Juró defender la Constitución y las leyes. No
una, sino en dos ocasiones, atendiendo a sus mandatos. Se dio el gusto de
reformar la Carta Magna aprovechando su inmensa mayoría parlamentaria. "El
pueblo -esa entelequia demagógica usada como trapo de cocina-, quiere mi reelección
para profundizar el proceso de cambio", dijo. Y claro, como el pueblo está en el
poder, bien puede quedarse cien años, ejerciendo “democráticamente”, como les
gusta cacarear en cuanto ven un micrófono. Así nacen los regímenes
totalitarios, independientemente de su ideología, que al final es una sola e
inequívoca: el latrocinio.
Para empezar, no hay nada más antidemocrático
que el afán de perpetuarse en el poder. Lo saben las democracias más antiguas y
perfeccionadas del planeta, que por experiencia han implementado mecanismos para
garantizar la alternancia en el gobierno. Hay países que permiten las
reelecciones y otros no. Aparte de esta clasificación, queda espacio para las
dictaduras, unas declaradas abiertamente y otras solapadas, bien ilustradas por
gobiernos populistas que últimamente asolan Latinoamérica. No hace falta
mencionarlos. Lula Da Silva, al menos tuvo la honradez política y suficiente
estatura moral para no presentarse a una nueva elección, a pesar del gran apoyo
popular.
Para desgracia nuestra, aquellos gobernantes
que presiden naciones insignificantes (en el ámbito internacional) se sienten
infalibles e insustituibles. Cuanto más chico el país, más megalómanos,
ególatras y prepotentes, parece ser la seña de identidad. Evo Morales no podía
ser la excepción. Al asumir su primer periodo, hasta lloró el hombre,
emocionado, y emocionados los sectores deprimidos que depositaron su esperanza
en él. Mientras aprendía los trucos del poder, rápidamente cambió el semblante
y la actitud. Se rodeó de amigos bravucones (Correa, Chávez) y rehuyó de los
consejos del prudente Lula. Y para variar, se llenó de una corte de políticos
reciclados que con tal de gozar de privilegios le llenaron la cabeza de humo. Eres
el más grande de todos los líderes indígenas. El mejor presidente que ha tenido
Bolivia, le dedicó un libro un escritorcillo. El milagro más sorprendente: un
indio llegando al poder después de 500 años. Hijo de la madre tierra, protector
del planeta, el profeta de los humildes, guerrero del arcoíris, embajador
internacional de la quinua y otros títulos rimbombantes que lejos de sonrojarle
por la zalamería facilona, hicieron que se hinchara de vanidad, como la rana de
los cuentos. Ahora se cree poco menos que imperecedero como los monolitos de
Tiwanacu.

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La casualidad quiso que la comparsa de la reina se llame así |
Miren qué grande es
la soberbia y qué pequeña e ignorante la sociedad. A pesar de que el precepto
constitucional establece que no está permitida una segunda reelección, Evo ya
se autoproclamó candidato para diciembre de 2014. Y eso que en un video de
archivo sale declarando que “renunciaba a una segunda reelección por el bien del
país”. Enfermo de amnesia, todavía tiene el desparpajo de considerarse
demócrata y obediente de las leyes. Lo paradójico es que esa nueva Constitución
que él mismo promulgó le corta de raíz sus aspiraciones prolongacionistas. Pues
en un artículo transitorio se establece que para efectos de cómputo, se toman
en cuenta los mandatos anteriores a la vigencia de la ley reformada. Si no
queda claro, aquí transcribo el polémico artículo: “Los mandatos anteriores a
la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del
cómputo de los nuevos periodos de funciones” (Disposiciones Transitorias de la
nueva CPE).
Ahora nos salen con
mil excusas, a cada cual más absurda, folclórica y retorcida. La más recurrente
defiende el hecho de que la reforma a la Constitución se hizo durante la
vigencia de la vieja república, ahora estamos dentro del estado plurinacional,
son otros tiempos, dicen; por lo tanto, Evo va por su primer mandato, remarcan
sus ministros y asesores y repiten como loros los jefes de base. El segundo
argumento traído de los pelos, hace hincapié en que Morales, “en un gesto de
desprendimiento”, solo ejerció cuatro años de los cinco establecidos durante su
primera gestión, por lo tanto el mandato no cuenta, porque fue incompleto,
dedujo lúcidamente el hombre más inteligente de la nación, el vicepresidente
García Linera. Tal parece que Evo fue un presidente interino, invitado, ilegal,
trucho, o chuto -como decimos popularmente en Bolivia-, durante su primer periodo. A partir de Evo entronado en Tiwanacu recién el tiempo corre y las
leyes funcionan. Antes vivíamos en la oscuridad hasta que llegó el enviado de
los dioses, trayendo luz y prosperidad. La revolución democrática y cultural le
llaman sus escribanos al uso.
Aunque a algunos el
ansia de perpetuarse nos parece inmoral, sin embargo no nos oponemos a la
reelección continua. Siempre y cuando se haga en función de la
institucionalidad y de las normas. Pero ahora resulta que quienes exigimos el
cumplimiento de la ley somos de derecha, reaccionarios, neoliberales, etc. Los
que la pisotean y la violan, son de izquierda, revolucionarios, patriotas y
progresistas. Si Evo quiere volver a ser presidente, el procedimiento pasa por
una reforma de la Constitución, tiene el rodillo parlamentario para efectuarla.
Otra cosa es que tenga temor de someterla a referéndum como manda la misma. Y
para demostrarnos lo democráticos que son, mandaron el recurso de consulta al
Tribunal Constitucional, aunque según el presidente no hacía falta, tan orondo
de sí mismo. Por si las moscas, disimular viene bien, porque está claro que los
magistrados responden a la línea política del gobierno. ¿Recuerdan
las “elecciones” judiciales que llevamos a cabo para dar una lección al
mundo?...esperen unas semanas para conocer el fallo, que la sabiduría
legendaria de Salomón palidecerá ipso
facto.