30 marzo, 2017

7 Misicuni: canalizando el desastre



 
Mirad la cantidad de tropas que llevaron al evento
Anteayer (fecha de eliminatorias), veíamos al Messi de Orinoca a la entrada del túnel, que no del estadio paceño, haciendo una de esas cosas que mejor sabe hacer: cortar cintas, develar plaquetas conmemorativas, girar llaves o manivelas, apretar botones, y todas esas cuestiones que adornan las inauguraciones. Hete ahí, su incansable mano operaba el milagro de abrir (‘aperturar’ dicen los neologistas) las válvulas del embalse de Misicuni para calmar la sed de más de medio siglo de los insaciables cochabambinos. Poco después empezarían a llover los spots oficialistas con la etiqueta “Misicuni es una realidad” y al ver el ocre colorido del agua hacía soñar que allí tendríamos un sitio donde abrevar chicha para siempre.


Tan histórica jornada debía, naturalmente, ser convenientemente engalanada empezando por el acarreo de todo tipo de personal, desde edecanes militares hasta azafatas vestidas de cholitas. Juraría que hasta los helicópteros que trasladaron al amado líder y al resto de su comitiva estaban relucientes con guirnaldas de coca. Para los discursos de rigor hubo que montar la tarima correspondiente con techo, atril, parlantes y demás accesorios para tan magnos eventos. Faltó la alfombra roja para completar el decorado, pero como allí había sólo barro, ripio y algunos materiales de construcción, qué mejor que maquillar el escenario con obreros, cascos, tuberías, vehículos y otras maquinarias. Por supuesto que las cámaras de la televisión estatal registraban las estampas desde todos los ángulos posibles. 


Más tarde, observaba en vivo, en los informativos del mediodía, que el caudillo participaba de otra concentración multitudinaria, en un colegio a escasos kilómetros de mis aposentos, mientras un ballet folclórico le bailaba una cuequita para alegrar sus ojos. Obviamente contemplando la función desde lo alto de otra tarima para resaltar su estatus de estadista universal. Por un momento pensé que habían traído bajo la panza del helicóptero el entarimado desde las montañas de Misicuni, sitio bastante inaccesible por sus serpenteantes caminos. 


Había sido nomás cierto que el Messi plurinacional trabaja (y juega fútbol por el bien de la nación) infatigablemente, porque a las pocas horas se lo vio bien sentado en el palco oficial del Hernando Siles alentando con su inconfundible liderazgo a la Verde para que diera una lección de altura a la Albiceleste comandada por el verdadero Messi, que por triquiñuelas infantinas de último momento de la FIFA el astro, igualmente universal, no pudo salir al césped a pasear su fútbol. Dicen que el Messi de las alturas invitó al Messi de las pampas a subir al palco para intercambiar camisetas probablemente, pero el gaucho, bastante mosqueado, no estaba para tan soberanos caprichos. Esperemos que Infantino y sus secuaces no le aumenten la sanción por semejante desplante.


Veinticuatro horas después, los cochalas no nos cambiábamos por nadie, pues seguíamos celebrando por doble partida: la hazaña de la selección (para dolor de los argentinos) y la materialización de un sueño largamente anhelado, según aseveraban las autoridades. Para eso habían llamado al “hermano presidente”, para que sepa el mundo entero que gracias a sus desvelos nunca más padeceríamos por el agua, luego de décadas de sufrir las incesantes promesas de los gobernantes de turno. Con la apertura de las compuertas se canalizaban nuestras esperanzas, aseguraban por ahí. 


Almorzábamos en casa, almorzaban los trabajadores de la represa en el comedor de campaña. Venturosa coincidencia que salvó sus vidas, confesaban algunos tras cámaras, que si no el cuantioso torrente que salía descontrolado del túnel los hubiera arrastrado colina abajo como ilustraban las frescas imágenes de televisión mientras el agua carcomía y se tragaba la plataforma como un blando pastel, arrastrando a su paso tubos y otros materiales dispersos en el lugar. Gran sorpresa para todos que todo el staff de ingenieros con que cuenta el Proyecto Hidroeléctrico Misucuni no se había dado cuenta de que las tuberías antiguas solo tenían capacidad para soportar 300 litros por segundo y le hicieron meter la pata al caudillo que inauguró un día antes entre sonrisas y aplausos la provisión de 450 litros/segundo para supuesta felicidad de los cochabambinos, prometiendo que en los venideros meses el caudal iba a sobrepasar el millar de litros aguardando que Semapa tendiese los nuevos ductos de mayor diámetro. 


Increíblemente, el presidente de Misicuni (que se dice ingeniero y antiguo gerente de Semapa para mayores señas) salió a la palestra a deslindar toda responsabilidad, achacándole el desastre al alcalde Leyes y al jefe de Semapa de no haber advertido que la tubería no era apta para mayores presiones y que además ya tenía bastantes años de antigüedad. Lógicamente, desde el municipio devolvieron la pelotita acusando al gobierno central de apresurar la inauguración con fines propagandísticos. En el medio, se especula también que Ende (empresa nacional de electricidad) tendría parte de la culpa al no haber concluido trabajos que venía realizando. Mientras la población se pregunta quién pagará los platos rotos (una millonaria pérdida de tiempo y recursos), continua latente el peligro en cada obra que inaugura el régimen masista (¿se acuerdan del colapso del puente del alcalde Cholango que por pura chiripa no mató a nadie a pocos meses del estreno?). ¡Qué otra cosa se puede esperar en el país del “le meto nomás”!
 
Un dia despues este era el resultado




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