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Foto: APG |
¿A qué les suena una cancha de césped artificial en la mitad de la nada?
Un pueblito, mejor dicho un caserío desperdigado en el altiplano paceño, acaba de inaugurar un campo de fútbol que costó la nada despreciable cifra de trescientos mil dólares. Estas cosas cuasi lujosas las he visto yo en ciudades de España, siempre dentro de complejos deportivos, atendiendo a una planificación. Pero ya se sabe, ellos han saneado previamente sus necesidades más básicas. Yo les apuesto que la escuelita de Collana está en condiciones infamantes: con piso de cemento en el mejor de los casos, sin calefacción, sin baños decentes. Con este ejemplo me basta para no hurgar en otros requerimientos de esas humildes gentes que bastante tienen con soportar las bajísimas temperaturas de la inhóspita puna. He atravesado muchos pueblos de la raquítica pampa, son dolorosos a la vista, silenciosos y lastimeros como el desierto, tanto que sólo el viento ululante rompe su monotonía.
Durante el día las casas están abandonadas, a cuidado de algún perro escuálido o de los más viejos mientras los demás se dirigen a sus escasas tierras fértiles, a horas de distancia a pie o a lomo de burro. El altiplano tiene esa rara facultad de cansar con sólo contemplar su inmensidad. El horizonte sin fin y el aire enrarecido aumentan esa sensación. Me pregunto, cuántos tractores o aparejos de labranza se podría haber entregado a la comunidad con ese dinero de la cancha. Entretanto, dificultosamente se abre paso el milenario arado egipcio. Entretanto, el feliz mandatario, que sabe como nadie, en qué condiciones trabaja su propia gente, va y les entrega un campo verde chillón como regalo de la Pachamama. “Evo cumple” por ahí reza una pancarta serigrafiada.
Como no podía ser de otra manera, televisan el magno evento, para que todo el país vea que el señor presidente tiene tiempo para jugar al fútbol pero no tiene tiempo para atender asuntos más urgentes como la huelga de un mes de los médicos y trabajadores de salud públicos, a quienes se pretende imponer mediante decreto un aumento de horas de trabajo. Medida arbitraria, aplicada sin anestesia e inconsulta. Así llanamente, sin mejorar anticipadamente las condiciones de trabajo, los salarios, los insumos e equipamiento insuficientes. Los hospitales principales abarrotados, los secundarios que se debaten en condiciones indignantes: viejos, insalubres y descuidados. Un médico se quejó en vivo ante cámaras de que operaba casi a ciegas porque la sala de operaciones no tenía suficientes lámparas y a continuación mostraba que tenía que lavarse con agua de un balde porque los lavamanos estaban estropeados. Y no era un hospital de pueblo alejado, sino del área metropolitana.
Qué le importa al mandatario mejorar los hospitales si él se hace atender en la clínica privada más cara de Cochabamba y con dinero del Estado. Que no hay presupuesto suficiente dicen sus ministros. Pero muy gallardos, anunciaron hace poco la compra de seis helicópteros nuevos para la Fuerza Aérea. Tal es el premio para un ejército que se ha declarado “antiimperialista y revolucionario”. Tanta es la indolencia de los gobernantes, que pretenden vencer por cansancio a los huelguistas, soslayando huelgas de hambre, marchas diarias, crucifixiones y enterramientos simbólicos en todo el país. Un mes de paro y ¡ay de los enfermos! Aquello de que con la salud no se juega, se ha convertido en un chiste aséptico.
Hace unas horas, vimos el estado lamentable de cinco policías que fueron ultrajados por una turba en una población del Chapare cuando perseguían autos indocumentados. Según relataron, tuvieron que suplicar por sus vidas y fueron liberados a condición de que la policía no ingrese más a la zona. Desde que Evo Morales subió al poder los linchamientos son cosa corriente. “Justicia comunitaria” le llaman a esta ola de crímenes atroces, minimizada y fomentada con su negligencia por un gobierno empeñado en resucitar la justicia según los “usos y costumbres ancestrales”.
Hoy, en vísperas del Día del Trabajador, los ciudadanos nos despertamos con la noticia sorpresiva de que se ha declarado feriado nacional de dos días. Bonita forma de interrumpir la productividad. Lúcida medida para calmar los ánimos ante la inminente sucesión de protestas anunciadas por los sectores obreros. Cuánto abuso de autoridad, cuánto desconocimiento de la realidad nacional, cuánta insensibilidad con la inmensa mayoría que se busca el sustento diario con el comercio informal. ¡Qué manera de combatir la pobreza!...El día que se declare feriado el natalicio del supremo líder, yo bailo de cabeza.