Es una postal surrealista ver a los venezolanos hacer fila
para adquirir papel higiénico. A contrapelo, en Bolivia todavía da vergüenza ir
a comprarlo, en cuanto se pueda se lo oculta bajo otros productos en el carrito
del supermercado o se lo mete en una bolsa opaca a salvo de las miradas. Fue peor que una reprimenda que una vez me
ordenaran ir a cambiar dólares para una empresa en la que comenzaba a trabajar:
a la administradora no se le ocurrió mejor idea que encargar un megapaquete de esos para uso de la
oficina. Para mi mayor desdicha me tropecé con una compañera de universidad en
pleno pasillo del mercado con mi compra exclusiva al hombro, cual si llevara
una chaqueta sobre él. Con la cara rojo tomate, rajé de allí como pude, luego
de decirme “mierda” mentalmente. Minutos
más tarde, de regreso en el microbús procuraba no mirar a nadie. En qué otra
cosa podría pensar la gente al verme con mi bolsa gigante y transparente. Fue
uno de los momentos más embarazosos que sufrí en mi, entonces, joven e
inexperta vida. A los novatos siempre se les encarga las tareas más crudas o
pesadas. Aquel día comprendí sin asepsia lo que significaba el derecho de piso.
Hoy, con los años encima y algún pelín de barba que asoma
canosa, me cago de risa –perdonen la expresión, aunque no sea licencia poética-
cuando recuerdo este chusco episodio de mi, más bien, aburrida existencia. Pero
viendo a los ciudadanos venezolanos todo serios con sus rollos en los brazos, no
hay ganas ni de esbozar una sonrisa. Cuando las necesidades de evacuación
aprietan, no hay vergüenza que valga. Todo lo contrario para un gobierno que se
dio de culo con la realidad, vergüenza debería darle que escasee lo más básico.
Distará de ser motivo de orgullo para la revolución bolivariana ponerse a
importar a la desesperada 50 millones de rollos, que, considerando el número de
habitantes, apenas alcanza a dos por cabeza, por posadera habría que decir,
para ser más exactos. Provisión que no suple ni un par de semanas, dando la
impresión de que los estrategas del comercio exterior tienen la cabeza llena de
pajaritos o de otra cosa. Hilarante y, a la vez, humillante tarea para el
ministro del área. Hay que tener estómago para ir al puerto a recoger los
contenedores con papel W.C.
Yo me pregunto, dónde está el gobierno de Evo Morales para
poner el hombro a su hermano de lucha, ya que, por “razones humanitarias”, nos
dejó a los bolivianos sin arroz para donarlo al régimen cubano (para paliar el
desequilibrio tuvo que ordenar la importación del grano, así de fácil, al
tiempo que regala algunos tractores a los campesinos con toda fanfarria). Si
hasta tuvo la suficiente solidaridad –que está bien--con el estado enemigo de
Chile para llevarle agua embotellada y leche en polvo aquella vez del terremoto
de Concepción y alrededores. No me digan que la situación venezolana no tiene
visos de una catástrofe humanitaria.
Ese es el legado del difunto Chávez, una nación con el culo
al aire: Desabastecida, improductiva, hambrienta, caótica y violenta. Un país
que nada en petróleo y gas y, sin embargo, a menudo paralizado por cortes de
energía. Un hermoso país de llanuras
interminables, verdes y fértiles donde escasean la leche, los cereales, el
pollo, el maíz de las arepas, el café, el azúcar… ¡en una tierra tropical! Vaya absurdo de república bananera. Eso pasa
cuando los gobernantes ideologizan hasta lo que hay que llevarse a la boca y no
entienden ni papa de economía (por resumir), que por cierto, los venezolanos no
están solos, los acompañamos en el esperpento. De pronto, podemos pasar, en
cuestión de meses, de exportadores de azúcar a llorar de amargura cuando
escasea en los mercados locales. Y así con productos varios, por los que no
pocas veces la población se ve obligada a formar cola disciplinadamente. Los
jefes del poder les echan la culpa a los empresarios, a los comerciantes
mayoristas, a las inundaciones y sequias, repitiendo como loros su manual
revolucionario. Que nadie se salva, ni los gusanos y plagas.
Pero lo del papel sanitario recuerda tanto a los tiempos de
la Unión Soviética, donde era considerado un pequeño lujo burgués, al alcance
de los burócratas con influencia o de quien podía conseguir en el mercado negro
junto a otros productos raros como los chocolates y cítricos. (He leído de rusos
que vieron naranjas por primera vez por accidente, al descarrilarse un tren
sobre la nieve). Tal parece que los venezolanos tendrán que acostumbrarse a
colgar papel periódico de un gancho como los cubanos lo vienen haciendo
hace medio siglo. Por lo menos podrán mejorar su nivel de lectura mientras la
madre natura hace lo suyo. Ya ven, no es tan malo después de todo.
A este paso, apreciado José, a nuestros vecinos venezolanos no les quedará salida distinta al viejo truco de irse a cagar a casa del vecino. De paso- recursivos como somos- ya hay colombianos pasando papel higiénico de contrabando a la cuna del socialismo bolivariano ¡ cuestiones de la economía!
ResponderEliminarDejando a un lado la inevitable dosis de humor implícita en las patéticas imágenes- no puede ser menos que patético un pueblo con hambre abasteciéndose de papel higiénico- estos países nuestros malviven sometidos a una maldición que parece urdida por la mente perversa de alguna divinidad griega. Al modo del suplicio de Tántalo, agonizamos de sed en medio de un mar que amenaza con ahogarnos. Entre tanto, sucesivas generaciones de sátrapas y caudillos engordan sus cuentas en algún paraíso fiscal a la espera de un exilio dorado que, triste consuelo para nosotros, casi nunca se les cumple porque siempre habrá un nuevo ambicioso dispuesto a cortarles el cuello. Entonces, la rueda de la infamia vuelve a girar.
Ah, los bolivianos somos campeones del contrabando hormiga, décadas de esquivar a la Aduana nos avalan, si fuéramos vecinos de Venezuela ya la hubiéramos invadido con papel toilet de todos los colores y aromas. No podía ser mejor el suplicio de Tántalo como analogía de lo que sucede en el país caribeño, amigo Gustavo. Una geografía que dista muy lejos de ser desértica o estéril, que no pueda producir los alimentos más básicos es el colmo del absurdo. (bien recuerdo que, nuestro gobierno estaba llevando soya, aceite y leche en polvo, a cambio de diesel). Venezuela debería ser un gran exportador agrícola. Tiene todo, empezando por capitales inmensos de su renta petrolera. Pero tal parece que ahora hay más gente con boinas rojas y caras pintadas que campesinos que labren la tierra. Eso me hace evocar a los terribles planes de colectivización estalinista o el Gran Salto de Mao que mató de hambre a millones de chinos, aunque quizá la comparación sea exagerada.
Eliminarben detto.
ResponderEliminaruna nazione così ricca come il venezuela senza carta igenica nè farina nè olio.
venezuela era un mito qui da noi.
però, c'è da chiedersi: se manca il mangiare basico che bisogno hanno del papier igenique?
grazie Chavez!
fiore
ps. mai letto El chiguire bipolar venezuelano?
A tono con lo que dices, amiga Fiore, bien recuerdo que, alguna vez un conocido que había vivido varios años en Venezuela en la década de los 80 me contó que por ese entonces este país era considerado la “Suiza de Sudamérica” por el alto nivel de vida que tenía y la bonanza de su economía. Tal parece que solo fue un mito. Muchos profesionales bolivianos, especialmente médicos, fueron a trabajar allá. Ahora han cambiado de destino hacia EEUU o están regresando a Bolivia. Gracias por la recomendación de la web de “El chigüire bipolar”, no lo conocía para nada, he estado revisando alguno de sus artículos, lo publicado es para morirse de risa. Algunos de sus titulares son antológicos: “Chavista herido se arrastra para morir en un municipio de la oposición” o “La guardia bolivariana recibe dotación de pilas y linternas para vigilar el sistema eléctrico nacional”, ja ja ja, ya me duele el estómago, ¡bravo!
EliminarLo que cuentas de la vergüenza y el escamoteo pudoroso de cosas como el papel higiénico, por sus asociaciones, me hace recordar cuando fui a España por primera vez, todavía en el pais franquista, y me encontré con que los periódicos publicaban informaciones como “Fulano de Tal fue arrestado por orinar delante el Ayuntamiento….” En mi país eso no se publicaba porque los lectores dejarían de comprar los diarios. Orinar era algo repugnante. Y en la televisión todos se esforzaban en ser educaditos, mientras que ahora “boludo/pelotudo” reemplaza a “este” en su frecuencia y naturalidad. Para ser popular hay que putear, parece. Ya no existe el placer de leer cosas como el informe furtivo que luego utilizó Camilo José Cela en una de sus obras, sobre el famoso y campionísimo Cipote de Archidona. Ahora estaría adornada con detalles de lo más gruesos. Para comprensión del caso, agrego link con un intercambio de cartas entre Cela y Alfonso Canales. Que viva España!!
ResponderEliminarhttp://www.trazegnies.arrakis.es/index28b.html
Ja, gracias por el aporte, estimado Lalo, lo tuyo no tiene desperdicio, qué bueno es contar con tu experiencia; muchas cosas extrañas sucedían en tiempos del Generalísimo, según he leído, aparentemente las costumbres se han relajado tanto en la España actual que no faltan algunos nostálgicos que sacan la frase: “esto en tiempos de Franco no pasaba”. Eso de orinar en público es una costumbre muy extendida en Bolivia, especialmente en las fiestas folclóricas donde corre la cerveza como el agua, y otra cosa más, detrás de las graderías. A una presentadora de televisión la declararon persona non grata y le iniciaron un juicio, emplazándola a pedir perdón públicamente por haber dicho que las calles de Oruro apestaban a orines al día siguiente del carnaval, y tenía absoluta razón, pero folclóricos como somos acá, la gente se indignó, empezando por las autoridades, en vez de efectuar autocritica. Y gracias por el vínculo sobre Cela.
EliminarLa nacion.com.ar
ResponderEliminarEl gobierno venezolano justificó la escasez de papel higiénico: "La gente está comiendo más"
y no es un chiste de Maduro!!!!!!!!!:))
fleur
El Jueves
ResponderEliminar(espana)
(asì te quedas alegre)
fiore