A casi una semana de haberse disputado el último derbi madrileño, poco se puede decir, con el resultado de sobra conocido. Todo está trillado sobre el campo de juego y el aire viciado del Calderón sabe una vez más a merengue. Sin embargo, leyendo por ahí en Internet hay un dato que se eterniza como si fuera el destino. El Atlético no le gana al Madrid desde octubre de 1999, es decir más de 12 años. Increíble, no he oído en ninguna parte que una humillación durara tanto, que en el planeta del fútbol sabe a toda una vida. En esos doce años, mi hermano el más pequeño, ha pasado de ser un adorable nene regordete a un espigado adolescente malencarado y además hincha del Madrid para tener su feo trapo blanco hasta en casa.
Este reclamo no va contra la afición rojiblanca, que se merece mi admiración por su incomprensible devoción. Es de locos seguir amando a este club a pesar de tanto sufrimiento. Mi crítica va contra la institución, contra el equipo que se empeña en ser pequeño cada vez que se enfrenta a su bestia blanca. Cómo es posible que ni aún teniendo la hinchada más fervorosa de España, la más fiel, la que más hace sentir su pasión argentina desde las tribunas, es decir el cántico permanente y el ambiente más caldeado, más hostil –deportivamente hablando-para el equipo rival, no responda al desafío ni haga valer su localía en más de una década. ¿Dónde está el origen de tamaña falta de valentía o pundonor con la historia? No me creo eso de que el Madrid es un monstruo, será un gigante pero con pies de barro, equipos mucho más chicos que el Atlético lo han demostrado. Hasta el Getafe o el humilde Rayito -los otros madrileños-pese a su insignificancia institucional han tenido más sangre en la cara, para enfrentarse al goliat.
No vale ni la excusa de la inversión monetaria, porque el Atlético no es cualquier equipo, con seguridad debe de ser una de las cinco instituciones con más presupuesto de la liga española. En estos años horripilantes han pasado por sus filas, notables jugadores de la talla de Torres, Agüero, Forlán, Reyes, Falcao, Diego, y otros más que no han sabido cargarse el equipo a sus espaldas en los choques madrileños. Como reza el viejo adagio, al final son once contra once, independientemente de quiénes jueguen en cancha. Ni la llegada del Cholo Simeone a la dirección técnica -uno de los jugadores con más huevos que he visto alguna vez sobre el gramado- ha sabido transmitir la suficiente moral al plantel, para salir airosos del duelo de voluntades que es cualquier clásico.
Como aficionado y poco conocedor de fútbol, y además ajeno a la realidad madrileña, me cuesta entender cuál es la explicación sociológica o filosófica de este fenómeno: el de seguir amando los colores religiosamente a pesar de sufrir el mismo calvario. La permanente celebración masoquista de la derrota. El de sobrellevar las penas con tanta filosofía. Si pasara por esta página algún hincha “colchonero” con canas o un experto quisiera que me lo explicase. No me conformo con eso que ya hemos escuchado hasta la saciedad: “mi abuelo era del Atleti, mi padre también y yo he sido concebido sobre un colchón rojiblanco. Está en los genes”. O aquella de que “vivo en un barrio del Atleti, es inevitable no hacerse seguidor”. O esa de que “es más que un sentimiento, más que unos colores, más que una pasión. Es algo inexplicable”.
Sencillamente, no quepo de asombro, ni hallo explicación lógica o natural, digo, comparando con otras hinchadas. Hay que haber nacido a orillas del Manzanares para llevar con orgullo la bufanda de perdedor, o ser un poeta maldito como Sabina para encontrar belleza en el dolor. Los poetas aman las causas perdidas, aunque ello signifique la locura. Como loco de amor quedó el gran Vinicius de Moraes ante la presencia de Ava Gardner, el “animal más bello” que ha dado el cine o como don Manuel Vázquez Montalbán quien se hizo fanático de la Stone, quedando a su parcial o entera disposición.
Por cierto, da la casualidad que hace doce años que ningún equipo boliviano, clasifica a octavos de final en el torneo de la Copa Libertadores. Aunque lo nuestro tiene una natural o vulgar explicación: decadencia, mediocridad, pobreza económica y futbolística, desorganización, o lo que ustedes quieran.
Creo que es al revés, estimado José : no es a pesar, sino precisamente por esa especie de predestianción a la derrota, por lo que la gente sigue siendo fiel a equipos como el Atleti. En algunas zonas del Mediteráneo lo llaman "La pasión del cornudo". Se refieren, claro, a esos hombres capaces de arrastrarse ante la mujer que no solo los desaira, sino que les pasea el amante por las narices. Debe ser algo así lo que les produce la postración de su divisa ante el Madrid. De todas maneras, le aconsejo preguntarle a Joaquín Sabina, experto en sufrimientos... mujeriles y futboleros.
ResponderEliminarMi aporte está en la línea que no te convence. Yo creo que se trata de un asunto de identidad. Cada uno es como es, es fiel a sí mismo, a su naturaleza. Los hinchas se forman de muy pequeñitos, cuando buscan su lugar en el mundo… y cuando lo encuentran, el hecho de apartarse de ese lugar, de esa identidad, sería un desgarramiento muy grande, mucho más grande que el dolor de una derrota, o serie de derrotas. Por supuesto que muchos hinchas del Atleti han dejado de serlo, o de admitirlo, pero la mayoría sigue dando la cara por una cuestión de dignidad, además de que sea una pasión, o esté en los genes, etc. Este fin de semana, por ejemplo, vi el partido Arsenal 1-2 Wigan. El Wigan es un equipo y un club muy modesto, con un entrenador español muy joven y muy bueno, Roberto Martínez, pero parecía condenado al descenso. Y sin embargo, allí estaba un buen número de sus hinchas, que normalmente van a la cancha a sufrir, pero que en los últimos días, por uno de esos milagros, han tenido un par de grandes satisfacciones: victorias consecutivas ante el Manchester United y el Arsenal, que le han dado cinco puntos por encima de las plazas del descenso. La alegría en los rostros de hombres, niños y mujeres (en Inglaterra van muchas mujeres al fútbol) valía el precio de la entrada. Pero esa gente sufre mucho más de lo que disfruta. Les duele pero es su dolor, y a muy poca gente le repugna lo propio.
ResponderEliminarAcabo de darme cuenta que había un error de texto desconfigurado cuando me refería al Cholo Simeone, el editor que me juega otra mala pasada, a pesar de que en Word lo tenía bien revisado. Mil disculpas a los lectores.
ResponderEliminarEstimado Gustavo, su analogía de la pasión colchonera con la pasión amorosa es una de las explicaciones plausibles. Tentado estuve de poner algo similar como “el amor incondicional a una mujer perversa”, pero usted lo explica mucho mejor con aquello de la “pasión del cornudo”. Preguntarle a Sabina sería inútil, porque aunque uno lo oiga una y otra vez, nunca terminaría de entenderlo. Tal es la magia de sus versos, inasibles como la mujer imposible.
Tus palabras, estimado Lalo, me hacen recuerdo a ese spot entrañable donde un niño le pregunta a su padre, “papá por qué somos del Atleti”y éste entre meláncolico y algo avergonzado no sabe qué responderle. Tal vez lo has visto. Mi extrañeza va por aquello de que, no obstante tener quizá la mejor hinchada de España, sin embargo el equipo se mea en los pantalones ante el Madrid, como si cada partido fuera mero trámite. No veo lucha a muerte. Como si estuviera escrito en el inconsciente de los jugadores la resignacion de las reses que son conducidas al matadero.
ResponderEliminarTu ejemplo del Wigan es una muestra palpable de que los chicos a veces pueden tumbar gigantes. He visto el partido completo contra el United, daba gusto ver a niños y abuelos celebrar en las gradas como si fuera una epopeya. Recuerdo el “cementerio de elefantes” de Santa Fe, donde Boca y River la pasaban mal. Lo del Atleti da para un libro sobre la psicologia del deporte o para la permanente elegía de un trovador.