremangado la camisa para plantar un árbol, que la Bolivia de hoy es la
mejor que hemos tenido en cien años. Y para convencernos del todo nos bombardean
sistemáticamente con propaganda de que la macroeconomía va viento en popa. Que
si Bolivia tiene más reservas internacionales que nunca. Que hemos dejado de mendigar
y que ahora formamos parte de un país digno y soberano. Que ahora somos el espejo
en el que otras naciones se miran por nuestros profundos cambios sociales. Que
se ha instalado una planta transformadora de hidrocarburos aunque el GLP haya
desaparecido de las calles. Que tenemos las mejores carreteras que hemos podido
desear. Podría seguir, hasta el aburrimiento, anonadado de que estén industrializando
el país a ritmo de videoclips.
Lo que es totalmente cierto es que el régimen
tiene la gran fortuna de recibir ingresos cinco veces mayor que los gobiernos
anteriores. El Estado obtiene ingentes cantidades de divisas por la venta de
gas y minerales. Sin embargo, seguimos inmersos en una triste y eterna economía
extractivista. Nuestra bonanza es solo coyuntural. Aún así, según la lógica
oficial, todo es mérito de la administración de Morales, hasta sugerir que las
altas cotizaciones de las materias primas no se deben a la demanda
ininterrumpida de potencias industriales emergentes.
Así pues, para Evo Morales, el desarrollo pasa
por distribuir bonos, construir canchas y coliseos y comprar aviones
ejecutivos. “Antes teníamos que viajar en aviones de presidentes amigos y
prestarnos helicópteros”, recuerdo haberle escuchado decir a Su Excelencia,
como justificación para sus infinitas ganas de volar. Progreso es comprarse un
millonario satélite con la excusa de librarnos de la dependencia tecnológica. Ustedes
saben, ahora somos un país que pretende alimentarse de dignidad antes que erradicar
la miseria y desnutrición que tanto azotan las áreas rurales.
Ahora, tal parece que hasta la sucia realidad
se ha dado a la tarea de complotar contra el generoso e inmaculado régimen. Un día
atrás, aún no se podía controlar el gigantesco incendio forestal que arrasó más
de veinte mil hectáreas de bosque de matorral que, según especialistas, tardará
unos cuarenta años en recuperarse, con esfuerzos denodados de voluntarios que
armados de palas y rastrillos, combatían mejor el fuego que un insignificante y
solitario helicóptero con bolsa de agua que, para mayor desazón, tuvo que parar
rápidamente por falta de combustible. Ah, y todavía tenemos la bellaquería de
anunciar la compra de misiles rusos (90.000 dólares por unidad) para
salvaguardar la patria de enemigos invisibles. En los cuarteles empiezan a
relamerse como niños con juguete nuevo. La dignificación ha llegado también a
las FF.AA., empezando por declararse socialistas, en franca contradicción de su
doctrina que les prohíbe la deliberación.
La tragedia de las cárceles
"Ratoneras" en la cárcel San Sebastián de Cochabamba |
Paradójico resulta que en estos tiempos de
esplendor económico, los hospitales colapsen todo el tiempo por falta de instalaciones
adecuadas, personal médico, ambulancias, combustible, medicamentos, y otros
equipamientos necesarios. El drama se extiende a las escuelas con sus carencias
específicas. Pero lo que sucede con las cárceles ya sobrepasa lo inhumano. Que
se llamen centros de rehabilitación es un insulto al sentido común. El abandono
en que se halla todo el sistema penitenciario, tarde o temprano iba a acarrear
funestas consecuencias. La tragedia se cocinaba a fuego lento en medio de la
desidia e indiferencia de las autoridades responsables. Extraño que no se haya
producido antes como en otros países.
Hoy, viernes 23 de agosto de 2013, se produjo
el peor desastre carcelario en lo que concierne a Bolivia: 30 muertos (entre
ellos un niño menor de dos años) y casi un centenar de heridos, según cifras
oficiales hasta el momento. En medio de
la confusión, se habla de más víctimas y algunos desaparecidos.
Todo comenzó desde aproximadamente las seis de
la mañana en el penal de Palmasola (Santa Cruz), el más grande del país,
construido para mil quinientos internos que, según estimaciones de la prensa,
albergaba a más de cinco mil, produciéndose un enfrentamiento entre dos bandas
rivales. Primera aberración, el hacinamiento infrahumano es típico de todo el
sistema (En algunas cárceles, hay gente que duerme en cualquier recoveco,
mientras pocos privilegiados llegan a construirse hasta minidepartamentos con
servicio de televisión por cable).
Reclusos de un pabellón invadieron a otro por
pugnas de poder, a punta de pistola, machetes rudimentarios, cuchillos y palos.
Usaron incluso garrafas de gas a modo de lanzallamas, lo que desencadenó el incendio
en varias celdas donde muchos todavía dormían en colchones de paja, siendo
perfecto combustible para las llamas. El humo intenso podía divisarse desde
lejos, las primeras cámaras llegadas al lugar registraron escenas dramáticas
como la de un hombre subido al techo junto a su joven hijo aterrorizado. Abajo
se intuía que el infierno estaba desatado.
En medio de la tragedia empezó a llover lo que
dificultó seriamente la llegada de las brigadas de rescate. Mientras tanto, la
policía concentraba sus esfuerzos en tomar control del penal y someter a los
presos rebelados. Por surrealista que parezca, los que verdaderamente gobiernan
una cárcel son los propios presos. Las fuerzas de seguridad solo se limitan a
vigilar el perímetro. Adentro impera la ley del más fuerte. Las mafias siguen
dirigiendo sus negocios como si nada, desde el encierro. No hay una separación
de celdas por sectores como vemos en cualquier película. En medio del desorden
conviven reos de alta peligrosidad y detenidos preventivos por cualquier
bagatela, y entre estos, muchos niños que viven junto a sus padres. La niñez encarcelada es otra
característica dolorosa de nuestra sociedad empobrecida. El gobierno tiene
tantos recursos frescos que no es capaz de construir centros de acogida, prefiere
soslayar la mirada con la excusa de que es una estructura heredada de gobiernos
anteriores. Aquellos por lo menos podían aducir motivos de falta de
presupuesto. Evo Morales lleva ya casi ocho años en el poder y la problemática se
ha agravado, más aún considerando que su régimen ha empezado a encarcelar
opositores con cualquier acusación.
Las imágenes que transmitía la televisión
parecían las estampas de un estado de guerra: decenas de heridos tirados, muchos
con la piel hecha jirones por las quemaduras, en medio del patio, sin ninguna
asistencia médica y entre expresiones dantescas de dolor. Corrían las horas y
las ambulancias llegaban como cuentagotas. Afuera en la puerta principal los familiares
se agolpaban entre muestras de impotencia y rabia por la falta de atención a
sus necesidades de información. Nadie quería dar la cara. Nadie que proporcione
algún dato sobre la suerte de los internos. Así, la mayoría tuvo que corretear
entre clínicas, hospitales y la morgue en medio del caos y del aguacero. La red
pública de hospitales fue desbordada por la llegada de los heridos. Es inverosímil
que una ciudad de un millón y medio de habitantes –y la más próspera de la
nación-no tenga capacidad para atender a un centenar de pacientes a causa de
una emergencia. No quiero imaginar lo que ocurriría en caso de un terremoto o
algo parecido.
Al caer la noche, las autoridades por fin
aparecieron en escena, con el ministro de Gobierno y el comandante general de
la policía ofreciendo una conferencia de prensa. Por un momento creí que habían
dado otro gran golpe a la delincuencia organizada al mostrar un montón de armas
blancas (algunas del tamaño de espadas), casquetes de balas y hasta algunos
cilindros de gas como pruebas de los delitos. Como corolario presentaron a
cinco supuestos cabecillas del motín. Daba la impresión de que los burócratas
esperaban el aplauso unánime. Como si no estuviéramos hablando de arsenal
hallado en una prisión y de presos apresados, valga la contradicción. Orgullo
de mostrar las pruebas de la ineptitud y corrupción policial, qué cosa más
revolucionaria.
¿Y el caudillo?, como siempre, dijo “sentirse
muy consternado” por la tragedia, tanto que no se dio tiempo para llegar al
sitio aprovechando que tiene su avión para viajar en cualquier momento cuando
alguno de sus colegas bolivarianos sufre una jaqueca. Tan “consternado” estaba
que la televisión estatal transmitía en vivo por la tarde, participando de un
desfile por el aniversario de una institución militar en Cochabamba, que igual
es importante celebrar una fecha que se recuerda cada año. En fin, que es
cuestión de prioridades.
muchos niños que viven junto a sus padres.
ResponderEliminarquesta è una cosa che grida vendetta! yo tambien creo que lo stato si veda nel funzionamento degli ospedali, delle strade, delle cloache e delle scuole. questo è più importante dei centri commerciali o dei satelliti.mio caro josè, mi dispiace che tutte queste disgrazie colpiscano il tuo paese,in primis il celeste .
el sueno de la razon genera monstruos.
fiore
Dolorosa es la imagen de los niños viviendo con sus padres en todas las cárceles de Bolivia, recién a raíz de esta tragedia, las autoridades dicen que van a tomar medidas. Como verás amiga Fiore, el sentido común es lo que más falta en nuestra sociedad. Esta gran “revolución” del divino Evo solo ha generado cambios para enaltecer y agrandar su figura con obras y adquisiciones a la altura de su ego. Las reales necesidades de la gente más pobre no conmueven a los gobernantes.
EliminarTiene usted toda la razón, apreciado José: escuelas , hospitales y cárceles constituyen un termómetro para cualquier sociedad. En este caso, el hacinamiento y degradación de las últimas marca un abierto contraste con la precariedad de la educación pública en nuestros países. Ya es un lugar común decir que las cárceles constituyen en la práctica una universidad del delito, pero esa es la dolorosa realidad. Lo más grave es que en ellas permanecen detenidos miles de inocentes, sin que se les resuelva la situación jurídica, mientras los grandes delincuentes se pasean por centros comerciales, playas y clubes sociales.
ResponderEliminarA tono con su reflexión, amigo Gustavo, en Bolivia, dios terceras partes de los detenidos no tienen sentencia, la retardación de justicia es moneda común. Exacto, algunos detenidos son por meras acusaciones, teniendo que probar su inocencia desde la cárcel, al revés de lo que dicta la norma jurídica. El día de la tragedia no murieron los reos más peligrosos y los causantes del motin sino gente con delitos menores en su mayor parte, especialmente trágico fue el caso de un joven padre que murió abrazado a su hijo pequeño, a pocas semanas de tener que salir libre.
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