“Hemos
caído en una hemorragia de encuentros presidenciales. Las cumbres están bien
pero deberían tener una jerarquía y un producto final. De lo contrario, lo
único que hacemos es dar trabajo a las cadenas hoteleras y a las agencias de
viaje, pero perdemos el tiempo maravillosamente. Hay que cuidar un poco más los
recursos públicos. Ha habido un cierto abuso de encuentros, cumbres y
cumbrecitas” (José Mujica, en una entrevista, tiempo atrás).
Todo ese “nuevo orden mundial” que humea fosforescente
desde Santa Cruz, considerada estos días la “capital del mundo”, con ínfulas de
ser un paradigma intergaláctico, me sonaría a chanza monumental, a ocurrencia descuajeringada
de unos iluminados. Todos esos preparativos grandilocuentes, esos torpes simulacros
antiterroristas y demás operativos de seguridad que parecen estar hechos para
estrellas del cine; ciertamente recuerdan a escenas de una serie policial
cutre. Reiría hasta reventar, si no fuera habitante de un país tan secularmente
atrasado y pobre como el nuestro. Todo
aquello sería un macarrónico paseo, una simpática anécdota con el arribo de pintorescas
delegaciones como la de Suazilandia, a cuyo tiránico reyezuelo
me gustaría preguntarle acerca de su harén y
el procedimiento para mantener la paz entre sus esposas y concubinas, allá
en su ignoto reino del sur de África. Pero no estamos para celebraciones,
porque la payasada solemne la pagamos
todos los bolivianos. Que no son gastos dispendiosos, defienden ufanos los
cortesanos; que ante todo está en juego la imagen de Bolivia para demostrar su
capacidad de organizar acontecimientos de gran envergadura, sostienen muy
sueltos de cuerpo y a barriga llena. Después de haberse vanagloriado con el
Dakar, quién sabe, dentro de poco el insaciable caudillo presente su candidatura
para un Mundial de fútbol, porque él sí va a estar presente, aunque sea en el
año 3.000 en calidad de momia, como dijo un escritor. Nunca se había visto
tamaña afrenta a las necesidades más urgentes de este país.
-Para empezar, se insulta a los cruceños y a su
rica cultura, mandando a cambiar algunos nombres vernaculares de los salones
donde se celebran las reuniones por títulos tan ilustrativamente andinos como
Illimani. La cosmovisión altiplánica sigue avasallando, como si no hubiesen
indígenas amazónicos, al haber impuesto el logotipo oficial de la Cumbre con símbolos
andinos, estampando la bandera arcoíris de los aymaras y el pajarito burdamente
copiado de Nazca. Ni siquiera incluyeron, para disimular, un diseño abstracto
de un carretón, trapiche, sombrero de palma u otra seña típica de la región.
Los otrora insumisos cambas de pelo en pecho y cinturón canana, solo pusieron
-de buena gana- su linda ciudad para que otros se revuelquen en sus camas, la
pisoteen y la ensucien. Y esto es el colmo, con recursos desembolsados por los
propios cruceños a través de su alcaldía y gobernación, pisoteando sus
principios autonómicos que tan vigorosamente defendían. Lo del turismo y otros
beneficios intangibles es pura cháchara, apenas migajas para los artesanos. De
yapa, se instruye la iza de la bandera nacional en edificios públicos y
privados, como si fuera una fecha patriótica más. En resumen, como alguien
tituló: “una cumbre sin alma cruceña”.

-Segundo, el haber decretado abusivamente feriado
departamental los días viernes 13 y sábado 14 de junio, perjudicando inmisericordemente
a las pequeñas empresas y otros negocios familiares que están obligados a pagar
a sus empleados por estos días ociosos. Además, está el detalle de que en días
feriados no trabajan ni los mendigos y, aunque quisieran, los han desalojado oportunamente
de las iglesias, plazas y otros sitios donde habitualmente pululan. En
contrapartida, la burguesía cruceña, a través de sus proveedores mayoristas, cadenas
de hoteles, restaurantes caros y puteros de lujo, se frota las manos de puro
placer, ¿o me van a decir que los visitantes irán a comer en los mercados
populares? Sepa usted, estimado lector que, Santa Cruz, aparte de tener paisajes
maravillosos por su tropical clima, posee una próspera industria de prostitución
de alto vuelo, ofrecida mediante catálogo por agencias especializadas.
-Tercero, el caudillo se largó a la ceremonia
de inauguración del Mundial, sin haber sido invitado ni por la FIFA, ni mucho
menos por la fiera Rousseff, de quien se dice que no lo traga por diversos
encontronazos diplomáticos entre ambos países. La foto que mandó un internauta
fue muy ilustrativa: el líder estratosférico posando en la gradería como si
fuera un pedestre hincha más, con la pequeña gran diferencia de que él no se
costeó la entrada ni el pasaje. Como todo un millonario caprichoso no pidió
permiso ni al Congreso, como era su obligación, y utilizó el avión presidencial
cuyo, para quien no sepa, costo de operación significa al tesoro público una
sangría de 6.000 dólares por hora de vuelo. Apenas terminó el partido, volvió a
toda prisa a Santa Cruz, acompañado del funcionario más inocuo del mundo-el
calmadísimo Ban Ki-moon- que coincidentemente paseaba por Brasil, aterrizando
cerca de las once de la noche, y aun tuvieron energías hasta para saludar
protocolarmente a cuanto fantoche asomó las narices por allí.
-Cuarto, el haber entregado con toda pompa ocho
motocicletas Harley Davidson a la escolta presidencial para estrenarlas en estos
días. Yo no sé si la Casa Blanca usa motos de esta marca para acompañar a su
presidente, pero en todo caso se trata de la nación más rica del mundo y el
gasto será proporcional a su importancia. A ver, ¿cómo suena que un mandatario
dizque austero y humilde se haga escoltar a todo lujo como si fuera un
emperador; el que se proclama paladín contra el imperialismo, ordene comprar
carísimos motorizados de su peor enemigo? Aun más, sirva de vergonzoso contraste el
hecho frecuente de que la policía nacional se niegue a acudir a un llamado de
vecinos por falta de gasolina o por culpa de que sus vehículos están en pésimas
condiciones.

-Quinto, los dirigentes, tanto del partido
oficialista como de sus innumerables aliados de los movimientos sociales y
demás sindicatos de toda laya, viajaron por centenas con todos los gastos y
viáticos pagados, llevando sus catecismos para seguir repitiendo como loros la
doctrina aprendida del Vivir Bien y otras pajas pachamámicas de reciente data.
Lo mismo se puede decir de una nutrida delegación de diputados y senadores que
arribaron a la metrópoli cruceña para degustar el majadito o un locro de
gallina, con la diferencia de que se trasladaron en avión tal como manda su
arrogante condición de honorables levantamanos.
-Sexto, según fuentes oficiales, en el plan de seguridad se gastará alrededor de
15 millones de dólares. No sale barata la movilización de al menos 4.500 policías,
a quienes, sobre la marcha se les dotó de equipamiento nuevo y armamento para
aparentar que están bien atendidos (tal como muestran los recientes spots), muchos
de los cuales fueron acarreados desde Cochabamba y otras ciudades, dejando desprotegidas
a las mismas, desde ya agobiadas por el escaso número de agentes frente a la constante
arremetida de la delincuencia. Por si no bastara se ha movilizado a unidades
del ejército con tanquetas y jeeps, y finalmente se ha trasladado al regimiento
Colorados (guardia pretoriana de Palacio Quemado) para recibir a toda hora con
casacas y sables a todo cuanto viajero descienda de un avión, aun en medio de
la lluvia y de la agotadora espera. Ni hablar de las caravanas de vehículos de
traslado, patrullas, banda de guerra, guardaespaldas, funcionarios de protocolo
y cancillería, garzones de paraguas, y otros auxiliares conformando un
abigarrado séquito.
-Séptimo, a pesar de
las “inversiones” en infraestructura y comunicaciones efectuadas a marchas
forzadas en la ciudad oriental, como la ampliación de la terminal de carga del
aeropuerto, el estreno de una fuente con luces supuestamente inteligentes, la
construcción de una avenida conmemorativa de 14 kilómetros en tiempo record,
trabajando día y noche, aun con lluvia que hacen avizorar que dentro de unos
meses sufrirá un rápido deterioro; a pesar de todo ello, días después de que
los visitantes se hayan ido, las instalaciones languidecerán por su capacidad
ociosa, y se hará menester desmontar todos esos decorados de cartón piedra y
demás parafernalia temática levantada a todo trapo. Todo un despilfarro
astronómico de dinero para apenas dos días.
-Octavo, y esto es lo
inaudito, aparentemente, todo país anfitrión está en la obligación de correr
con todos los gastos. De ahí que no extrañe que hayan llegado más de un millar
de representantes de los países miembros, además de personalidades destacadas, intelectuales,
artistas y activistas afines, a quienes la cancillería se encargó de enviar pasajes
y velará porque sean atendidos a cuerpo de rey durante su estadía. Románticos
izquierdistas que chupan como garrapatas de los recursos de un miserable país.
Todo sea para volver a poner a Bolivia en el escenario internacional, en un
supuesto sitial privilegiado de las naciones revolucionarias, ejemplo de
hermosas reformas y faro mundial para admiración de la humanidad entera. Este
país es una fiesta de chivos y urracas. Ojalá fuera una pesadilla.
-Noveno, la cumbre será
tan notoria y trascendente que apenas los mandatarios de los países más
exóticos del planeta se han dignado a asistir. Curiosamente, caudillos y
gobernantes denunciados por violaciones a los derechos humanos, tales como Raúl
Castro, los dictadores Obiang de Guinea Ecuatorial y Mugabe de Zimbabwe, o el vicepresidente de Irán
como delegado de uno de los regímenes más opresivos. Altos funcionarios de
naciones desconocidas como Namibia, Sri Lanka, Haití, y muchas otras cuyo
paso no significa nada. Si no fuera por la solidaridad de los cuates de la
Unasur -Correa, Maduro, Cristina y Mujica-, el acontecimiento sería un
turístico intercambio de banderitas y presentes, y quién sabe hasta de cromos,
ya que la atención mundial está
claramente concentrada en el torneo futbolero. Lo decepcionante es que
Mujica avale esta farsa millonaria con su presencia, transformándose
automáticamente en cómplice a pesar de sus buenas intenciones y tristemente
hace de tonto útil, enarbolado como estandarte de una ideología falsa y
delincuencial.
Por último, la guinda en el pastel, el gobierno encargó la elaboración de joyas de oro de 18 quilates, con
incrustaciones de piedras preciosas como regalo a los presidentes (alrededor de
30 confirmaron su llegada) o en su defecto a los representantes de delegaciones
(130, según datos oficiales). En otro alarde de falsa modestia, el
vicepresidente las justificó, afirmando que son muestra de nuestra riqueza. Para
variar, no contentos con dejar a las transnacionales saquear los yacimientos
minerales, obsequiamos anillos como si fuera una graduación. Que venga el vals.

¿Sabrán el señor Ban Ki-moon y todos los
otros grises burócratas de la ONU y de otros organismos multilaterales
presentes que, en Bolivia
existen 2,2 millones de ciudadanos (de un total de 10 millones) que viven en la extrema pobreza?, es
decir con insuficientes recursos para comer dignamente, mientras el gobierno está
preparando con todo entusiasmo comilonas multitudinarias con un toque costumbrista
para impresionar a los visitantes. Encima, el servicial coreano se presta a los
intereses electorales del caudillo, acompañándole a inaugurar un vulgar coliseo
que, ¡oh venerable casualidad!, lleva el nombre del ilustre asiático, en un
municipio cercano, donde le pusieron a bailar cueca al lado de una ministra
disfrazada de cholita cochabambina, además de inmortalizarlo grotescamente en
un bajorrelieve de madera con su efigie junto a la del caudillo sudamericano,
como si se miraran para la posteridad.
De mis compatriotas no
espero nada porque gozosos aplauden el banquete aunque no les llegue ni el olor
de los manjares. De los visitantes informados esperaba algo de cordura y
sentido común. Si supieran que esos 75 millones de dólares que costará la
cumbre, otros hablan de 100 millones, nunca se sabrá; hubieran sido sensatamente
invertidos en salud, educación, caminos, seguridad ciudadana y tantos otros rubros
para vivir en condiciones mínimamente decentes. Todo el mundo le hace juego al
cacique en su millonaria campaña para perpetuarse en el poder. Es para llorar.