28 marzo, 2016

5 Placeres vallunos: chicha y chicharrón



Los domingos, como sabe todo valluno que se respete, son de chicharrón. A modo de señuelo, ennegrecidas pailas de cobre son colocadas cada cierto trecho a ambas orillas de las carreteras. Estampa dominical que se divisa mayoritariamente en la ruta al oriente (Santa Cruz) o pasando Quillacollo rumbo a La Paz y todo el occidente. Así que si alguien llega tarde por cualquiera de los dos lados, probablemente se deba a las chicharronerías que con sus ruidosas amplificaciones atrapan a los viajeros. Pero es cosa de conocedores encontrar sitios más discretos y perdidos en medio de chacras y nacientes urbanizaciones donde se elaboran todavía chicharrones más artesanales y en cantidades reducidas, de tal manera que pasado el mediodía, apenas queden restos de chinchulines y cueritos grasientos sin mayor atractivo. Ese es el mejor termómetro de la calidad del cocido.

Porque un chicharrón que se precie de tal tiene que ser cocido a fuego lento, en su propia manteca. Bien recuerdo que en mis años mozos, solía alguna vez visitar una chicharronería del pueblo cuyo dueño tenía fama de limpio y concienzudo, el cual ya atizaba desde plena madrugada una gran paila empotrada sobre un fogón de leña y él en persona removía la carne periódicamente, empleando un palo plano con el suficiente cuidado de no estropearla. Era de hacendoso aquel artesano que su negocio se murió con él. La prole ya no estaba dispuesta a tales sacrificios.

Volviendo a la ciudad, se sospecha que la inmensa mayoría de las chicharroneras aceleran el proceso cociendo la carne en agua y luego la “disfrazan” retostándola en la paila durante algún tiempo.  Así que es menester de buen conocedor también, probar un pedazo y pillarle el truco, antes de decidirse a efectuar la compra. A menos que no se sea tan exigente. Afortunadamente, uno de mis tíos paternos no rebaja la exigencia y se ha vuelto un catador de oficio y el comprador oficial de la familia cuando nos reunimos en ocasiones especiales. Alguna vez lo he acompañado, junto a otros primos a modo de cargadores para el bidón de 20 litros en el cual se llevaría la chicha. Porque sin chicha el chicharrón sabe incompleto. Y en casa de buen chicharrón seguro que se hace buena chicha.

Entre calles aún sin terminar de asfaltar, hacia el norte de Quillacollo, un domingo cualquiera llegamos donde su “casera”, un sitio difícil de ubicar y que, según mi tío, ahí elaboran el chicharrón a la manera del pueblo. Apenas intercambiamos saludos en quechua ya se nos ofrece una senda tutuma de chicha, a modo de invitación. Según el sabor, el tío encargará un bidón lleno o algo menos. Entretanto, nos obsequian algunas presas con mote y llajua para ir picando. Sabe a dioses o ya acuciaba el hambre. El tío negocia con la casera las mejores piezas del chicharrón y de yapa se lleva fragmentos de corazón y tripitas que crocantes son una delicia.

K'allu, el complemento perfecto
Como parte del plato, en otras bandejas llevamos asimismo mote de maíz, papas cocidas y llajua muy picante. Como se sabe que la guarnición es insuficiente, en casa las tías ya estaban haciendo cocer el papahuayk’u de rigor, con papas de la región, por supuesto, y a ser posible de reciente cosecha porque saben más harinosas. Sin embargo, el festín no tendría sentido sin un buen K’allu, la ensalada idónea para acompañar el chicharrón: nada tan sencillo de elaborar que cortar cebollas blancas y tomates en daditos y como toque final unas hojitas de yerbabuena para potenciar el sabor. Y a la mesa, señores.

Ayer, mi tío anfitrión convocó a los más cercanos a despedir a su hermana como se debe. La tía Maga, partirá en estos días para las Españas, dos meses después de haber recuperado sabores y sensaciones que los habrá perdido en doce años de ausencia. Como la invitación se hizo a último momento, el chicharrón saca de apuros con nota alta. Promediando las tres empezamos el festín, yo muy agradecido de que algunos invitados no llegaran por distintos contratiempos. Me relamí por ellos, con todo gusto. Como siempre no hay mejor antídoto contra insípidos parloteos que un suculento banquete. Y una auténtica chicha -ligeramente dulce, ligeramente ácida- para terminar de matar el chancho; aquí es donde el vino pierde por goleada y eso que no soy chichero. Y, desde luego, solamente un foráneo preguntaría de qué era el Chicharrón. ¡Salud, pues!

No teníamos tutuma para la chicha, pero un vaso sirve


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P.S. con Kaluyos vallegrandinos de fondo, despedimos sobriamente la tarde.


5 comentarios :

  1. ¡ Qué manera pagana de empezar la pascua, apreciado José! Se me hace agua la boca pensando en esa copiosa combinación de chicha, chicharrones bien fritos y otras guarniciones.
    En Colombia el chicahrrón es, además, una suerte de corona para la bandeja paisa, un plato que a veces resulta auténtica dinamita para el estómago.
    Buen provecho.

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    1. Como habrá visto, siempre vale la pena considerarse pagano, jeje. Fue mi particular venganza contra la semana santa, pues esperaba disfrutar algunos de los doce platos (todos sin carne) que se preparan en estas fechas siguiendo la tradición. Por poco paso hambre, me tuve que conformar con un mísero rebozado de surubí y arroz con leche como postre. Dias antes, ya me frotaba las manos a la expectativa de degustar carbonada de zapallo, queso mach’a o ají de papalisa pero lamentablemente quedé con los crespos hechos porque casi toda la parentela viajó al campo, aprovechando el largo feriado.

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  2. Jueves d canibalismo.. Así le decíamos a ese esperado día en el campo gasífero san antonio, tarija, los hambrientos petroleros. Se almorzaba Chicharrón o chancho a la cruz. Y claro, sabían a manjar d dioses. Bien apuntas la obligatoriedad del "cocido a fuego lento en su propia manteca" pa considerarse un verdadero chicharrón. Y es q la pinta lo dice todo. Hoy abundan esos "thimpurados" d cerdo q engañan a legiones en supuestos "palacios del chicharrón". Una afrenta q debiera ser castigada con baños d aceite hirviente.
    Hace un tiempito leí un testimonio d un famoso caníbal aleman q se comió a un paciente psiquiátrico creo, acerca del tan misterioso sabor d la carne humana.. "Sabe a puerco, pero es alguito más ácida y con un sabor más fuerte", dijo el gourmet. Ja! Y no seria ninguna sorpresa si somos genéticamente idénticos (95%) con los cochinitos!
    Yo a la chicha ya no la tomo ni pagado. Hacen ya casi 17 años q no tomo d ese brebaje. Fue en Punata, en su aniversario q junto a tres buenos camaradas (uno d ellos punateño y d respetado clan chichero) nos fuimos a libar chicha y chicas en el infame Bimbo, q existe todavía por lo q se. Rematamos el "after party" en la casa d ese noble amigo con una legítima chicha d su producció, y q tenía el mismo aspecto q muestra esa d tu foto. Nuestras aviesas señoritas acompañantes acabaron felices claro. Cosas d facultad. Me reavivaste esas memorias.
    Abrazo.

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  3. d recordar tan gratas libaciones antiguas, olvide escupir el venenoso ps:
    1. vista nuestra altísima genética afinidad cerdil, en realidad no estaría tan alocado preguntar "d q era el chicharroncito, caserita??"
    2. esos kaluyos me suenan muy llorones. Insoportablemente llorones. Cortavenas, les dicen a ese tipo d letras y músicas q se hunden y t hunden la psiquis y por tanto los ánimos en una nostalgia tristona y desconsuelo. Huyo como d izquierdistas y ramplones neoliberales, cada vez q asoman a mis orejas similares notas. Ya cuando t haces viejo, es mejor cuidar con esmero los ánimos y mejor inundarse d traviesas canciones. Abrazos, José.

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    1. A ver si algún día pruebo el prodigioso chancho a la cruz que tan publicitado anda últimamente, aunque sospecho que como todo bicho asado a la brasa debe de tener el sabor un tanto seco, pero seguramente distinto. Eso sí, el cerdo asado en su propia manteca es insuperable, por lo que a mí respecta, no se le acerca ni un tierno lechón al horno. Menos mal que cada vez que le hinco el diente a una suculenta costillita no pienso en familiaridades porcinas, je.
      No están infundados tus recelos sobre la chicha, es sabido que toda esa chicha del Valle alto es totalmente industrializada, alcoholizada y azucarada a plan de chancaca e incluso le añaden plátanos muy maduros para acelerar la fermentación, me han informado. Nosotros preferimos comprar la artesanal donde la casera de mi tío, que la hacen todavía con autentico huiñapo y para nada dulce, a la manera tradicional, según la receta de las chicherías de Independencia para mayores señas.
      Y no te ensañes con los kaluyos, hombre, los de Vallegrande son muy distintos, son menos melancólicos y monótonos que los andinos (nada que ver con zampoñas o quenas lloronas). No te creas que andamos en casa hundiéndonos en la tristeza y nostalgia a su ritmo, simplemente nos gusta de música de fondo mientras se juega a la rayuela y se apuran unos traguitos de chicha o chuflay, según la ocasión. Mira, que oyendo el acordeón hasta les hallo cierto parecido con los vallenatos colombianos. Abrazos, tambien.

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