18 febrero, 2012

4 Carnavaleando que es gerundio


Oruro: Bailarín de Diablada
Me jode escribir este post. Los genes de la tradición me llaman fuertemente: debería entregarme al jolgorio como la mayoría de los bolivianos  y jugar con agua,  aunque la mitad del país esté bajo el agua. Unos lloran por sus casas anegadas, otros ríen en nombre del rey Momo.
El carnaval es fiesta mayor de los bolivianos,  venida de lejos y, que curiosamente los paladines de la descolonización no arremeten contra ella. Como se dice en España, me voy a “mojar”, al afirmar que es uno de los peores vicios que trajeron los conquistadores: la relajación de las costumbres. Si no me creen, esta es la semana donde menos días se trabaja: todo comenzó hoy, viernes, con el establecimiento de horario continuo, “el que no acate se arriesga a las sanciones de ley”, anuncia el laborioso Jefe Departamental del Trabajo. Mañana sábado, comienzan las entradas folclóricas en varias regiones, ¿han oído hablar del Carnaval de Oruro?
Domingo, un leve descanso, por los pies adoloridos de tanto zapateo.  Lunes y martes, dos días feriados donde corre más alcohol que agua (por el tiempo de lluvias). Sí, me acabo de enterar de que para estas fechas las cervecerías triplican su producción, por lo visto, son las únicas que trabajan. Ingenuo de mí. El resto de la semana, el país vive a media máquina, con los vahos de la resaca, siempre hay tiempo y energías para rematar la fiesta el sábado,  con el Corso de Corsos, una fiesta bufa sin orden ni concierto, donde la cervecería local logra la mayor venta del año, ¿acaso no han oído que la borrachera se cura con más alcohol?
La fuerte presencia indígena ha dejado su impronta en el mestizaje de las costumbres populares: a lo largo de la semana, especialmente el martes, se procede a la ch’alla, rito andino que consiste en adornar los negocios, oficinas, inmuebles y otras posesiones materiales con serpentinas y en ofrecer sahumerios a la Pachamama invocando el éxito futuro. Lamentablemente, esta tradición ha perdido su espíritu original, pues casi siempre degenera en borrachera y escándalo, alcanzando a veces lo grotesco, como en cierta ocasión, vi a través de la televisión a trabajadores de un hospital, en horas de la tarde, que se supone en horario de trabajo, comenzando una farra con música carnavalera a todo volumen a escasos metros de la morgue. ¿Y las autoridades?, bien gracias. Hasta entonces, nunca había entendido esa horrible expresión de “me cago en los muertos”.
Sí señor, el carnaval en Bolivia es cuestión de estado. ¿Sabían ustedes?, que allá por 1879, mientras el Gobierno de turno hacía gala de la tradición, el ejército chileno ocupaba tranquilamente territorio boliviano, y si no lean:  “No hay duda, pues, de que el Presidente Daza y sus ministros no reaccionaron como les correspondía ante la gravísima situación que Chile planteaba en el litoral y de que cometieron tres actos de lesa patria: Primero, ocultar la noticia a la población; segundo, dejar que la república, con una lanza clavada en uno de sus costados, se entregase al frenesí del Carnaval; tercero, dedicarse ellos mismos, por lo menos el Jefe de la Nación, a la farra”. (Roberto Querejazu Calvo: Aclaraciones históricas sobre la Guerra del Pacifico).
Si uno nace en este país, ya está jodido de antemano, queramos o no queramos, nos vemos envueltos en este frenesí bufonesco, los aguafiestas somos minoría. El carnaval de Oruro es otra cosa, son los únicos que se toman en serio esta fiesta, valga la contradicción. Oruro como Río de Janeiro, vive del carnaval: a semejanza de las escuelas de samba, las fraternidades se preparan concienzudamente todo el año para dar lo mejor de sí. Resultado, la fiesta más auténtica y colorida del folclore boliviano, tanto que la Unesco la ha reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esta es la única fiesta que tolero de buena gana; contemplar ese desfile de máscaras y trajes de diseño imposible es una fiesta para los ojos. Las demás entradas son una gratuita pérdida de tiempo, el chabacanismo elevado a la máxima expresión.
Así es Bolivia, un país lleno de contradicciones: carnavalear es un deporte plurinacional, valga la aclaración o corro el riesgo de ser discriminador. No obstante el absurdo, no hay pena ni muerto que valga para suspender estas celebraciones. A pesar de que medio país esté inundado, la tradición dicta que se debe jugar con agua, a baldazos o a globazos, aunque se corra el riesgo de perder un ojo. Uno no tiene derecho ni a caminar con la ropa seca en estos días: si uno se cabrea por la mojazón, “es carnaval” te dicen  panchamente.
Como decía doña Celia Cruz, aquí todo es un carnaval, no sólo porque las penas se van bailando, sino porque la vida misma sabe a carnaval; a caos, a despelote permanente, para desgracia o disfrute, según se vea.

4 comentarios :

  1. En mi provincia, Mendoza, la challa (o chaya, que el diccionario de la Academia da como argentinismo por “burlas y juegos del carnaval”) se reducía a jugar con agua. Recuerdo que en mis tiempos se había convertido en una excusa para que los matones del barrio impusieran una especie de toque de queda: el que saliera a la calle era empapado con agua de acequia, que no siempre era muy limpia que digamos. Y si protestaba… lo metían de cabeza en la cuneta. Pero digo esto para señalar que el significado de ch’alla perdió con la distancia, en los confines de la influencia española (e inca), gran parte de su significado original. Supongo que llegó como challa y quedó en chaya por la pronunciación local, pero es curioso que la Academia lo dé exclusivamente como argentinismo, a pesar de señalar que la palabra original es quechua. Argentina tiene varias provincias con herencia quechua (pequeña en comparación con Bolivia, Perú y Ecuador), y aunque Mendoza no es una de ellas, durante un extenso periodo la cultura mendocina estuvo ligada a Chile y Perú antes que a Buenos Aires. Supongo que en aquella época se importó la palabra challa a ese rincón del oeste argentino. Aclaro que los incas llegaron a Mendoza y tuvieron relaciones más o menos distantes (esta es la palabra, teniendo en cuenta la geografía) con los huarpes, los indígenas locales. No sé que opinará Evo Morales sobre mi uso de “indígena” en este caso, dímelo tú. Creo que los huarpes llegaron a pagar tributo a los incas, pero no recuerdo bien lo que aprendí en la escuela sobre esto. PS: Ahora acabo de informarme: los incas llegaron a someter a los huarpes de San Juan y el norte de Mendoza, hacia fines del siglo XV. Y entonces llegaron los españoles y fue otra historia.

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  2. Si en algo lo tanquiliza, amigo José, le recuerdo que ya empieza el Miércoles de Ceniza, actividad que en la liturgia católica sucede al desenfreno del Carnaval ( la fiesta de la carne). De modo que, al menos en teoría, la gente entra en un período de abstinencia y meditación que equilibra las cargas... hasta que venga el siguiente carnaval.

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  3. Curiosa anotacion, amigo Lalo, me llama la atencion que pronuncien "chaya" (supongo con ese sheismo argentino)y no "challa" literalmente.Pues debe ser un argenitinismo como dices, por el significado, porque acá tiene otro sentido.En Bolivia, "challa" significa "arena", y otra cosa es "ch'alla" (pronunciado como chamán pero con mayor acentuacion en la ch)y que significa "brindis", o accion de beber ritualmente, de ahi que decia, que el acto se convierte en farra. El quechua es un idioma muy dificil de aprender para los hispanoparlantes, porque tiene ciertos fonemas que no existen en español, en este sentido es una lengua muy rica y de tonalidad dulce.Si Evo opinara sobre tu conocimeinto de quechua, estaría descalificado, porque aunque presuma de indigena, no sabe hablar ninguna lengua indigena, si acaso entiende algo de quechua y aimara. Es frecuente que otros lideres indigenas le desafien a debatir en quechua a lo que él siempre evade arguyendo motivos politicos. ¡Y como son las cosas!, recientemente sacaron un decreto que todo servidor público debe saber una lengua indigena, y Evo como el vicepresidente Linera son los que dan el mejor ejemplo, ¡no saben ninguna!.Asi estamos, viva el carnaval.

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  4. Ah, si Dios le oyera, amigo Gustavo, me gustaria que mandara un diluvio para que calme el fuego carnavalero de los bolivianos. A pesar de las exhortaciones catolicas, la fiesta continua en varias regiones, incluida mi ciudad, que este sabado tiene un evento gigantesco que paraliza todo, el Corso de corsos.Vienen de otras regiones delegaciones de bailarines para seguir dando lata. Por si fuera poco, el siguiente domingo sigue la celebracion en algunos barrios y pueblos con las Carnestolendas, que son unos bailes bufos, impulsados por musica de alto contenido sexual y satirico. Domingo de Tentacion llaman a esto en el calendario. El poder de la carne, diríaa alguno.

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