11 abril, 2012

6 ¿Cómo se dice “niño envidioso”en italiano?


el imponente molle (Schinus molle)

La semana no podía empezar mejor. El Madrid pincha otra vez sintiendo la sombra del Barça, la Juve parece rejuvenecer sobre el Milan, y el Wilstermann de mi ciudad se estrelló solito el domingo reciente en su afán de volver a la primera división. Como aurorista, no me apena que la pesadilla continúe para el Equipo aviador. Lo siento por mis amigos wilstermanistas, ellos sabrán perdonarme, el resto de la hinchada se lo tiene bien merecido, en este caso me place la desgracia ajena. Mi actitud tiene explicación sociológica, simplemente estoy haciendo gala de lo que significa ser un “buen cochabambino”.
Los naturales de esta región, somos muy conocidos en el resto del país por una proverbial tendencia a comer en exceso, tanto que valoramos un plato como exquisito en función de la cantidad. La creencia arraigada de que ésta, es la tierra del buen comer es una verdad a medias, según se la mire. Pero también somos muy famosos por tener una mentalidad hipócrita, conservadora, egoísta y mañosa. Hay un refrán que dice bastante de nosotros: “hay que cuidarse de la justicia chuquisaqueña, del carácter agrio de la mujer paceña y de las mañas de los cochabambinos”.
No hay estudios suficientes ni contundentes (al menos no los conozco), que expliquen la idiosincrasia peculiar de los vallunos. Lo que mejor describe a esta región es, sin duda, su clima generoso, apacible y templado. Ojalá la templanza, la moderación, la tolerancia, nos vinieran desde la cuna, desde las particularidades del terruño. Todo lo contrario, el regionalismo cicatero nos define: “ni cambas (oriente) ni collas (occidente), ¡cochalas carajo!” suele ser el grito de guerra acostumbrado y luego presumimos religiosamente de ser la tierra de la integración nacional. Coincidencia  geográfica nada más.
Naturalmente escéptico como soy, pensaba que esta cultura de la mezquindad era una exageración prejuiciosa, sin embargo, un hecho reciente me convenció del todo. Comenzaré diciendo que la metrópoli cochabambina se ha expandido, por razones topográficas, de este a oeste entre cinco municipios. En consecuencia, es frecuente el roce entre alcaldías por los límites jurisdiccionales, y hace algunas semanas, uno de estos conflictos derivó en un enfrentamiento entre dos municipios, vecinos incluidos, que se disputaban por unos metros de territorio. Esta vez, el gobernador del departamento, incapaz de resolver el conflicto, no tuvo ni la excusa de argumentar que era un problema motivado por “razones políticas y desestabilizadoras”, pues resulta que, tanto él como los dos alcaldes involucrados son del mismo partido oficialista. La consecuencia fue funesta para todos los ciudadanos, pues los movilizados no tuvieron otra mejor ocurrencia que bloquear la única carretera hacia La Paz por el lapso de casi una semana, dejando en la vía cientos de camiones y autobuses varados. Imagínense que dos tercios de la economía boliviana se mueven a través del eje carretero La Paz-Cochabamba-Santa Cruz. Y la policía, por mandato del gobernador, se limitó a observar cómo los bloqueadores incurrían en todo tipo de desmanes con los automovilistas atrapados. Y todo esto a solo cinco kilómetros del centro de la ciudad. Ante tanto desgobierno, ya no nos queda ni tragar bilis porque no sirve de nada.
Al final, el gobernador fue ninguneado por las partes enfrentadas y éstas declararon una tregua ante la intervención del gobierno nacional con la promesa de que se promulgará en el Congreso una ley de límites para todo el país. Esto es lo que ocasiona el haber dividido el país en 36 naciones. Como ciudadano común, me cuesta entender que los vecinos se dejen manipular por políticos inescrupulosos que persiguen míseros intereses particulares. Escucho a menudo el estúpido argumento de que “si esta calle o zona será de nuestro municipio, entonces nos tocará más recursos”, como si el dinero le correspondiera a cada persona, o como si pagar impuestos en una u otra alcaldía fuera la gran diferencia. No imagino cómo resolverán sus problemas jurisdiccionales, metrópolis gigantescas como Lima, Buenos Aires o Sao Paulo, pero estoy seguro de que no se estorban entre ellos. Mientras aquí,  impera la cultura de pueblo chico, el de poner la zancadilla al prójimo, en una urbe que bien podría caber en un solo distrito de las ciudades citadas. Y hay quien ingenuamente se pregunta por qué estamos tan estancados siendo el corazón de Bolivia.
Así somos, ¿quieren otra muestra absurda de cómo vemos las cosas?...Paseando un día por unos de estos barrios, me llamó la atención que una torrentera estuviera canalizada con mampostería de hormigón, de una sola orilla, un amigo vecino de la zona, me dijo entre sonrisas que se debía a que los alcaldes no se ponían de acuerdo y,  que si la obra hubiera sido construida como correspondería, el responsable se hubiera arriesgado a un juicio por usurpar funciones o invasión de territorio. Pues eso, la envidia y la mezquindad son rasgos innatos del habitante de estos valles. Nos caracterizamos por menospreciar el éxito ajeno. De hecho, si alguien es lo suficientemente creativo para emprender un negocio nuevo y le va bien, a los pocos meses, el vecino no tiene escrúpulos para arruinarle el negocio construyendo algo más grande, más llamativo o cobrando más barato. A eso,  llamamos popularmente ser buen cochabambino. Pero dejemos en manos de un académico respetado como H.C.F. Mansilla, una explicación algo esclarecedora aunque no definitiva, en una entrevista que concedió a la revista cultural Atar a la rata:
P.- La cultura de las artimañas como uno de los rasgos sobresalientes de los cochabambinos…
R.- No son sobresalientes, están ahí.  (…) digo simplemente que esos rasgos están todavía fuertemente anclados. Es difícil medirlos empíricamente, es decir si existen más o menos que el resto del país (…) yo diría que se debe a la alta densidad de población, sobre todo aquí en el valle central de Cochabamba, lo que genera la necesidad de engañarse mutuamente unos a otros, uno a costa del otro. Yo creo que eso es muy marcado.
P.- Si fuera, como usted dice, que la concentración demográfica provoca que la envidia o la maña sean más profundas ¿por qué no considerar que los japoneses podrían ser como los cochabambinos?
R.- Yo supongo -conozco muy mal la cultura japonesa- que los japoneses han tenido una cultura muy diferente, probablemente 1.200 años de un sistema altamente jerárquico, un sistema disciplinario muy fuerte, que no han tenido los cochabambinos. Entonces, lo que ha pasado aquí es precisamente que no ha habido un sistema de disciplinamiento social fuerte. Esa simpatiquísima tendencia de tratar mal, ningunear, acabar o rebajar todo mérito del prójimo es una tendencia de envidia muy marcada(…)Aquí las élites son cambiantes. Son élites torpes, de mal gusto. El único mérito es el haber usado artimañas para abrirse paso a codazos. Y claro, siempre se encuentra, al cabo de años de una generación, con otra que también se abre paso.
Qué quieren que les diga, hablar mal de mis llajtamasis (coterráneos), es parte de mi formación sociocultural y está en mis genes, soy parte del problema. Así como esta región, otrora conocida como el granero de Bolivia, ha dado grandes gobernantes, y mujeres ilustres como Manuela Gandarillas y Adela Zamudio, también ha parido mandatarios grotescos y temerarios como Don Mariano Melgarejo, aquel que mandó fusilar a su camisa en un arranque de ira. Las cosas no han cambiado mucho desde entonces.  Hace poco, legisladores de una lucidez infinita, declararon a Cochabamba “capital nacional del parapente” como regalo de aniversario,  y un año atrás, otras autoridades nombraron también a unas aves migratorias, procedentes del norte del continente, como "visitantes distinguidos" de la ciudad. Ah, si el gran Jarry viviera, declararía a Bolivia su patria adoptiva con toda seguridad.
Ciertamente no todo es malo, ni la tierra es raquítica ni hace demasiado frio. Ahí están como consuelo,  la chicha de maíz para calmar la sed y el delicioso chicharrón de cerdo para satisfacer a las panzas ubuanas y también a las pocas quijotescas, con cielo soleado el año entero, mientras nos cobijamos a la sombra de las muchachas en flor, o del humilde molle, árbol reflexivo por excelencia y reivindicado por Don Urbano Campos, uno de esos columnistas criollos que ya no quedan. El chiste del título, es por supuesto, de origen popular,  ¿de dónde si no?

6 comentarios :

  1. En realidad, apreciado José, en Bolivia y en todas partes la búsqueda de la identidad individual pasa por la necesidad de un punto de referencia colectivo al cual aferrarse .Debilitado el soporte religioso y disuelto el proyecto de Estado- Nación como elemento cohesionador, solo quedan entonces los regionalismos como versión parroquial de los viejos nacionalismos, tan funestos en muchos sentidos. ¿ No dicen los ricos italianos del norte industrial que " De Roma hacia abajo todo es África"? El pretexto puede ser cualquier cosa: Un equipo de fútbol, una comida, un producto típico, un puñado de canciones o un caudillo. En últimas lo que importa es una buena dosis de color local que le dé algún sentido a la existencia, por precario que sea. En esa tierra abonada los demagogos saben sembrar y cosechar como ningún otro especímen conocido sobre la tierra.

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  2. Cuánta razón tiene usted, amigo Gustavo. He ahí la cuestión, el fraccionamiento del concepto de estado-nación, ha conducido inevitablemente al reflotamiento de viejos regionalismos, algunos tan perversos y mezquinos que rayan en lo surreal. Yendo al caso boliviano, la política demagoga del gobierno de Evo Morales de otorgar poder sin límites a sus organizaciones sociales, ha derivado en todo tipo de conductas abusivas y sectarias. Amparado en estos ejemplos, cualquier tumulto de gente se cree con legitimidad para exigir concesiones y ventajas a su medida. Resultado, un país que se torna cada día más ingobernable, a merced de reyezuelos de sindicato o de barrio a quienes les importa un comino el bien común. Sobre su ejemplo de los regionalismos odiosos de Italia, recuerdo haber visto alguna vez, pancartas en los estadios de Milán con la leyenda "napolitanos bienvenidos a Italia" en la época que Maradona llevó a la gloria al conjunto del Napoli.

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  3. mio caro amico, in Italia ci sono 24 regioni che sono altrettante Italie diverse.sia nel cibo che nella storia, un lombardo o un triestino (ex Impero Asburgico) non ha niente in comune con un Siciliano o un Napoletano (ex Borbone) o il Lazio (Vaticano)con l'Emilia- Romagna(in cui abito ex colonia papale e quindi rivoluzionaria e roccaforte della laicità)
    insomma, è difficile mettere insieme gente con storie diverse, in apparenza siamo tutti italiani ma in privato ognuno torna alle sue abitudini.
    Fino agli anni 60 (avvento della Televisione)nella mia regione NON si conosceva il Panettone (Milano), nelle case non si beveva il caffè, (Napoli),(il caffè era solo una brodaglia per fare il caffelatte), Adesso, con i Supermarket abbiamo globalizzato tutto per cui se vado a Berlino o a Varsavia nei centri commerciali trovo gli stessi negozi Calzedonia, Benetton, Zara....uffaaa
    io preferisco la diversità.
    e tu?
    Fiorella

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  4. Como siempre, muy instructivas tus reflexiones, asi como los comentarios de Gustavo y de Fiorella. Sobre las diferencias culturales, políticas y otras entre regiones del mismo país, encuentro una perla muy oportuna en una entrevista al escritor mexicano Juan Villoro que leí en Sport, una publicación catalana. Villoro comparaba a Maradona y Messi. Decía que éste batiría todos los récords, pero nunca alcanzaría la “dimensión de Espartaco” de Diego. El periodista le pregunta por qué. Y Villoro se explica: “Yo estuve en el Mundial de 1990 y Maradona alteró las condiciones emocionales del público napolitano en la semifinal entre Italia y Argentina (…) Les dijo: 'Miren, los verdaderos italianos del sur somos los argentinos. Porque yo me llamo Maradona y conmigo están Caniggia y Simeone y venimos de la Italia pobre que se tuvo que salvar en Argentina. En cambio, la Italia rica, la que siempre les ha fustigado, es la que viene aquí ahora a reclamar su ayuda. ¿Con quién están?'.” Hasta aquí Villoro. Y nosotros agregamos: entonces los napolitanos fueron, por un día, “más argentinos que italianos” o, como dirían mis primos de Verona, más argentinos que africanos”.

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  5. Amiga Fiorella, gracias por la descripción que haces de los distintos “paises” que conforman Ia bellisima Italia. Un amigo boliviano muy cercano que vivió unos años en Bergamo, me comentaba muchas cosas curiosas sobre los acentos y características de las regiones, empezando por los dialectos que él no entendía nada, cuando creía ingenuamente que todos hablaban “italiano”. Aqui mismo en Bolivia somos muy diversos hasta en la forma de hablar, a pesar de que somos tan pocos habitantes comparados con Italia, sin embargo tenemos hasta 4 acentos regionales de español, ademas de muchas lenguas indígenas. Tienes mucha razón, la diversidad contribuye a desarrollar la sociedad, renovándola y evitando que caiga en la decadencia como sucede en algunas naciones con culturas más homogéneas. Pero la tendencia , como bien sugieres, es que cada vez el mundo se está convirtiendo en una aldea global. Como ejemplo, en Bolivia, la gente prefiere consumir Nescafé, antes que nuestro delicioso y puro café de la tierra. Por cierto, el panettone es muy popular en Bolivia en época de Navidad, tanto que se ha convertido en una tradición, aunque a mí no me gusta este pan dulce. Un abrazo.

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  6. Mi estimado Lalo, como siempre qué jugosos son tus aportes resultado de tus valiosas pesquisas. En verdad, me cuesta creer que Maradona haya sido capaz de tan original y lúcida arenga a los napolitanos, que se vieron en aprietos en el conocido conflicto entre su amor patriótico y su amor al Pelusa durante la semifinal de Italia 90. Si el personaje fuera mas mesurado y menos bufonesco, sería más respetado. Como tambien viene de perlas, esa expresion suya de “yo crecí en un barrio privado...privado de luz, agua, teléfono”. Sin duda, tiene a momentos grandes jugadas verbales, que hacen olvidar por un instante todos los excesos que suelta a menudo.

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