31 mayo, 2012

6 Las paradojas del imperio plurinacional


Acucioso como soy por aquello de ejercitar el olfato en busca de noticias que deforman la realidad, retuercen el tiempo o ponen de cabeza nuestra forma de pensar,  sin embargo, no hace falta husmear demasiado en el quehacer nacional, porque en sí mismo es una veta inagotable de situaciones insólitas que muchas veces rebasan los límites de la locura. Ya sabemos que lo bueno sale por sí solo a la superficie, así como la mierda, tal cual reza una ley de Murphy. He aquí una colección de lo último que se cultiva en este huerto olvidado de Dios, tan singularmente al borde del abismo:
  • Este es el único país que tiene el privilegio de ser gobernado por un presidente que se siente orgulloso de no haber ingresado a la universidad, porque dice él que en sus aulas se enseña a agredir a los campesinos:  "¿qué enseñan los rectores y docentes? Enseñan a agredir a los campesinos ¿Eso estudian en las universidades con la plata del pueblo? La autonomía es para hacer golpear a los campesinos y apedrear sedes sindicales. No puedo entender, por eso estoy muy feliz y muy contento de no haber ido a la universidad" . Y lo dice tan campante, a pesar de haber sido investido como Doctor Honoris Causa por una docena de universidades nacionales e internacionales. Y que conste, sus títulos honoríficos han ocasionado el harakiri académico de alguna gente que tiene todavía algo de dignidad.
  • Este es el único país, que goza de buena salud, si al frente de su Ministerio de Sanidad figura un  esforzado médico que se pasó 27 años en la universidad para obtener su título. Y todavía tuvo el desparpajo de anunciar acciones legales al Colegio de Médicos de La Paz por haber hecho pública su trayectoria estudiantil porque dice que se sintió “mellado en su dignidad”. Como mejor excusa saca a relucir que era un estudiante pobre y que tenía que trabajar. ¿Y el resto de bolivianos vivimos en Suiza? ¿No será que el ministro era un pobre estudiante, un vividor del sistema universitario, uno de esos que en México llaman fósil? Y bien que me acuerdo de los discursos de nuestro señor presidente cuando proclama ufano que el Proceso de Cambio necesita del aporte de los mejores hombres y mujeres. Pues nada, ahí tienen una muestra.
  • Este es el único país democrático de América, que posee centenares de refugiados políticos acogidos en los países vecinos. El reciente ejemplo, el caso de un senador opositor que agobiado por una veintena de procesos judiciales en su contra por haber denunciado casos de corrupción y acusar al Gobierno de proteger al narcotráfico, se vio obligado a presentarse ante la embajada brasileña en La Paz, a la espera de asilo, porque según afirman sus allegados ya estaba cansado de recibir amenazas de muerte y de tener que presentarse a declarar constantemente en los juzgados de cuatro ciudades distintas. Irónicamente, una de las acusaciones se apoya en “incumplimiento de deberes”, como si el pobre infeliz pudiera desdoblarse para atender normalmente sus labores parlamentarias.
  • Este es el único país donde la policía sale huyendo de varios lugares, muchos uniformados son hostigados y golpeados a menudo y algunos han sido linchados salvajemente por grupos de vecinos que promueven y se involucran con negocios ilícitos como el narcotráfico y el contrabando. Ayer mismo, por fin, un contingente policial se armó de valor para intervenir una población conocida como zona roja del narcotráfico. Resultado: 50 pequeñas fábricas de droga fueron descubiertas y destruidas en un solo día, además de incautar una decena de vehículos y detener a igual número de personas. Y da la casualidad, que aprovechando la Cumbre de cancilleres de la OEA que arranca estos días venideros en la ciudad de Cochabamba, se insistirá en la campaña de despenalización de la coca. Aunque a pocos kilómetros de la sede del evento, con toda seguridad se siga elaborando cocaína,  en uno de esos caseríos cercanos a la cordillera del Tunari.
  • Este es el único país donde se prohíbe transitar a indígenas por ciertos lugares, por el mero hecho de oponerse a los planes del Gobierno.  Pues sí, una vez más los indígenas amazónicos se dirigen a La Paz en defensa de su territorio del Tipnis, siguiendo la ruta de la marcha anterior pero cuidándose de rodear algunos pueblos ante la amenaza de represalias de los sindicatos. Como no podía ser de otra manera, reciben donaciones de alimentos y medicamentos de la ciudadanía, porque es inevitable no conmoverse ante las condiciones en que marchan, mujeres embarazadas y niños de todas las edades incluidos. Que una diputada opositora se ponga en contacto con los dirigentes indígenas para financiarlos desluce la legitimidad de la marcha pero no es ilegal. Que el ministro de Gobierno haya espiado telefónicamente a la congresista y que luego anuncie emprender acciones judiciales a la misma por el supuesto “delito de instigación pública a delinquir”, en un país normal significaría la destitución del ministro o una severa llamada de atención. Ahora resulta que marchar es delito, a pesar de estar reconocido en la Carta Magna, y no lo es el espionaje telefónico, no obstante de estar prohibido por las leyes. Pero ya se sabe, el pisoteo a las mismas, es la característica por antonomasia del régimen telúricamente armonioso de Evo Morales.
  • Este es el único país donde el poder iluminador de la hoja de coca no solamente decide los fallos judiciales, sino ahora también se la consulta para una posible legalización de los matrimonios homosexuales, tal como declaró el diputado que preside la Comisión de Constitución de la Cámara Baja: “Estamos haciendo una consulta a la hoja de coca, vamos a consultar a los amautas (…) Así como la Iglesia consulta a la Biblia, entonces otras culturas también consultan a sus propias formas de saber, entonces una vez que llegue el informe del Ejecutivo, vamos a ver un cronograma para este conjunto de consultas”.Ahora resulta que somos más originales que las legislaciones de otras naciones que ya tienen leyes aprobadas al respecto y de la cuales podríamos tomar lecciones. Pero no, el saber ancestral con tintes de religión por encima de todo. Lo demás apesta a conocimiento occidental o colonialismo, según se vea. 

26 mayo, 2012

9 Apalea indígenas que serás premiado


Foto: APG
Hace seis años que Evo Morales llegó al poder. Desde entonces vive del mito: Antes de la llegada de los españoles, todo era idilio, no existía maldad, ni hambre, ni enfermedades. El régimen predestinado del inca era el gobierno más perfecto del mundo donde todo se regía por tres principios básicos: no seas flojo, ni mentiroso, ni ladrón. "Eran tiempos en los que había armonía entre las personas y la Madre Tierra, en los que la propiedad era de todos, no de ciertos grupos dominantes" decía en alguna ocasión. Candidez e ignorancia pura. Alérgico a leer en las arrugas de los viejos libros de historia, no quiere enterarse de que el imperio incaico era tremendamente  opresor, estricto y elitista, donde el menor disenso se pagaba con sangre. El inca era amo y señor de todas las cosas y criaturas. La vida, salvo para las castas privilegiadas, era todo menos idílica.
Al son de su discurso antediluviano, nuestro presidente pasea por medio mundo, llevando su aura de líder de los oprimidos, de los ninguneados, de los invisibles. Luchador incansable por la dignidad de los pueblos, defensor a ultranza de la ecología, aunque persista en su empeño de desgarrar el corazón de la selva atravesándola con una carretera. Como no pudo convencer a los indígenas mediante el garrote, ahora se da a la tarea de dividirlos, llevando a comunidades convenientemente escogidas toda suerte de regalos como medicamentos, motores fuera de borda, ropa, pelotas, alimentos básicos, etc. Curioso que ahora nos muestren mediante spots bien elaborados, el agradecimiento de esas gentes con la repentina generosidad del gobierno de Morales. Quinientos años antes, los conquistadores hicieron algo parecido con los primeros pobladores, obsequiándoles baratijas para ganarse su confianza. Hoy la sensación es la misma.
Enemigo de la institucionalidad y de las leyes, Evo pisotea a menudo la Constitución que él mismo mandó a reformar. En alguno de sus discursos espetó: “Por encima de lo jurídico, es lo político (…) cuando algún jurista me dice: Evo, te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal, bueno, yo le meto por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: si es ilegal, legalicen ustedes, ¿para qué han estudiado?”. Muchas decisiones tomadas arbitrariamente dan fe de estas palabras. Si el presidente del estado razona así, qué podemos esperar de los ciudadanos comunes.
La última muestra de su atrabiliario proceder fue el nombramiento del nuevo Comandante de la Policía, saltándose la ley orgánica de la institución que establece que para tal cargo, el candidato debe haber egresado de la academia policial y además poseer el rango de general. Y refrendado además en la C.P.E. y ni así. Una vez más se nombró a un hombre de plena confianza que ni siquiera es oficial de carrera, sino que fue parte de aquellos “investigadores” o detectives de fama sospechosa utilizados por las dictaduras y que fueron integrados a las fuerzas policiales. El nuevo comandante se hizo hueco en la institución hasta alcanzar el grado de coronel. Y como corolario de su currículo, se convierte mediante decreto en jefe máximo de las fuerzas de seguridad.
¿Y cuál es el mérito de este personaje? Las imágenes no mienten, a pesar de que se diga lo contrario: el citado coronel Victor Maldonado estuvo dirigiendo la violenta represión a los marchistas del Tipnis, en septiembre del año pasado que conocemos de sobra. Lejos de ser convocado a declarar, investigado o juzgado, el gobierno lo premia por su abnegada y diligente labor de haber cumplido las órdenes de palacio. Lo demás son florituras, como el creciente malestar de la oficialidad  expresada en el frio recibimiento de la posesión del comandante, o la renuncia de un jefe policial a su cargo como protesta. Ni las denuncias surgidas del seno de la misma institución que deslucen la trayectoria del nuevo jefe -como el trato prepotente a los subordinados-,  conmueven al jefe de Estado.
Y no es el caso único de esta extraña manera de premiar a los soldados del Proceso de Cambio. Funcionarios de alto rango que se han visto envueltos en escándalos de corrupción o actos reñidos con la moral y ética, son enrocados inmediatamente en cargos de perfil bajo o destinados como distinguidos embajadores ante gobiernos amigos. Castigados, eso nunca.

21 mayo, 2012

7 Yo y mi estómago multinacional

Como alguna vez dije, Bolivia es el país de los mil climas, o traducido a la Wikipedia: un país megadiverso. Como tal, casi nada nos falta por probar, bueno quizá las algas marinas, las aletas de tiburón,  o la sopa de letrina de golondrina que tanto gusta a los japoneses. Nosotros no somos tan sofisticados, cogemos lo que la naturaleza nos da, estirando la mano ante una rama  o escarbando en la tierra en busca de algún jugoso tubérculo. Pobrecitos los nipones, con el territorio montañoso y tembleque que poseen, ni las plantas pueden echar raíces, tienen que buscarse su comida en el mar. He ahí una de las razones de que tengan los ojos como líneas, de tanto bucear desde tiempos inmemoriales ¿o será de tanto mirar el sol naciente? 

Lo único sabroso que le hallo a esto de la plurinacionalidad es el sinfín de productos alimenticios que tengo a mi alcance sin que pasen por aduana. Evo es un incauto, antes que él y sus abuelita nacieran, ya éramos plurinacionales, o mejor dicho, pluriestomacales. Él mismo confiesa que en su niñez solía acompañar a su padre arreando sus llamas que transportaban charque, chuño y pescado seco para intercambiar por maíz  y frutas con los habitantes de los valles.   Así ha sido y siempre será, solo que ahora las recuas de los muleros o llameros han dado paso a los camiones que serpentean por la difícil geografía, o a los viejos aviones Fokker que nos traen carne fresca de los llanos benianos. 

Arroz, soya, yuca, queso menonita, miel de caña y chancaca (que suena más dulce que panela como le dicen más al norte) nos llegan del oriente. Castaña, panes de cacao puro y frutas exóticas del norte amazónico. Café, naranjas y guayabas de los Yungas paceños. Pescado sabalero, queso chaqueño y vino del sur. Plátanos, pescado pacú, cocos y piñas del Chapare. Quinua, ocas, papalisa y chuño del altiplano, trucha y ranas gigantes del Titicaca. Y de los valles, todas las variedades de papas, calabazas y aguacates, o todo lo que puedan imaginar como sinónimo de huerta, empezando por el durazno que es mi fruta predilecta. 

Cualquiera pensaría que Bolivia es autosuficiente en cuestión de alimentos. Nada más alejado de la realidad a pesar de todos los pisos ecológicos, la suficiente tierra productiva y las pocas bocas que alimentar. Imaginemos que la India tiene que alimentar a mil millones en un territorio apenas tres veces más grande que el nuestro que solo tiene diez millones de habitantes. Aunque parezca inverosímil, una gran parte de lo que comemos proviene del extranjero: las uvas y manzanas llegan de Chile. Trigo, melones y durazno enlatado de los valles argentinos. Cebolla, aguacates, chirimoyas y limones del Perú. Frijoles y maíz del Brasil. Lenteja del lejano Canadá. Y así sucesivamente. Si hasta azúcar tuvimos que importar, un año atrás, ¡nosotros siempre exportadores de este producto!

Pero lo que más me dolió en el alma, fue enterarme recientemente de que ahora importamos hasta las papas, de Perú concretamente. El colmo de la humillación, como si los argentinos se vieran en la necesidad de comer su asadito de toda la vida con carne extranjera. Para la mayoría de los bolivianos, la dieta es inconcebible sin la presencia diaria de la papa, como el arroz para los chinos o la pasta para los italianos. Estando yo en España, sufría lo indecible sin mi dulzón y harinoso tubérculo teniendo que conformarme con la desabrida patata española, con denominación de origen incluida. De sus parientes como el camote, la papalisa (ulluco) y la oca ni hablar. Lo más pintoresco de los mercados nacionales es ver los sacos con papas de todos los tamaños, formas y colores. Más de mil quinientas variedades registran los libros especializados. Aunque paulatinamente van desapareciendo muchas: ya es raro ver algunas de exquisito sabor como la papa imilla o la papa morada, desplazadas cómo no,  por la odiosa papa holandesa.  

Así que cuando degusto mi salteña (jugosa empanada típica de media mañana) me asalta la duda de que sus cubitos sean de papa nacional, porque ya sé que su aceituna es argentina, no quiero ni pensar que las arvejas y el huevito de codorniz que acompañan sean también de afuera. No se confundan,  no es nacionalismo de cocina.  Simplemente me gustaría que lo que como sea lo más fresco posible, sin pasar por frigoríficos o largas horas en carretera. No estamos en Rusia, por favor.

Resulta paradójico que en estos tiempos de Evo Morales y su gobierno de indígenas y campesinos, cada vez escaseen más los productos de la generosa Pachamama. A pesar de su “revolución democrática y cultural”, la agricultura continúa anquilosada en la tecnología del arado egipcio. Ni semillas mejoradas, ni asistencia técnica, ni incentivos a la producción. Eso sí, atarlos férreamente a sindicatos para llevarlos a marchar como borregos y luego premiarlos con coliseos cerrados y bonos en efectivo. Menos mal que no estamos en la China de Mao o hace rato la hambruna nos rondaría. Aunque  a momentos tengamos que vivir con la impresión de retornar a los tiempos ochenteros del gobierno de la UDP y sus largas filas para conseguir los alimentos básicos. Se los digo yo que, muy chico tenía que madrugar para hacer fila ante una panadería, mientras mi madre hacía lo mismo para obtener un kilo de carne. Hoy no es tan grave, pero la sensación es la misma cada vez que escasea el azúcar o el arroz. En contrapartida, hay quienes pretenden reemplazar la fruta del desayuno escolar por galletas de coca. Lo dicho;de Banana Republic a Coca Republic.

16 mayo, 2012

6 ¿Por qué a los literatos les gusta morirse en París?

No sé si es mi impresión pero hay algo que encuentro curioso en los hombres de letras: mandarse a mudar a París cuando intuyen que la Parca los persigue, independientemente de su edad hacen lo imposible para morirse allí. O es que la capital francesa es para esta gente lo que la Meca para los musulmanes: has de visitarla por lo menos una vez en la vida. Tantos la visitarán que al final muchos se quedan por necesidad, por accidente o por pura querencia, aunque al ritmo que viven algunos entre la bohemia y la miseria, se van muriendo un poco más, en capítulos o en cuartetas, según su estilo de aportar su grano de arena a la comedia  humana, ¿o historia humana quería decir Balzac?
Nunca he estado en París, pero por lo que leo, por lo que veo según el cine, debe de ser la ciudad con mayor número de literatos por kilómetro cuadrado del mundo. Como tal, supongo que es la urbe más insoportable: si desde ya resulta incómodo saber que ahí afuera pueden haber miles de competidores con la pluma en el bolsillo, imagínense con verse a menudo las caras en algún café al aire libre. Los escritores tienen la misma quisquillosidad de las mujeres que se miran entre sí para comprobar si no llevan el mismo vestido. Miramientos de fatuos mortales, ¿quién dijo que los literatos eran inmunes? Por ahí va, el Avida Dollars, dicen que decía Breton – guardián celoso de la ortodoxia surrealista- ante la vista de Dalí. O mucho antes, Baudelaire, exclamaba, seguramente hastiado en el Spleen de Paris: “¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible! Recapitulemos la jornada: haber visto a varios hombres de letras y uno me preguntó si se podía llegar a Rusia por tierra (sin duda tomaba a Rusia como una isla).”
Morirse en París me parece de mal gusto, muy poco estiloso, muy lugar común, como si los futbolistas quisieran hacerlo lo más cerca de Wembley.  Excepciones las hay, por supuesto, por desgarradoramente poéticas: “me moriré en París con aguacero, un día del cual ya tengo el recuerdo” (Vallejo).  Por Cortázar, que quizá asumió en ese momento que era el trompetista el que se estaba muriendo.  O, por olímpicamente cínicas como la de Cioran, quien ya sabía a qué atenerse,  lidiando a diario con el inconveniente de haber nacido.
Baudelaire, Samuel Becket, Moliere, Sartre y Simone de Beauvoir, Tristan Tzara, Eugene Ionesco y algunos más, contribuyeron sin proponérselo, a convertir los cementerios de la Ciudad Luz en objeto de atracción para el morbo colectivo. Los parisinos en asuntos funerarios son muy prácticos, no podían haber elegido nombre más lírico -y comercial - que Montparnasse para uno de sus camposantos. Incluso contra la última voluntad de algunos, se dice que trasladan sus restos de otros sitios más humildes. Yo me pongo en los huesos de esos anónimos que descansan al lado de algún famoso, interrumpidos en su eterno descanso por el ir y venir de las zapatillas chillonas y el irrespeto de los comentarios idiotas mientras se sonríe frívolamente ante la cámara.
Sospecho que “mudarse de barrio” en París es una forma artificiosa de asegurarse la inmortalidad. No es excusa eso de “pasaba por ahí, cuando la muerte le sorprendió”. Cualquier hombre de letras que se respete a sí mismo, inconscientemente debería pedir una tregua al fantasma del suicidio, a la mala suerte o a la enfermedad,  antes de exhalar el último suspiro. O como los elefantes, alejarse lo más lejos posible de la manada parisina llegado el momento: al campo, a una villa, a lo alto de una colina, para poder exclamar ¡más luz! como Goethe, que morirse miserablemente en una buhardilla con vista a la Torre Eiffel. De otra manera, ¿por qué tenía que ser precisamente en París donde Jim Morrison tenía que tomar su última dosis para cabalgar en la tormenta? Luego, que su alma no se queje de que su tumba vaya desapareciendo pedrusco a pedrusco como vulgar souvenir.
 

10 mayo, 2012

4 Elegía por la plaza mártir

Hasta no hace mucho, la plaza principal de la urbe cochabambina era el sitio preferido por nuestros viejos para ocupar sus bancos. Daba gusto verlos reunidos, de cuando en cuando, con el semblante risueño, seguramente recordando tiempos pasados, mientras soltaban alguna risilla. O aquel que mataba el tiempo alimentando a las palomas, o quién sabe, alguno descansando el puño en el bastón, extraviado en sus pensamientos mientras observaba melancólico a los chiquillos correteando. Soñando con aquella vida que fue.

Sólida estampa ofrecía este histórico paraje, coronado en el centro por un cóndor a punto de levantar vuelo. Los jardines siempre floridos, que según la estación mutaban en filigranas de margaritas, pensamientos, bocas de dragón  y otras florecillas. Siempre era reconfortante hacer un alto al mediodía bajo sus árboles frondosos, con la mirada perdida en la nada, interrumpido a intervalos por el trino en las ramas. La plaza respiraba tranquilidad, quietud, civismo, urbanidad. Sabía  a amistosa neutralidad, a espíritus desarmados, a fuente rebosante, a hojarasca acariciada por el viento.

Eso era una nuestra Cochabamba, “ciudad jardín” nos llamaban las otras ciudades, celosas de nuestro envidiable clima. No hay como la LLajta para ir a descansar, se decía. Pero de ciudad jardín a ciudad bacín hay un paso. No solo rimando.

Porque resulta que a raíz de la ascensión de Evo Morales y su celebérrimo Proceso de Cambio, nuestra querida y respetada plaza de toda la vida se ha convertido en cuartel político del partido oficialista, donde no solo se realizan mítines casi a diario por parte de activistas afines que, no contentos con su verborrea de charlatanes de feria, nos ofrecen el triste espectáculo de contaminar el ornato con sus carteles gigantescos, sus paneles de cartón prensado y el ruido molesto de sus megáfonos. 

La plaza es un hormiguero,  donde no sólo pululan los buscapegas (desempleados políticos) en puertas de la Alcaldía y de la Gobernación con sus folders bajo el brazo, sino también toda suerte de mercachifles  que han visto en la relajación del control una oportunidad para convertir el sitio en un mercadillo persa. Antaño sólo estaban los quioscos de periódicos, ahora basta alargar el brazo para pillar una herramienta eléctrica, relojes de imitación o mantas en el suelo del corredor con libros de autoayuda. Y por supuesto, vendedores ambulantes de comida y  el desquiciante claxon de los heladeros. Todos tienen derecho a ganarse la vida, pero no de cualquier modo.

Como adivinarán, nuestros ancianos ya no asoman la triste figura por allí, porque aunque quisieran ya no hay sitio. Los bancos están ocupados a menudo por dibujantes y sus cartulinas que facilitan a los colegiales vagos sus tareas por unos cuantos pesos. No falta también algún alcohólico o inhalador de pegamento que duerme a plena luz del día atravesado sobre los asientos, desgastados prematuramente por el mal uso y el excremento de los pájaros. A ver quién limpia. 

Pero nada resulta todo esto comparado con lo que paso a detallar, me da asco el solo recordar y la más grande de las vergüenzas cuando pienso en los turistas que visitan la plaza. Es terriblemente nauseabundo pasar por el corredor de la catedral, frecuentemente apesta a orines .Y nadie hace nada. Ni los obispos ni el municipio. Normal, si los pasillos se han convertido en dormitorio-mingitorio de vagabundos. Normal, si  las autoridades apoyan la almohada en alguna colina residencial. Y todavía tienen el descaro de sacar propaganda con la leyenda de “nuestra hermosa Cochabamba”.  Si esto ocurre en pleno corazón de la ciudad, imagínense un poco más allá.

Foto: marcha de cocaleros -EFE
Aquí no terminan las tribulaciones de nuestra pisoteada plaza. Cada cierto tiempo, cuando le llueven las marchas de protesta, el Gobierno organiza contramarchas con sus movimientos sociales adictos, como el día de ayer  trajo por camionadas a miles de cocaleros del Chapare,  para “hacer respetar al hermano Evo y al gobierno del pueblo” según dijeron sus organizadores acudiendo al llamamiento público del siempre belicoso vicepresidente del Estado. Menos mal que los sectores obreros suspendieron sus protestas por esa jornada para evitar enfrentamientos. Una vez más nuestra histórica plaza fue colmada por la horda de cocaleros y otros campesinos expresamente traídos para agitar las banderas del pachamamismo. 

Por varias horas la multitud apelotonada escuchó con disciplina militante, los  discursos encendidos de los oradores fustigando a los médicos huelguistas, o siempre aludiendo a la derecha, a los neoliberales y a otros enemigos invisibles como culpables de la ola de protestas. Mientras tanto, una hueste de comerciantes convirtió el lugar en un patio de comidas, un mercadillo de frutas, ropa usada y otras baratijas, solo faltó la rueda de la fortuna para completar la postal de una feria. Y lo que más duele aceptar, las jardineras y bordillos de acera de todo el cuadrilátero transformados en un gigante basurero. 

Resulta paradójico escuchar constantemente a los defensores de la Madre Tierra despotricando contra la tecnología occidental y, cuyos filósofos al uso, hablan de una cosmovisión en la cual la naturaleza es la entidad viva y suprema,  donde el hombre es solo una pieza más, en consonancia con las montañas, las plantas, las piedras y los fenómenos atmosféricos. Todo ese discurso poético a lo Avatar me lo creería de buena gana si sus movimientos sociales no pisotearan –literalmente- cada vez que vienen, los jardines esmerados de nuestra plaza, dejando a su paso montones de basura y restos de coca masticada. Y dejen de convertir a los hermanos árboles en improvisados urinarios. Qué duro revés para los trabajadores de la Unidad de Áreas Verdes del municipio, que me consta, son los únicos que diligentemente se esfuerzan bajo el inclemente sol. 

05 mayo, 2012

8 Apuntes estéticos sobre la mujer



Si hay algo en esta vida que nunca me ha aburrido es la belleza de la mujer. He renegado muchas veces del fútbol, del cine, de la literatura, del arte en general. Nunca de la belleza andante. Todo alrededor del mundo es belleza estática menos la mujer. Todo es paisaje, incluido las mariposas y las aves más hermosas mas no la mujer.
Contemplar un joven cuerpo femenino al desnudo nunca es una pérdida de tiempo. No se piensa en burda lujuria. Es ante todo, dar paso a la mirada que inconscientemente comprueba su irreprochable simetría. Puro embeleso espiritual que apacigua por un instante la sensación de soledad. Un fósforo encendido en las tinieblas del aburrimiento genético. Atavismo adánico.
La mujer es la naturaleza suavizada. Lo abrupto de sus picos, lo confuso de sus ramajes, el zigzagueo de sus tormentas, la inasibilidad de sus aguas, terminan allá donde la luz se curva al pasar sobre ese par de senos. Música en estéreo para los ojos.
Ella es naturaleza olorosa. Café con aroma de mujer, el elixir de la vida compitiendo con el inconfundible olor del grano tostado. La mujer es delirio estético pero su condición organoléptica hace la diferencia. Cada poro suyo exacerba la mecánica de los sentidos.
Hasta aquí naturaleza desnuda, quieta, pictórica podría decirse. Sin soplo de vida la belleza es incompleta.
Con cada paso cadencioso de estas criaturas gráciles, es inevitable pensar que detrás de todo hay un ser supremo, una inteligencia sin límites, un arquitecto universal, un demiurgo sublime capaz de acabar con el ateísmo más convencido. En esos huesos que desafían la gravedad está la única prueba de su divinidad. Lo demás es evolución.
El más leve movimiento coqueto de cabeza, la mirada con cierto ángulo, los pasos esbeltos que se pierden en una eternidad de segundos, bastan para trastocar la realidad anulando el ruido de las cosas. Efecto efímero pero esencial. El menor roce involuntario de su cuerpo, el viaje a velocidad de látigo de un mechón de cabello a nuestro mentón, el perfume que no quiere irse al pasar cerca de uno, son pequeñas bombas que sacuden la existencia. No sólo respirando vive el hombre.
Con todo, la desnudez es importante pero no fundamental. Axioma del bikini. La maja vestida es más atractiva que la maja desnuda. No hay cuerpo más deseable que aquel aprisionado como un guante por el ropaje. La sutil sugerencia de un vestido bien llevado. La elegancia que se pierde en dos piernas infinitas. La incontestable circunnavegación del talle. Los pulsos de la vida marcados por tacones.
Belleza de mujer es ella y el aura que le rodea: cuerpo, aroma y estilo.  La belleza entra por los ojos como necesidad primordial. No creo en belleza de persona, belleza interior u otras bellaquerías. Inútil soliloquio de un filósofo ciego.  Invento moderno para relativizar las cosas y domesticar la salvaje experiencia de los sentidos. La mujer es mal necesario, la vida a borbotones, sacudón viral sobre la naturaleza aburrida del hombre y, quizá el arma definitiva contra la melancolía. Breton no lo pudo decir mejor: la belleza será CONVULSIVA o no será.     
          
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