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Los artífices que nos han de llevar al mar...en mil años |
No solo habíamos sido campeones para celebrar esporádicas
victorias de la Selección con ínfulas de haber ganado un torneo internacional. Como
secularmente nunca hemos ganado nada (salvo el Sudamericano del 63, que
confirma la regla) nos consideramos por defecto los campeones morales de todas
las causas habidas y por haber. Hoy, 24 de septiembre, también ganamos, en mesa
de terciopelo, la fase preliminar de la reivindicación marítima, una suerte de
playoff o repesca contra los malvados piratas chilenos que no quieren compartir
el anchuroso océano Pacífico, menos concedernos una lengua de playa para ir a
remojar los pies. El torneo jurídico recién empieza y ha de durar entre cuatro
y seis años, aseguran los leguleyos y otros especialistas en pelucas y togas. Pero
no importa, los jueces de La Haya dijeron que sí al trámite para marearnos
varios años como en todo juzgado, y había que festejar la ventaja en el primer metro
de la maratón. Acariciamos la puntita del iceberg y ya queremos plantar nuestra
bandera.
Días atrás, el gobierno había instruido a todas las
reparticiones públicas que izaran la bandera marítima, otro trapo de reciente creación
que por lo visto se asemeja a la enseña neozelandesa, bien azulada pero con la
tricolor y wiphala diminutas, juntas
en una esquina del cuadrilátero. Nuevos himnos acuosos para inflar el pecho no hacían
falta, ya que apenas acabada la Guerra del Pacífico, poetas y músicos hallaron suficiente
inspiración para entretejer la épica de la derrota, comenzando por el ejército
siempre cubierto de gloria aunque haya abandonado a su aliado peruano. Al día
de hoy, Bolivia es probablemente unos de esos raros países sin mar con más
himnos dedicados a la temática marítima. Todos quieren aportar su granito de
arena a la playa ficticia, como los oportunísimos patriotas emponchados de Los
Kjarkas que no solamente actúan gratis como embajadores del Proceso de Cambio, ceden sus terrenitos -con sana visión empresarial- para megateatros sino que también
acaban de estrenarse como magníficos cantores del mar cautivo. Y cosa rara, ni un diploma
oficial por tan valiosos servicios les ha caído. Al papa Francisco por obra y
gracia del espíritu santo le concedieron el Cóndor de los Andes, pues no hizo
otra cosa que pasear su calva por estas aguerridas tierras sin pan.
No quería ser ajeno a la fiesta marítima con desfiles
escolares y marineritos de oropel que los comités de agasajos prepararon. Desde
anoche se instalaron vigilias y otros "actos de desagravio" –por recomendación del amador líder-
en varias oficinas estatales y sindicatos afines, a la espera del fallo fatídico
de esta mañana. Antes de que salga el sol prendí el televisor y ya los medios estaban
calentando motores para el gran acontecimiento. En algún canal flameaba una
banderita azul como logotipo; en otro ya sonaba de fondo los acordes de “La
Patria”, el horripilante canto de moda en la Bolivia evista; por allí una
presentadora lucía una escarapela en el pecho. Las imágenes iban y venían entre
entrevistas a diversos analistas y entre escenas en vivo de los cuarteles
cochabambinos pasando revista y entonando la Marcha Naval. …que pronto tendrá Bolivia otra vez, su mar,
su mar… bien recordaba yo de mis tiempos escolares, aguardando prontamente
que se acabara el apolillado himno y callara el acordeón desafinado del profe
de música. Por lo visto, décadas después siguen torturando a los estudiantes y
a los reclutas con lo mismo.
Como en tiempos del Mundial de fútbol, las autoridades
instalaron pantallas gigantes en algunos sitios para recibir las sagradas notas
del himno, perdón, del veredicto de la corte holandesa. Mientras tanto
movilizaron a muchos colegios con sus respectivas bandas de guerra en cierta plaza
del centro cochabambino, lo mismo que tropas selectas de algún regimiento para
darle marcialidad al asunto. Por supuesto que el Comité Pro-Mar de cada ciudad se
andaba congregando ante la estatua respectiva de Eduardo Abaroa, el héroe más
celebrado de la historia, tanto que colegios, mercados, sindicatos y hasta el
premio nacional de cultura llevan su nombre.
Terminé de desayunar y aguardé unos minutos a la espera del instante
final. En la tele, el gobernador, jefes militares y policiales y otros recios
patricios de última hora comandaban las sillas en el salón de prensa de la gobernación.
Se oyó la palabra mágica, como equivalente al gol, y un sonoro aplauso recorrió
la habitación. La Corte Internacional de Justicia se declaraba "competente" ante
la demanda boliviana, y eso fue suficiente para que se desatara la algarabía. Las televisiones
se sumaban al festejo con titulares grandilocuentes entre los cuales no
faltaban las etiquetas ‘dignidad’, ‘soberanía’ y ‘justicia’. Todo el mundo
dando por hecho que el mar nos iba a llegar por decreto. Cero mesura, cautela o
sentido común. Ya podemos seguir construyendo más barquitos de papel, con el capitán
de la nave plurinacional conduciéndonos a mares insospechados.