30 enero, 2012

12 Aquel cine, aquel gozo perdido

Hace años que no voy al cine. El cine viene a mí. Aguanten que luego lo explico.

No recuerdo desde cuándo cobré aprecio por ese sonido peculiar de los rollos girando en el proyector. Los recuerdos de la infancia no tienen fechas exactas pero aún así son imperecederos. No me acuerdo de quién trajo las primeras películas al pueblo. En esos años que aún no llegaba la luz eléctrica, las imágenes en movimiento fueron el descubrimiento más gozoso. Todavía me acuerdo vagamente de mi primera película, en blanco y negro por supuesto, con esas manchas repentinas cada cierto tiempo en la pantalla que le dan el toque de parecer reliquias. Era una historia del género fantástico creo, con toques de vampirismo o algo así. Se titulaba “El fistol del Diablo”, que hasta ahora no sé qué significa, con treinta y tantos años encima y muchas lecturas devoradas.  La memoria y sus entresijos, que por un lado me permite guardar un dato inútil como el símbolo del magnesio y sin embargo no retiene un significado de un hecho vital para mí, porque estoy seguro que en ese entonces sacudí las orejas para ir en busca del “mataburro”.  Me gusta esta pequeña ignorancia mía, no quiero caer en la tentación de googlear, a veces hay cosas que no queremos saber para no estropear una evocación de felicidad.

Un día, el cura italiano de la parroquia se trajo un proyector de betamax desde su misma Italia, adivinen dónde encontró una pantalla idónea. Sí,  ahí mismo, dentro de la iglesia, en el muro desnudo donde debía estar el retablo, pero  como la construcción era nueva y fea como una covacha, tenía más la pinta de una rústica casa alpina, con techo muy caído, ingeniería alemana, se diría pensando en los religiosos que la mandaron levantar, ni campanario tenía, para más extrañeza. Esa era la vida real, volvamos a la vida de ensueño, el cine. 

Cuántas proyecciones habremos visto,  sí, esas de las grandes producciones de Hollywood. Cómo olvidar las aventuras piratas de Sandokan el tigre de Malasia, las grandes carreras de Ben Hur, las deslumbrantes historias bíblicas o  las batallas épicas de romanos y griegos, en esa edad que todavía no nos detenemos a pensar en el mensaje moral sino más bien en disfrutar inocentemente de la recreación de determinadas épocas. Y si no me creen, miren aquí estoy, más agnóstico que nunca.

Al poco tiempo alguien quebró el monopolio de los curas, otras almas caritativas instalaron un cine improvisado en un galpón. Pero había que pagar, no mucho pero a veces la mesada no alcanzaba para el creciente vicio. Cuántos chavales nos reuníamos  los fines de semana para las funciones dobles, rogando porque alguno de los cuates nos costeara la entrada. Una vez adentro esperábamos ansiosos el milagroso chorro de luz que convirtiera  el tiempo en felicidad. Y claro, conocimos los primeros besos en pantalla, aquellas historias románticas que los curas se cuidaban de no proyectar.  Gracias a Dios por el cine independiente.

Los años pasaron, ¡ay! la tecnología acabó con nuestra primitiva afición. Llegó la luz eléctrica –permanente, quiero decir- al pueblo, con ella las fuerzas malignas de la oscuridad, los canales de televisión. No más reunión de amigos por la noche, no más titulares en la pizarra del cine de barrio, no más frio a cambio de una velada gozosa. Cada uno a su casa calentita, a esclavizarse de una minúscula caja tonta.

De joven, en la ciudad conocí los verdaderos cines, con ese audio ensordecedor y “envolvente” que llaman. Había que pagar mucho más, pero valía la pena, incluso sacrificando los caprichos en chucherías para ahorrarse la entrada del fin de semana. Era solo llegar a la sala de butacas y acomodarse en el mejor sitio y,  hasta que el salón se poblase de gente ya disfrutaba incluso de los trailers de promoción de otras cintas.  Nunca iba a los estrenos, no me gusta estar rodeado de gente que cuchichea o de cabezas que me estropeen la mirada. Grandes tiempos aquellos, que como saben no volverán. La tecnología una vez más acabó con el cine; no fue sólo el DVD, sino algo más espurio: la fórmula de Mac Donalds trasladada a las necesidades de entretenimiento. 

Poco a poco, las grandes salas enmudecieron y ante la angustia de la ruina,  fueron vendidas a precio de saldo para convertirlas en templos del nuevo milenio, donde los profetas de la fe hacen del teatro su vocación. En eso se han transformado los grandes “cines-teatros” de toda la vida, en ceremonias de histeria colectiva, televisadas para engatusar a los incrédulos o en motivo de risa para otros incrédulos. El cine ha muerto, ni Dios inmisericorde lo salvó.

Porque es así, aunque alguien me rebata, el cine transformado en multicine no es cine. La mayor reunión de comensales palomiteros no es cine. A pesar de los carteles atractivos y toda la parafernalia comercial que rodea a estas salas, a pesar  de los “horarios  cómodos”, nunca me he dejado llevar por la onda, lo juro, puedo presumir de no haber estrenado ninguna de estas multisalas, ni gastado el culo en una butaca de ensueño, que dicen que tienen. Los combos de películas que proyectan, tienen el olor de un combo de hamburguesas. El nuevo cine ha infantilizado a las audiencias. Es lo que vende, es lo que hay. 

Así que, aquí me tienen, refugiado en mi sala con mi pequeña videoteca. He logrado reunir una colección apreciable a costa de grandes caminatas e infinita paciencia, ya saben, desgastando los dedos en los puestos piratas, que aquí están plenamente aceptados y que lo mismo se aprovisionan casi siempre de paquetes de “estrenos” y encontrar una joyita es como buscar una aguja en un pajar. Hasta en eso nuestro país es insignificante, apenas llegan títulos de cine clásico o independiente. Ya quisiera yo tener un sitio como el “Polvos azules” limeño, esa Meca subterránea del cine. Ni modo, me las tengo que apañar, con mi reproductor DVD y un mediano televisor. Entre tanto a disfrutar mi cine, placer como pocos, aunque solitario.

24 enero, 2012

12 Las “bondades” del Estado Plurinacional

Whipala: la bandera andina
Este 22 de enero, se conmemoró el segundo aniversario del Estado Plurinacional, título confuso y artificial que pretende borrar de un plumazo los casi doscientos años de la República, con la supuesta premisa de erradicar los resabios de colonialismo. Ahora es sospechoso llamarse Juan Pérez, ser de clase media y llevar corbata, como si fuera un estigma y cargar con la culpa por los “500 años de explotación” y otros discursos plagados de resentimiento que curiosamente han sido elucubrados en su mayoría por intelectuales blancoides que se arrogan el derecho de hablar en nombre de los “hermanos” indígenas.

Bolivia es un país multiétnico y por ende pluricultural, pero hablar de múltiples naciones es forzado y maquiavélicamente político que se puede resumir en el viejo adagio, “divide y vencerás”. Aproximadamente la mitad de la población es indígena, conformada mayoritariamente por las etnias quechua y aimara, quienes como naturales herederos del Incario, comparten tradiciones, historia y territorio y en consecuencia podrían argumentar su pertenencia a una nación definida. No se puede decir lo mismo de otros pueblos dispersos por toda la geografía nacional, especialmente en tierras del chaco y amazonía. Evidentemente estas comunidades son agrupadas de acuerdo a criterios etnolingüísticos que es lo más natural, pero según los lúcidos gurús del Cambio, no son etnias sino “naciones” aunque muchas compartan un tronco común. ¿Se puede llamar nación a una comunidad de 25 individuos? ¿Es prudente y práctico dividir al país en 36 naciones indígenas, aunque algunas apenas bordeen las centenas o el millar de individuos? ¿No era acaso más adecuado suprimir estas barreras e incluirlos en la sociedad, con plenos derechos y obligaciones como el resto de bolivianos? 

Los teóricos de la descolonización hablan de luchar contra la discriminación en pos de la inclusión social, sin embargo han delimitado a los indígenas en TCO’s o tierras comunitarias de origen,  en una suerte de guetos más parecidos a las reservas norteamericanas. Hay un hecho reciente que confirma esta sospecha: A raíz del conflicto de la carretera del Tipnis, las colonias de cocaleros que rodean al parque, hostigan frecuentemente a los indígenas, chantajeando y obstaculizando el libre tránsito  por los caminos vecinales como si fueran de su propiedad. 

Hasta hace pocos años,  los indígenas se  identificaban sencillamente como “bolivianos” y añadían de acuerdo al caso, como quechuas, aimaras, mojeños, tacanas, chiquitanos, etc. Ahora pregúntele a muchos de ellos y le dirán que se autocalifican como “indígena originario campesino”, sí,  como unidad indivisible. ¿No son  acaso, “indígena” y “originario” dos conceptos muy similares? He aquí una definición de ambos términos. Luego me dirán dónde está la diferencia:

“Pueblo Originario, aquel conjunto de personas que descienden de poblaciones asentadas con anterioridad a la conquista y que se encuentran dentro de las actuales fronteras del Estado boliviano, poseen historia, idioma, usos y costumbres, formas de organización y otras características culturales comunes con las cuales se identifican sus miembros, reconociéndose como pertenecientes a la misma unidad socio cultural. Asimismo, mantienen vínculos con su espacio de ocupación tradicional bajo una lógica socio-espacial”.

“Pueblo Indígena, es el conjunto de personas que descienden de poblaciones asentadas con anterioridad a la conquista y que se encuentran dentro de las actuales fronteras del Estado boliviano: poseen historia, organización, idioma, usos, costumbres y otras características culturales, con las cuales se identifican sus miembros, reconociéndose como pertenecientes a la misma unidad socio cultural, mantienen sus instituciones sociales, económicas, políticas y culturales, además de vínculos territoriales”.
 Fuente: Características Sociodemográficas de la Población Indígena, INE - La Paz, 2006.

Ahora bien, el concepto “campesino” tiene una profunda connotación peyorativa y excluyente en la sociedad boliviana. Es frecuente asociar esta palabra como sinónimo de rústico, bruto o ignorante. Además el término es demasiado ambiguo, forzando otra vez a la distinción entre indígenas-originarios  urbanos y rurales. ¿ No es más natural o simple que un indígena tenga el derecho a identificarse como quechua o guaraní, independientemente de dónde haya nacido o dónde viva? 

Otro hecho que llama la atención es la inclusión de la comunidad afroboliviana dentro de las 36 naciones. Si nos ceñimos a los conceptos, no son “originarios-indígenas”, si bien tienen una distribución geográfica más o menos definida, eso no es argumento para considerarlos una nación, en todo caso debería dárseles el mismo tratamiento que a todos los “foráneos” que poblamos este país.  Si es así, ¿por qué no se incluyó a la comunidad bolivianojaponesa, que lo mismo, está asentada desde los años cincuentas en una región bien delimitada? Por último, las colonias de inmigrantes rusos y menonitas, a pesar de sus convenios especiales con el Estado, considerando que ya tienen hijos nacidos en Bolivia, podrían argumentar que también tienen el derecho de ser consideradas como “naciones”, aunque parezca absurdo. 

La administración de Evo Morales pretende hacer creer al resto del mundo que es un gobierno de indígenas y respetuoso de las minorías, para lo cual hizo aprobar una nueva Carta Magna, donde entre otras cosas se reconoce la autonomía y el respeto a los usos y costumbres.  Sin embargo en la práctica,  actúa con la prepotencia de los gobiernos anteriores, tomando decisiones unilaterales, como la concesión de explotaciones mineras, petrolíferas y construcción de carreteras sin previa consulta a las comunidades indígenas afectadas,  tal como establece la nueva Constitución. El ejemplo más patético de esta incongruencia ideológica viene ilustrado por la represión a la Marcha del Tipnis, donde según las imágenes registradas,  no sólo se atropelló a mujeres y menores de edad, sino también a las autoridades elegidas de esas comunidades.  Muchos de nosotros no reparamos en un primer momento que se trataba de autoridades, porque  no portaban ningún bastón de mando o vestimenta que los distinguiese, ni hacían demostraciones ostentosas de su rango. 

Otra señal clara de que no se respeta la “plurinacionalidad” de los bolivianos viene dada por la intención de querer imponer la  insignia del indigenismo andino, la famosa whipala, que de acuerdo a muchos estudiosos es de origen español, y que no representa a todos los pueblos indígenas, mucho menos a los de tierras bajas. Hablan de respeto y tolerancia entre pueblos y sin embargo pretenden obligar por ley la exposición pública de la whipala en las regiones autónomas del oriente, como si no tuvieran sus propios símbolos. ¿Acaso se ha visto flamear una bandera vasca o gallega en tierras catalanas?

¿Si en verdad,  Bolivia es una nación de naciones, dónde encajamos el resto de la población -casi el 50%- que por azares del destino, somos resultado del mestizaje de distintos orígenes: indígenas, españoles, alemanes, árabes, judíos, yugoslavos, etc? ¿Será que puedo autocalificarme como “alienígena originario citadino”, porque considerarme mestizo o criollo es también muy ambiguo? ¿No estamos todos los bolivianos representados por la enseña tricolor, independientemente de nuestro origen étnico?

Por si esto no bastara, se decretó feriado nacional, a pesar de que el 6 de agosto es desde siempre nuestro aniversario patrio, y para rematar,  a mitad de año nos espera también el Año Nuevo Andino que todos estamos obligados a acatar, aunque gran parte de la población no se identifique con ello. Y después hablamos de autonomías y de mucho trabajo por hacer. Seguro lo conseguiremos a plan de desfiles militares mientras se perjudica al común de la gente en sus sacrificadas actividades económicas. A celebrar se ha dicho, mientras no salga de mi bolsillo, claro.

19 enero, 2012

5 El día que Ronaldinho llegó a Bolivia

Ataviado con el poncho típico de Tarabuco-EFE
Me lamentaba en alguna ocasión que a este ignoto país no lo visita nadie, nadie relevante, al menos oficialmente. Si hasta el rally Dakar pasó a escasos kilómetros de nuestras fronteras. Al año que viene hay posibilidades, dicen los organizadores. Durante dos semanas el país entero, estuvo en vilo detrás de nuestro único representante todavía en competencia, rezando que le aguantara la moto: no nos defraudó, “El Chavo” Salvatierra, a pesar de arrancar muy mal en las primeras etapas, en el intermedio se repuso,  dando mucha batalla en algunos tramos. Al final se ubicó en el puesto 31 (de más de 100 corredores en la categoría) situado entre los primeros pilotos latinoamericanos y considerando las condiciones técnicas con relación a los pilotos europeos, lo suyo fue casi épico, ganándose el respeto hasta de los comentaristas argentinos, que son más proclives  a resaltar lo suyo. Al año que viene, si el rally pasa por territorio boliviano, Salvatierra promete dar mucha guerra.
Luego de la euforia y el consiguiente recuento de nuestro héroe, narrando sus peripecias ante la televisión; caímos otra vez en la desasosegante rutina, adormilados con nuestras miserias, escuchando el vuelo de una mosca. El hombre de estos tiempos no puede con su silencio. Sin fútbol doméstico que nos torture los sentidos, algo tenía que sacarnos de la modorra.
A pesar de que llega en horas bajas, quizá en el ocaso de su carrera, sin embargo Ronaldinho todavía levanta pasiones, al menos por estas latitudes. Mucho más cuando hace unos días llegó a la capital boliviana,  Sucre, la ciudad de los cuatro nombres, la más española de Bolivia, la cuna de la República. Nada más pisar suelo sucrense,  la delegación del Flamengo encabezada por el técnico Vanderlei Luxemburgo fue seguida con expectación por centenares de curiosos. Hasta el propio Gobernador del departamento se hizo eco, dando personalmente la bienvenida a Ronaldinho y obsequiándole un traje típico. No era para menos. Todos querían estar cerca del que fue,  pocos años atrás el mejor futbolista del mundo.
Resulta que el cuadro carioca deberá jugar la próxima semana contra el Real Potosí, por la fase preliminar de la Copa Libertadores, pero considerando que el estadio potosino está ubicado a más de 4.000 metros de altura, los brasileños se tomaron en serio el asunto llegando con anticipación y estableciendo su campamento en Sucre, con un clima más benigno y a un par de horas de la ciudad de Potosí. Lógicamente se han pactado partidos amistosos con equipos locales para ver a Ronaldinho en acción, la asistencia de la gente está garantizada.  
Foto: APG
Dicen que cuando Pelé llegó a La Paz con el Santos, reventó el Hernando Siles, marcó incluso un gol de chilena, como pude apreciar en un video. Eso es historia, cierta e indudable, pero no lo vivimos las nuevas generaciones. Ronaldinho no estará en las mismas condiciones, pero la imagen todavía fresca de sus jugadas permanece en nuestro imaginario: Nunca habíamos visto tanta exquisitez técnica, en los botines de un jugador que parecía calzar guantes, capaz de embocar en aros de baloncesto o pegarle al travesaño cuando se lo proponía, amén de sus innumerables regates y asistencias finas, incluso capaz de dar toques precisos con la planta del pie,  que no veíamos desde Sócrates, el maestro del taconazo.
Qué frágil es la memoria y qué rápido nos invade la ingratitud. Los barcelonistas olvidamos a veces que,  Ronaldinho nos dio nuevamente el título de Champions que se estaba resistiendo desde 1992, incluso fue aplaudido por la exigente afición del Bernabéu, que se rindió ante sus pies, en una noche que Sergio Ramos y la defensa madridista no olvidarán nunca. Algo que ni Messi con sus constantes exhibiciones ante Casillas aún no ha podido lograr. Ronaldinho fue una supernova del fútbol. Un grande que no fue consciente de su grandeza.
Sin embargo, pese a todo, hay algo que él todavía no ha perdido y lo vimos muy de cerca, aquí en Bolivia: su serena humildad, su sencillez,  su inquebrantable humanidad. 

14 enero, 2012

6 España y la pequeña ONU


No es la ONU, es España (www.elmundo.es)
Navegando por ahí en la Red, descubrí un hecho por lo menos insólito, producido en un país de primer mundo, o eso creo. En el senado español nada menos. Aunque la medida viene implementándose desde hace un año, sin embargo comentar algo al respecto es de curiosa realidad. Al asunto: El senado se declaró multilingüe, que a nadie debería sorprender tomando en cuenta las distintas “nacionalidades” del pueblo español. Hasta que a los lúcidos y ágiles políticos se les ocurrió contratar un servicio de intérpretes profesionales para las sesiones. Pensé que la noticia era uno de esos bulos que circulan por internet, pero pronto pude comprobar que era cierta aunque difícil de dar crédito.
Resulta que ahora los senadores pueden soltar sus discursos con todas las de la ley en su lengua vernácula; llámese castellano, catalán, gallego o vascuence. Entonces surge mi primera extrañeza, ¿no es acaso el castellano el idioma que se enseña a todos los niños españoles, aparte de las lenguas regionales en sus respectivas autonomías?  Dicho y hecho, cuando un senador sube al estrado, como autómatas el resto se pone los auriculares para oír la traducción, aunque parezca inverosímil. ¿En verdad, a los otros legisladores hablar en castellano los hace menos catalanes, vascos o gallegos? Y viceversa ¿a los otros, les dificulta entender las otras lenguas cooficiales cuando está clarísimo que son similares al castellano? Lo del euskera es otro asunto. Yo que soy hispanoamericano, sin estar acostumbrado mi oído puedo entender sin mucha dificultad de qué va una noticia en catalán o gallego, con mayor razón debería el resto de parlamentarios castellanoparlantes tener la predisposición, si han convivido desde niños con las otras lenguas.
El servicio no es gratis ni barato: 12. 000 euros por sesión, y de acuerdo a varios periódicos online, se necesitan 350.000 euros al año para traducciones de las intervenciones de los oradores. Que se traduzcan los documentos o leyes es totalmente razonable, pero de ahí a escuchar por medio de un intérprete suena absurdo o ridículo cuando todos los legisladores dominan el castellano y aun entienden las otras lenguas del estado español, otra cosa es la actitud hacia ellas por su ideología o patriotismo chico. He leído que en aras de fomentar la igualdad entre las comunidades autónomas, se aprobó tal resolución aunque en la práctica vaya contra el sentido común. Serán los beneficios de la corrección política, esa rara debilidad de la sociedad contemporánea. De acuerdo a esa idea, las otras comunidades podrían reclamar que se hagan traducciones al valenciano, balear, occitano o asturiano, en teoría tienen todo el derecho.
Uno se imagina a sus ilustres señorías, encontrándose en los pasillos y cafeterías del parlamento acompañados de sus respectivos intérpretes-cual perritos falderos- para iniciar conversaciones. No es broma, es lo que cabría esperar si fueran consecuentes con su comportamiento en las sesiones. De todo esto se puede extraer que los senadores son tan solemnes e insensibles como los sabios bizantinos, absortos en discusiones inútiles mientras la crisis económica golpea a la gente común. Para rematar,  los defensores argumentan frívolamente que este gasto no es representativo en el presupuesto del senado, pero considerando que afuera en la calle, hay más de 5 millones de desempleados desesperados y miles de familias haciendo peripecias para llegar a fin de mes, suena por lo menos a ofensa.
He tenido el gusto de conocer a muchos españoles, allá en la península,  y ¡sorpresa!: nadie se hizo problema para sostener una conversación en castellano, es más,  se me hacía difícil distinguir su procedencia salvo por su acento regional y en ningún momento me manifestaron su otra “nacionalidad”. Todo esto me lleva a concluir que son los políticos quienes falsean la realidad, impulsando artificialmente el debate y convirtiendo el parlamento en una suerte de torre de Babel para no ofender a posiciones nacionalistas absurdas.
A veces tengo que tironearme de los cabellos cuando oigo de alguna ley o resolución que bordea la locura, pero suelo consolarme pensando que solo sucede en mi país, pero después de conocer esto, me asalta la sospecha de dónde vienen los tiros. Y más todavía, al saber que nuestro Gobierno ha contratado en alguna ocasión a asesores españoles,  especialistas en autonomías,  y hasta me atrevería a sostener que ellos tienen algo que ver en la generación de las ideas “descolonizadoras” que han hecho de Bolivia un estado caótico y desinstitucionalizado,  llamado “Estado Plurinacional”. No me extrañaría que dentro de poco, quieran incluir en nuestro parlamento otras 36 lenguas o dialectos que dicen que se hablan, a pesar de que todos nos entendemos en perfecto castellano o español. ¡Cómo nos gusta jodernos la existencia!

09 enero, 2012

2 El país de las marchas y contramarchas


Foto: Los Tiempos
Hace más de  tres meses que se produjo la marcha de los indígenas en defensa del parque nacional Tipnis. Como se recordará, luego de la intervención policial a la misma, el Gobierno se vio obligado a dejarlos llegar hasta la Paz, donde los marchistas fueron recibidos como héroes por la ciudadanía. Finalmente, ante la presión pública, el presidente Morales, negociando personalmente con los dirigentes tuvo que ceder en su empeño de construir la carretera atravesando el parque, congelando el proyecto. Para tranquilizar los ánimos caldeados, firmó una resolución conocida como Ley Corta, que establecía la “intangibilidad” del territorio en cuestión. Pero como estamos acostumbrados a que ninguna ley es parida sin trampa, el Gobierno, dispuesto a cobrarse la revancha, prohibió toda actividad económica dentro del parque, incluida la revocatoria de licencia de operación a agencias de turismo que operaban dentro de la zona,  en convenio con las organizaciones indígenas.
Siendo algo quisquillosos, el Gobierno por poco les obliga a despojarse de sus ropas occidentales y que vuelvan a usar taparrabos, y a portar arcos y flechas para la caza de subsistencia. Nuestros indígenas no son los yanomamis de Brasil o arcaicos como los papúes. Hace más de un siglo que tienen contacto con los extraños, saben que el mundo gira y aprovechan algunas comodidades del progreso tecnológico sin que ello signifique renegar de sus tradiciones. Sin embargo, el Estado pretendía llevar el “progreso” hasta sus comunidades, atravesando el pulmón de su selva, con lo que conlleva una carretera asfaltada: tráfico intenso, polución, invasión de gente extraña, desechos de toda índole, alojamientos y prostíbulos de mala muerte,  y otros “beneficios” que arrastra el desarrollo. Ni hablar de cuántos animales salvajes mueren aplastados en las vías.
Como decía, la administración de Morales, con toda intención utilizó el término de “intangible” para enredar a los indígenas y aplicarles un camisa de fuerza hasta que no se apruebe un reglamento de aplicación de esa Ley Corta. Este empantanamiento jurídico,  alimentó durante semanas diversas discusiones entre juristas y analistas políticos, sin que saliese humo blanco. Los indígenas retornaron a sus comunidades. Aparentemente la tranquilidad volvía a los bosques seculares y a los remansos donde duerme el temible caimán.
De pronto, de la nada, surgieron otros indígenas como brotes de bambú, esta vez organizados en una entidad paralela denominada Conisur, conformada por gente que convive o es vecina a los colonos cocaleros, peor dicho,  “comunidades interculturales” que es como se llaman según la teoría luminosa de la Descolonización. En menos que chille un mono aullador, se organizaron expresamente y arrancaron con su marcha rumbo a La Paz, esta vez desde el Chapare (región cocalera y bastión de Evo Morales). No hace falta adivinar, exigen la anulación de la Ley Corta y la construcción de la carretera a través de la reserva, porque ellos también se consideran “indígenas”, a pesar de que su dirigente principal tuvo que reconocer que tiene plantaciones de coca. Aunque las autoridades gubernamentales se despojen de toda responsabilidad en la organización de la marcha, el resto de la población no se traga el cuento, por lo que permaneció indiferente ante el paso de la columna por las calles de Cochabamba, salvo, claro está, los grupos partidarios del Gobierno que los agasajaron con bombos y platillos.
Para alimentar a centenares de marchistas alguien tiene que pagar el pato como decimos, ya que la población civil no se presta ni para regalar una botella de agua, da la casualidad que los municipios por donde recorre la marcha son gobernados por el partido oficialista y lógicamente sus funcionarios se muestran diligentes y generosos con organizar las bienvenidas. Por si las moscas, la columna es acompañada en todo momento por una patrulla policial y una ambulancia. A los otros marchistas (los que se oponían), hasta les secuestraron alimentos y los apalearon con generosidad.
Con la marcha Pro-carretera, distante a 300 km. de la sede de gobierno, el resto de los ciudadanos nos empezamos a preguntar, si Evo Morales hará caso a sus exigencias y si derogará la ley de protección del Tipnis que él mismo suscribió en octubre pasado. En cualquier caso, algunos nos cuestionamos por qué el gobierno central alienta la realización de esta marcha, aunque sea a su favor, si llegado el momento se podría encontrar entre la espada y la pared para tomar decisiones,  ¿es tan necio o ingenuo para fomentar estas medidas, o es que acaso busca la confrontación entre compatriotas? Conociendo como conocemos a esta administración, mucho me temo que sea lo segundo.
Por si esto no bastara, detrás viene otra “marcha” o caravana de medio centenar de discapacitados, o peor dicho “personas con capacidades especiales” (otra vez mi manual de Descolonización) que ante la negativa gubernamental de concederles un bono anual, hace más de un mes salieron a la carretera para hacer valer sus derechos, con decidida intención de llegar también a La Paz (después dicen que somos autónomos). Pero a ellos no los mira nadie, a pesar de sus duros esfuerzos por empujar sus sillas de ruedas y sus tentativas de arrojarse por un puente ante la desesperación. Así estamos, ¡el país sobre ruedas!, nunca peor dicho.

03 enero, 2012

6 Descolonizando mentes al ritmo de los Beatles

Viceministro de Descolonización
Hace algún tiempo hablábamos del poco peso de la literatura boliviana en el ámbito internacional, debido principalmente al estancamiento cultural y al insignificante apoyo estatal para divulgar las obras más allá de las fronteras. Las montañas y la lejanía del mar, han contribuido, quiérase o no, a esa estrechez de miras de la mentalidad nacional. Pasaron años, pasaron gobiernos, nuestros libros parecían condenados a languidecer en roñosas bibliotecas, que ya nadie visita. Al fin, este Gobierno pretende hacer algo con sentido común, me decía a mí mismo, que hace poco días aprobó un plan para distribuir gratuitamente en los colegios e institutos, obras literarias que de alguna manera explican la evolución histórica de la sociedad boliviana, para lo cual se reunió a medio centenar de especialistas (entre escritores, docentes, críticos, historiadores, etc.) quienes previo debate llegaron a un consenso para elegir las 15 obras más representativas o “fundamentales” de la narrativa nacional. Las elegidas son, sin orden de preferencia:
1. “Juan de la Rosa” (Nataniel Aguirre),
2.  “Felipe Delgado” (Jaime Sáenz),
3.  “Jonás y la ballena rosada” (Wolfango Montes),
4.  “Los deshabitados” (Marcelo Quiroga Santa Cruz)
5.  “Tirinea” (Jesús Urzagasti)
6.   “La Chaskañawi” (Carlos Medinaceli)
7.   “El otro gallo” (Jorge Suárez)
8.   “Aluvión de fuego”(Oscar Cerruto)
9.   “Matías, el apóstol suplente” (Julio de la Vega)
10. “Raza de bronce” (Alcides Arguedas)
11.  “Íntimas” (Adela Zamudio)
12. “Relatos de la Villa Imperial de Potosí” (Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela)
13.  “El Loco” (Arturo Borda)
14.  “La Virgen de las siete calles” (Alfredo Flores)
15.  “El run run de la calavera” (Ramón Rocha Monroy).
Ojalá en mis tiempos de colegial, hubiese habido la misma oportunidad y guía para empaparse de literatura local, recuerdo haber leído tres títulos de la lista, porque eran de lectura obligatoria pero siempre a criterio de cada maestro. Aun así, más vale tarde que nunca, se dice. Si pretendemos promocionar los libros entre los jóvenes, qué mejor que empezar por casa, consiguiendo al mismo tiempo una revalorización de los autores nacionales.
Empero, la administración de Evo Morales, está plagada de contradicciones y comportamientos erráticos. Aún con la llegada de Internet y demás tecnologías, hay gente que insiste machaconamente en retroceder en el tiempo, que vive en un estado de ignorancia y permanente resentimiento, entre ellos el viceministro de Descolonización, quien impugnó la publicación de estas quince novelas a iniciativa del Estado, afirmando que “éstas son las miradas coloniales de creer que hay obras insignias y no valorar la producción propia, como es la creación –por ejemplo–  de la poesía desde la mirada de la protección a la Pachamama o Madre Tierra”. Tildando además a algunas obras de “racistas” y que los autores son “puro machos”, a excepción de Adela Zamudio, que es alguien “insigne”.  Las obras sospechosas de racismo son principalmente “Raza de Bronce” y “La Chaskañawi”, que la mayoría de los bolivianos conoce de sobra por su profunda significación social e influencia en la literatura nacional.
“Raza de Bronce”, es considerado uno de los mayores exponentes de la corriente indigenista latinoamericana, y que ha hecho de su autor (Alcides Arguedas) quizás el escritor más importante de Bolivia. Al contrario de lo que afirma el citado viceministro, es un libro que denuncia la explotación y discriminación a las que eran sometidos los indígenas, antes de la Revolución del 52 que, sentó las bases para acabar con la servidumbre en las haciendas. Por otro lado, que se reclame la presencia de mujeres, a excepción de Adela Zamudio, en la lista; no se debe a un afán machista, sucede que como en toda Latinoamérica, la literatura ha sido casi siempre cosa de hombres, que afortunadamente está cambiando.
Cómo son las cosas, que el paladín de la descolonización, luce cotidianamente chamarras o chaquetas de cuero, semejante a un motoquero y que luego de sus anticoloniales declaraciones fue pillado luciendo una camiseta de Los Beatles, el mismo, el que propugna la “producción propia de la poesía mirando hacia la Pachamama”. Otra muestra más de que el Proceso de Cambio, el de retornar a las raíces de la cultura ancestral, es puro discurso retórico, pura poesía soltada a los cuatro vientos. Porque en la vida real, los burócratas que se dicen indígenas no son ajenos a la globalización: como todos los tristes mortales, en casa consumen hamburguesas, beben coca cola y de seguro miran películas taquilleras de Hollywood.
Ni modo, habrá que seguir hinchando el pecho de orgullo por estas autoridades, quienes cada cierto tiempo nos dan muestras de su sabiduría infinita, recordando perlas tales como: "El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres" (Evo Morales), o “las piedras tienen sexo, tienen edad y existen piedras abuelo y piedras niño” (canciller Choquehuanca) .  Después de todo esto, uno tiene a momentos, la amarga sensación, de estar viviendo en la corte del rey Ubú, o en una tierra que el tiempo olvidó. Ni más ni menos.

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