03 enero, 2013

6 Los carros basureros de nuestro alcalde


Los nuevos carros, exhibidos en la plaza principal de Cochabamba
Carajo, que hay gente de porquería. Nunca mejor dicho, cuando algunos contenedores permanecen vacíos porque a muchos les da flojera levantar la tapa para depositar su basura. Dejar las bolsas y los cachivaches al pie de las cajas verdes y que los de EMSA se las arreglen, que para eso les pagamos. Fiesta para los perros vagabundos. Así de fácil resulta seguir enlodando la reputación de ciudad jardín.  Título florido que ya suena rancio y marchito porque se murió con nuestros abuelos. 

Nos creíamos civilizados. Queríamos emular a los europeos. Nos trajimos un sistema modernísimo de recolección de desechos desde la patria de Verdi: Muy bonito, muy ecológico, muy caro. No duró ni una década, ahí está el resultado: contenedores en pésimo estado, asquerosamente sucios y escasos camiones que todavía funcionan. Era muy cómodo dejar la basura a cualquier hora del día. La disciplina duró el tiempo que tardaban en despintarse. Pronto rebosaban de ramas, escombros y animales muertos. La gente es tan indolente que gustosa aceptaría dejarse limpiar el culo por el servicio público de aseo. 

El sistema de contenedores no es respetado
Como la realidad nos devolvió a lo que somos, urbanitas con hábitos cavernarios, se hizo patente la necesidad de volver al sistema antiguo: campanita y horarios fijos. A ver quién deja desparramada su porquería dentro de casa.

Nuestro alcalde, visto la pobre imagen que tiene ante la ciudadanía por su incapacidad de gestionar la cosa pública, ha demostrado que anda desafinado sin guitarra. Genial para componer serenatas a la Llajta querida, deplorable como administrador público. Desde que se colgó la banda de autoridad, no hace otra cosa que promocionar su figura. Cualquier pinche obra, así sea el cambio de tubería de una calle o el techado de una canchita de fútbol sala tiene un cartel a todo color con su fotografía, como si no fuera su obligación, como si nos hiciera un regalo de Papá Noel bonachón. Los alcaldes de antaño solo dejaban una plaqueta metálica para lucirse, en obras de barrio y en grandes obras de ingeniería. A este paso, cuando el burgomaestre inaugure un puente u otra obra de impacto, seguramente mandará a construirse una estatua o un busto para recordarnos que fue obra de su gestión. 

Quién como nuestro alcalde, que resultó ser más folclórico que la chicha y el chicharrón. Uno pensaba que al ser un artista, tendría un mínimo de sensibilidad y sentido común. Y polifacético además; guitarra, piano y acordeón, amén de compositor.  Pero confundió el despacho de alcalde con una oficina de organizar conciertos: su obra estrella fue traernos al cantante español Django para el aniversario regional y para cantar a dúo con él. Para este año, sueña con Ricardo Montaner, según nos confesó. Mientras tanto, las calles y el ornato de la ciudad son un desastre. Zanjas interminables, hoyos en el asfalto y desbordados por la basura. Y eso que todavía no ha llovido torrencialmente.

El hedor en las esquinas era tan nauseabundo que por fin el funcionario pareció despertar de su letargo. Quiso anotarse un punto a su favor mandando a comprar nuevos carros basureros. Muy difícil había sido darse cuenta de la situación. Sin duda, una obra de envergadura que había que celebrar por lo alto, con banda de músicos, invitados especiales y desfile de los motorizados por la plaza principal. Para que la gente se admire de lo progresistas que son nuestras autoridades. Bombo, mixtura y petardos. Y los trabajadores de EMSA posando pletóricos delante de sus máquinas. 


Pero hete aquí el detalle pintoresco, grotesco y pueril hasta la náusea. Nuestro alcalde tuvo la feliz ocurrencia de bautizar a los camiones con su apodo personal: “Cholango 01”, así hasta llegar al 24. Como si fueran de su propiedad. Por si acaso hizo también estampar su nombre: Edwin Castellanos. Como los ganaderos que marcan a hierro caliente sus iniciales en la grupa de sus reses. Acaso queriendo competir con la figura del añorado “Alcalde Topadora”, un nonagenario que todavía vive y recordado por haber modernizado la ciudad.  A don Humberto Coronel Rivas, el pueblo agradecido lo bautizó con ese título y él nunca tuvo el mal gusto de usarlo en su provecho. Al alcalde actual, Evo Morales le asignó el mote en un momento de chanza, y el edil, orgulloso cual hubiese recibido un don, parece agradecérselo cada vez que puede. Resulta cansino oír la propaganda municipal con el  “gracias Cholango” pronunciado por niños más felices que las perdices. 

Hay artistas y artistas. En estos tiempos de relativismo cultural y corrección política, hasta la nena es una artista, tal como cantaba el empalagoso dúo Pimpinela. Nuestro alcalde podrá  ser uno de ellos, no soy quien para negarle el mérito. Pero, para refregarnos su jeta simpática en cualquier obra de bagatela y estampar etiquetas a lo “propiedad de Bart Simpson” sí que es un artista. Feliz estoy de ser cochabambino (Cortesía de nuestro alcalde, que toca el acordeón).

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Fotografías: diarios Opinión y Los Tiempos.

6 comentarios :

  1. se podria, para acontentar los amantes del folclor que todas las veces que se abre el tacho de la basura se sentiria llenar el aire con las notas de un carnevalito.
    sin falta todo el mundo seria mas feliz en poner la basura dentro de los tachos.
    esta tambien seria una idea,
    ciao ciao
    fiore

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  2. Ja ja, excelente idea, cara Fiore. Pero como los contenedores verdes de la basura van a ser retirados de las calles, yo propongo que tu idea se traslade a los nuevos carros basureros que en vez de hacer sonar la campanita, pongan en altavoces cualquiera de las canciones folclóricas del alcalde-artista para que siga subiendo su popularidad. Saludos.(por favor sigue escribiendo en italiano que así aprendo más).

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  3. Me encanta tu idea de crear un nuevo servicio municipal de aseo, amigo José. He pasado unos momentos divertidos imaginando su nombre burocrático y el protocolo de su cumplimiento, porque convengamos en que la limpieza del trasero es algo que toca directamente a la intimidad de las personas. Y me detengo en esto porque tu propuesta es de buena cuna satírica; me hace recordar el humor de artistas como William Hogarth, cuya obra maestra, “Gin Lane”, describe las bajezas a la que se llegó en la Inglaterra del siglo XVIII cuando se liberalizó la destilación y venta de ginebra y otras bebidas alcohólicas, para provocar un aumento en los precios de los granos, por reclamo de los agricultores. El precio de los granos subió… y la población urbana embruteció. Te paso un vínculo para que puedas ver su trabajo.
    http://es.wikipedia.org/wiki/Gin_Lane
    !Ah! Sugieres que en Bolivia los antiguos recolectores de basura tañían una campana al llegar a tu casa? Esto es nuevo para mi.

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  4. Ah, cuánta envidia, estimado Lalo(el desconectarse por unos días de la tecnología) espero que hayas disfrutado de tu estancia en Portugal. Yo, de escritores satíricos apenas conozco a Ambrose Bierce y su prodigioso Diccionario del Diablo, el humor negro de Jonathan Swift y algunos versos de Quevedo. Así que, si el texto te ha hecho recuerdo a algunas obras que conoces, es pura coincidencia, a mí me sale por pura ocurrencia como si fuera escritura automática (eso no quiere decir que quiera emular a los surrealistas, je je). Te quedo muy agradecido por pasarme el dato de Hogarth, no tenía ni idea, a ver si puedo pillar algún texto suyo.
    Respecto al recojo de basura, en las ciudades bolivianas siempre se hace mediante carros que se estacionan en las esquinas y hacen sonar un pedazo de fierro en horarios determinados. Recién en los últimos años se puso de moda el de dejar contenedores en las aceras, pero sólo para el centro de la ciudad en lo que atañe a Cochabamba. Pero ya ves, la gente le ha dado un mal uso, por eso la alcaldía ha decidido volver al sistema antiguo. De ahí que decía a nuestra amiga italiana, que en vez de hacer sonar la campana, se instalara altavoz a los camiones con las canciones del alcalde para alimentar su ego y competir con los carritos heladeros y sus canciones infantiles (he disfrutado también de tu comentario sobre los calzoncillos blancos).

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  5. Las basuras y el ruido son quizás las expresiones más visibles de nuestro olímpico desprecio por lo público, es decir, por el espacio del prójimo apreciado José. Nos tiene sin cuidado arrojar los desperdicios a la puerta del vecino o importunarlo con la música que nos gusta. De allí que, con algunas excepciones, nuestras ciudades latinoamericanas sean en la práctica el reino del caos. Me temo que necesitaremos siglos de educación para conquistar aunque sea unos mínimos de civilidad.

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  6. Cuánta razon, amigo Gustavo, a pesar de que parece obvio, el secreto está en la educación: en casa y en la escuela. Al contrario,a nuestras brillantes autoridades solo se les ilumina el cerebro para poner rótulos de "se prohibe echar basura en este sitio" como se puede ver en una de las imágenes de este post, como si fuera suficiente. Falta conciencia.

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