Ayer, 19 de marzo, se celebró el Día del Padre (lo que era
antes festejo exclusivo de los carpinteros, de los trabajadores de Radio y de algún
otro gremio que no recuerdo, a quienes solo mencionan por chiripa) en todo el país
y con profundo pesar voy constatando que se está convirtiendo en otra costumbre
comercial, muy al estilo del Día de la Amistad, con tarjetita y todo. Uno pasaba
por alguna céntrica avenida y no faltaban los peluches, plumafuentes y otras
baratijas más o menos masculinas para que la prole conquistara el corazón de su
progenitor a las carreras. Todo se vuelve tan inspirador que alguna empresa de repostería
sacó la promoción del día con su paquete especial de empanadas y tortas en un
coqueto canastito de mimbre. Las tiendas de artículos deportivos aprovechan la ola
siguiendo la estela de las vitrinas de alta moda masculina que están dispuestas
a vestir de los pies a la cabeza a todo varón adulto a precios fabulosos.
Como vivimos en tiempos blandos no faltaron los comités del
festejo permanente, especialmente en instituciones públicas que les montaron el
desayuno con salteñas, refrescos y otros bocados a sus trabajadores que tenían
la suerte de ser abnegados padres, así sean primerizos. Todos estos homenajes ocurrieron
el viernes y en muchos casos les dieron la tarde libre para que vayan a visitar
algún parque con sus retoños. En un gesto de justicia arrebatador, el ente
deliberador conocido como Concejo enmendó el error histórico de solo homenajear
a las madres en su día: desde hace pocos años, también los taitas son
condecorados con la medalla que lleva el nombre de un cura. Muy padre, ¿no? (entiéndase
a lo mexicano, mis cuates). Como todos los sábados, en el barrio esperamos el
arribo del camión basurero a media mañana; hasta el mediodía estuvimos
pendientes hasta que recordamos que nunca viene en días feriados. Por culpa de
unos cuantos padres se dieron el asueto también los obreros municipales.
Tremenda hazaña la de ser padre. Lo que la naturaleza
manda había sido motivo de festejo y más aun de reconocimiento. No importa si
aumentar la prole desmesuradamente sea atentatorio contra el futuro de esa
misma prole. Ni una sola campaña de concientización llamando a la paternidad
responsable, planificación familiar o cosa parecida. Más bien, hasta da la impresión
de que se premia a los más prolíficos, con la cantaleta de haber sacado a
tantos hijos adelante. Cuando tengas hijos vas a saber lo que es canela, me han
retrucado no pocas veces. Como no se me antoja ni siento el llamado de la
especie, prefiero guardar mis genes y que el mundo se espere.
El que no se hizo esperar ni un ratito fue mi apetito el cual
fue invitado a otro opíparo almuerzo de fin semana. Esto se va haciendo
costumbre que he empezado a adorar los sábados: si no cae una parrillada
siempre hay otro manjar que degustar. Tal vez sea la suerte de contar con una
extensa parentela, porque amigos más
bien pocos me quedan, mucho peor desde que ya no pinto nada en sus vidas de ejemplares jefes de familia, como si uno quedara automáticamente fuera del juego. Así que
no sorprende que las llamadas telefónicas sean cada vez más remotas como si
fueran de extraños. Que se queden con su extrañeza, si quieren. Entretanto me concentro
en mi lado de la mesa, contemplando el vino con el que íbamos a brindar por tan magno dia.
De cualquier manera, y en esto no tengo nada que objetar, mi
prima María René quiso agasajar a su marido y, de paso, a los “futuros padres” como
nos señaló a mí y a su hijo adolescente. Ni hablar, le dije, por el momento me
basta y sobra con ser padre de mis vicios. Sonreímos y continuamos con la
comida. Parecía picante de gallina pero solamente tenía la pinta y el color. Mira
que no me gusta tanto el pollo pero me estoy “sacrificando” por lo delicioso
que está, le comenté; y a fe mía que la carne estaba tan bien sazonada y suavecita
que daban ganas de repetir. Había devorado el plato como si fuera a dedo
limpio. Me parece poco respetuoso dejar el plato a medio comer, dicho sea de
paso. De ahí que no ando picando cualquier bocadillo antes de sentarme a la
mesa. El regusto del chuño terroso y el aroma del perejil picado revoletearon
en mi cerebro toda la tarde. Ni con postre de frutas y vino con tonos afrutados
(eso decía en la etiqueta) se me borró aquella
impagable sensación. Que venga la segunda.
Ah, bueno. En Colombia ya les dio por hablar de "El día del hombre", apreciado José. No contentos con " El mes de la mujer", ahora lo complementan con otro frenesí de consumo en el que se obsequian toda suerte de chucherías.
ResponderEliminarAsí andamos : fíjese bien y verá que no queda un solo día en el calendario para festejar alguna cosa : el día del contador, del médico, del siquiatra, del artesano. Solo resta una fecha para conmemorar El día de los desempleados... y esos sí son legión.
Ah, eso del 'dia del hombre' sí que es nuevo para mí, seguramente en Bolivia alguien se pondrá en campaña pronto, porque resulta que ya tenemos 'dia de la mujer' por doble partida, tanto nacional como internacional con fechas diferentes. A alguien le va a parecer que hay una tremenda injusticia en no celebrar a los varones, y asi sucesivamente se podria seguir el ejemplo con jornadas especiales para nenes, ancianos, zurdos, derechos, petisos, altos. Si hasta los canes tienen su dia, pero falta para los gatos. Asi anda el mundo de absurdo en absurdo.
EliminarMejor no tentar al diablo, dicen las sabidurías antiguas, no te imagino colmado de retoños cual una abnegada zarigüeya, jeje. A mí lo que me preocupa es que el tercermundo - con nuestro paisito entre los más prolíficos- se ha convertido en una paridera incesante, qué manera de traer hijos como si fuera deporte. Tipos de mi edad ya se ufanan de tres o cuatro hijos y algunos hasta son abuelos. Yo no puedo ni conmigo mismo, mucho menos estoy dispuesto a arruinar la existencia de un vástago inocente. Y el pobre planeta cada vez más chico y extenuado por tanto saqueo de sus recursos. No hay jampi para la plaga humana, hermanituy.
ResponderEliminarJa, tus confesiones sibaríticas me mueven a aclararte que si me zampo glotonamente platitos criollos y otros manjares lo hago mientras me queda algo de juventud y no tengo todavía mayores preocupaciones, más allá de los cuarenta pienso dosificar el ritmo para no acabar como todo orgulloso cochalito, convertido en otro tonelito andante. Eso sí, al buen vino le seguiré rindiendo honores con espíritu de quinceañero. Y ahora con permiso, que me aguarda un cena frugal con yogur y alguna fruta de temporada. Abrazos.