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El cargamento incautado en Francia (Agencia AFP) |
“El vehículo llegó a un puerto de
Francia desde Chile con droga producida presuntamente en Bolivia” subtitula un
diario nacional la reciente noticia de que la policía francesa incautó un
cargamento de 1.400 kilos de cocaína escondida en las ruedas de un
camión de asistencia de un equipo español que participó en el último Dakar. La
droga había sido embarcada en el puerto de Valparaíso. Según otras publicaciones internacionales, el
operativo puso en alerta a cuatro países por las implicancias y conexiones de
los traficantes: Chile, Francia, Bulgaria y España. En Bolivia no le quita el
sueño a nadie, mucho menos al gobierno cocalero.
No me causa sorpresa que prácticamente
todas las cadenas importantes de televisión hayan soslayado la noticia a pesar
de la gravedad. Por un lado, no les conviene a los grandes propietarios airear
el asunto y motivar el enojo gubernamental. Muchos millones destina el régimen
por concepto de “publicidad” a través del ministerio de Comunicación, más que
cualquier empresa privada del país. Además, la mayoría de los medios comulga
con la retórica oficial. Por otro lado hay un acuerdo tácito para no arruinar
la imagen idílica del país y un patriótico temor de comprometer el turismo,
sobre todo el de aventura.
Apenas algunos medios impresos y
digitales se hicieron eco de la noticia, pero nunca en primera plana. Yo mismo
me enteré a través de webs españolas. Como aquí casi nadie lee y el internet es
el medio más minoritario, todo se resume a poco menos que silencio. El gobierno
podría hasta lanzar la teoría de que es una conspiración imperialista y el
pueblo enceguecido creería sin rechistar. Por lo que suponemos, en Francia
habrá provocado un tremendo revuelo ya que constituye la mayor cantidad de cocaína
decomisada en ese país. En Bolivia, como la sociedad está totalmente adormecida
y acostumbrada a los tejemanejes de los narcotraficantes, ya nada sorprende. Lo
mismo da que sean unos kilos o una tonelada. Ver a la fuerza antinarcóticos
presentando sus paquetes incautados ya aburre por lo familiar que resultan. Es
hasta aceptable que las pequeñas factorías y laboratorios abandonados sean
parte del paisaje rural.
Decir “presuntamente” es puro
formalismo. Todo el mundo sabe que la droga boliviana sale mayormente por
puertos chilenos, por menor costo y distancia. Los traficantes se aprovechan
del intenso flujo comercial que existe a través de la extensa frontera. Los
narcos son unos verdaderos aventureros, buscan todos los métodos posibles para
llevar su mercadería hasta la costa. Desde camiones con los chasis o tanques
transformados, pasando por la exportación de madera, frutos secos y otras
materias primas entre las cuales esconden la droga, y terminando con el transporte hormiga
mediante los “tragones” que arriesgan sus vidas por un millar de dólares. Los
datos son esclarecedores: el 95% de los presos bolivianos en Chile, están por
delitos de sustancias controladas y no son pocos. Como se sabe, Iquique y Arica
son playas apetecidas por turistas bolivianos que, a modo de conocer el mar,
llevan entre sus tripas las preciadas bolsitas o el par de kilos escondidos en
la maleta. La necesidad tiene cara de hereje, dicen.
El rally de la droga, a diferencia del
deportivo, no tiene tregua ni pausa. No duerme ni descansa, compite todo el año
y pone a prueba a todos los agentes chilenos y argentinos. En la última década,
todo el norte argentino se ha visto invadido por el negocio ilícito, con
ramificaciones locales y el periódico viaje de avionetas desde Bolivia. Hace poco
la Gendarmería del vecino país decomisó 600 kilogramos de cocaína en estado líquido
que era transportada en un camión boliviano con dirección a Salta. El juez de
la pequeña población de Orán (Salta) ya acumula siete mil expedientes sólo por narcotráfico,
de acuerdo a una publicación de Clarín. En ocho años, se ha decomisado 18
toneladas de cocaína en esa provincia, señalaba el mismo juez. Por si fuera
poco, ya es un hecho comprobado que en los últimos tiempos se ha empezado a
fabricar cocaína en suelo argentino. Adivinen de dónde proviene la materia
prima. Y el silencio del régimen kirchnerista le pone un gigantesco manto al
asunto.
Volviendo al caso en cuestión, tal es
la cantidad y tan millonario el negocio (unos 270 millones de euros que
alcanzaría en el mercado europeo) que, a todas luces, señala que es un trabajo
de equipo muy bien coordinado, empezando por el acopio de la droga desde
tierras bolivianas, pasando por los controles en frontera y el embarque final,
donde al parecer, la banda internacional se las ingenió para esquivar a
escáneres y perros antidrogas, aparte de la sustancias que habrían utilizado
los narcos para impedir la detección de la mercadería.
Una operación de este calibre demanda gente muy profesional y con muchos
contactos, que seguramente la investigación internacional sacará a relucir
pronto. Como era de esperar, las
autoridades bolivianas deslindaron responsabilidades aduciendo que los coches y
camiones de competencia no pasaron por territorio boliviano. Como si la droga
hubiese sido elaborada en Marte.
Entretanto, podemos seguir apostando
para que al año siguiente, por fin pasen los autos y camiones del rally, para
que de una vez algún intrépido correcaminos, como los españoles del caso,
aproveche toda la épica para extraviar o estropear el camión en la ruta y de
ese modo ser aprovisionado sin intermediarios bajo el cielo puro del altiplano.
Ah, bienvenidos todos aquellos que vienen a buscar el nuevo Dorado. Pues está
claro que a algunos seduce el mágico polvillo blanco como en otros siglos el oro
deslumbraba a los exploradores. Ni falta que hace seguir gastando tanto dinero
en promocionar la imagen edénica del país, muy patente
está que en el imaginario internacional este es un sitio idóneo para gente
ávida de “experiencias fuertes”, por lo menos ya saben dónde apuntar las
narices. Al final, el Dakar resulta ser
esa “bella aventura humana”, ¿a que sí?