26 noviembre, 2011

8 La felicidad está a un par de rezos


“¿Quiere ser feliz? Hágase sacerdote, bombero o fisioterapeuta”, rezaba el titular de una nota de acuerdo a un estudio realizado en EEUU y publicado en El País de España. Encabezaba el ranking de profesiones más felices, el de portador de la sotana. No me extraña, hace años sospechaba que ser cura era de lo mejor en la vida terrenal. Salvo algunos franciscanos, no es frecuente hallar  párrocos de porte delgado. Privilegios como una buena mesa, vehículos a disposición para labores pastorales o la posibilidad de viajes a Roma o Tierra Santa, hacen sin duda una de las profesiones más envidiables, si no fuera por el asunto de la castidad, los seminarios estarían llenos de postulantes.
Y todo por un par de rezos. Como refleja el estudio, son felices porque “su tarea implica ayudar a la gente”, a pesar de la inexistente o baja remuneración. Con todo pagado, hasta yo tendría la obligación de ser feliz. Ahora entiendo eso de rezar tres padrenuestros y tres avemarías como penitencia para volver a empezar, tal como se nos enseñaba de niños. De paso el prestigio enorme de aconsejar a la gente y oír sus pecadillos. Y más importante todavía, acostarse todas las noches sin el fantasma del despido que atosiga al resto de los mortales. Por la gracia de Dios, trabajo para toda la vida.
Lo que me sorprende es que ningún deportista profesional salga entre los más felices. Que te paguen -y bien-por lo que más te guste hacer en la vida no tiene precio. Salvo Christian Vieri, quien declaró que si le pagasen lo mismo se hubiera dedicado al criquet, no conozco futbolista que se haya quejado de jugar por obligación. Todos en algún momento- por lo menos yo-hemos deseado ser futbolistas profesionales. Si el destino hubiera sido magnánimo dotándonos de talento, la felicidad quizás se reduciría a un par de pelotazos.
Entretanto,  entusiastas como somos, si hay que pagar por un momento de felicidad como es corretear sesenta minutos o más tras un balón rodando sobre el césped, pues lo hacemos. Eso sí, jugar en una cancha de tierra, a mi edad ya no me motiva, ni aunque me paguen o a menos que vuelva a la infancia.
Así como estamos, así como nos trata la vida, para mí,  felicidad se resume a efímeros caprichos como escuchar “Alice” de Tom Waits, con la sensación  de que retorna el inefable Louis Armstrong. Sentir en el ambiente un ligero aroma a cilantro cuando el paladar se prepara para degustar tacos mexicanos. Sentir en la garganta un chorro de té helado después de un partido de fútbol a pleno sol,  o alguna noche ver aparecer en escena a Rita Hayworth pronunciando su inmortal “¿quién, yo?” mientras sacude su larga cabellera.
Para algunos profetas del amor y ramas anexas, la felicidad se reduce a mantras o a diez pasos que hay que seguir como receta. La sabiduría popular la reduce a un simple consejo: “a vivir que son días”. Yo voto por reducirla a una canción como hace el infatigable Vinicius de Moraes:  Tristeza năo tem fim/Felicidade sim/A felicidade é como uma pluma/Que o vento vai levando pelo ar/Voa tăo leve/Mas tem a vida breve/Precisa que haja vento sem parar.

22 noviembre, 2011

4 No es mi desgracia, carajo sigan tocando

Foto: www.laprensa.com.bo
Decíamos en artículos anteriores que los bolivianos vivimos en una joda permanente, aunque se caiga el cielo o el infortunio se cebe con otros sectores. Eso de que somos un país de pobres, es una verdad a medias.
Es perfectamente normal -egoístas y mezquinos como somos- que mientras la desgracia ajena no nos toque de cerca, continuemos con nuestras actividades planeadas,  incluida el jolgorio. Todo el mundo tiene derecho a divertirse, dirán. Cierto, aunque a veces el sentido común puede ser un grave defecto por estos lares.
Como parte de las manifestaciones culturales de amplios sectores de la población (especialmente comerciantes y transportistas), la tradición dicta conformar  fraternidades folclóricas. Apadrinar una fiesta masiva puede ser el más alto reconocimiento social para algunos individuos o puede ser la escalera para trepar a las altas esferas del poder (ser elegido máximo dirigente o diputado por ejemplo).
En esos correteos estaba, el domingo pasado, una asociación de transportistas pesados (por sus camiones, claro), dividida en dos bandos que rivalizaban por generar el mayor ruido posible con sus bandas de música y cohetes.  Quien meta también más cajas de cerveza a la fiesta es de un prestigio enorme (Es costumbre igualmente, que en muchas bodas se regalen fardos y fardos de la bebida espumosa, que al final rebasan las ansias alcohólicas de los invitados y días después, los flamantes esposos hacen el primer “negocito” de su vida marital).
Corría la cerveza, subían los decibeles, tronaban los petardos, la noche se avecinaba en un barrio fabril de La Paz. Ahí, a decenas de metros del acontecimiento se iniciaba un incendio en unos grandes almacenes. A pesar del humo y el fuego que empezaba a crecer, la fiesta continuó contra todo pronóstico (los videos aficionados filmados desde una colina cercana son muy evidentes). No les importó a los parroquianos  moverse en lo absoluto para acudir en auxilio, y eso que eran las mismas instalaciones: una ex fábrica textil, a cuya administración no se le ocurrió otra cosa que alquilar los enormes tinglados para el depósito de mercaderías, entre tanto en  la parte delantera alquilaba espacios para grandes festejos los fines de semana, y por supuesto, sin reunir las condiciones de seguridad mínimas. Hoy después del siniestro,  las autoridades (in)competentes asoman frescos ante las cámaras de televisión, diciendo que se está investigando y revisando la documentación.
Las diversas hipótesis que se barajan como causantes del incendio, dan casi por seguro que no se debió a un corto circuito, lo apoya el hecho de que los depósitos no tenían instalaciones eléctricas (los comerciantes sólo podían acudir a los almacenes en horas diurnas) y crece la sospecha de que fue provocado por uno de los petardos de la fiesta. Pocas horas después, el fuego lo consumió todo, a pesar de los inútiles esfuerzos de los bomberos. Mira que es grande la mezquindad humana, esa misma gente embrutecida por el alcohol se mostró hostil a la policía, obstaculizando en todo momento la labor de rescate con la negativa de abandonar el sitio y estorbando con sus vehículos las entradas para la llegada de camiones cisterna.
Fue penoso y vergonzante ver a los rescatistas operando con un pequeño camión de agua antidisturbios, y a los bomberos mal equipados, operar con mangueras en pésimo estado. Toda una ciudad de más de un millón de habitantes no tiene un cuerpo de bomberos digno. Para más desesperación de los comerciantes afectados, el fuego recrudeció por la quema de fuegos pirotécnicos almacenados en uno de los depósitos. Computadoras, electrodomésticos, plásticos, textiles, etc., fueron pasto de las llamas, incluyendo cinco vehículos carbonizados.
Cientos de comerciantes damnificados y más de diez millones de dólares en pérdidas, hoy, todos se preguntan quién tiene la responsabilidad. Una cosa es segura, como todo en este país se hace a la ligera, nadie contrató ningún seguro, salvo la antigua corte electoral que perdió equipo del padrón biométrico. ¡Cómo pues, le metemos nomás! ¿seguros?, ¡eso es tirar la plata!

17 noviembre, 2011

8 Si yo abandoné la poesía fue por inútil


En aquella etapa de mi vida, en la que apenas alcanzaba el peso mosca (física y mentalmente) se me daba a la afición de jugar al romántico, de resbalar en cada mirada de una chica atractiva, de escuchar canciones melosas de turno (todavía no había descubierto a Sabina ni a Leonard Cohen), de leer poesía becqueriana o memorizar los “20 poemas de amor y una canción desesperada”. Terminaba mis dos últimos años de secundaria, por afinidad a los libros me gustaba naturalmente la materia de Literatura. En esa época la maestra nos leía diccionalmente entusiasta, cuentos de Cortázar (se lo agradezco un montón) pero también nos daba tareas pesadas como componer versos. Era bastante perezoso para estas obligaciones. Así las cosas, en una ocasión debíamos presentar dos poemas propios como tarea; bien que lo recuerdo por lo irónico que me resultó: copié un poema de un libro desconocido y el otro me lo inventé, era una oda patriótica. Resultado, la maestra se tragó el poema plagiado y no me creyó el mío-¡el jodidamente original!-, a pesar de mi insistencia. Por razones de calificaciones,  no confesé mi crimen. Esa fue la primera desazón que tuve,  justicia poética le llaman.

Aquella circunstancia me picó tanto el orgullo que los siguientes años me di a la tarea de vencer mi pereza para la escritura, amén de que andaba enamoradizo, empecé a leer a los más grandes de Latinoamérica;  desde Rubén Darío, pasando por Cesar Vallejo hasta la llegar a la Patagonia con los poetas chilenos. También me detuve en poetas nacionales como Oscar Cerruto,  y Pedro Shimose. Incluso tropecé en la biblioteca de la universidad con Rimbaud y Baudelaire (cuando debía ocuparme de mis obligaciones académicas). Leía sin ton ni son,  pero me conmovían especialmente Alberti y Benedetti con sus versos vitalistas. De estas lecturas desordenadas nacieron febrilmente mis primeras criaturas.
Cientos de poemas quedaron desperdigados en mis archivos y cuadernos como constancia de mi entusiasmo literario. Qué le vamos a hacer, era el despertar de los veinte, el gobierno de la ingenuidad y el entusiasmo perruno que me acompañó en algún momento. Cuando Internet asomaba por el horizonte, empecé a participar de varios concursos online, mandando poemas sueltos. Con resultados diversos, algunos emails me llenaron la cabeza de humo y me sentí en las nubes. Ya saben: “tenemos el placer de comunicarle que su poema ha sido finalista o  seleccionado para participar de la antología de poesía, bla, bla…” Pero pasado el furor, leyendo más abajo, me di cuenta de que no era otra cosa que una estrategia de mercado de las editoriales; pedían el envío de dinero para poder participar en la publicación a condición de enviarnos algún ejemplar de la colección de cada temporada. Nunca envié  ningún dólar porque era demasiado para mi magra economía. Aún así autoricé por correo ordinario para que me publicaran algunos poemas en una antología  española, pero no me consta porque no los vi en papel.
Internet paulatinamente me sacó de la autocomplacencia, fue llegar y descubrir que el mundo es ancho y ajeno y que todo estaba dicho. Whitman, Pessoa, Cavafis, Puskhin, García Lorca, Breton, Rilke  y otros pesos pesados firmaron mi sentencia, me rendí a la evidencia. A guardar la inspiración me dije y a otra cosa mariposa. Desde entonces renegué de la poesía, o de todo lo que se le pareciera, concluí que era un callejón sin salida, un intento elegante pero incompleto de explicar lo absurdo de la vida. No estoy seguro de que si su lectura me haya hecho un hombre de bien, no sé qué puedo deberle, a diferencia del fútbol que me enseñó a sobrellevar la derrota y a entender a los demás, individualista como soy. Ahí quedan dos ejemplos de esos años de autoengaño, de perseguir quimeras inútilmente. Ustedes me dirán que si valía la pena seguir adelante o hice bien en apartarme de sus caminos resbaladizos. Eso sí, lo mío no tiene vuelta, nunca más escribiré un solo verso, ni por los amores de una bella ragazza. Prefiero el fútbol mientras el cuerpo no se jubile,  y en esos quince minutos de descanso me abandono al cine, la siesta o al arte de bostezar como en este caso:

Inútil

Soy el inútil. El interpolado
entre la costumbre
y la definición en el diccionario.
El que mira lánguidamente
el rosal, de botones cuajado
y no se cuestiona si bien vale cortarlos.
El que huye acalambrado
del teléfono, del timbre, del perro zalamero
del calendario embustero.
El que no se aparta bajo un alero
cuando suelta la lluvia sus moscas de acero
como intuyendo en esto, inutilidad.
Sí, ese soy y este otro(digamos por resumir);
desaliñado, mohoso, con semblante eternamente extraviado
acaso trazo que el día aparenta olvidar.
Rata que al roer la tarde, como al preguntarte
¿me bostezaste?, oh Vida, se come tus ojos.


Este fue mi sentido homenaje al mundillo de los libros, tendría poco más de 20 años cuando se me ocurrió, fue mi poema más querido durante mucho tiempo, por el que mayores lisonjas recibí de esas editoriales alternativas que pululan en la red. Una de ellas decía: “El mejor regalo, fue seleccionado para su publicación porque estimula la imaginación y le brinda al lector una perspectiva fresca y única de la vida. Creemos que contribuirá a la importancia y al interés de esta histórica edición”. No me digan que la felicitación no fue sacada de una sarta de tópicos, de una zalamería absoluta e interesada. Durante un tiempo me lo creí. Menos mal que recapacité y el mundo se libró por lo menos de un gasto insulso de papel. A rodar la bola se ha dicho.

El mejor regalo

Regálame un libro
para los días sin simpatía
para las noches que entristezco de amor
para el tiempo,
que no parece que avanza.

Regálame un libro
para leerlo bajo la lluvia
para momentos que ofuscado,
me ciegan la ira y el dolor.

Regálame un libro
breve y pequeñito,
para serenar mi viaje
para acompañar mi espíritu solo
y en ese libro...
una mecedora para quedarme dormido.

12 noviembre, 2011

6 Históricamente, el color que odia Messi es el verde


Messi y la muralla verde-EFE

A pesar de los titulares que ilustran la televisión argentina y mucho más la televisión boliviana,  insistan en calificar de “histórico”  o “inédito” el reciente empate por eliminatorias entre ambas selecciones como si de una epopeya se tratara, el resultado no debe mover a engaño. Históricamente la selección boliviana siempre ha sido ultradefensiva jugando en feudos ajenos, y eventualmente ha arrancado puntos, como cualquier otro seleccionado. Todavía está fresco el recuerdo de la reciente Copa América, con el mismo marcador. Ciertamente aquello fue histórico porque fue la primera vez que conseguimos ¡un punto en canchas argentinas!  Lo de hoy es básicamente lo mismo, a pesar de lo que digan (eso de que es una eliminatoria y no un campeonato corto). Si repetir un resultado (1 - 1),con los mismos protagonistas y la sublime diferencia de que aquella vez llovió y era de noche y hoy fue de día e hizo mucho sol; hace que todo eso sea “histórico”,  entonces me callo ya mismo y voy por una birra.
En un deporte tan maravillosamente imprevisible como el balompié, donde cuenta mucho la cuota fortuna, institucionalizar los empates o victorias visitantes –estadísticamente es perfectamente normal que ocurran estos-como históricos es preocupante y signo de mediocridad y conformismo.  Lo que Colombia hizo en 1993 en el mismo estadio, de acuerdo a esa concepción ya no es histórico,  sino más bien mitológico o de fábula, y el Maracanazo pasaría a ser  la Ilíada del futbol,  perdida en la bruma del tiempo.
Bolivia no jugó un excelente partido como insisten muchos.  Hizo lo suyo, de manual, como todo equipo chico que se agazapa frente al poderoso a la espera de una oportunidad, y bien que lo aprovechó, aunque a medias: en los últimos instantes del encuentro pudo haber ganado y eso hubiera sido otro cantar y sería recordado por generaciones como los trabajos de Hércules o la gesta de David. Si hoy corresponde celebrar que lo hagan los hinchas, que no entienden de razones, a diferencia de los profesionales del comentario que ya entran en esa ola de alabanzas al técnico y al seleccionado para que luego en unos cuantos días cambien los besos por el garrote, sendos tragos de Vinotinto mediante.
Ya van tres partidos consecutivos contra Bolivia que Messi tiene tardes muy verdes (dos partidos de eliminatorias y una de Copa América);  si eso es tendencia,  entonces el pibe de Rosario encontró la horma de su zapato y el profesor Mourinho debe estar inquieto por hacerse con la fórmula para neutralizarlo con fútbol ya que con matones vestidos de blanco no pudo.  
Seamos claros, el seleccionado albiceleste cada vez defrauda más; un juego horroroso, tosco e impreciso le caracteriza. Una vez más, Messi naufragó en el mar boliviano de piernas enclenques, que se reproducían como hongos para darle caza, con el relevo como herramienta, corriendo a todo pulmón con la intuitiva esperanza de aparecer al día siguiente en los periódicos al lado del mejor del mundo. Una vez más, Messi estuvo mal acompañado desde el principio, empezando por la afición que apenas pobló la mitad del Monumental, en una muestra de que el conjunto argentino no transmite nada salvo apatía. Desde Maradona, Batista y ahora Sabella, el modelo de juego apenas ha variado. ¿Es tan difícil para la AFA retornar a Pekermann o llamar al eterno candidato que es Bianchi para dirigir el seleccionado? Perdonen mi ignorancia, nunca he oído acerca de algún logro de Sabella, a pesar de su edad. Por todo lo visto en el campo de juego,  sus errores de planteo lo pusieron en evidencia.
¿Cómo puede ser que un torneo local, cien veces mejor que el boliviano no tenga un sólo defensa de jerarquía, que siente en el banquillo a un tronco como De Michelis? Pena por él, pero fue el jugador más rechiflado por la afición.
¿No ha demostrado Mascherano, con creces, que es un pequeño gigante en la zaga del Barcelona, como para que ande a la deriva en el puesto de volante de contención, cuando no hacía falta conociendo la inofensividad del ataque boliviano?
¿Por qué tanta miopía en alinear a Gago para acompañar a Messi, cuando  se pasó demasiado tiempo en el banquillo del Madrid y su actual rendimiento en la Roma no deja de ser discreto? “Riquelme, Riquelme”, se oía el clamor desesperado por todo el estadio.
Y para finalizar, el azar también cuenta: el árbitro que invalidó una clarísima ley de ventaja al principio del juego, el poste que devolvió un balón, Messi, e Higuaín que fallaron nítidas opciones de gol, a pesar de los regalos de la defensa boliviana, que una y otra vez dejaron a sus pies balones frente a portería. La mala fortuna también se cebó con Agüero y Di María, jugadores de otro temple, ya que lesionados nada pudieron hacer para evitar el naufragio argentino.
Hoy, el mil veces denostado y resistido delantero boliviano Marcelo Moreno Martins hizo el gol de su vida (magnífico por cierto), rompiendo su “histórica” sequía con la selección (no recuerdo desde cuándo, ¡es la primera vez que me falla la memoria!). Tan poco exigentes como estamos, llamémosle también “histórico”, al menos para él y los nietos que le han de venir.

02 noviembre, 2011

4 El país de los eufemismos y ministros chutos

Cholita cochabambina
A raíz de que los profetas del gobierno de Evo Morales han instaurado nuevas políticas destinadas  a erradicar los rastros de los “quinientos años de explotación” y otros conceptos del colonialismo, han borrado de un plumazo nombres como “Corte Suprema”, “República”, “Congreso Nacional”, “Consejo”, etc., porque apestan a “occidental, europeo y alienante” por otros títulos más solemnes y confusos, acordes con la nueva realidad de las cosas, todo englobada en nuevo conglomerado multiétnico conocido como “Estado Plurinacional de Bolivia”.  Suena bonito, pero al día de hoy, a los ojos de la ciudadanía, los cambios pregonados, se asemejan más a coloridos efectos de maquillaje.

En este orden de cosas, al país lo han dividido en 36 naciones, (muchos indígenas se acaban de enterar de que pertenecen a otra nación, cuando antes se consideraban “bolivianos” simplemente). Para dar más chicha al asunto, han inventado un nuevo gentilicio para todo aquel que reniegue de la cultura europea y su herencia genética. Ahora a los pueblos indígenas los denominan “indígenas originarios campesinos”, cuando antes se identificaban orgullosamente como quechuas, aymaras,  guaraníes o amazónicos, tal como se reflejó en el último censo de población de 2001. Dentro de esta concepción neo indigenista, el resto de los bolivianos, no sabemos a qué nación pertenecemos, ¿acaso no somos también originarios del mismo suelo patrio?, ¿Será que puedo "autoidentificarme" como "alienígena originario citadino"?

Lo anecdótico de esta salsa ideológica, a pesar de que muchos de los supuestos indígenas despotrican contra la España colonial, sin embargo no reniegan de sus nombres castellanos (En África, las recién independizadas colonias empezaron por cambiar el nombre desde sus gobernantes). Hablan de volver a los usos y costumbres ancestrales, sin embargo siguen usando sombrero y trajes españoles. En ese vaivén de cosas lo indígena se ha estigmatizado artificialmente a tal punto que ya no se puede decir “Chola o cholita” porque inmediatamente se interpreta como racista, y es más correcto llamar “mujer de pollera”. Curiosamente, en La Paz existe el coqueto “Parque de las Cholas” y además emplazado en un barrio de la alta sociedad. A menudo degustamos el sabroso “sándwich de chola” e incluso una avenida  cochabambina luce como monumento  un sombrero de chola de los valles. Algunos presidentes e intelectuales como el poeta y escritor paceño Franz Tamayo se enorgullecían de sus madres cholas. Sólo en estos tiempos de cambio se ha forzado la connotación racista y discriminadora de tales conceptos. 

Los chutos al poder

Chuto.- En Bolivia dícese de aquel objeto o bien indocumentado, adquirido por contrabando y otros medios ilícitos. Por extensión todo aquello que se hace sin apego a las normas o leyes.

A diferencia del resto del mundo, donde impera el respeto a las leyes e instituciones, aquí campea la máxima de “le metemos nomás, para eso están los abogados para que arreglen” (Evo Morales dixit). Con la venia gubernamental, se ha volcado la torta como se dice popularmente. Ahora sirve de poco la trayectoria profesional para aspirar a puestos de autoridad, pesa más simpatizar o declararse “soldado del proceso de cambio”. Asimismo para conseguir algo, los sectores sociales han descubierto que es más importante la presión a través de marchas y bloqueos,  aunque violen la ley, ninguno va a juicio o a la cárcel. En los últimos años, el país se ha visto inundado por el contrabando especialmente de vehículos viejos y robados que son vendidos a bajo precio en las fronteras e internados en masa a territorio nacional en forma ilegal. El gobierno los premió sacando un decreto específico para saltarse la ley de aduanas. Así,  el que observa la ley, simplemente es un gil como reza un viejo tango.

Siguiendo con esta vorágine de procedimientos absurdos, no es extraño encontrar funcionarios de mil oficios ejerciendo en cargos variopintos. Los manuales de funciones respectivos son letra muerta. He aquí algunos casos ilustrativos, de seguro hay muchos más, pero no hace falta:

-El director de ABC (Administradora Boliviana de Caminos) es un cura español. Vale, entendemos que conozca muy bien los caminos del Señor, pero ¿qué hace metiéndose en los caminos del Diablo? (entre ellos quizá la carretera más peligrosa del mundo). Curtidos como somos ya no nos extraña tanto como los pintorescos carteles que adornan las carreteras principales con la leyenda de “Zona geológicamente inestable” para justificar las chapuzas debidas a los negociados más que a los accidentes topográficos de las mismas.

-El Ministerio de Justicia, no lo dirige un abogado, a pesar de los miles que pululan el país, ninguno tiene tanto mérito como el haber sido valioso dirigente sindical, como la señora que lo preside, quien  a decir de la web de la Presidencia del Estado, “participó en varios programas de capacitación con la organización sindical campesina, lo que le permitió ahondar la lectura y analizar profundamente la realidad social, económica y política de Bolivia”.

-El recientemente nombrado funcionario de Asuntos Marítimos, que lleva el solemne nombre de Dirección de Reivindicación Marítima,  es un abogado especialista en derecho tributario. Con esos conocimientos suyos haremos frente a la estrategia chilena, ellos como poco tienen una escuela de diplomacia y asuntos internacionales. (Por si acaso fue también candidato en las recientes elecciones judiciales, pero como no fue elegido magistrado lo consolaron dándole una pega (empleo) de importancia en el gobierno, y no me digan que no tenía tufillo de candidato oficialista).

-El alcalde de la ciudad donde vivo-Cochabamba-, destacado músico folclorista cambió la guitarra y el poncho,  una noche después de un concierto por los discursos y  las guirnaldas. Ante su pésima gestión como autoridad edilicia,  acentuada por su nula experiencia administrativa,  no falta algún vecino que se mofe de él: “otra cosa es sin guitarra”.

No todo es el gobierno del sinsentido y del absurdo, el Ministerio de Salud está a cargo de una doctora experimentada en medicina, lo que extraña es que no hayan nombrado a un curandero especialista en medicina milenaria y otras artes adivinatorias. Pero ya se sabe, la excepción confirma la regla.

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