Evo, el guerrero más perseguido de la
historia, volvió a las andadas, causando otra “derrota moral” al imperio del
norte, nada menos que en su propio patio, muy cerca de su cuartel de
operaciones, el corazón de las tinieblas; ese desangelado edificio pentagonal
donde se planifican las invasiones a todas las naciones libres (libres de su
influencia, claro está). Dotado de esa rara sabiduría premonitoria, resultado
del intenso ahumado por los conjuros de sus brujos de cabecera, hace algunas
semanas había lanzado la alerta de que el puñetero imperio quería invadir hasta
la cocina del bloque conformado por los países del ALBA, esa agrupación de
amigos o “hermanos” gobernantes que se reúnen para cebar mate, apurar un ron o
compartir un asado, según el turno de cada anfitrión. Aparentemente, al imperio
no le agradaba, como a todo abusón de la clase, las ínfulas que se daban los
otros, de querer ser su contrapeso en la región, en una suerte de guerra
ideológica por un mundo más justo y multipolar, como gustan de repetir sus
cacatúas de salón.
Muy bien adornado -con todas sus pilchas
de rey de reyes chiquitos- subió nuestro caudillo al estrado, con esa estampa
de querer vender su charque de gente humilde. “Aquí huele a cinismo” parece que
dijo para sus adentros, sabiendo que horas antes Barack Obama había ofrecido un
discurso que conmovió hasta las butacas de la Asamblea: lugares comunes como la
paz mundial, libertad, democracia y justicia. Lo que fue y siempre será, la diplomacia
de la hipocresía en su máxima expresión. El resto es paseo. Después de todo,
visitar Nueva York es siempre una experiencia maravillosa para cualquier
anónimo metido a funcionario.
Como pez en el agua, Evo sabe utilizar
muy bien la retórica de la acusación, oficio bien aprendido en su larga
trayectoria sindical, donde no sabía hacer otra cosa que encabezar marchas y
señalar el dedo acusador a los gobiernos de turno. En consecuencia, no le tembló
la lengua para disparar otra vez sus dardos contra el gobierno norteamericano,
acusándolo de ser el principal causante de todas las desgracias mundiales, por
poco hasta de las catástrofes naturales y peleas conyugales. "Yo he visto, perdón la expresión,
mucho cinismo de Obama... habla de la justicia, pero es el primer gobierno que
trae injusticias al mundo, habla de la paz y es el primer presidente de gobierno
que interviene militarmente a los países. ¿Con intervenciones, qué paz va a
haber?", arremetió con indignada voz y brazo en alto, marca de la
casa, mientras tomaba aire para continuar con su larga perorata que más bien
originaba indiferencia entre los delegados que, languidecían entre suspiros y
bostezos, a la par que unos cuantos aliados aplaudían a rabiar. La ONU y sus
quichicientas asambleas, preparadas para justificar el presupuesto y dar un
espectáculo triste y monótono de politiquería a todo el planeta. Al final de
cuentas, solo unos cuantos poderosos toman decisiones. Los demás van a figurar
y engrosar la comparsa. ¿Qué beneficio significó para Bolivia el viaje oneroso
de su pequeño emperador y su séquito? … ah, que todos hablan de Bolivia,
gracias al hermano presidente, y eso no tiene precio.
Aprovechó al máximo sus minutos de gloria
para seguir acusando a Obama de cuanto delito se le viniera a la cabeza,
sugiriendo que había mandado a secuestrar a su persona y a su hermano del alma
y compañero de lucha, el ornitólogo Maduro, especialista en pajarear por China
y otros sitios exóticos mientras la patria venezolana se va a pique. "La piratería aérea sigue vigente
no solamente con Evo Morales sino también con Maduro” aseveró con
firmeza, originando casi un terremoto en toda la sala de mármoles verdes. En
consecuencia, gracias a su preclara y oportuna intervención, el mundo se dio
cuenta de que Obama es un pirata, un peligroso continuador de la política de
saqueo de las riquezas de otros países, además de “creerse dueño del mundo”
como acababa de rematar nuestro enviado de la Pachamama en un arrebato de
atronadora lucidez.
Entrometidos yanquis que nos vigilan
hasta la sopa que tomamos, en un afán de controlarlo todo como si fueran los
policías del mundo. ¿Con qué moral hablan de justicia, derechos humanos, y
libertad si ellos son los primeros en atropellarlos? se oye todo el rato hasta en
las cantinas. Asunto más trillado que la paja de una era. Ya Bolívar, había advertido
dos siglos atrás que los norteamericanos tenían afanes imperialistas y que, mediante
la voz del nuevo líder rebelde, acabamos de redescubrir. Gracias a Evo por liberarnos
políticamente de las garras del monstruo. ¡Cuánta virilidad, congruencia y
valentía por decir las cosas como son! escribía un internauta emocionado. Una
lección de humanismo que se estudiará en las escuelas por generaciones. ¡Salve
Evo, por devolvernos la dignidad y libertad arrebatadas!
Como vasallo forzado, un poco más y me
pongo a aplaudir a nuestro soberano por semejante muestra de entereza, aplomo e
integridad ante el desvergonzado inquilino de la Casa Blanca. Desafortunadamente
soy víctima de mis recuerdos. La casualidad quiso que Evo diera sus latigazos
de moralina a pocas horas de conmemorarse el segundo aniversario de la brutal
golpiza que su régimen propinó a los indígenas amazónicos. Dos años de impunidad
sin que ninguno de los autores intelectuales haya sido siquiera convocado a
declarar. Es más, el principal sospechoso de organizar la paliza, fue premiado
como embajador ante la misma ONU y de seguro estaba presente cuando Morales
acusaba de violar los derechos humanos y organizar masacres al gobierno
norteamericano. Obama no tiene moral para lucir el premio Nobel de la Paz y Evo
tiene muchas morales, según donde se encuentre. Uno se cree dueño de la aldea
global y el otro se cree dueño de su aldea de pitufos plurinacionales. Uno
viaja en su gigantesco avión escoltado por aviones F-16 “Fighting Falcon” y el otro viaja
en su avioncito escoltado por cóndores. Los dos colmados de lujos, todo es
cuestión de escalas. Los dos hablan de democracia y derechos civiles mientras
se los pasan por el forro dentro de sus ámbitos de poder. Visto así, ¿acaso hay alguna diferencia?
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Foto: La Razón |