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No sólo habíamos sido "centro energético de Sudamérica", sino también centro irradiador de pensamiento |
“El progresismo da señales que cada vez le
gusta menos la crítica independiente y
prefiere escuchar a los intelectuales amigos. Y cuando ellos escasean dentro
del propio país, los traen del norte, aprovechando lo poco que saben de las
realidades nacionales” (Eduardo Gudynas).
Hace algunos días, llegó a estas bravas
tierras un joven español con pinta de hippie que no pinta nada. Acostumbrados a
la llegada permanente de turistas ávidos de experiencias fuertes, nadie habría
reparado en él de no ser que fue paseado en medios televisivos del oficialismo,
práctica que es bastante común, por cierto, cuando algún activista de lo que
sea se declara admirador de Evo Morales y de su revolución pachacutesca. Que
sepa el país entero que el liderazgo del amado líder resuena más allá de Orión.
Esa es la idea, reforzada últimamente con un spot propagandístico de que “Latinoamérica
y el mundo están con Evo”.
Pero que Su Excelencia le haya concedido muchos
minutos de su tiempo precioso, no había sido casual. El extraño invitado de la
coleta había sido nada menos que el líder de Podemos, un partido antisistema
que según las noticias ha encajado a cinco diputados en el parlamento europeo,
contra todo pronóstico, luego de apenas meses de haber visto la luz como
agrupación política. Inspirados por una
varita mágica, Pablo Iglesias y sus “ángeles justicieros de la Nueva Izquierda”
a decir de una publicación española, al parecer están amenazando con sacudir
los cimientos de toda España, aprovechándose de la descomposición del tradicional
bipartidismo. Según cuentan, el negocio empezó en un chiringuito de Lavapiés y
fue creciendo como una bola de nieve a través de las redes sociales. Seré
maniqueo o cualquier otra cosa pero a mí nadie me quita la idea central de que
la política es un negocio. A menos que estos revolucionarios eurodiputados
estén dispuestos a donar sus dietas a la caridad y ponerse a vivir como
genuinos ascetas indios.
Me pongo a escudriñar varios videos de sus
intervenciones, --reconociéndole el dominio de la retórica, elocuencia y demás
dotes comunicacionales--, ejerciendo el papel de indignado que a modo de
Jesucristo 2.0 suelta el látigo a diestra y siniestra contra el sistema
imperante, criticando ferozmente la corrupción, el despilfarro, el lujo, la
zafiedad, la mugre y la caspa que envuelven a la clase política, que él y los
suyos llaman casta privilegiada. En contrapartida, aboga por un cambio radical de
timón, reclamando mayor apertura democrática a través de una plena
participación ciudadana (eso que en su jerga se denomina empoderamiento de la
gente), el retorno al comportamiento ético y otros menjunjes, haciendo de la
austeridad su mayor virtud, para lo cual no dudan en ponerse como ejemplos
ellos mismos.
Ciertamente no es desdeñable el nivel de preparación académica que tienen sus
principales cuadros, a diferencia del PP o PSOE en cuyos mandos acogen a
cualquier ignorante o caciquillo de pueblo con ínfulas. Pero viniendo de gente
muy preparada, profesionales con másteres, doctorados y demás, uno espera
cierta suspicacia y coherencia ideológica. Son muy valientes para criticar la
podredumbre del establishment y,
según se cuenta, nadie de los partidos mayoritarios quiere debatir con ellos,
ante el temor de salir mal parados. Esa superioridad moral, sin embargo, no la
esgrimen contra los abusos y expolios de regímenes considerados amigos. Se
llenan la boca de pétalos y versos democráticos pero no tienen mayor inconveniente
en declararse admiradores de las supuestas revoluciones latinoamericanas, especialmente
de los regímenes más autocráticos que conocemos de sobra. ¿Para qué sirve un
fulgurante diploma académico si no tenemos una visión crítica de las cosas?, ¿Cómo
pueden ser contemplativos, tan ciegos, tan sordos y
mudos, -por no decir tontos-, ante la arremetida despótica de Maduro, Correa y
Morales? Visto así, con razón se habla de esa ingenua y, no pocas veces,
imbécil izquierda europea.
A empaparse
de sabiduría ecopachamamista y tecnología levógira Made in Choquehuanca vino el político español mientras soltaba loas
a la conducción del caudillo, alabando “la valentía de
los gobiernos verdaderamente patriotas…que son un ejemplo para los pueblos del
sur de Europa”, remarcó. Su gira latinoamericana se debió a que en esta región
encontró una nueva señal de esperanza, una nueva forma de hacer política, siguió
insistiendo. Por poco no dijo, que aquí hallaría la receta milagrosa para los males de la
achacosa Europa, que de alguna manera fue refrendado por nuestra luminaria
local, alias vice García Linera, quien en su solemnidad característica sentenció
que “Europa es un continente cansado, agotado de ideas”. "Métanle,
porque los necesitamos (...) No nos dejen solos. Ojalá que esfuerzos como el
que están surgiendo con ustedes nos puedan diseñar una nueva Europa, la
necesitamos", siguió animando García Linera, en una suerte de
conversatorio apasionado, con auditorio lleno oyendo las mutuas zalamerías
politiqueras. Unos dirían como dos personajes shakesperianos jurándose amor
eterno y otros dirían como dos jamelgos poniéndose a filosofar en clave
cervantina, uno más metafísico que el otro.
Pablo Iglesias, profesor universitario,
cultor del arete en plan contracultural y fan acérrimo de Juego de Tronos
(según dicen, una serie que versa sobre castillos, tetas y espadas, y en la cual
aparecen dragoncillos para mayor fantasía. Mi instinto siempre me ha apartado
de historias con dragones, así que ni drogado me voy a sacrificar, a pesar de
HBO), insistió que sólo vino a aprender humildemente de la experiencia
boliviana. Por lo pronto ya aprendió el difícil arte de visionar al infinito y
más allá.